¿MISIÓN IMPOSIBLE DE LAMY?

 

 

por Nicola Bullard *

En el mundo de las negociaciones comerciales libre de personalidades, Pascal Lamy es inmediatamente reconocible. Su cabeza casi rapada y su porte enjuto y famélico, producto de su práctica como corredor de larga distancia y de larguísimas horas de trabajo, lo destacan del resto. A partir del momento en que colocó su nombre sobre la mesa para el cargo de director general de la OMC, no hubo muchas dudas de que Lamy se iba a quedar con él.

Lamy es perfecto para el cargo. Es un fiel creyente del libre comercio y el multilateralismo, un burócrata experimentado y un operador político eficaz. El carisma público que carece lo compensa ampliamente con su destreza en el juego interno, finamente templada en el desempeño de su tarea como “jefe de gabinete” durante la presidencia de la CE de Jacques Delors, y perfeccionada en su labor como comisionado de la UE.

Lamy, de cincuenta y ocho años, es el producto quintaescencial del sistema educativo de elite de Francia. Graduado de la Ecole Nationale d’Administration (ENA) y con una maestría en las ” hautes ecoles ” de comercio y ciencia política, Lamy ha sido entrenado –probablemente desde su nacimiento—para ocupar altos cargos públicos. Si bien es socialdemócrata –en 1993 fue, sin éxito, candidato del partido socialista—hoy en día su pensamiento económico (si no también en lo social) es neoliberal, como ocurre actualmente con la mayoría de sus “camaradas”.

En sus seis años como Comisionado de Comercio de la UE se ganó una reputación como trabajador implacable y de excepcional capacidad para asimilar los detalles técnicos, y durante sus diez años en el recinto sagrado de la oficina de Delors aprendió a maximizar el poder de influencia en la burocracia entre telones. En pocas palabras, sus credenciales como director general de la OMC son impecables.

Perspectivas para los próximos seis meses

¿Entonces qué podemos esperar de Pascal Lamy cuando asuma el 1º de septiembre?

A nivel personal, Lamy apuntará a superar el “colapso” de la cumbre ministerial de Cancún que no sólo significó un duro golpe para su visión del mundo, sino también una derrota personal. Paul Nicholson, presente en Cancún con el movimiento campesino internacional La Vía Campesina, lo vio al poco tiempo del fracaso de las negociaciones y lo describió como un “hombre con el ánimo por el suelo”.

No cabe duda que gran parte de la culpa del resultado de Cancún recae en la posición de la UE en las negociaciones agrícolas, y en Lamy, que se aferró personalmente a los temas de Singapur cuando ya hacía mucho que el consenso no iba en esa dirección. Y cuando cedió, no fue suficiente y ya era tarde. Para Eric Wesselius del Corporate Europe Observatory de Ámsterdam, Lamy llevó demasiado lejos la agenda de prioridades de las empresas y en su opinión, a pesar de una retórica supuestamente favorable al desarrollo, Lamy está muy cerca de los empresarios. Como Comisionado de Comercio de la UE, continuó la trayectoria fijada por su antecesor “thacherista” Leon Brittan, y mantuvo vínculos estrechos con el Consejo Empresarial Trans Atlántico ( Trans Atlantic Business Council ) y el Foro Europeo de Servicios ( European Services Forum ) . Según Wesselius, “Lamy habla mucho sobre el desarrollo y reglas justas de comercio, pero su foco de atención política siempre fue la agricultura y las empresas”.

La agricultura seguirá siendo un punto de fricción en la OMC, y aunque Lamy habla con pasión de eliminar los subsidios a la exportación, no consiguió mover ese debate en Bruselas. No hay razón para creer que tendrá más éxito en Ginebra. De manera similar, sin cartas en la mano, tendrá poca influencia sobre EE.UU. De hecho, el éxito o el fracaso de Lamy dependerán en última instancia de sus relaciones de trabajo con su sucesor Peter Mandelson y con el nuevo Representante de Comercio de los Estados Unidos (USTR) Rob Portman.

Pero la Unión Europea y Estados Unidos tienen sus propios problemas. La muy costosa y muy reciente votación parlamentaria sobre el Tratado de Libre Comercio con América Central (TLCAC o CAFTA por sus siglas en inglés), sumada al nerviosismo permanente en torno a China, pueden haber agotado las ansias de seguir aumentando la liberalización del comercio en los Estados Unidos. En Europa, la agricultura sigue siendo el tema clave, y aunque hay presión presupuestaria para reducir los subsidios, no es probable que Mandelson sea la persona adecuada para empujar a Francia y Alemania en este punto. Mandelson es un liberalizador agresivo, sin la experiencia atemperante del modelo social francés. Está decidido a deshacerse de la “vieja Europa” y a consolidar la “influencia económica” mundial de Europa. Teniendo en cuenta su estilo agresivo y las complejidades de la membresía ampliada de la Unión Europea, no le será nada fácil construir consensos ni siquiera en el ámbito europeo. Esto hará todavía más difícil el trabajo de Lamy.

Cultivando simpatías en el Sur

A lo largo de su mandato en la UE, y más recientemente en su campaña para director general, Lamy ha cultivado cuidadosamente el apoyo de los países en desarrollo. En su discurso de “candidatura” ante la OMC, apeló en varias ocasiones a los intereses de los países en desarrollo y afirmó la centralidad del “desarrollo” en la Ronda Doha. La prioridad, dijo, es “reequilibrar el sistema internacional de comercio en favor de los países en desarrollo”. Como Comisionado de Comercio de la UE pudo comprar el apoyo de los países en desarrollo –especialmente de los “países menos adelantados”—con los caramelos del Acuerdo de Cotonou, el “Todo menos armas” que le otorga acceso libre de aranceles a algunos productos agrícolas, y algunos otros pequeños favores comerciales y de asistencia. Como Director General de la OMC no tiene zanahorias para ofrecer, salvo aquellas que consiga que otros países ofrezcan.

Lamy también es conocido por su destreza en el uso de la táctica de “dividir para reinar”. Hablando en una reunión con ONGs en Bangkok a principios de 2003, lamentó que las negociaciones sobre las cuestiones de aplicación no hubieran avanzado porque los países en desarrollo “no pudieron llegar a un acuerdo acerca de cuáles eran los dos o cinco asuntos de aplicación prioritarios que debían discutirse “. En las etapas preparatorias de la sesión de julio de 2004 del Consejo General le ofreció al G90 una “ronda gratis”, prometiendo que no tendrían que hacer recortes en los aranceles agrícolas –una movida pensada claramente con el objetivo de dividir al G90 del G20. Ha promovido además la idea de que los países en desarrollo de ingresos medios deben “egresar” de la categoría elegible para un trato especial y diferenciado (TED), que es una propuesta que todavía ronda las negociaciones sobre TED. Aunque Lamy no puede ofrecer estímulos comerciales como director general de la OMC, su investidura le permite proponer procedimientos y definiciones de trabajo que minan la frágil solidaridad entre los países en desarrollo.

Reformar la OMC

En una rueda de prensa célebre y de alto contenido emocional después del fiasco de Cancún, Lamy calificó a la OMC de institución “medieval”. Más adelante, con un estado de ánimo más moderado, sugirió que la organización necesitaba una reforma exhaustiva, que incluyera la posibilidad de instituir un proceso de negociación más eficiente basado en un “grupo consultivo” de países que reflejaran los diversos intereses de los Miembros. La reforma del procedimiento de negociación y toma de decisiones será una prioridad en su agenda, quizás siguiendo las líneas (muy modestas) del informe Sutherland sobre la reforma de la OMC, que Lamy mencionó favorablemente en su discurso ante los miembros de la OMC. Sin embargo, la reforma encontrará resistencia entre los Miembros si su principal objetivo es la “eficiencia”. Además, considerando la débil adhesión que suscita la OMC entre sus miembros, no parece muy aconsejable para Lamy desechar el principio del consenso.

Seattle fue la primera reunión ministerial de la OMC en la que Lamy participó como comisionado y Cancún la última. Sin duda ambas experiencias lo dejaron con ganas de acallar a las multitudes alborotadas. Sin embargo, en lugar de escuchar las críticas, Lamy piensa que la solución del problema está en permitirle a la OMC interactuar “de manera estructurada con todos aquellos que hoy quieren opinar e intervenir en la formulación de las políticas de comercio”.

“Mantener las puertas cerradas es contraproducente para la OMC” dice Lamy. “Alimenta la paranoia infundada contra la OMC que prevalece entre los que están contra la globalización, los proteccionistas más fanáticos, y todos los demás que se oponen a todo aquello que los miembros de la OMC están intentando lograr como OMC.” ( Bridges , volumen 8, número 4, 2004) Este enfoque funcionará bien con los cabildantes y las ONG que gustan trabajar desde adentro, pero deja al descubierto que Lamy no tiene tiempo para quienes discrepan con su agenda de prioridades.

Es probable que Lamy coseche más éxitos en su tarea de dinamizar la secretaría de la OMC y en el cabildeo para conseguir más recursos y aumentar el personal, al igual que en el fortalecimiento de su propia posición y la “eficiencia” de la OMC.

Poder de persuasión

Pero hay algunas diferencias importantes entre Lamy en la OMC y Lamy en la UE, así que no debemos sobreestimar su capacidad para superar las dificultades.

Primero, como director general, Lamy no tiene mercados que abrir ni aranceles que bajar. Todo lo que puede hacer es “dar algunos coscorrones para que se pongan de acuerdo”, pero sin nada a mano para amortiguar los golpes. En segundo lugar, no tiene ninguna “posición” explícita o específica que defender, con excepción de su fe en el libre comercio, el multilateralismo y la tarea de mantener a la OMC a salvo de aun mayor ignominia en Hong Kong. Aunque las simpatías de Lamy seguramente están con la UE, su credibilidad como director general depende de que se lo perciba como trabajando para todos los miembros –el G148, como él lo llama. Sin duda ésta es una lección que aprendió bien en la Comisión, y es probablemente una de las experiencias más importantes que trae consigo al nuevo cargo. Su antecesor Supachai Panitchpakdi era un incapaz que sobrecompensó con una inacción prácticamente total cualquier inclinación perceptible a favor de los países en desarrollo, y Mike Moore antes que él estaba tan completamente identificado con los EE.UU. tras las presiones que ejerció ese país para asegurar su nombramiento, que realmente nunca contó con la confianza de todos los miembros.

Lamy asume la dirección con un consenso relativamente fuerte, a pesar de las reglas de selección vagas y las divisiones entre el Sur que Lamy supo capitalizar. Estados Unidos apoya a Lamy y, aunque un funcionario de comercio de la UE lo negó, muchos observadores perciben un nexo estrecho entre la aprobación de Lamy por EE.UU. y el respaldo de la UE a Paul Wolfowitz para presidir el Banco Mundial. A pesar de sus diferencias, la UE y EE.UU. coinciden en que es más seguro repartirse el mundo entre ellos –incluso si el precio es aceptar a un francés o a uno de los principales arquitectos de la invasión a Irak. Según parece, para ellos cualquiera es mejor que alguien del Sur!

Lamy tiene un duro y largo camino que recorrer: las profundas divisiones que aquejan a la OMC no se pueden allanar con diplomacia inteligente y soluciones técnicas. Su principal arma será su poder de persuasión. La mayoría de los países en desarrollo está muy cansada de esperar su cuota-parte de los beneficios extraordinarios que supuestamente trae el libre comercio, y convencerlos de que sigue valiendo la pena jugar este juego requerirá algún movimiento (perceptible) de parte de la UE y EE.UU.

Para Lamy hay mucho en juego, tanto en lo personal como en lo ideológico. Si logra conseguir el respaldo de Mandelson y de Portman, quizás pueda salir con algo en Hong Kong. Pero incluso si lo hace, será una victoria sólo para él y sus amigos. Cualquier acuerdo allí seguirá siendo un mal negocio para todos los demás.

* Nicola Bullard es directora asociada de Focus on the Global South .

 


Traducción: Alicia Porrini y Alberto Villarreal ( [email protected] ) para

 

REDES-Amigos de la Tierra Uruguay ( www.redes.org.uy )

 

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