EL PAPEL DE LA “COALICIÓN DE LA BUENA VOLUNTAD” EN LA VIOLACIÓN DEL DERECHO INTERNACIONAL Y LOS DERECHOS UNIVERSALES DEL HOMBRE
por Walden Bello*
(Discurso ante el Tribunal Mundial sobre Irak, Sesión de clausura, Estambul, 24 de junio de 2005)
Honorables miembros del Jurado de Conciencia y miembros del Panel de Abogados: mi presentación hoy tiene por objetivo mostrar y detallar los cargos específicos contra la “Coalición de la buena voluntad” reunida por el gobierno de los Estados Unidos en apoyo a su agresión a Irak. El caso contra el principal agresor, los Estados Unidos, ya ha sido presentado por otros abogados. Me limitaré por ello a los otros miembros de la Coalición, entre ellos el principal socio de los Estados Unidos, el gobierno del Reino Unido.
La responsabilidad de la Coalición de la Buena Voluntad por la invasión, ocupación y destrucción de Irak es la de complicidad voluntaria. El grado de culpabilidad varía, por supuesto, pero los 50 países que componen este frente deben ser condenados colectivamente por otorgarle legitimidad a una violación fundamental del derecho internacional: la invasión de un país soberano. Por esta razón todos los gobiernos participantes deben ser responsabilizados y sus casos presentados ante los organismos judiciales internacionales que corresponda para que se los procese y sentencie y para que se proceda a evaluar las indemnizaciones que deben pagar al pueblo iraquí.
Coalición de la buena voluntad: qué, quién y por qué
La formación de la “Coalición de la buena voluntad” fue anunciada por el Secretario de Estado Colin Powell poco antes del inicio de la invasión el 20 de marzo de 2003, después que los Estados Unidos decidieran no insistir con la aprobación de la famosa Segunda Resolución que pretendía la aprobación de la guerra en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. En su pico más numeroso en marzo de 2004, la coalición contaba con unos 50 miembros, incluyendo a los Estados Unidos. Treinta y cuatro de estos tenían tropas en Irak. Varios factores –especialmente los ataques armados en cada país, las actividades de la resistencia iraquí, las presiones políticas de los ciudadanos, y el bochorno internacional—llevaron a 15 países a retirar sus tropas del territorio iraquí a partir de marzo de 2005. Actualmente hay unos 23.900 soldados que no pertenecen a los Estados Unidos entre las fuerzas de la coalición en Irak, comparados con un contingente de 130.000 soldados estadounidenses. (1)
¿Qué razones dieron los gobiernos para unirse a la coalición? Varían. A pesar que sus antecedentes políticos e ideológicos son diferentes a los del Presidente de los Estados Unidos, George Bush, el Primer Ministro laborista británico, Tony Blair, pareció firmemente convencido de imponer un cambio de régimen a Irak desde el exterior. Mucho más comprensible resultó el apoyo de los compañeros de ruta ideológica de Bush, José María Aznar de España y Silvio Berlusconi de Italia, este último famoso por haber declarado que “Occidente continuará conquistando pueblos, incluso si esto significa confrontar con otra civilización, la islámica, firmemente atrincherada en sus fronteras desde hace 1.400 años”. (2)
Los gobiernos de Japón y Corea estuvieron obviamente motivados por un toma y daca, en función de la protección que les brinda el paraguas militar estadounidense en sus países. La mayoría de los demás países constituían, al decir de un comentarista, una “opereta de pequeños Estados” que fueron presionados fuertemente o bien sobornados con promesas de obtener contratos pos-guerra o asistencia económica de Washington. (3)
La función básica de la coalición: maquillar un acto ilegal
Independientemente de sus intenciones, los miembros de la Coalición de la Buena Voluntad fueron utilizados por los Estados Unidos para otorgarle legitimidad a la invasión y ocupación de un país independiente. Y consiguientemente se han transformado en cómplices de una gravísima violación del derecho internacional. Las declaraciones favorables a la invasión estadounidense fueron ampliamente difundidas por Washington para diluir las críticas a sus acciones groseramente ilegales. Una muestra de las declaraciones oficiales de estos gobiernos que circuló en Washington antes y después de la invasión revela hasta qué punto permitieron ser manipulados por el gobierno estadounidense para justificar una guerra ilegal y no provocada. Las declaraciones resultaban una repetición textual de las razones invocadas por Washington para iniciar la guerra: (4)
“Saddam Hussein representa un peligro para la paz y el derecho. Por lo tanto Holanda apoya la acción emprendida contra Saddam Hussein”. (Primer Ministro Jan Peter Balkenende, 20 de marzo de 2003).
“Las Filipinas integra la Coalición de la Buena Voluntad. Estamos respaldando moral y políticamente las acciones tendientes a eliminar las armas de destrucción masiva en Irak. Somos parte de una alianza de largo aliento a favor de la seguridad. Participamos de la coalición mundial contra el terrorismo”. (Presidenta Gloria Macapagal Arroyo, 19 de marzo de 2003).
“En un momento en que los esfuerzos diplomáticos no han dado resultado para solucionar el problema iraquí en forma pacífica, creo que la acción es inevitable si queremos eliminar las armas de destrucción masiva rápidamente. Los coreanos creemos en la unidad cuando las cosas se ponen difíciles” (Presidente Roh, 20 de marzo, 2003).
“El gabinete presidido por Yoweri Museveni, el Presidente de Uganda, decidió el 21 de marzo de 2003 apoyar la coalición liderada por los Estados Unidos para desarmar a Irak por la fuerza. También decidió que de ser necesario, Uganda ayudará en cualquier forma posible”. (Ministro de Relaciones Exteriores James Wapakhabulo, 24 de marzo de 2003).
“La responsabilidad recae exclusivamente en el régimen iraquí y su obstinación en no cumplir con las resoluciones de las Naciones Unidas durante los últimos 12 años… En esta hora tan difícil, Portugal reafirma su apoyo a sus Aliados, con los que comparte los valores de Libertad y Democracia, y espera que esta operación sea tan breve como sea posible y que logre alcanzar todos sus objetivos”. (Primer Ministro José Manual Durao Barroso, 20 de marzo de 2003).
Participación de la coalición en la ocupación
Los 34 países que se mencionan a continuación son acusados de participar activamente en la invasión y ocupación de Irak mediante el destacamento de tropas: Albania, Armenia, Australia, Azerbaijan, Bulgaria, República Checa, Dinamarca, Republica Dominicana, El Salvador, Estonia, Georgia, Honduras, Hungría, Italia, Japón, Kazakhistan, Letonia, Lituania, Moldavia, Mongolia, Holanda, Nueva Zelanda, Nicaragua, Noruega, Filipinas, Polonia, Portugal, Eslovaquia, Corea del Sur, España, Tailandia, Tonga, Reino Unido y Ucrania. Veinticinco de estos treinta y cuatro países continúan manteniendo fuerzas de seguridad en Irak. Algunos de estos países como España y Filipinas, ya han retirado sus tropas o fuerzas policiales, y otros como Holanda, Ucrania, Bulgaria e Italia han comenzado a hacerlo o han anunciado un retiro escalonado de sus contingentes. Todos, no obstante, deben ser considerados responsables por haber ayudado concretamente a la ocupación estadounidense.
Los siguientes países, si bien no prestaron sus tropas a la ocupación, están acusados de complicidad en la violación de la soberanía e integridad territorial de Irak, por haberse sumado a la Coalición de la Buena Voluntad: Afganistán, Angola, Colombia, Costa Rica, Eritrea, Etiopía, Islandia, Kuwait, Islas Marshall, Micronesia, Palau, Ruanda, Singapur, Islas Salomón, Uganda, y Uzbekistán.
Contingentes de tropas en Irak por país de origen, marzo 2004 Estados Unidos, 130.000; Reino Unido, 9.000; Italia, 3.000; Polonia, 2.460; Ucrania, 1.600; España, 1.300; Holanda, 1.100; Australia, 800; Rumania, 700; Bulgaria, 480; Tailandia 440; Dinamarca 420; Honduras 368; El Salvador 361; República Dominicana, 302; Hungría, 300; Japón, 240; Noruega, 179; Mongolia, 160; Azerbaijan, 150; Portugal, 128; Letonia, 120; Lituania, 118; Eslovaquia, 102; República Checa, 80; Filipinas, 80; Albania, 70; Georgia, 70; Nueva Zelanda, 61; Moldavia, 50; Tonga, 40; Macedonia, 37; Estonia, 31; Kazakhistán, 25. (Fuente: “Coalition of the Willing,” Perspectives on World History and Current Events, junio 19, 2005, http://pwhce.org/willing.html) |
Entre los miembros de la coalición, hay que destacar el rol y la responsabilidad que les cabe al Reino Unido, Italia y España. El Reino Unido tuvo un papel principal en la invasión, y junto con Italia y España, jugaron un rol de liderazgo en los primeros meses de la ocupación. Desde entonces su liderazgo ha tambaleado: España rompió filas al retirar sus tropas en febrero de 2005, después de las bombas de Madrid, y el gobierno de Berlusconi en Italia anunció sus planes de retirar sus tropas a partir de septiembre de 2005, después de la polémica muerte de un agente del gobierno italiano a manos de soldados estadounidenses en un punto de control en marzo de 2005. Otros dos países cuyo rol merece ser destacado son Japón y Corea del Sur. Ambos países colaboraron para prestarle una cara “asiática” a la ocupación, y Corea del Sur todavía hoy mantiene una presencia militar con 3.600 efectivos que lo convierten en la tercera fuerza de ocupación más numerosa, detrás de los Estados Unidos y el Reino Unido.
El peso de la culpa especialmente agravado del Reino Unido
Además de Estados Unidos, el gobierno del Reino Unido es claramente el que debe llevar el mayor peso de la culpa entre los integrantes de la Coalición de la Buena Voluntad. En tanto otros miembros del panel de abogados ya presentaron los cargos contra los Estados Unidos, me limitaré a comentar los que corresponden al Reino Unido.
Participación en la planificación de la guerra
Los memorandos de Downing Street recientemente revelados muestran que ya en abril de 2002, los líderes del Partido Laborista eran concientes de que: 1) la administración Bush tenía intenciones de invadir Irak; 2) estaba determinada a hacerlo sobre la base de la posesión de armas de destrucción masiva por parte de Saddam; y 3) que las pruebas de la capacidad de Saddam de desarrollar armas de destrucción masiva eran muy poco consistentes. Según lo establece un memorando de lo Oficina de Asuntos Exteriores del 22 de marzo de 2002, dirigido al Secretario de Asuntos Exteriores Jack Straw, “la verdad es que lo que ha cambiado no es el ritmo de los programas de armas de destrucción masiva, sino nuestra capacidad de tolerarlos pos-11 de septiembre”. Y continuaba: “pero incluso la mejor investigación de los programas de armas de destrucción masiva no mostrará mayores avances en los últimos años en la producción de misiles nucleares o armas químicas o biológicas: estos programas son sumamente preocupantes pero, hasta donde sabemos, no se los ha potenciado”. (5)
A pesar de la fragilidad de las pruebas de la existencia de armas de destrucción masiva, el Primer Ministro Tony Blair hizo sonar sin embargo tambores de guerra basándose en ese argumento. Prácticamente al mismo tiempo que los memorandos de Downing Street cuestionaban la prueba de la existencia de las armas de destrucción masiva, Blair declaraba ante el parlamento el 10 de abril de 2002: “El régimen de Saddam Hussein es despreciable, está desarrollando armas de destrucción masiva, y no podemos dejar que haga esto libremente”. (6)
El 24 de septiembre de 2002, contradiciendo nuevamente la falta de evidencia, declaró: [el servicio de inteligencia] ha concluido que Irak tiene armas químicas y biológicas, que el régimen de Saddam las continúa produciendo, tiene planes actuales y activos de utilizarlas, y que éstas pueden ser activadas en 45 minutos para atacar cualquier blanco, incluyendo su propia población chiíta; y que está intentando activamente desarrollar armas nucleares”. (7)
El 25 de febrero de 2003, en la escalada hacia la invasión declaró: “la inteligencia tiene claro que (Saddam) continúa creyendo que su programa de armas de destrucción masiva es esencial para la represión interna y la agresión externa”. En el mismo discurso afirmó, “los agentes biológicos que creemos que Irak puede producir incluyen carbunco (conocido en inglés como ántrax), botulinum, toxina, aflatoxina y ricino. Todos ellos conducen a una muerte sumamente dolorosa”. (8)
Posteriormente, el mismo día de la invasión el 20 de marzo de 2003, Blair declaró: “si el único medio para lograr el desarme de Irak de las armas de destrucción masiva es derrocar al régimen, entonces ése es nuestro objetivo”. (9)
Ahora parece ser que el esfuerzo concertado del gobierno de Blair para producir las pruebas de la posesión de armas de destrucción masiva lo llevó a retocar o “maquillar” –como informara la BBC—el informe de 50 páginas del servicio de inteligencia británico sobre el supuesto programa de armas de destrucción masiva del régimen de Saddam publicado en septiembre de 2002. Este informe fue uno de los documentos clave que utilizó el gobierno británico para fundamentar a favor de la guerra. Atrapado en el fuego cruzado entre la presión del gobierno y la debilidad de las pruebas, el Dr. David Kelley, científico que trabajaba para el gobierno, ex-inspector de la existencia de armas de destrucción masiva en Irak, reveló a la prensa sus fuertes dudas sobre las conclusiones del informe, en particular respecto de la capacidad de Irak de activar sus armas de destrucción masiva en 45 minutos. Aparentemente, éste fue el detonante para que el gobierno lo presionara duramente y el episodio culminó con el suicidio de Kelley en julio de 2003.
Los memorandos de Downing Street también indican que a pesar que las pruebas de la existencia de las armas de destrucción masiva eran muy débiles o inexistentes, el gobierno de Blair estaba decidido a invadir Irak para instituir un “cambio de régimen”, aunque esto no podía declararlo públicamente ya que se entendería como una clara violación del derecho internacional. En realidad, en marzo o abril de 2002 –un período en el que el gobierno de Blair y la administración Bush sostienen no haber estado implicados en la planificación de una guerra—ya habían avanzado sustancialmente en el proceso. Si bien el gobierno británico no estaba convencido de la amenaza de las armas de destrucción masiva, estos memorandos revelan que compartía con la administración Bush el deseo de cambiar el régimen por medios militares.
Un memorando a mediados de marzo de 2002 detalla una carta de Christopher Meyer, en ese entonces Embajador británico ante las Naciones Unidas, en una almuerzo de trabajo con el Subsecretario de Defensa de los Estados Unidos Paul Wolfowitz. “Respaldamos un cambio de régimen” escribió, “pero con un plan realmente inteligente en el que no haya margen para el fracaso. De lo contrario será muy difícil que lo podamos defender ante nuestra opinión pública, y probablemente sea más difícil aún en el resto de Europa”. (10).
Al mismo tiempo, los funcionarios británicos eran concientes de que no podía invocarse el cambio de régimen en sí mismo como objetivo de la invasión. Tal como lo establece un memorando del 8 de marzo de 2002 al analizar brevemente las opciones en el tema Irak, “una invasión con el objetivo de cambiar el régimen no es sustentable en el marco del derecho internacional”. El dilema y la solución fueron considerados dos semanas después por el Secretario de Relaciones Exteriores Jack Straw: “el cambio de régimen per sé no es justificativo para la acción militar, podría formar parte de cualquier estrategia, pero no ser la meta”. (11) No sorprende entonces que el gobierno de Blair se embarcara en la elaboración de una amenaza inexistente, que culminó con el infame informe del 25 de septiembre de 2002, que se transformó en un documento clave en la propaganda de Washington y Londres para justificar la inminente invasión a Irak.
Una vez que todo ha sido dicho y hecho, resulta claro que fue fundamentalmente Tony Blair –en contra de la voluntad de la amplia mayoría del pueblo británico y una parte importante de su propio partido—quien llevó al Reino Unido a la guerra. ¿Por qué? Algunos comentaristas dicen que realmente estaba convencido que era moralmente intachable imponer desde el exterior un cambio de régimen, con lo cual se transformó (al igual que Bush) en un hombre sumamente peligroso. Otros descartan estas razones y dicen que lo que motivó a Blair fue nada más que un frío “realismo político”. Mi conclusión es que, a la par de una falsa moralidad, el deseo de poner al gobierno británico en el centro del poder mundial al lado de los Estados Unidos es una motivación muy probable. En las propias palabras de Blair: “mi trabajo es proteger y proyectar el poder británico”. (12)
Conducción de la guerra
Sumado a su papel en la planificación de la guerra, el comportamiento y el modo en que ha llevado adelante la guerra el gobierno británico revelan claramente su desprecio por el derecho internacional y los derechos humanos reconocidos universalmente.
La invasión del país fue precedida por una serie de bombardeos que comenzó aproximadamente 10 meses antes, en mayo de 2002. Los aviones de propulsión a chorro de la Royal Air Force británica se juntaron con sus pares de la fuerza aérea estadounidense para ataques puntuales cuyo objetivo era obligar al régimen de Saddam Hussein a contraatacar, brindando de esta forma un pretexto para iniciar la guerra. Estas acciones, que fueron justificadas por oficiales estadounidenses como el Comandante General de los Aliados, Tommy Franks, como necesarias para “degradar” las defensas antiaéreas iraquíes, no estuvieron autorizadas por ninguna resolución de Naciones Unidas. En realidad, tal como lo revelan los memorandos filtrados de Downing Street, la opinión legal emanada de la propia Secretaría de Asuntos Exteriores en marzo de 2002 –dos meses antes de que se intensificara el bombardeo—asevera que las aeronaves aliadas solamente estaban autorizadas legalmente a patrullar las zonas de exclusión aérea al norte y sur de Irak con el único fin de impedir el ataque de las fuerzas de Saddam sobre las poblaciones kurdas y chiítas, y que no estaban autorizadas a ejercer ningún tipo de presiones al régimen. Esta actividad ilegal se intensificó aún más a fines de agosto de 2002, después de una reunión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en la que se reveló que el propósito de esos ataques puntuales era debilitar lo más posible las defensas antiaéreas de Irak para una posible invasión. (13)
Desde que se produjo la invasión, Gran Bretaña ha enviado a Irak unos 65.000 efectivos, o casi la tercera parte de sus fuerzas armadas, para participar en una guerra ilegal no autorizada por Naciones Unidas. En marzo de 2005 había unos 8.761 efectivos británicos acantonados en territorio iraquí.
La principal tarea de las tropas británicas fue asegurar el control del sector sur del país, especialmente la ciudad de Basra. Esta campaña estuvo marcada por la muerte de muchos civiles iraquíes. Algunas de estas muertes fueron causadas por el uso de bombas de racimo (diseñadas para emitir una mortal ráfaga de esquirlas calientes cuando explotan), conocidas por causar muchas víctimas fatales entre la población civil. Aunque los funcionarios del Ministerio de Defensa británico inicialmente prometieron que no se usaría esas armas “dentro de la ciudad y sus alrededores”, Human Rights Watch documentó varios ataques en los que se utilizaron municiones de ese tipo en los vecindarios de esa ciudad. En el pico de las operaciones militares en marzo y abril de 2003, las fuerzas británicas utilizaron 70 municiones de racimo lanzadas desde el aire y 2100 lanzadas desde tierra, conteniendo 113.190 sub-municiones. En total las municiones de racimo utilizadas por los Estados Unidos y los británicos llegaron a 13.000, representando 2 millones de sub-municiones en el período. (14)
Human Rights Watch también acusó a las autoridades militares británicas por no haber obtenido control de la gran cantidad de armas abandonadas por las fuerzas iraquíes, a causa de lo cual la población civil sufrió víctimas fatales y heridos. Esto determinó que el hospital de Basra al Jumhuriyya recibiera cinco pacientes por día víctimas de esta situación, lo que llevó al Director Ejecutivo de Human Rights Watch Kenneth Roth a declarar: “Gran Bretaña ha incumplido con su obligación como fuerza de ocupación de brindarle seguridad a la población civil local. Su incapacidad o su falta de voluntad para obtener control de y asegurar las armas abandonadas ha hecho que una situación peligrosa sea aún más peligrosa”. (15)
La ocupación extranjera es una invitación al abuso sistemático de los derechos humanos. Éste ha sido el caso de la ocupación estadounidense en el norte y centro de Irak. La prisión de Abu Ghraib se ha convertido en un sinónimo de violaciones a la Convención de Ginebra, con la tortura como política y la presencia sistemática de abusos sexuales, mientras la reconquista estadounidense de Fallujah en noviembre y diciembre de 2004 se transformó en una versión contemporánea de aplicación de la brutal orden romana “Carthago delenda est ” (Cartago debe ser destruida).
La ocupación británica de Basra y el sur de Irak, si bien gozó de menos publicidad que la ocupación estadounidense, también ha estado marcada por violaciones a los derechos humanos básicos. Un año de ocupación ha traído como consecuencia numerosos casos de civiles muertos y heridos a manos de las tropas británicas. Amnistía Internacional informa que a comienzos de marzo de 2004 las autoridades británicas admitieron que sus fuerzas armadas habían estado involucradas en la muerte de 37 civiles. Reconocieron, sin embargo, que esa cifra no era una cifra total. En algunos casos investigados por Amnistía “los soldados británicos abrieron fuego y mataron a civiles iraquíes en circunstancias en las que no había aparentemente ninguna amenaza de muerte o heridas graves para ellos o terceros”. (16) Según Amnistía, la Policía Militar británica actuó “manteniendo extremo secreto y proporcionando muy poca o ninguna información a los familiares respecto de los avances o las conclusiones en las investigaciones”. (17) Además, el proceso para recibir indemnizaciones, disponible para las familias de las víctimas civiles fue flagrantemente inadecuado, plagado de inconsistencias, excesivamente burocrático y prácticamente inaccesible para los iraquíes pobres. (18)
La tortura y el abuso sexual de los prisioneros ha sido otra mancha negra de la ocupación británica. En enero de 2005 salieron a luz fotos publicadas en la prensa nacional donde podía apreciarse torturas y abusos sistemáticos de iraquíes a manos de soldados pertenecientes al 1er. batallón del Regimiento de Fusileros del Reino Unido. Como lo describe un informe: “una de las fotos muestra un civil iraquí con muecas de dolor, fuertemente atado dentro de una red para cargar armas, suspendido de un camión con elevador conducido por un soldado británico. Una segunda foto muestra a un soldado en pantaloneta y camiseta parado sobre el cuerpo vendado y amarrado de un civil iraquí. Otras fotos muestran a dos hombres iraquíes desnudos forzados a simular sexo anal y a dos iraquíes forzados a simular sexo oral”. (19)
Los soldados fueron llevados a una corte marcial, donde varios fueron sentenciados a prisión y expulsados del ejército. Sin embargo, el juicio estuvo viciado de una grave violación del sistema de justicia, ya que la corte no admitió la presentación de evidencia proveniente de las víctimas que podría haber llevado al endurecimiento de las sentencias o a que más soldados fuesen implicados en los delitos, incluso algunos de mayor rango. Las pruebas incluían las proporcionadas por el iraquí víctima del incidente con el elevador, Hassan Abdul-Hussein, que declaró que había sido atado y colgado por haberse rehusado a cortarle el dedo a otro iraquí con un cuchillo. (20) ¿Por qué era esta evidencia inadmisible en el juicio? El honorable Phil Shiner, quién también forma parte de este panel de abogados, ha sostenido que el objetivo fue, como en el caso de los abusos en Abu Ghraib, ‘limitar los daños’: “ésta es la prueba más evidente de que los militares son incapaces de enjuiciarse e investigarse a sí mismos. Si se les permite, lo que se obtiene es un lavado de cara y algunas manzanas podridas arrojadas a los perros. Por cierto, algo ha funcionado muy pero muy mal, hubo oficiales involucrados y son muchas las personas que han sido abusadas”. (21)
Con los soldados británicos participando ellos mismos en los abusos de los civiles, no es de extrañar que no hayan ofrecido la seguridad que deben brindar de conformidad con el derecho internacional. Como en otras partes del país, Basra y otros sitios del sur de Irak han sido testigos del “asesinato deliberado de muchos civiles –posiblemente cientos– a manos de individuos o grupos armados, por motivos políticos, entre ellos algunos que se consideran infracciones a la moral, como vender o comprar alcohol”. (22) Sin embargo, no ha habido virtualmente ninguna investigación ni procesamiento por estas muertes desde comienzos de 2004. Por este motivo, Amnistía considera que las autoridades militares británicas han violado sus obligaciones internacionales en el marco del Artículo 27 de la Cuarta Convención de Ginebra, que obliga al Reino Unido en tanto fuerza de ocupación, a brindar protección a los iraquíes, especialmente contra amenazas y actos de violencia. (23)
Al aumentar la resistencia armada en 2003 y 2004 provocada por la ocupación, las tropas británicas se vieron arrastradas a apoyar las operaciones militares estadounidenses en el centro de Irak. La instancia más notoria de este apoyo indirecto de las fuerzas británicas a los esfuerzos estadounidenses para aplastar la resistencia popular iraquí tuvo lugar en noviembre de 2004, cuando el fuerte regimiento Black Watch de 850 efectivos fue trasladado del sur de Irak a la provincia de Babil, al sur de Bagdad. Esta reasignación fue consecuencia de una solicitud de las autoridades militares estadounidenses que querían utilizar sus propias unidades militares, liberadas por este movimiento, para el asalto a la ciudad de Falujah, previsto para después de las elecciones en los Estados Unidos. Esta movida obligó al ex Ministro de Relaciones Exteriores británico Robin Cook a hablar de “la sospecha de que enviamos un tercio de las fuerzas armadas británicas a Irak, no para ocuparnos de nuestros propios intereses nacionales sino para apoyar la agenda política de la Casa Blanca. Este último giro de la historia confirma la percepción de que es Washington el que determina las acciones y Gran Bretaña la que hace la venia. Resulta igualmente obvio que la solicitud fue un producto de la política interna de los Estados Unidos”. (24) El consiguiente asalto a Fallujah estuvo marcado por la muerte de centenares de civiles, con miles de personas heridas, violaciones rutinarias de los derechos humanos por parte de los soldados estadounidenses como, por ejemplo, el asesinato de prisioneros heridos, y la destrucción generalizada de la propiedad. Al trasladar tropas británicas para liberar a los soldados estadounidenses y que pudieran llevar adelante este salvaje ataque, el gobierno del Sr. Blair debe hacerse en parte responsable por los crímenes de guerra que trajo como consecuencia.
Conclusiones y recomendaciones
El historial de la Coalición de la Buena Voluntad en Irak es sórdido y lamentable. La Coalición ha tratado de hacer lo imposible: legitimar una manifiesta e injustificable violación del derecho internacional: la invasión de Irak, un acto que debe equipararse por su bajeza en términos de ignominia e infamia a la invasión nazi de Polonia en 1939. Los 50 miembros de la Coalición, hicieron hoy por Estados Unidos lo que los Estados fascistas de Rumania, Hungría e Italia hicieron por la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial cuando ésta se lanzó agresiva y brutalmente a conquistar el Este de Europa. Por esta razón, la Coalición debe ser considerada cómplice no solo de la violación de la soberanía iraquí sino también de la violación sistemática de los derechos humanos, los derechos políticos y los derechos económicos que constituye el sello distintivo de la ocupación estadounidense y británica de ese país en la actualidad.
Entre los miembros de la Coalición, el rol del gobierno del Reino Unido debe ser especialmente condenado. El papel del gobierno de Blair no puede reducirse al de un socio poco entusiasta de la administración Bush. No puede reducirse al apoyo de quien meramente ofrece una cobertura conveniente para el agresor. El gobierno de Blair ha participado activamente en la preparación y conducción de la guerra. Ha comprometido un tercio de sus fuerzas armadas en la invasión y ocupación, y ha ido a la guerra de buena gana –alegremente podrían decir algunos al referirse al Primer Ministro Blair. La conducta del Sr. Blair fue mucho más allá del aliento o el simple apoyo, para transformarse en uno de los principales apologistas de la guerra, en un esfuerzo por convencer al mundo de que un acto inmoral e ilegal era moral. Como Bush y como Hitler, es, como dijimos antes, un hombre peligroso.
Este cuerpo debe imponerle la más severa censura a todos los miembros de la Coalición, aún a aquellos que no llevaron tropas a Irak. Aquellos que sí desplegaron sus tropas en ese país para apoyar la guerra de los Estados Unidos, deberán responder ante los organismos judiciales internacionales correspondientes por su complicidad en la violación del derecho internacional y los derechos humanos internacionalmente reconocidos. Los funcionarios de la más alta jerarquía del gobierno británico, en particular el Primer Ministro Anthony Blair, junto con el Presidente George Bush y otros líderes civiles y militares del gobierno estadounidense, deben ser los primeros en ser acusados ante las instituciones judiciales que corresponda, en particular la Corte Penal Internacional.
Es necesario, señoras y señores del jurado, que los criminales de guerra sean llevados a juicio, y pronto.
*Walden Bello es profesor de sociología en la Universidad de Filipinas (Diliman) y director ejecutivo de Focus on the Global South , organización con sede en Bangkok. Es autor del libro recientemente publicado “Dilemmas of Domination: The Unmaking of the American Empire (New York: Henry Holt and Company, 2005).
Notas
1. Datos extraídos del sitio web de Global Security: http://www.global security.org/military/ops/iraq_orbat_coalition.htm; también de Perspectives on World History and Current Events, “Coalition of the Willing,” http://pwhce.org/willing.html
2. Newsweek, octubre 8, 2001.
3. Eric Margolis, “Coalition of the Coerced”; http://iraqwar.mirror-world.ru/tiki-read_article.php?articleld=20863.
4. Citas de la Casa Blanca, Operación Libertad Iraquí: http://www.whitehousse.gov/news/releases/2003/03/print/20030326-7.html
5. Thomas Wagner, “Memos Show British Fretting over Iraq War,” Associated Press, junio 18, 2005; reproducido en Truthout, junio 19, 2005: http://www.truthout.org/docs_2005061905Z.Shtml
6. Noticias de la BBC: http://newsvote.bbc.co.uk/mpapps/pagetools/print/news.bbc.co.uk/1/hi/uk_politics/3054991
7. Ibid.
8. Ibid.
9. Operación Libertad Iraquí: http://www.whitehouse.gov/news/releases/2003/03/print/20030326-7.html
10. John Daniszeski, “New Memos Detail Early Plans for Invading Iraq,” Los Angeles Times, junio 15, 2005.
11. Ibid.
12. Citas en John Newhouse, Imperial America: the Bush Assault on the World Order (New York: Alfred Knopf, 2003), p. 147.
13. Michael Smith, “British Bombing Raids were Illegal, Says Foreign Office” Peace UK.Net, junio 19, 2005: http://peaceuk.co.uk.mdl-net.co-ul/archive/modules.php?name=News&fike=print&sid=1487
14. “UK Military Practices Linked to Iraqi Civilian Casualties,” Human Rights Watch: http://www.hrw.org/press/2003/12/uk-iraq-press.htm
15. Ibid.
16. Amnesty International, Iraq: Killings of Civilians in Basra and a’Amara (London: Amnesty International, 2004): http://web.amnesty.org/library/print/ENGMDE140072004
17. Ibid.
18. Ibid.
19. Tony Paterson, “Simulated Sex and a Forklift Hanging,” Independent, enero 19, 2005.
20. Liz Smith, “Further Details Released of British Army Abuses in Iraq”: http://www.wsws.org/articles/2005/jun2005/iraq-j03_prn.shtml
21. Citado en ibid.
22. Amnesty International, ibid.
23. Ibid.
24. Citado en Nile Gardiner, “the British Iraq Troop Redeployment: Why it is Necessary,” Heritage Foundation, octubre 26, 2004: http://www.heritage.org/Research/Europe/wm595.cfm
Traducción: Alicia Porrini y Alberto Villarreal ( [email protected] ) para
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