Testimonios del Tribunal Mundial sobre Irak

 

 

TERAPIA DE “CONMOCIÓN Y PAVOR”: ASÍ PRETENDE ESTADOS UNIDOS APODERARSE DEL PETRÓLEO DE IRAK POR LA FUERZA Y ABRIR SU ECONOMÍA

 

por Herbert Docena*

“Una de las tomas de mando hostiles más audaces de la historia” – Wall Street Journal [1]

 

“El mejor momento para invertir es cuando todavía hay sangre en el suelo”. un delegado de la convención de negocios organizada por EE.UU. bajo la consigna de la reconstrucción de Irak (Rebuilding Iraq 2) [2]

 

“Debemos encontrar nuevos territorios donde podamos obtener materias primas fácilmente y al mismo tiempo explotar la mano de obra esclava barata disponible entre los nativos de las colonias”. Cecil Rhodes [3]

 

“Irak será vendido a otros y mendigará a los extranjeros como antes mendigábamos a Saddam” hombre de negocios iraquí [4]

 

“Estados Unidos tiene la rebanada más grande, pero tenemos confianza que hay suficiente pastel para todos”. participante en una conferencia de inversionistas en Irak [5]

Invadir

 

Éste fue el primer paso en lo que se ha convertido desde entonces en el proyecto de reconstrucción de una economía bajo los lineamientos neoliberales más ambicioso, radical y violento de la historia reciente. Desde la invasión de Irak en 2003, los esfuerzos de los Estados Unidos han estado dirigidos a abrir casi todos los sectores de la economía de Irak a la inversión extranjera; forzar su apertura al comercio internacional; lanzar un programa de privatizaciones masivas donde se pone a la venta más de 150 empresas estatales; liberalizar su mercado financiero y reorientar el papel de su Banco Central; imponer un impuesto general y retirar los subsidios a los alimentos y el petróleo; adoptar un régimen de patentes y derechos de propiedad intelectual beneficioso para las grandes empresas; y preparar el terreno para la eventual privatización del petróleo iraquí.

Mientras que otros casos similares de reestructuración general de la economía se iniciaron en las oficinas de los ministerios de economía o planificación, en las salas de los parlamentos, las universidades, o los hoteles cinco estrellas, en Irak, la primera fase de este proyecto de reestructuración general en varias etapas, comenzó en marzo de 2003 con bombas cayendo desde lo alto del cielo y con tanques ingresando por tierra. Fue necesario que la “conmoción y el pavor” presagiaran la “terapia de choque”.

Aún antes que llovieran las bombas sobre Bagdad, el diseño de la reformulación de la economía de Irak ya estaba listo y esperando ser ejecutado. Eso indica que aunque la invasión puede haber sido parte de un plan más ambicioso en el juego geo-estratégico por el dominio de una región vital, el objetivo de implementar las políticas económicas neoliberales en el país, entre ellas asegurarse el acceso a su petróleo, no fue una ocurrencia posterior. Para febrero de 2003, los Estados Unidos ya habían terminado de redactar lo que el periódico Wall Street Journal dio en llamar “Planes radicales para rehacer la economía de Irak según la imagen de los EE.UU.”. [6] Encabezado con el título “Llevando la economía iraquí de la recuperación al crecimiento”, el documento explicitaba qué se iba a hacer con distintos aspectos de la economía de Irak una vez que las fuerzas de ocupación se hubieran instalado en Bagdad. Michael Bleyzer, ex ejecutivo de Enron, resumió el objetivo al presentar su informe al Secretario de Defensa Donald Rumsfeld y a otros funcionarios de la administración Bush: “queremos establecer un clima de negocios que permita que las compañías transnacionales mundiales como Coca Cola y McDonalds puedan ingresar y crear una economía diversificada no dependiente del petróleo….”[7]

El plan pretendía nada menos que la transformación general de la economía de Irak, de una economía controlada y centralizada con una muy fuerte intervención estatal, a una economía de mercado en la cual el papel del Estado se redujera prácticamente a generar, mantener, y defender la apertura del mercado. [8] Exactamente en la misma forma en que los Estados Unidos bombardearon y arrasaron físicamente casi todos los ministerios de Irak, este plan implica la anulación de casi todas las leyes vigentes y el desmantelamiento de las instituciones existentes, con la excepción de aquellas que encajan en el diseño de los Estados Unidos. [9] De los escombros se erigirá un Estado nuevo desde los cimientos –un Estado facultado para organizar el ingreso de las inversiones extranjeras y para facilitar el funcionamiento sin trabas de las compañías multinacionales, pero desempoderado para brindar servicios a sus ciudadanos o promover el desarrollo y la justicia social.

Cronología

19 de marzo de 2003: Fuerza lideradas por EE.UU. invaden Irak

1º de mayo de 2003: Bush declara el fin de las “principales operaciones de combate”

13 de julio de 2003: primera reunión del Consejo de Gobierno iraquí instalado por los EE.UU.

18 julio 2003: se otorga a Bearing Point el contrato para la transformación de la economía de Irak

Septiembre de 2003: la autoridad de ocupación promulga la Orden 39 que abre la economía de Irak a los inversionistas extranjeros.

15 de noviembre de 2003: EE.UU. acepta acelerar la transición política para transferir la “soberanía” a Irak

28 de mayo de 2004: Iyad Allawi es elegido Primer Ministro del gobierno interino de Irak.

28 de junio de 2004: EE.UU. traspasa la “soberanía” al gobierno interino

18 de agosto de 2004: conferencia para elegir a los miembros del Concejo Nacional Interino iraquí

30 de enero de 2005: elecciones nacionales para elegir a los miembros de la Asamblea Nacional iraquí

Aprovechar el caos

 

La tarea de rehacer la economía de Irak y preparar el terreno para el ingreso de Coca Cola y McDonalds y sus semejantes fue otorgada a Bearing Point , un grupo privado de consultoría a empresas. Su contrato con USAID es un documento meticulosamente metódico lleno de cronogramas, delegación de responsabilidades y asignación de tareas para mandos específicos dentro del gobierno iraquí, y constituye esencialmente el plan maestro del diseño económico de los EE.UU. para Irak –la prueba palpable de la intención de los Estados Unidos de reconstruir la economía de Irak según los lineamientos neoliberales. La redacción del contrato es reveladora: en un punto dice, “el nuevo gobierno habrá de procurar abrir sus vínculos de comercio e inversión y desarrollar instituciones que promuevan la democracia, la libre empresa y la confianza en el sector privado orientado hacia el mercado como motor de la recuperación económica y el crecimiento” [las cursivas son mías], como para recalcar que este gobierno no tendrá ninguna otra opción.

Este plan concienzudamente sistemático contrasta con la evidente falta de planificación de las operaciones humanitarias, de rehabilitación y de ayuda posguerra [10], marcando la pauta de lo que no iba a ser el llamado “proceso de reconstrucción”. Tal como lo aclarara el Secretario de Defensa Donald Rumsfeld, “no creo que sea nuestro trabajo reconstruir ese país luego de 30 años de aplicación de controles económicos centralizados de tipo estalinista”. [11]

Una vez instaladas en el viejo Palacio Republicano de Saddam, las autoridades de ocupación se movieron rápidamente para poner en práctica el plan de trabajo de Bearing Point . A poco más de un mes que Bush declarara la invasión “misión cumplida” en mayo de 2003, el entonces jefe de la Autoridad Provisoria de la Coalición (CPA por sus siglas en inglés) Paul Bremer II, revelaba el programa económico de EE.UU. para Irak en la reunión del Foro Económico Mundial en Jordania. “Nuestro objetivo estratégico en los próximos meses es poner en funcionamiento políticas que tengan por efecto reasignar personal y recursos

 

desde las empresas estatales a las firmas privadas que son más productivas “. [12] Ese mismo mes, el asesor estadounidense del ministerio de industria y minería anunció la privatización por la “vía rápida” de 48 empresas de propiedad estatal. [13] Llegado el momento en que los Estados Unidos traspasaron la “soberanía” en una ceremonia confidencial en junio de 2004, los elementos clave de su diseño económico para Irak ya estaban instaurados. La CPA había aprobado un conjunto de leyes que serían los cimientos y pilares del régimen neoliberal en Irak. [14]

Entre las más trascendentes hay que contar la Orden 39, de la cual The Economist dijo que satisfacía la “lista de deseos de los inversionistas internacionales”, en tanto Reuteurs la calificó de “manifiesto del libre mercado”. [15] La Orden le permite a los inversionistas extranjeros entrar y salir de Irak a su antojo, tener los mismos derechos que cualquier iraquí para vender en el mercado nacional, y repatriar el 100% de sus ganancias y otros bienes en cualquier momento. Desde otro punto de vista, la orden efectivamente priva a los iraquíes de la soberanía sobre su economía. [16] Al avanzar hacia la privatización de las empresas de propiedad estatal, la Orden permite en forma efectiva la transferencia del patrimonio del pueblo iraquí a manos extranjeras y/o privadas, cuya prioridad es maximizar las ganancias, no brindar servicios o productos para los iraquíes. Al eliminar las restricciones a las inversiones, la Orden le niega al Estado iraquí cualquier capacidad de regulación y control sobre las inversiones que ingresan a su territorio. Al otorgarle “trato nacional” a los inversionistas extranjeros, priva a los iraquíes de la posibilidad de respaldar a las empresas locales o desarrollar políticas de industrialización con la esperanza de conseguir un grado de autosuficiencia y soberanía económica. La cláusula que permite la repatriación total y libre de obstáculos, elimina la prerrogativa del Estado iraquí de obligar a los inversionistas extranjeros a reinvertir parte de sus ganancias en la economía nacional.

Si bien el petróleo quedó fuera de esta orden, el contrato de Bearing Point dice específicamente que “implementará las recomendaciones aprobadas por USAID para comenzar a apoyar las privatizaciones, especialmente la del petróleo y las industrias asociadas”.[17] Las órdenes fueron que comenzara a preparar la legislación y las reglamentaciones correspondientes para establecer un “mejor régimen fiscal para los sectores del petróleo y la minería y para los oleoductos de tránsito”.[18] Anteriormente, Bush había firmado un decreto del poder ejecutivo que daba inmunidad general e indefinida a as empresas petroleras estadounidenses involucradas en cualquier actividad relacionada con el petróleo en Irak.[19]

La Orden 12, conocida como la “Política de liberalización del comercio”, suspendió los aranceles, impuestos aduaneros, y otros impuestos sobre los artículos que ingresan al mercado iraquí, impidiendo así que los iraquíes ejerzan poder de decisión sobre los ingresos provenientes de los flujos comerciales y el desarrollo de una política de comercio independiente. La Orden 40 permitió a unos pocos bancos extranjeros ingresar al mercado iraquí y hacerse cargo de hasta el 50% de los bancos nacionales. En combinación con las demás órdenes, esta orden implica que los banqueros extranjeros tienen ahora bajo su control el acceso a créditos y préstamos, a la vez que le resta al gobierno control sobre la política monetaria.

La Orden 49 redujo la tasa impositiva escalonada que se aplicaba a empresas y personas a partir de un tope del 40 % a una tasa plana del 15%. Eliminar el principio de los impuestos progresivos implica eliminar la idea de que quienes tienen más son quienes más deben contribuir, y significa además que un iraquí que gana US$ 100 al mes deberá abonar el mismo porcentaje de sus ingresos que una empresa que gana US$ 1.000 millones.

La Orden 81, que prepara el terreno para instaurar en Irak el régimen de derechos de propiedad intelectual, introduce un sistema de derechos monopólicos sobre las semillas. [20] Esto facilita la entrada de las multinacionales agrícolas y socava la “soberanía alimentaria” de los iraquíes, o sea, su derecho a definir sus propias políticas de alimentación y agricultura en lugar de subordinarlas a las fuerzas del mercado internacional.

Los observadores no tardaron mucho en encontrar y señalar las similitudes entre los elementos del plan estadounidense para Irak y las políticas de ajuste estructural impuestas por el Banco Mundial en muchos países en desarrollo en todo el mundo a partir de la década de 1980, o con la “terapia de choque” administrada a Rusia en la década d 1990. Sólo que en esta oportunidad, se va más allá. El columnista económico del New York Times , Jeff Madrick señalaba que, “juzgado según los patrones de casi cualquier economista exponente del pensamiento dominante, el plan … es extremo—a decir verdad, aplastante”. [21] El ex Economista en jefe del Banco Mundial y ganador del Premio Nobel Joseph Stiglitz observó que la de Irak fue “una terapia de choque aún más radical que la impuesta en el ex mundo soviético”. [22] Naomi Klein fue incluso más descriptiva al decir, “la ‘reconstrucción’ de Irak hace que estas otras reformas económicas desgarradoras parezcan tratamientos de relajación”. [23] Si todo va bien, dice The Economist, Irak será “el sueño capitalista”.[24]

El extremismo del plan –y la determinación de los funcionarios estadounidenses para implementarlo—no sólo fue ideológico; su empuje derivaba de los enormes intereses que estaban en juego. Ante la perspectiva de que para 2025 los Estados Unidos dependerán de otros países para abastecer el 70% de sus necesidades de petróleo –y considerando que tanto aliados como rivales dependerán tanto o más que EE.UU. de las importaciones de petróleo,[25] asegurarse el acceso al petróleo era una cuestión de supervivencia a la vez que una fuente de mucho poder. Viejos estudios indican que Irak tiene entre 100 y130 mil millones de barriles de petróleo, equivalentes aproximadamente al 11% del total de reservas mundiales, que lo convierten en la segunda reserva mundial detrás de Arabia Saudita.[26] Pero podría haber más. Solamente 17 de sus 80 campos petroleros han sido explotados,[27] por lo que existe la creencia extendida en la industria de que los pozos son más profundos y que las reservas podrían llegar a exceder los 300 mil millones de barriles, lo que equivaldría aproximadamente a la cuarta parte de las reservas mundiales. [28] En un discurso en el Instituto del Petróleo de Londres ( London Institute of Petroleum ) en 1999, el vicepresidente de los EE.UU. Richard Cheney declaró que “si bien muchas regiones del mundo brindan fenomenales oportunidades para la industria del petróleo, es el Medio Oriente, con las dos terceras partes del petróleo del mundo y los costos más bajos donde está el premio en última instancia”. [29]

Esto resultó evidente durante la invasión; varios ingenieros de British Petroleum acompañaron a las tropas en su ingreso al territorio iraquí, viajando con ellas con el objetivo de ubicar y asegurar los pozos de petróleo. [30] Y aunque casi todas las sedes de los ministerios fueron bombardeadas, no pasó lo mismo con el complejo del Ministerio del petróleo. Asimismo, nada menos que el 20% del presupuesto estadounidense de US$ 18 mil millones para la reconstrucción de Irak debía destinarse a proyectos de infraestructura petrolera, inclusive la exploración y el desarrollo de nuevos campos de petróleo y de gas. [31] Un documento de política del Pentágono había afirmado ya en 1999 que una guerra por el petróleo de Irak debía considerarse como una opción militar legítima. [32] Dos meses antes de la invasión, los funcionarios del Pentágono dijeron haber “desarrollado estrategias para asegurar y proteger esos campos tan rápido como sea posible a fin de preservarlos antes de la destrucción”. [33] Este ejercicio mental de apropiación de las reservas de petróleo de Irak tenía un precedente: ya en la década de 1970, el entonces Secretario de Estado Henry Kissinger había presentado planes para invadir los campos petroleros en Medio Oriente en un ensayo titulado “Apoderarnos del petróleo árabe”.[34]

Apodada la actual “fiebre del oro de California” por el funcionario estadounidense asignado para la tarea de privatizar las empresas estatales, [35] la fiebre de los inversionistas por Irak no sólo estaba motivada por el petróleo en sí mismo, sino también por su potencial como generador de poder adquisitivo y consumo a nivel nacional. En teoría, a medida que las ganancias del petróleo se derramen hacia los iraquíes, es posible prever el crecimiento de la demanda y consiguientemente una mayor colocación de productos en el mercado interno. Si para los inversionistas la cosecha de la bonanza que representan los gastos de la reconstrucción posconflicto es enorme, las perspectivas a largo plazo en un Irak privatizado, liberalizado y desregulado parecen todavía más prometedoras. Según la visión del Secretario de Comercio de los Estados Unidos Don Evans, “las esperanzas y aspiraciones colectivas [de los iraquíes] constituyen un valioso mercado para bienes y servicios de todo tipo”.[36]

Despreciar el derecho internacional, apaciguar la resistencia

 

Dos obstáculos se interponían a la conquista de todo lo que estaba en juego.

Todas las leyes aprobadas por las autoridades de ocupación estaban en clara infracción del derecho internacional. [37] Según el Artículo 43 de las Reglas de La Haya de 1907, un poder de ocupación “debe restablecer y asegurar en la medida en que sea posible el orden y la seguridad públicas, respetando a la vez, a menos que esté absolutamente impedido, las leyes vigentes en el país”. En otras palabras, Estados Unidos no podía anular las leyes existentes y aprobar otras nuevas; solamente un gobierno soberano podía hacerlo. El Artículo 55 de las Reglas de La Haya de 1907 dice: “el Estado ocupante será considerado solamente administrador y usufructuario de los edificios públicos, los inmuebles, los bosques, y las propiedades agrícolas pertenecientes al Estado hostil y situadas en el país ocupado. Debe proteger el capital de estas propiedades y administrarlas de conformidad con las reglas del usufructo”. En otras palabras, Estados Unidos no podía vender las empresas estatales de Irak, esto sólo podría hacerlo un gobierno soberano.

Pero había un problema aún mayor: la resistencia a la ocupación en general, y la oposición a las leyes mismas en particular. Según una encuesta realizada por la propia CPA en mayo de 2004, un porcentaje muy alto de iraquíes, el 86%, estaba a favor del retiro de las fuerzas de la coalición de su territorio nacional, inmediatamente o una vez que un gobierno electo asumiera el poder. Por contraste, apenas un 6% estaba a favor de que se quedaran. [38] El Consejo de Gobierno Iraquí, la entidad proto-gobernante de 25 miembros creada por EE.UU. en julio de 2003 que pretendió proyectarse como gobierno provisorio de Irak, era considerado comúnmente como una institución secuaz de los Estados Unidos; según una encuesta de Gallup, tres de cada cuatro iraquíes creía que sus acciones estaban “determinadas en gran medida por la CPA” y sólo el 16% pensaba que era independiente. [39] Por otra parte, una encuesta realizada por el Centro de Investigación y Estudios de Irak, mostraba que el 68% de los encuestados respaldaban enérgicamente o en alguna medida a Moqtada Sadr, el jefe del movimiento Sadrista, que ha exigido permanentemente el retiro de las fuerzas estadounidenses. [40]

Aun si violatorias del derecho internacional, si esas políticas hubiesen contado con el respaldo de los iraquíes, EE.UU. hubiera podido descansar en calma. El problema es que los cambios que se estaban introduciendo en Irak no tenían el consentimiento de los iraquíes, por el contrario, eran ampliamente impopulares, incluso entre aquellos que habían apoyado la invasión. Mientras el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos conferenciaba con el Citigroup , el JP Morgan Chase y el Bank of America sobre algunos detalles del proceso de privatizaciones, al menos uno de los ministros del Consejo General Iraquí afirmaba que él ni siquiera estaba informado de la propuesta. [41] Como lo atestigua Isam al-Khafaji, quien trabajó con los Estados Unidos en las primeras etapas de la ocupación pero que luego se alejó, ” a los iraquíes no se nos ha permitido analizar muchos de los cambios radicalmente nuevos y profundos propuestos, por ejemplo, la ley sobre inversión extranjera. Ni siquiera tuvimos la posibilidad de leerla antes que la aprobaran”.[42] Entre tanto lo que más preocupaba a los encargados de la ocupación era que los iraquíes no se limitaban simplemente a esperar que los tribunales determinaran la legalidad de las políticas; les tiraban bombas.[43]

Todos estos problemas amenazaban con convertir el “sueño capitalista” en una pesadilla de miles de millones de dólares para aquellos cuyas inversiones podrían ser embargadas y expropiadas por un futuro gobierno iraquí sensible a la opinión popular. Con pocos compradores dispuestos a correr el riesgo, la ilegalidad de la reestructura económica impuesta por EE.UU. y la resistencia que generó amenazaban tanto la viabilidad del programa de privatizaciones en el corto plazo como la agenda económica de mayor aliento. Lo que EE.UU. debía hacer fue resumido por Sir Philip Watts, presidente de la Royal Dutch Shell , cuando se le preguntó qué condiciones debían darse para que las compañías petroleras pudieran instalarse. “Debe haber una seguridad adecuada, una autoridad legítima y un proceso legítimo….que nos permita negociar acuerdos que se sostengan por décadas” contestó. “Cuando la autoridad legítima esté allí en nombre de Irak, nosotros lo sabremos y la reconoceremos”. [44]

Instaurar un proceso de ‘transición política’

 

La solución de EE.UU. fue simple y directa: si sólo con un gobierno soberano era posible hacer legalmente las cosas que estaba tratando de hacer en Irak, entonces debía crear por sí mismo ese gobierno “soberano” –no simplemente un gobierno cualquiera, sino uno estructuralmente propicio para las políticas económicas preferidas por EE.UU.; operado por iraquíes deseosos de implementar y defender estas políticas; y aislado de las presiones populares. Ésta era al parecer la estrategia desde el principio. El contrato con Bearing Point , por ejemplo, da por sentado que asumirá un gobierno cooperativo. En mayo de 2003, el Secretario de Defensa Rumsfeld anunció que la administración Bush instalaría un régimen encabezado por quienes “apoyen el sistema de mercado” y “fomenten medidas encaminadas a la privatización de las empresas estatales”. [45]

Si las decisiones hubiesen estado completamente en manos de las autoridades de ocupación, habrían preferido ir despacio y poder asegurar que las condiciones para gestionar el proceso político estuviesen firmemente asentadas antes de dar el paso al costado. Si bien la administración Bush había reconocido que en algún punto tendría que celebrar elecciones, trató de posponerlas hasta el momento adecuado, cuando fuera posible minimizar los riesgos. En determinado momento, los comandantes militares estadounidenses llegaron incluso a impedir las elecciones locales, iniciadas y organizadas por los iraquíes en todo el país inmediatamente después de la caída del gobierno de Saddam. [46] Por otra parte, EE.UU. resistió firmemente las propuestas de convocar a elecciones generales con voto universal tan pronto como fuera posible, argumentando que era logísticamente imposible, a pesar de las afirmaciones de la Oficina de Censos del Ministerio de Planificación en sentido contrario e incluso de algunos funcionarios británicos. [47]

En vez de elecciones, las autoridades de ocupación insistieron en conformar un gobierno iraquí de transición a través de un complejo sistema de comités políticos, como forma de lograr mayor incidencia en el resultado. Los participantes de los comités políticos serían escogidos y vetados por los militares, con la ayuda del Research Triangle Institute , un instituto de investigación contratado por USAID para “identificar a los líderes ‘legítimos’ y funcionales más apropiados” [las comillas en “legítimo” aparecen en el texto original]. [48] Al decir de Bremer, “no me opongo [a las elecciones] pero quiero hacerlas de forma tal que resuelvan nuestras preocupaciones … Las elecciones que se celebran demasiado prematuramente pueden ser demasiado destructivas… En una situación como ésta, si se comienza a celebrar elecciones, es muy posible que ganen los antagonistas”. [49] Con el término “antagonistas” Bremer obviamente hacía referencia a los iraquíes que rechazaban la presencia de las unidades militares estadounidenses en su país, aquellos que se oponían al programa económico y político de los Estados Unidos, y que se rehusaban a formar parte de instituciones políticas instaladas por los Estados Unidos. Un alto funcionario de la CPA fue más directo cuándo se le preguntó por qué las elecciones no se podían celebrar antes y declaró: “No hay suficiente tiempo para que los moderados se organicen”.[50]

Cuando decenas de miles de personas marcharon por las calles a comienzos de 2004 exigiendo la realización de elecciones directas o de lo contrario enfrentar una resistencia más violenta, los Estados Unidos se vieron obligados a flexibilizar su posición. Los funcionarios estadounidenses accedieron sin mucho entusiasmo a acelerar la transición política solamente debido a la resistencia creciente contra la ocupación, el clamor cada vez más amplio por elecciones directas, y la consiguiente demora en la implementación del programa económico neoliberal. Estados Unidos esperaba que esta decisión aplacara la resistencia y sirviera de aliciente para los inversionistas. Al decir de un funcionario del Pentágono, “la transferencia de la soberanía tendrá evidentemente un efecto sobre la seguridad porque uno se libra de la etiqueta de “ocupación”. Ése es uno de los reclamos que hacen los llamados insurgentes; que están bajo la ocupación estadounidense. Así eliminamos ese reclamo político del terreno de la lucha ideológica.”[51] Desde el punto de vista diplomático, sería un elemento clave para darle a los aliados cobertura política para realizar sus contribuciones en tropas y en dinero para la reconstrucción. Desde el punto de vista jurídico, daría cobertura legal a las inversiones realizadas bajo la ocupación y las protegería de eventuales expropiaciones.

Pero eso implicaba muchos riesgos. En palabras del ex Asesor en Seguridad Nacional Brent Scowcroft cuando el presidente George Bush se enfrentó a un dilema similar en Irak luego de la primera Guerra del Golfo: “¿qué va a suceder la primera vez que celebremos una elección en Irak y resulte que ganan los radicales?¿Qué hacer? Seguro que no vamos a permitir que asuman”.[52]

Pasos en la transición política

Junio de 2004: entrega de la “Soberanía” a un gobierno iraquí de transición

Agosto de 2004: formación de un Consejo Nacional Iraquí interino

Enero de 2005: elecciones nacionales para la Asamblea Nacional de Irak

Octubre de 2005: referéndum sobre la nueva constitución iraquí

Diciembre de 2005: elecciones para un gobierno iraquí constitucional

Traer a los expertos y atrincherar a los asesores

 

A la vez que intentaban diferir lo inevitable, las autoridades de ocupación se movieron rápidamente para apuntalar los cimientos de un régimen radical neoliberal de libre mercado antes que algún futuro gobierno soberano y electo decidiera proponer otras ideas. En otras palabras, la estrategia fue adelantarse al gobierno iraquí en algunas de las decisiones más fundamentales que cualquier gobierno tiene que tomar con relación a su economía. La táctica adoptada está muy bien descrita en las directivas impartidas por USAID a Bearing Point cuando emprendiera “establecer el marco legal básico para una economía de mercado funcional”. Bearing Point recibió órdenes explícitas de que en la ejecución de sus tareas –desde escribir leyes y reglamentos hasta la creación del mercado de valores y el Banco Central—debía “aprovechar adecuadamente la oportunidad única que representa la actual configuración de circunstancias políticas para lograr avances rápidos en esta área “.[53]

Para poder implantar las leyes y políticas que Bearing Point estaba redactando, Estados Unidos atrincheró en los ministerios clave y en la administración a cientos de “asesores” con amplia experiencia empresarial corporativa, así como decenas de organizaciones y organismos especializados en diseñar políticas neoliberales. Para supervisar la juerga de las privatizaciones en Irak, por ejemplo, trajo a Thomas Foley, una ex-directivo de Citicorp , especializado en fusiones y adquisiciones. La supervisión de las políticas agrícolas fue encargada a Dan Amstutz, el ex vicepresidente de Cargill –la empresa exportadora de cereales más grande del mundo—que redactó el polémico acuerdo sobre agricultura de la Organización Mundial del Comercio como. [54] Una empresa estadounidense de abogados vinculada a Bush, Squire, Sanders y Dempsey fue contratada para brindar asesoría en la privatización de las industrias del Estado, la creación de organismos reguladores, y el desarrollo de la estructura impositiva de Irak. [55] Para presidir el “comité asesor” del ministerio del petróleo se designó al ex Director Ejecutivo de Shell , Phillip Carroll, quién fue posteriormente sustituido por Robert McKee, ex vicepresidente de la gigantesca empresa petrolera ConocoPhillips . El propio Bremer fue en su momento asistente de Kissinger, y había dicho como tal que “lo que se denomina ‘globalización’ no es más que otro nombre para el rol dominante de los Estados Unidos”. [56] Lo que es más interesante, EE.UU. contrató los servicios de Yegov Gaidar, el ex Primer Ministro ruso que administrara la ‘terapia de choque’ en su propio país.[57]

También se desplegó el vasto aparato del gobierno estadounidense que ha estado promocionando las políticas neoliberales de libre mercado en todo el mundo durante las últimas tres décadas. Esto incluye al Departamento de Estado, USAID, el cuasi-gubernamental Fondo Nacional para la Democracia (National Endowment for Democracy – NED) y sus filiales. Poniendo en práctica su prédica, Estados Unidos privatizó el proyecto de privatizaciones, subcontratando varias tareas a una legión de contratistas privados. Para trabajar en la “mejora de las asociaciones público-privadas para la prestación de servicios educativos” se contrató a Creative Associates ; Abt Associates fue asignada a la “reforma” del sector de la salud; y Development Alternatives Inc. está a cargo de “ayudar a la población rural pobre para que acompañe el proceso de transformación hacia una economía de mercado”.

Los expertos y asesores: contratistas de USAID que trabajan en distintos

sectores de la economía de Irak

GOBIERNO LOCAL: Research Triangle Institute “colabora con los organismos encargados de

identificar a los individuos o grupos que representan el liderazgo más adecuado, ‘legítimo’ y funcional

con el cual vincularse”.

ECONOMÍA: Bearing Point “recomienda las mejores alternativas disponibles para pasar a implementar

un clima legal, de políticas y de reglamentaciones más favorable para el crecimiento económico”.

EDUCACIÓN: Creative Associates trabaja hacia el desarrollo de “mejores asociaciones público-privadas

en la prestación de los servicios de educación”.

AGRICULTURA: Development Alternatives Inc. “ayuda la población rural pobre a avanzar hacia una

economía de mercado”.

SALUD PÚBLICA: Abt Associates trabaja en la “expansión, fortalecimiento, y reforma de todo el sistema

de salud para mejorar su eficiencia y su capacidad en la prestación de los servicios esenciales”.

Las instrucciones impartidas a Bearing Point y la forma en que se le ordenó operar son ilustrativas de los poderes dados a estos contratistas. En nombre de la “asistencia técnica”, el contratista fue autorizado a “empezar a reformar, revisar, extraer o de cualquier otro modo asesorar en lo que respecta a cambios de políticas, leyes, y reglamentaciones que afectan la economía”. [58] Lamentándose de que el marco de la legislación mercantil existente es “deplorablemente deficiente para la creación de un clima legal y regulatorio favorable a un desarrollo del mercado que permita la formación y operación de las empresas”, Estados Unidos le ordenó al contratista “crear un marco jurídico de comercio e inversiones compatible con las disposiciones de la Organización Mundial del Comercio, que a la vez, promueva el desarrollo competitivo de las empresas nacionales… y establezca los cimientos para una mayor integración en las redes financieras y comerciales internacionales”.[59] En lo que refiere al plan de privatización de las empresas de propiedad estatal, Bearing Point no sólo debe hacerse cargo de la tarea de evaluar el precio de mercado para la venta; “si fueran necesarios cambios en la legislación”, dice el contrato, “el contratista brindará asistencia en la reforma legislativa, en particular, para posibilitar la privatización de las industrias y firmas de propiedad estatal y/o la creación de un organismo encargado de las privatizaciones”.[60]

Mientras que USAID y sus contratistas tienen que negociar en otros países con el gobierno existente para impulsar las leyes que desean, en Irak, al decir de un alto oficial militar estadounidense refiriéndose a otro asunto, “estaríamos negociando con nosotros mismos porque nosotros somos el gobierno”. [61] Aunque en otros escenarios Estados Unidos está obligado a lidiar con las burocracias existentes, en Irak son los propios Estados Unidos los que están construyendo esa burocracia –en este caso, literalmente desde adentro hacia fuera: a fin de establecer firmemente su presencia en los ministerios, se le dio a Bearing Point la tarea de crear dentro del Ministerio de Economía y el Banco Central las “Unidades de Análisis Macroeconómico” o “Unidades de Políticas Impositivas” con personal proveniente de la propia plantilla de empleados de Bearing Point . [62]

La meta era ser visible e invisible a la vez. Estados Unidos necesitaba empotrar su propio entramado de leyes y políticas y hacerlas inamovibles, pero también quería poder demostrar que éstas eran impulsadas por los iraquíes. A estos efectos, “el Contratista realizará los más amplios esfuerzos para interactuar con los funcionarios y las máximas autoridades de gobierno.”[63] En la jerga de USAID, a esto se le llama “infundir sentido de propiedad”, e implica asegurar que la aprobación de las “reformas” no se perciba como una imposición externa. “El objetivo último”, señala el contrato, “es que haya un gobierno iraquí y un sector privado local capaces de hacerse responsables de las instituciones de mercado y administrativas adecuadamente estructuradas y dirigidas…”.[64] En otras palabras, el nivel de éxito de Bearing Point depende de la capacidad de los iraquíes de continuar defendiendo y sosteniendo el régimen económico neoliberal, incluso sin la tutela de los Estados Unidos, una vez terminada la ocupación formal.

Poner iraquíes al frente

 

Pero las leyes, estructuras, e instituciones que EE.UU. estaba construyendo en Irak no iban a sobrevivir por sí mismas. La paradoja de cualquier sistema de libre mercado es que requiere una fuerte intervención para mantenerlo “libre”. A fin de perpetuar el orden económico de su predilección en Irak, desde los primeros días de la ocupación Estados Unidos buscó la colaboración de iraquíes que estuvieran dispuestos a hacerle los mandados y cumplir sus ordenes, no simplemente porque fueran “marionetas” irreflexivas sino por convergencia de intereses con EE.UU. Esta confluencia de intereses ha probado ser una base más firme para la colaboración: Estados Unidos necesita caras iraquíes para proyectar “sentido de propiedad” y para demostrar que no son colonizadores que imponen su voluntad al pueblo iraquí; estos iraquíes necesitan a EE.UU. porque al carecer de electorado y legitimidad, no tienen ninguna oportunidad de sobrevivir en el poder sin su patrocinio y su protección. [65] Al asesorar a la administración estadounidense respecto a cómo sofocar los crecientes ataques en contra de sus fuerzas, Thomas Friedman describió esta estrategia expresando que la misma consiste en poner “más estadounidenses en la retaguardia y más iraquíes al frente.”[66]

Para analizar la relación de los Estados Unidos con estos iraquíes, es muy ilustrativa la lista de verificación paso a paso desarrollada por USAID con el objetivo de evaluar las técnicas para mejorar la probabilidad de que las “reformas” sean aceptadas con éxito. Para conseguir “legitimación”, o sea, el medio de lograr que la gente que debe verse a sí misma como propietaria de las políticas “asuma” voluntariamente su papel, USAID debe individualizar los “paladines de esas políticas”, las personas en las que se pueda confiar para que actúen como sus principales partidarios. De acuerdo a lo que establece su “Manual de herramientas para la implementación de políticas”, los contratistas de USAID deben efectuar “análisis de los actores interesados” que los ayude a “identificar los individuos y grupos que tengan intereses en juego en el resultado de una decisión de políticas”. [67] Para esto, es necesario crear y mantener un catálogo de actores interesados que los clasifique como “partidarios”, “opositores” o “neutrales” [68].

Cabe mencionar que los “paladines de las políticas” de los Estados Unidos no sólo deben ser colocados dentro del aparato formal del Estado, también deben ser insertados en la “sociedad civil”. Junto con las tropas que entraron en Irak llegó un batallón silencioso de organismos y contratistas cuya misión era construir una “sociedad civil” pro-norteamericana y pro-neoliberal mediante la creación, el financiamiento y el respaldo a ONGs, cámaras de comercio, concejos empresariales, instituciones de investigación, asociaciones profesionales y otras organizaciones de la sociedad civil. Desde el comienzo de la ocupación, este batallón se ha desplegado por todo el país construyendo efectivamente una maquinaria política nacional de partidarios y activistas que forman parte de grupos básicamente satisfechos con el papel de EE.UU. en Irak. [69] Por una parte, debían constituir una base de masas con la cual respaldar a los iraquíes elegidos por EE.UU. para dirigir el gobierno; por otra, y al mismo tiempo, también podían ser usados para presionar a esos mismos iraquíes para que apoyaran el programa de EE.UU. USAID lo expresa con claridad: “cuando falta la voluntad política para una reforma sistémica, lo más importante que puede hacer la cooperación extranjera es fortalecer los grupos de la sociedad civil que están a favor de la reforma”.[70]

Si bien los iraquíes al frente ocasionalmente pueden no estar de acuerdo con los estadounidenses que están detrás, en las cuestiones fundamentales o bien coinciden o no tienen otra opción más que someterse. Después de todo, está previsto que su poder quede confinado a los asuntos administrativos cotidianos; en las cuestiones más importante quienes tienen la última palabra son los Estados Unidos. Al decir del historiador de Medio Oriente Dilip Hiro “lo que quería Washington era iraquíes que –aunque dispuestos a participar superficialmente en alguna crítica a su administración—en última instancia estuvieran comprometidos con él”. [71] Así que, aunque la relación pueda ser turbulenta por momentos, los estadounidenses saben que necesitan a los iraquíes al frente, tanto como los iraquíes necesitan a los estadounidenses detrás.

Por este motivo, al estar ambas partes forzadas a demostrar que algo estaba siendo traspasado de uno al otro como parte de una transición política, ambos trabajaron conjuntamente para aferrarse al poder. La historia de la transición política es la historia de cómo Estados Unidos intentó manejar el proceso y condicionar el resultado en cada uno de los pasos; así lo evidencian sus esfuerzos para mantener el poder de sus iraquíes “preferidos” y preservar el control real político militar y económico, y a la vez aparentar que renuncia al mismo.

Transferir la “soberanía”, pero conservar todo el poder

 

El 28 de junio de 2004, según se informó EE.UU. traspasó la “soberanía” a Irak y comenzó un proceso gradual hacia la instalación de un gobierno electo. Sobre el significado exacto de la palabra “soberanía”, los propios funcionarios estadounidenses expresaron distintas interpretaciones. Según Bush, se estaba transfiriendo la “soberanía plena”; [72] un Subsecretario de Estado en cambio la calificó de “soberanía limitada”. [73] Para el entonces Secretario de Estado Colin Powell “es soberanía, pero ellos nos van a permitir que nosotros ejerzamos (parte) en su nombre y con su permiso”. [74] Pero siendo los EE.UU. quienes determinan en última instancia qué parte de esa soberanía van a ejercer en nombre de los iraquíes y qué parte van a conceder a los iraquíes, tal vez la descripción más exacta sea la de la congresista estadounidense Nancy Pelosi, quien aclaró que se trata “esencialmente de un traspaso de autoridad de la ocupación liderada por EE.UU., a la nueva embajada en Irak”.[75]

A pesar que la cobertura mediática podría dar a entender lo contrario, el entonces Subsecretario de Defensa Paul Wolfowitz fue el primero en poner reparos a presentar el traspaso del 28 de junio como una “fecha mágica.”[76] La Ley Administrativa de Transición, o la denominada constitución interina redactada por abogados estadounidenses y sobre la cual Bush prometió que iba a reflejar los “valores estadounidenses”, seguirá vigente. [77] En consecuencia, también las Órdenes promulgadas por Bremer mantendrían su vigencia. Sería sumamente difícil, si no prácticamente imposible, revocarlas, ya que para hacerlo se necesitaría el voto conforme de entre dos tercios y tres cuartas partes de una futura asamblea nacional. Como para subrayar la continuidad entre el antes y el después del traspaso, un funcionario del Departamento de Estado explicó que “la ley no expira con la entrada de un nuevo gobierno, así como las leyes aprobadas bajo la administración Clinton no expiraron cuando asumió la administración Bush”.[78]

La verdad es que las fuerzas estadounidenses y las de la coalición se iban a quedar indefinidamente, y el gobierno iraquí no iba a poder ejercer ninguna autoridad sobre ellas, ni para ordenar su retiro, ni para controlar sus operaciones. [79] Ni siquiera sería posible llevarlos a juicio en caso de delitos porque gozan de la inmunidad que les otorga Estados Unidos. [80] La CIA retuvo el control de los servicios de inteligencia iraquíes. [81] Preguntado sobre cuándo se irían las tropas, Richard B. Myers, presidente del Estado Mayor Conjunto contestó “realmente creo que es imposible saberlo.”[82] Si bien las fuerzas de ocupación se han esforzado por presentar a las tropas iraquíes como el ejército propio de Irak, las mismas han sido creadas para funcionar como sustitutos del ejército estadounidense. La Ley Administrativa de Transición las pone bajo el mando de los Estados Unidos en sus primeras líneas. [83] Según la explicación de un funcionario del Pentágono, “ellos se harán cargo de la lucha cuando nosotros regresemos a la sombra, fuera de las ciudades, y suministremos la logística, las fuerzas de reacción rápida, las comunicaciones, los alimentos, las municiones, el asesoramiento y la capacitación”.[84] Sería Bremer quien nombraría al Asesor en Seguridad Nacional –uno de los principales jerarcas del área de defensa del gobierno iraquí—que permanecería en el cargo aun después que asuma el nuevo gobierno electo. [85]

Además de dejar sus tropas en territorio iraquí para vigilar al nuevo gobierno, Estados Unidos también creó nuevas comisiones e instituciones que, según el Wall Street Journal , “efectivamente absorben virtualmente todos los poderes que antes tenían distintos ministerios”.[86] Entre esas creaciones se cuenta el Inspector General de Irak, la Comisión sobre la Integridad Pública, la Comisión de Comunicaciones y Medios que tiene el poder de clausurar medios de comunicación, y el Directorio Nacional de Auditoría que tiene autoridad para examinar los contratos del gobierno. [87] Bremer designó a los jefes de estas poderosas comisiones para ejercer por un término de cinco años, asegurándose eficientemente que no pudieran ser sustituidos por el gobierno entrante, según el Washington Post , como forma de “promover sus conceptos de gobernanza durante un período que exceda largamente el traspaso previsto”. [88] El Ministro del Petróleo iraquí había manifestado su esperanza de que “cuando recuperemos la soberanía, eso significará que no habrá más asesores estadounidenses, no solamente en el Ministerio del Petróleo, sino en todos los ministerios del país”.[89] La realidad es que los asesores que trabajan en los distintos ministerios (entre 100 y 160 personas) no han recibido ninguna directiva de alejarse de sus puestos y siguen concurriendo a sus trabajos hasta el día de hoy. [90]

Por otra parte, además de no tener ningún poder sobre las tropas y muy poca ingerencia en los ministerios, el nuevo gobierno interino tendrá muy poco poder sobre las arcas públicas. Si bien la autoridad sobre los ingresos provenientes del petróleo iba a ser transferida al gobierno interino, EE.UU. ya ha atado las ganancias a proyectos determinados por EE.UU., a cargo de contratistas elegidos por EE.UU., agotando de esta forma los montos a ser controlados por el gobierno interino. Al acercarse la fecha del traspaso, los Estados Unidos se dieron un gran festín de gastos. Se celebraron más de 1.000 contratos en un solo día, algo que Los Angeles Times describió como “una gran venta de liquidación de Barneys en el lejano oeste, con EE.UU. en el rol de comprador frenético, dejando que los iraquíes paguen la cuenta”.[91] En determinado momento, los soldados estadounidenses usaron el efectivo que se les había dado y que provenía de los ingresos de Irak provenientes del petróleo para intentar “gustarles” a los iraquíes. [92] Bajo el régimen de las autoridades de ocupación, una suma que oscila entre US$ 4.000 y US$ 20.000 millones de estos dineros se gastó sin que haya registro del gasto, llevando a Transparency International a advertir que Irak podría ser el “mayor escándalo de corrupción de la historia”.[93]

Estados Unidos pudo conservar en sus manos la dirección de todos los contratos ingresados antes de que la CPA fuera disuelta; el gobierno interino no tenía poder para rescindir estos contratos, ni reasignar los fondos previamente comprometidos, ni asumir compromisos a largo plazo. [94] Junto con el Fondo Monetario Internacional, EE.UU. todavía mantiene su lugar en el organismo encargado de vigilar los gastos posteriores al traspaso, y retiene el control sobre la otra gran fuente de recursos financieros del país –el fondo de US$ 18.000 millones por ellos creado para la reconstrucción de Irak—y en cierta medida, también sobre los montos donados a Irak por los donantes extranjeros. [95] De hecho, el presupuesto de Irak para 2004-2006 tuvo que ser aprobado por la CPA y tuvo que cumplir con las pautas del FMI. [96]

Todo esto demuestra que la ocupación no finalizó; el traspaso del 28 de junio simplemente inauguró una nueva relación de los estadounidenses con los iraquíes. “Todavía estamos aquí. Estaremos prestando mucha atención y tendremos mucha influencia”, declaró un alto jerarca estadounidense.[97] Fue una estrategia de salida sin tener que salir, cuyo fin fue disponer todos los elementos necesarios para poder mover los hilos. Como dijo entonces un alto funcionario de la Casa Blanca al New York Times , “tendremos más influencia que la que usted piensa, y tal vez más que la que los iraquíes piensan”. [98]

Elegir a quién traspasar la ‘soberanía’

 

Además de fijar los términos según los cuales se iba a transferir la “soberanía”, Estados Unidos también decidió a quién se la iba a transferir.

Para intentar otorgarle legitimidad al proceso y demostrar que la comunidad internacional tiene un papel en la transición, Estados Unidos envió a Irak al representante especial de la Naciones Unidas Lakhdar Brahimi a realizar consultas con distintos grupos, en búsqueda de aquellos iraquíes adecuados para encabezar el gobierno de transición en el país. Brahimi terminó las negociaciones y componendas, primero furioso, luego exasperado, y por último resignado al resultado: “a veces digo –estoy seguro que a él no le molesta que yo lo diga—que Bremer es el dictador de Irak. Tiene el dinero. Tiene la firma. Nada ocurre en este país sin su consentimiento”.[99]

Al final fue Estados Unidos, a través de Bremer y de un tal Robert Blackwill, quien eligió al nuevo Primer Ministro de Irak, Iyad Allawi. Blackwill, coordinador de planificación estratégica del Consejo de Seguridad Nacional y emisario no oficial de Bush en Irak, es considerado “la persona más influyente en la toma de decisiones hoy en día en Bagdad”, según un experto en Medio Oriente del Instituto de la Paz ( Institute of Peace ) estadounidense. [100] Supuestamente fue él quien entregó a Brahimi los nombres de los iraquíes que contaban con el beneplácito de EE.UU., y según se informa “instó” al Consejo de Gobierno Iraquí (IGC por sus siglas en inglés) a apoyar a Allawi, como lo confirman algunas personas involucradas en el proceso, porque era el más dispuesto a ceder a las demandas de EE.UU. [101] Un integrante del IGC, Mahmoud Othman se quejó de que “los estadounidenses están tratando de imponernos sus decisiones, y estamos tratando de rechazarlas”. [102] El New York Times observó cómo la sucesión de los eventos parecía confirmar que Brahimi “simplemente hacía la venia ante la voluntad de otros”.[103] El propio Brahimi admitió que enfrentó una “presión terrible” que le impidió afirmar sus preferencias; [104] otras fuentes informaron que cedió a la opción de los estadounidenses sólo debido a su “recomendación agresiva”. [105] Él declaró: “usted sabe, a veces la gente cree que soy un agente libre, que tengo las manos libres para hacer lo que quiera”.[106]

Allawi, la opción de Blackwill, es un viejo agente de la CIA que suministró algunos de los informes de inteligencia engañosos que utilizaron EE.UU. y el Reino Unido para justificar la guerra de invasión.[107] Posteriormente también le dio a EE.UU. lo que tanto necesitaba en esa coyuntura particular: una invitación para que las tropas lideradas por EE.UU. se quedaran. Con Allawi como “primer ministro” consintiendo en no reclamar el retiro de las fuerzas de ocupación estadounidenses, Estados Unidos se aseguró la apariencia legal que necesitaba en la forma de una Resolución de Naciones Unidas declarando que los iraquíes habían recuperado la soberanía. Ghazi al-Yawar, el miembro de IGC que emergió como “presidente”, declaró que sería una “verdadera tontería” exigir el retiro de las tropas.[108]

Para el segundo paso del proceso político, la conformación del Consejo Nacional Iraquí (CNI) Interino en agosto de 2004, los EE.UU. y el IGC acordaron reservar 19 de los 100 escaños a los partidos que estaban en el IGC. El método de votación para elegir los restantes 81 escaños fue diseñado para que estos mismos partidos dominaran eventualmente el consejo. Los participantes de la conferencia que eligió el consejo se autodesignaron, y los grupos que exigían el retiro de las tropas simplemente boicotearon el evento. [109] Aquellos que sí asistieron, se suponía que presentarían listas de candidatos, pero debido a que solamente los partidos que ya estaban en el IGC pudieron consolidar sus listas a tiempo, no tuvo lugar ninguna votación y un panel de 4 miembros terminó eligiendo a dedo al resto de los integrantes del CNI. [110] Como lo explicó un participante: “ya se repartieron el pastel entre ellos. Han estado negociando en secreto durante semanas. No sabemos ni quién está en esta lista y nos dicen ‘¡Tómenlo o déjenlo!'”[111]

Entronar en el poder a los amigos

 

El tercer paso en el proceso fueron las elecciones celebradas en enero de 2005. Aquí, EE.UU. hizo todo lo que estuvo a su alcance para asegurarse que el escenario de Scowcroft no se hiciera realidad.

Tras la decisión de acelerar el proceso de transición, Estados Unidos aumentó de US$ 100 millones a US$ 458 millones la partida destinada a la “construcción de la democracia” mediante una redistribución presupuestal de su cofre de US$ 18.000 millones para la reconstrucción de Irak. Este objetivo fue percibido de tanta importancia que el presupuesto que se le asignó casi iguala al de los proyectos de transporte y telecomunicaciones. [112] En el periodo electoral, Estados Unidos asignó US$ 30 millones para brindar “asesoramiento estratégico, capacitación e información de encuestas” a los partidos políticos iraquíes “moderados y democráticos” a fin de permitirles “competir eficazmente” e “incrementar su base de apoyo entre la población iraquí”.[113] Se informó que el Departamento de Estado gastó US$ 1 millón mensuales en sondeos de opinión pública para averiguar “cuáles candidatos concitan mayor apoyo entre la población iraquí”.[114]

Para realizar estos operativos electorales se trajo y utilizó a los órganos estadounidenses habituales de “promoción de la democracia” como USAID y sus contratistas, el Fondo Nacional para la Democracia (NED), el Instituto Nacional Democrático ( National Democratic Institute -NDI), el Instituto Internacional Republicano ( International Republican Institute -IRI), la Fundación Internacional de Sistemas Electorales ( International Foundation of Elections Systems ),etc., cuyo apoyo y financiamiento a partidos y candidatos pro-estadounidenses en Venezuela, Nicaragua, Haití, Ucrania, El Salvador, etc., está documentado. [115] También se informó que la Agencia Central de Inteligencia (CIA), cuyas oficinas en Bagdad crecieron hasta ser las más grandes en el mundo, estaba planeando operaciones encubiertas para influir en los resultados electorales. [116] El NDI y el IRI, los brazos de trabajo en el exterior de los partidos Demócrata y Republicano de los Estados Unidos respectivamente, recibieron US$ 80 millones de USAID para ayudar a sus partidos preferidos. El NED realizó jornadas para enseñar a los iraquíes cómo desarrollar las estructuras regionales y locales de sus partidos, cómo reclutar adherentes, cómo recaudar fondos y cómo cultivar relaciones con los medios de comunicación. [117] El IRI creó una base de datos de los partidos políticos con información sobre las características de cada grupo, sus regiones de operación, y estimaciones sobre el número de integrantes de cada uno. [118]

En estas actividades, la “promoción de la democracia” se tradujo como fomentar los objetivos de los EE.UU. en Irak en general, y como la promoción del partido de Allawi y de la mayoría de los demás partidos integrantes del IGC, en particular. [119] No fue una tarea fácil, ya que al estar dominado por estos partidos, el gobierno interino no era visto por el 55% de los iraquíes como representativo de sus intereses, según una encuesta del IRI. [120] Como lo hizo antes en Nicaragua o en Haití, la Casa Blanca instó explícitamente a los líderes de los partidos a los que estaba apoyando a