por Soren Ambrose*
"Si valoramos correctamente el logro de "derrotar” al G8 y a las instituciones financieras internacionales (IFI)… esta victoria podría ser parte del fortalecimiento del empuje del movimiento mundial por la justicia en el camino hacia las reuniones de la OMC en Hong Kong y otros eventos clave. Lamentablemente, parece que muchos militantes progresistas percibirán la propuesta del G8 como una nueva derrota, aunque con algunos aspectos potencialmente positivos".
(Este informe consta de dos partes. La primera consiste en una lectura detenida del plan del G8 sobre la deuda y algunas de las interpretaciones y propuestas que han aparecido al respecto desde julio. La segunda es un análisis de sus implicaciones.)

PARTE UNO: ¿QUÉ ESTÁ TRATANDO DE DECIR EL G8?
La propuesta del G8 para la cancelación de la deuda, anunciada al final de una reunión de Ministros de Economía el 11 de junio de 2005 y reafirmada en el comunicado de la cumbre del 8 de julio de 2005, podría ser el acontecimiento más importante en política de deuda internacional de los últimos diez años.(1) Según información que se ha filtrado desde el FMI y el Banco Mundial, estas instituciones, conjuntamente con algunos gobiernos europeos que no integran el G8, están tergiversando las reglas de interpretación en un intento por conservar el poder que ejercen sobre las políticas económicas de los países del Sur. A estos esfuerzos se oponen los gobiernos de los Estados Unidos y el Reino Unido, y es probable que el conflicto sobre cómo se implementará el plan se trate, y posiblemente se resuelva, en las reuniones anuales del FMI/Banco Mundial que se realizarán el 24 y 25 de septiembre en Washington.
Las organizaciones de la sociedad civil a su vez han interpretado de forma muy dispar la declaración de los Ministros de Economía del G8 y sus implicaciones. En este informe nos proponemos aclarar qué es lo que dijo el G8 y a qué se comprometió, y examinar algunas de las implicaciones de la declaración para quienes militan contra la deuda. También intentaremos analizar las razones que explican tan dispares interpretaciones.
Dos advertencias sobre el análisis de la declaración del G8: 1) el G8 (y su antecesor, el G7) tiene una historia de no llevar a la práctica lo que dice en sus declaraciones, por lo que no debemos confundir las palabras sobre el papel con actos aún no realizados, aunque también debemos considerar el impacto de las palabras por sí solas; 2) el G8 controla entre el 50 y el 60% del poder de voto en el directorio del  FMI y también en el del Banco Mundial; sus decisiones generalmente se convierten en políticas de esas instituciones. No obstante, lo que tenemos ahora es todavía una propuesta, que será discutida en las reuniones anuales del FMI/Banco Mundial en Washington DC a fines de septiembre. Propuestas fundamentales como ésta exigen una mayoría del 85% para ser aprobadas, así que, técnicamente, podría ser bloqueada y, rehecho, ya hay un grupo de países europeos que no integran el G8 que amenaza con hacer exactamente eso en el FMI. Efectivamente, parece ser que una de las estrategias clave de quienes lideran las acciones de retaguardia para subvertir la propuesta del G8 en el Banco Mundial es definir cualquier cantidad de consecuencias de la propuesta como equivalentes a la introducción de un "enmienda fundamental" en la Asociación Internacional de Fomento (AIF), la división del Banco que presta a los países de bajos ingresos.

Resumen de la propuesta del G8
El G8 propuso la cancelación del 100% de la deuda con el FMI, el Banco Mundial y el Banco Africano de Desarrollo para los países que completaron el programa PPME (el programa de deuda para los Países Pobres Muy Endeudados –“programa PPME”- que fuera creado y administrado por el FMI y el Banco Mundial desde 1996). El número total de estos países al momento de hacerse la propuesta era de 18: Benín, Bolivia, Burkina Faso, Etiopía, Ghana, Guyana, Honduras, Madagascar, Malí, Mauritania, Mozambique, Nicaragua, Níger, Ruanda, Senegal, Tanzania, Uganda, y Zambia. Catorce son países africanos y cuatro de América Latina y el Caribe (para este último grupo, la propuesta es imperfecta ya que no incluye las deudas de estos países con el Banco Interamericano de Desarrollo). Otros diez países (Burundi, Camerún, Chad, Congo-Kinshasa, Gambia, Guinea – Conakry, Guinea – Bissau, Malawi, Sierra Leona, São Tomé & Príncipe) están comprendidos actualmente en el programa PPME y, según el gobierno del Reino Unido y otros, recibirían la misma propuesta en cuanto lo terminen. Diez países más (República Centroafricana, Comores, Congo-Brazzaville, Costa de Marfil, Laos, Liberia, Myanmar / Birmania, Somalia, Sudán y Togo) son elegibles para ingresar al programa PPME pero no lo han hecho todavía. Si lo hacen, y completan los requisitos del programa, también conseguirían que sus deudas multilaterales sean canceladas.
Esta propuesta supera las expectativas de muchos de los observadores del proceso, ya que es mucho más amplia que la propuesta formal realizada por el Reino Unido, que no incluía la deuda con el FMI y solo cancelaba diez años de servicio de la deuda y no el capital adeudado. Pero las críticas se centraron en el número relativamente pequeño de países incluidos y el hecho que el programa PPME se adopte como marco organizativo. Durante mucho tiempo, muchas organizaciones de la sociedad civil han considerado al programa PPME poco más que como una forma de sobornar a los países para que permanezcan en el carrusel de la deuda que manejan el FMI y el Banco Mundial. Para completar el programa es necesario comprometerse por un período de tres a seis años a la aplicación de programas de ajuste estructural devastadores y a la vigilancia estrecha del FMI. En los últimos años el Banco Mundial y muchos países donantes han reconocido que el programa PPME ha fracasado en su propósito declarado de hacer “sostenibles” las deudas de los países. Si no se cambian las reglas del programa PPME, serán muy pocos los países que se sumen a los 38 actualmente elegibles. Según estimaciones realizadas en el Reino Unido por la campaña Make Poverty History (MPH), es necesario cancelar la deuda de por lo menos 62 países si se quiere tener alguna posibilidad de lograr los Objetivos de Desarrollo del Milenio de las Naciones Unidas.
La buena noticia es que no hay ninguna otra condición o requisito aparte de completar el programa PPME. Para los 18 países que han culminado el programa PPME, eso significa, en esencia, una cancelación incondicional de la deuda; para los 10 países ya involucrados en el programa, no representa ninguna condición adicional más allá de las ya acordadas. El FMI y el Banco Mundial intentan ahora (agosto de 2005) a toda costa encontrar la manera de modificar el plan del G8; quieren que la cancelación sea  "revocable" si los países dejan de cumplir con las reglas del FMI y el Banco Mundial. Una vez que, por fin, el G8 parece haber dado pasos explícitos para poner el destino de algunos de los países endeudados fuera del alcance del largo brazo del FMI y el Banco Mundial, éstos utilizan las referencias al "buen gobierno" y otras frases exhortatorias aparentemente inocuas del documento del G8, para poder reinsertarse en el proceso.
Para los 18 países que ya cumplen con los criterios del programa PPME, esta propuesta, si se implementara cabalmente, representaría un aumento considerable en los dineros disponibles para sus presupuestos nacionales, ya que en general destinan entre el 25 y el 50% de sus ingresos al pago de la deuda. Si esos países se decidieran a no obtener en el futuro más préstamos basados en las políticas del FMI y el Banco Mundial, también representaría su liberación de las deudas que estas instituciones han manipulado para imponer las políticas económicas que durante casi 25 años los han devastado. Esta nueva concesión del G8 podría significar el comienzo de la soberanía política y la democracia económica para estos países.
Pero para muchos países que necesitan urgentemente una cancelación general de la deuda, este plan no ofrece nada. Algunos analistas han llegado a la conclusión de que el plan cancelaría aproximadamente el 10% de la deuda que es necesario eliminar, según las estadísticas de la campaña MPH. Sin embargo, esta cifra tiene poco significado en el mundo real: para los países en cuestión, se trata del 100 % de la deuda multilateral o cero. Y los beneficios potenciales del plan no pueden ser medidos únicamente en porcentajes o montos en dólares, ya que los beneficios políticos de ser liberados de la dominación extranjera no son reducibles a meras cifras.

La declaración en sí
El comunicado del 11 de junio de los Ministros de Economía de los países del G8 tiene dos partes. Debe recordarse que la reunión en la que se hizo público no fue planeada con el único objeto de hablar de la deuda, sino para discutir cuestiones más amplias del desarrollo. La primera parte del comunicado es una declaración general sobre este tema más amplio, e incluye afirmaciones vagas sobre la consideración de ideas tales como la imposición de un gravamen mundial al combustible de avión para financiar el desarrollo. La segunda parte es la propuesta en sí sobre la deuda; difiere en el tono de la mayoría de los comunicados en tanto habla de "compromisos" y presenta las líneas generales de un programa con alguna precisión.
La propuesta sobre la deuda debe ser considerada, por tanto, como algo diferenciado de la parte central del comunicado, que está llena de desconcertantes elogios al poder de la liberalización, las privatizaciones y las fuerzas del mercado. La segunda sección aparece en realidad referida como un anexo en la declaración general (punto 7). Luego de congratularse hipócritamente por el dudoso éxito del programa PPME, la misma dice: "Sin embargo, reconocemos que todavía es necesario hacer mucho más y hemos acordado la propuesta adjunta. Llamamos a todos los accionistas a respaldar estas propuestas que presentaremos en las Reuniones Anuales del FMI, Banco Mundial y Banco Africano de Desarrollo."
A continuación figura el texto completo de la propuesta, que consiste en sólo una página, y ofrecemos algunos comentarios interpretativos, sección por sección:
(Nota: el texto oficial figura en itálica y está resaltado en rojo; aquí se indica simplemente mediante el uso de “comillas")

"Propuestas del G8 para la cancelación de deuda de los países pobres muy endeudados
Los donantes aceptan completar el proceso de alivio de la carga de la deuda de los Países Pobres Muy Endeudados suministrando recursos de desarrollo adicionales que brindarán un apoyo significativo a los esfuerzos de los países para alcanzar los objetivos de desarrollo de la Declaración del Milenio (ODM), asegurando al mismo tiempo que no se reduzca la capacidad de financiación de las instituciones financieras internacionales (IFI). El resultado será la cancelación del 100% de la deuda de las obligaciones pendientes de los Países Pobres Muy Endeudados (PPME) con el FMI, el Banco Mundial y el Banco Africano de Desarrollo".
Comentarios: la propuesta se define como una ampliación del programa PPME. Eso es infortunado, ya que mantiene el vínculo entre la cancelación de deuda y la insistencia del programa en una adhesión estricta a las políticas de "ajuste estructural" durante al menos 3 años, según lo ha determinado el FMI. En la medida en que el nuevo plan valida el programa PPME y, en caso de implementarse, alienta a los 20 países que podrían llegar hoy a reunir las condiciones necesarias para la cancelación, a seguir con mayor fidelidad las reglas del PPME, se trata de un inconveniente muy importante. No obstante, la frase final de la cita arriba está redactada con una precisión que resulta muy alentadora cuando declara que se cancelará el 100% de la deuda de los países elegibles con el FMI, el Banco Mundial y el BAfD. Esto representa la primera aceptación de parte del G7/G8 del llamado a la cancelación del 100% de la deuda multilateral que se ha venido exigiendo desde las campañas del Jubileo de mediados y fines de la década de 1990. La insistencia en utilizar el marco del programa PPME significa que la lista de países se limitará a 38, obstaculizando la posibilidad de cambiar los criterios de elegibilidad. Sin embargo, un documento del Banco Mundial que se filtró recientemente a la luz pública, enumera a los siguientes países como algunos de los que podrían calificar para ingresar al programa PPME el año próximo: Haití, Nepal, Kirguizistán, Eritrea, Sri Lanka, Bangladesh, Bután y Tonga.
Lo que es inesperadamente bueno aquí es que la culminación del programa PPME es el criterio único para reunir las condiciones necesarias para la cancelación de la deuda. A menos que se formulen como condiciones los estándares de "gobernanza" (ver abajo) -a favor de lo cual están argumentando ahora en las IFI las fuerzas anti cancelación –, esto significa que la mayoría de los países conseguirán que su deuda sea cancelada sin tener que cumplir con otras condiciones de política económica adicionales. Para los 18 países que han completado el PPME, ya no queda ninguna condición que cumplir, y para aquellos que ya han empezado el programa PPME y esperan calificar, no hay ninguna condición más allá de de las que ya han acordado y empezado a implementar.
"Las contribuciones adicionales de los donantes se asignarán a todos los receptores de la AIF y el BAfD en función de los sistemas de asignación basados en el desempeño que ya tienen estas instituciones. Esta acción ayudará a sus esfuerzos para alcanzar los ODM y asegurar que la asistencia se base en el desempeño de los países. Pedimos al Banco Mundial y al FMI que nos informen sobre las mejoras en la transparencia de todas las partes y sobre la lucha contra la corrupción, a fin de asegurar que todos los recursos sean utilizados para la reducción de la pobreza. Creemos que el buen gobierno, la rendición de cuentas y la transparencia son elementos cruciales para que la cancelación de la deuda resulte beneficiosa. Nos comprometemos a asegurar que esto se reafirme en la futura ayuda bilateral y multilateral a estos países".
Comentarios: El significado de la primera oración es básicamente que el dinero donado por los países ricos para compensar a las instituciones por las amortizaciones a las que renunciarán se distribuirá entre todos los países financiados por la institución respectiva (en lugar de hacerlo sólo entre los países a los que se les cancela la deuda). También establece que los polémicos sistemas vigentes que sirven para determinar las asignaciones (la  Evaluación Institucional y de Políticas por País [CPIA por sus siglas en inglés] del Banco Mundial /AIF y su análogo en el BAfD) se usarán para asignar los fondos. [La AIF es la Asociación Internacional de Fomento, el brazo del Banco Mundial que otorga préstamos de bajo interés a los países más empobrecidos; el Fondo Africano de Desarrollo (AfDF, por sus siglas en inglés) es el equivalente de la AIF del Banco Africano de Desarrollo]. Si bien el hecho de que algunos países no incluidos en el plan verían aumentar sus fondos a través de la AIF puede considerarse como un elemento positivo (si uno pasa por alto el hecho de que esa financiación es parte de préstamos condicionados), la dependencia del perverso sistema de evaluación CPIA, aunque previsible, no es para nada una buena noticia.
El resto del párrafo no está del todo claro. Solicita que las instituciones financieras internacionales informen al G8 sobre los temas referidos a transparencia y corrupción, aunque parece que esto se refiere a todos los receptores de fondos de la AIF y del AfDF –no sólo a los 18 países que se benefician de la propuesta. Teniendo en cuenta la atención del comunicado de la cumbre del G8 al problema de los países ricos que toleran, e incluso incitan a la corrupción empresarial en los países en desarrollo, la referencia a “todas las partes" podría incluso abarcar a los países ricos y a las instituciones internacionales además de a los países en desarrollo. La última frase sugiere que los futuros préstamos y subvenciones – ¿a los 18? ¿a todos los países en desarrollo? – estarán condicionados a la demostración de la existencia de reformas anticorrupción y democráticas. Este tipo de reglas, lamentablemente, pueden resultar tan onerosas como los requisitos económicos habituales.
"Elementos clave:
* Las contribuciones adicionales de los donantes se asignarán a todos los receptores de la AIF y el AfDF en función de los sistemas de asignación basados en el desempeño que ya tienen estas instituciones.
* Alivio del 100% del capital de la deuda con la AIF, el AfDF y el FMI para los países que han llegado al ‘punto de culminación’ de su programa PPME”.
Comentarios: Este segundo punto es crucial: la propuesta británica se remitía nada más que al pago de los servicios de la deuda, y solamente durante diez años. La cancelación del capital de la deuda significa eliminar la deuda.
"* Para la deuda con la AIF y el AfDF, se otorgará una cancelación del 100% del capital, mediante el alivio de la deuda de los países que ya llegaron al ‘punto de culminación’ de su programa PPME y cumplen con sus programas de amortización, y ajustando sus flujos brutos de asistencia con una suma equivalente al monto condonado".
Comentarios: La frase preocupante aquí es "cumplen con sus programas de amortización". Esto indica que un requisito para calificar para la cancelación de la deuda será que el país no se haya atrasado en el pago del servicio de la deuda con ningún acreedor después de completar el programa PPME. Ninguno de los primeros 18 beneficiarios de la propuesta está en peligro de ser excluido por estos motivos. Sin embargo, las informaciones del FMI y el Banco Mundial que se filtraron recientemente a la luz pública sugieren que estos organismos quisieran imponer una interpretación de esta frase según la cual los países beneficiarios deben estar sujetos a condiciones de manera permanente. En una presentación (titulada "Propuesta del G8 de Alivio de la Carga de la Deuda: Temas y Estimaciones Preliminares") realizada en Powerpoint por Geoffrey Lamb (uno de los vicepresidentes del Banco) para el Consejo de directores ejecutivos, el Banco Mundial, en particular, cita la frase "cumplen con sus programas" y plantea la pregunta: "¿Significa esto un condicionamiento?" ["condicionamiento" es la manera encubierta con que el Banco Mundial se refiere a las "condiciones"]. Lamb  trunca la frase convenientemente con el propósito de omitir el término "amortización". Esas amortizaciones, por supuesto, se eliminarían una vez que se haga efectiva la cancelación de la deuda, lo que significa que no hay lugar a condiciones adicionales –pero sólo si se tiene la paciencia de leer toda la oración.
También es preocupante, para algunos, la previsión de que los flujos de ayuda provenientes de la AIF y el AfDF para los países en cuestión se reducirían en igual monto que la deuda cancelada. Esto nos conduce al debate sobre la "adicionalidad" que dividió a las ONG del Norte durante las campañas de cabildeo sobre este programa. Algunas ONG, entre ellas la mayoría de las más grandes, insistieron en que la cancelación de la deuda no debía tener como resultado una reducción en los flujos de asistencia, sino que por el contrario debía representar un aumento neto de éstos. Otros en el Norte vieron la eliminación de la deuda como significativamente más importante que el mantenimiento de los flujos de asistencia, especialmente cuando esos flujos representan préstamos o subvenciones altamente condicionados por las instituciones financieras internacionales que los otorgan. La propuesta del Reino Unido al G8 reflejaba la posición favorable a la adicionalidad, mientras que la propuesta de los Estados Unidos significaba una reducción proporcional en la ayuda a los países receptores de la cancelación de deuda. Al respecto de éste y otros asuntos, la posición estadounidense parece haber prevalecido en la propuesta final del G8. Jubileo Sur y otras organizaciones progresistas con sede en el Sur estuvieron en general alineadas –en  la medida en que se involucraron en el debate—con la posición que subestimaba la importancia de los flujos de ayuda (ver, por ejemplo, la solicitada que circuló al respecto en el Foro Social Africano, Lusaka, diciembre de 2004).
"Los donantes suministrarán contribuciones adicionales a la AIF y el AfDF, en base a las cuota-partes de carga acordadas, para compensar dólar por dólar las amortizaciones de capital e intereses de los que se privan por concepto de la deuda cancelada. Inmediatamente se pondrán a disposición fondos adicionales para cubrir los gastos totales del décimo cuarto período de reposición de recursos de la AIF (AIF-14) y el décimo del AfDF (AfDF-10). Para el período posterior, los donantes se comprometerán a cubrir los costos totales durante el período correspondiente de los préstamos cancelados, haciendo contribuciones adicionales a la reposición regular de recursos de la AIF y el AfDF.
* Los costos de cubrir completamente el alivio del capital adeudado al FMI, sin socavar la capacidad de financiación del Fondo, deben solventarse mediante el uso de los recursos del FMI existentes. En las situaciones en las que otras obligaciones de alivio de la deuda, actuales o proyectadas, no puedan ser cubiertas a partir del uso de los recursos del FMI existentes (por ejemplo los casos de Somalia, Liberia y Sudán), los donantes se comprometen a proporcionar los recursos adicionales necesarios. Invitaremos a hacer contribuciones voluntarias, incluso a los Estados productores de petróleo, para un nuevo fondo fiduciario de ayuda a los países pobres que sufren choques como el de los precios de los productos primarios y de otros factores exógenos.
* Globalmente, y sobre esta base, nos comprometemos a cubrir los costos totales del FMI, el Banco Mundial y el Banco Africano de Desarrollo. Basándonos en un reparto justo de la carga, en los próximos tres años le proporcionaremos al FMI, la AIF y el AfDF los recursos para cubrir los costos difíciles de pronosticar, que excedan los recursos existentes. Sujeto a un mayor análisis por parte de esos organismos, proporcionaremos hasta US $350 a 500 millones a estos efectos. También nos comprometemos, sobre la base de un reparto justo de la carga, a cubrir los costos de los países que puedan ingresar al programa PPME basados en sus respectivas cargas de deuda a fines de 2004. Buscaremos además contribuciones equivalentes de otros donantes para asegurar que se cubran todos los costos, y no pondremos en peligro la capacidad de estos organismos de cumplir con sus obligaciones. Utilizar [sic] financiación de las subvenciones apropiadas según lo acordado para asegurar que los  países no vuelvan a acumular inmediatamente deudas externas insostenibles, y evitar que caigan en la necesidad de nuevos préstamos.
Llamamos a todos los accionistas a respaldar estas propuestas que se presentarán ante las Reuniones Anuales del FMI, el Banco Mundial y el Banco Africano de Desarrollo en septiembre."
FIN DE LA DECLARACIÓN
Comentarios: Lo más importante en esta sección final es la referencia repetida a los "compromisos" del G8 –un lenguaje inusualmente fuerte para este grupo, que generalmente prefiere las promesas vagas. No obstante, el hecho de que los arreglos para la "financiación" de la cancelación de deuda queden sin precisar, preocupa a algunos activistas. Tal preocupación no deja de ser razonable, ya que, como se sabe, los antecedentes del G8 en mantener sus promesas no son para nada buenos.

Desarrollos recientes en el FMI y el Banco Mundial
Los documentos que se han filtrado del Banco Mundial indican que el Banco argumentará que el G8 y otros países ricos deben hacer compromisos financieros obligatorios más sólidos, si es que el programa se va a implementar de acuerdo a los lineamientos establecidos. El informe más reciente de Geoffrey Lamb del Banco Mundial ("Propuesta del G8de Alivio de la Carga de la Deuda: Evaluación de costos, Asuntos de Implementación y Opciones de Financiación", -en coautoría con Danny Leipziger y fechado el 6 de septiembre de 2005) argumenta, en realidad, que la mejor solución sería que los países donantes suministren el efectivo ahora para cubrir la compensación total de las deudas a ser canceladas –fondos que habrían devenido pagaderos en el correr de los próximos 40 años. En caso que esto no sea posible, el Banco sugiere que los países donantes suministren pagarés legalmente obligatorios. Cualquier medida menor a la planteada, argumentan Lamb y Lepiziger implicaría que el directorio del Banco tendría que considerar el arreglo de la deuda como un mandato de realizar una "enmienda fundamental" en la AIF, un término legal que implica la necesidad de enmendar los estatutos de la institución, un procedimiento largo para el cual se requiere una mayoría del 85 % para su aprobación. Este proceso tornaría al acuerdo vulnerable a las objeciones ya anunciadas de los  países europeos no integrantes del G8, como Bélgica y Noruega. Dado que los países europeos cuentan con una gran sobre-representación en la asignación de votos del directorio, esto expone a la iniciativa a la posibilidad real de fracasar, a pesar del apoyo del G8 -casi indudablemente una situación sin precedentes. El hecho que ciertos miembros del G8 -Francia, Japón y Alemania en particular- hayan demostrado malestar con el acuerdo que hicieron, aumenta ese riesgo.
El informe Lamb-Leipziger del Banco Mundial y las propuestas que realizaron algunos directores europeos del FMI apuntan a lograr que se adjunten condiciones permanentes a la cancelación, en parte para limitar el monto de la cancelación que tendría que ser "financiado" (es decir, algunos países se auto-descalificarían al dejar de cumplir las condiciones). Sin embargo, la motivación más fuerte de estas propuestas, es sin duda el interés de las instituciones de perpetuar el poder que ejercen sobre las economías de los países del Sur. El anexo desembozadamente arrogante que presentan para controlar el diseño de la política económica de los países es, como siempre, un elemento sobresaliente.
Hasta que el Banco Mundial tenga en sus propias cuentas la suma total, dólar por dólar, que le "costará" la cancelación, continuará quejándose de que no puede afrontar la cancelación de la deuda. El Banco tiene, de hecho, departamentos enteros dedicados en forma permanente a presionar a los países donantes para obtener mayor cantidad de fondos con el argumento de que está desfinanciado.
El FMI y el Banco Mundial son instituciones tremendamente ricas. Reiterados estudios han demostrado que están en condiciones de cancelar la deuda de más de 20 países inmediatamente sin que esto afecte en absoluto sus programas. ¿Pero no habría quizás muchas personas que argumentarían que el impacto positivo de la cancelación de deuda, tan ampliamente reclamado ahora por los jefes de los países del G8, justificaría algún tipo de reordenamiento de las prioridades –tal vez dejar de subsidiar algún oleoducto a través de los bosques tropicales para las compañías más rentables del mundo– si eso fuera necesario?
Ya sea que las campañas enfaticen la ilegitimidad de las deudas o que éstas son el mayor obstáculo al desarrollo en decenas de países, no puede haber ninguna duda de que cancelarlas debe ser la prioridad más alta. Ahora que los Estados Unidos y el Reino Unido se han visto forzados a adoptar, hasta cierto punto, esta posición, debemos defender lo positivo de la propuesta del G8, incluso el compromiso que asume el G8 de hacerse cargo de la cuestión de los recursos. Cómo resuelvan saldar su contabilidad las instituciones y los gobiernos que las controlan es asunto de ellos, no nuestro. No debemos asumir la responsabilidad de encontrar fondos para mantener la salud de un sistema financiero internacional cuyas injusticias hemos puesto al descubierto con tanto acierto.
Algunos representantes de la sociedad civil defensores de la "adicionalidad" pueden objetar este punto de vista. Les corresponderá explicar por qué conseguir nuevos préstamos o subvenciones del Banco Mundial es más importante que eliminar la deuda con el FMI, el Banco Mundial y el Banco Africano de Desarrollo.
Básicamente, la propuesta del G8 sobre la deuda ha puesto al descubierto la voluntad y fervor con que el personal de los organismos y muchos de los países donantes pretenden continuar utilizando al FMI y al Banco Mundial como instrumentos para perpetuar este sistema económico mundial injusto, y el papel clave que ha jugado la manipulación de la deuda internacional para hacerlo posible. La desesperación que caracteriza a muchas de estas maniobras es reflejo de la trascendencia que tiene para el statu quo el desafío planteado por la propuesta del G8. La propuesta misma, a pesar de todos sus defectos manifiestos, no tiene precedentes, ya que representa el éxito de años de campañas de los grupos de la sociedad civil –campañas que finalmente han obligado a los dos gobiernos más identificados con el establecimiento y el mantenimiento de las estructuras de desigualdad mundial, los Estados Unidos y el Reino Unido, a hacer un llamamiento para romper con la destrucción y dominación sistemáticas de las economías de los países más débiles. Se aplica a muy pocos países, y es concebida como la culminación de un programa para los Países Pobres Muy Endeudados (el programa PPME) caracterizado por un muy fuerte condicionamiento, pero el precedente de finalmente liberar del círculo de dominación de la deuda a 18 países, que podrían llegar a ser hasta 38, es un acontecimiento que hay que defender y ampliar. Que se siente este precedente es justamente lo que intentan bloquear el personal del  FMI y del Banco Mundial y los representantes de algunos gobiernos acostumbrados a ser considerados como más generosos y razonables que los Estados Unidos y el Reino Unido –los países escandinavos, los holandeses, los belgas. Nunca hemos estado tan cerca de forzar esta clase de quiebre, y nunca la hipocresía y la sed de poder que sustentan al sistema han quedado más claramente expuestas.

Notas
(1) El documento concluyente es la declaración de los Ministros de Economía, no el comunicado de la cumbre del G8. La referencia a la deuda en el comunicado de la cumbre dice: "El G8 ha acordado una propuesta para cancelar el 100 % de las deudas que tienen pendientes con el FMI, la AIF y el Banco Africano de Desarrollo algunos Países Pobres Altamente Endeudados elegibles, y a suministrar recursos adicionales para asegurar que la capacidad de financiación de las IFI no se reduzca, tal como se establece en la declaración del 11 de junio". (punto 29, página 27, sección "África").
PARTE DOS: ¿QUÉ SIGNIFICA ESTO? ¿QUÉ SE DEBE HACER?
RESPUESTAS DE LOS ACTIVISTAS CONTRA LA DEUDA
La mayoría de los activistas, con la excepción de los gritos entusiastas de Bob Geldof y Bono, reaccionaron frente a la propuesta de deuda del G8 calificándola de decepcionante -o, para usar la expresión de Christian Aid para referirse a la cumbre del G8 en su conjunto: "inmensamente decepcionante."
Si se la contrasta con las demandas de las campañas –en la mayoría de los casos la cancelación sin condiciones del 100 % de la deuda multilateral para 62 países- la propuesta del G8 es indudablemente insuficiente. Cualquier reacción tendría que resaltar todo lo que queda por hacer. Muchas reacciones adoptaron un tono de indignación, e incluso de enojo:
* Jubileo Sur: "La cancelación de deuda multilateral propuesta está todavía ligada al acatamiento de los condicionamientos que exacerban la pobreza, abren nuestros países aún más a la explotación y el saqueo y perpetúan la dominación sobre el Sur. […] Aún si la cancelación de la deuda fuera sin condicionamientos, la propuesta se queda muy corta, en términos de la cobertura y montos, para considerarse un significativo paso adelante hacia la justicia bajo cualquier criterio."
* George Monbiot, columnista del periódico The Guardian (Reino Unido): "Cualquiera que tenga una mínima comprensión de las políticas de desarrollo y haya leído y comprendido la declaración de los Ministros puede advertir que las condiciones que contiene -la obligatoriedad de la liberalización y las privatizaciones– son tan onerosas como las deudas que condona".
* Demba Moussa Dembele, coordinador del Foro de Alternativas Africanas (Senegal): "Por el momento esto no es más que una promesa. […] Por lo tanto esperaremos a ver cómo se pone en práctica esta decisión y con qué condiciones. También es necesario ser cautelosos porque los países ‘acreedores’ son desde hace tiempo maestros de las artes de la duplicidad, la manipulación y el ocultamiento".
* Jayati Ghosh, coordinador de IDEAS (India): "Incluso personas del mundo en desarrollo y que por lo demás son progresistas y están bien informadas han sido engañadas, y se les ha hecho creer que, para variar, los líderes de los principales países capitalistas están pensando realmente en hacer algún bien a los pueblos que tan desesperadamente lo necesitan. […] El acuerdo del G8 sobre condonación de la deuda no es más que una reducción mezquina e insignificante […]. Y este monto patético se otorga a cambio de que los países deudores hagan más concesiones trascendentes, en términos de privatizaciones radicales y generalizadas de los servicios públicos, que es prácticamente lo único que les queda para vender a los gobiernos de estos países, y apliquen además grandes aumentos en los impuestos indirectos que recaen desproporcionadamente sobre la población pobre".
 
* Oxfam (Reino Unido): "Oxfam declaró su complacencia con el acuerdo de los Ministros de Economía aunque dijo que éste es insuficiente, ya que cubre apenas entre el 10 y el 20% de lo que sería necesario y no abarca a todos los países que lo necesitan."
* John Hilary de War on Want (Reino Unido): "El G8 ha otorgado menos del 10% de la cancelación de la deuda que nosotros exigimos y no llega a un quinto de la ayuda que reclamamos".
* Richard Bennett de Make Poverty History (Reino Unido): "Una pequeña minoría de los países más pobres del mundo tendrán una cancelación de deuda significativa si se acuerda esta solución. Es un paso adelante, como lo hemos reconocido públicamente, pero está muy lejos de terminar la crisis de la deuda".
* Alex Wilks, coordinador de la Red Europea sobre la Deuda y el Desarrollo (European Network on Debt & Development – EURODAD): "En los hechos,  el plan oficial puede eliminar solamente el 10 % de la deuda la de los países de bajos ingresos. Ni un vintén más. Las propuestas del G8 son un paso adelante, pero de ninguna manera resolverán la crisis de la deuda de los países en desarrollo."
* Declaración colectiva de 19 ONG africanas importantes, también firmada por nueve ONG internacionales: "El paquete de deuda que se cancela significa apenas un alivio del 10 % de lo necesario y beneficia solamente a un tercio de los países que lo necesitan. […] ambos paquetes [deuda y asistencia] todavía están atados al condicionamiento a políticas perjudiciales".
* El Comité para la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo (CADTM, con sede en Bélgica): "El control de los acreedores sobre las economías de esos países [los 18 graduados del programa PPME] es extremadamente fuerte, y los ministros del G8 simplemente propusieron algún alivio a la carga de la deuda y pretendieron reforzar los condicionamientos ligados a nuevos préstamos".
* Red y Foro Africano sobre la Deuda y el Desarrollo (AFRODAD, con sede en Zimbabwe): "Las recientes soluciones ofrecidas por el G8 a la crisis de la deuda de los países pobres no son más que la continuación de las cadenas de la esclavitud y el sometimiento para los ciudadanos de esos países. […] simplemente alientan las esperanzas de la gente innecesariamente mientras el mundo espera que se devele el diablo que se esconde detrás del detalle […] El acuerdo representa solamente un octavo del lo que África necesita en términos de cancelación de deuda, ya que implica cancelar solamente US$40.000 millones del floreciente capital que adeuda el continente y que supera los US$330.000 millones. No aborda los verdaderos desequilibrios mundiales de poder sino que refuerza el apartheid mundial."
 
* John Pilger, columnista y cineasta: "La verdad es que el alivio de la carga de la deuda que ofrece el G8 es letal. Los "condicionamientos" despiadados a que somete a las economías cautivas superan ampliamente cualquier tenue beneficio”. Y en otra parte: "dicen que el alivio de la carga de la deuda de los países pobres se concederá sólo si  ‘ajustan sus flujos brutos de asistencia en función del monto condonado’: en otras palabras, la ayuda que reciben disminuirá en el mismo monto que el alivio de deuda que se les otorga. Así que no ganan nada".
Muchas de estas fueron reacciones en respuesta tanto a las descripciones hiperbólicas del acuerdo registradas por los medios de comunicación convencionales –especialmente en el Reino Unido, el sitio de la cumbre del G8—como a las versiones de los funcionarios del Reino Unido como Gordon Brown. Gran parte de las columnas, artículos y declaraciones que reaccionan ante la propuesta están motivadas, a menudo explícitamente, por la preocupación de que mucha gente fuese llevada  a creer que la campaña ha sido totalmente exitosa y que por lo tanto ya no es necesario prestar atención a los temas del desarrollo.

El tratamiento sensacionalista de la propuesta se debió, en parte, al éxito que tuvo la campaña Make Poverty History (que la pobreza sea historia) en captar la atención de los medios en las semanas y los meses anteriores a la cumbre. Muchos de los activistas de la campaña MPH probablemente argumentarían que el éxito en realidad fue llevado demasiado lejos por el poder que conlleva la celebridad de las estrellas de rock Bob Geldof y Bono, a quienes se identificó como portavoces de la campaña, a pesar de que no tenían ninguna relación oficial con la misma. Una vez que se asoció a las celebridades con los temas de la deuda, la asistencia y el comercio, se sacrificó cualquier esperanza de generar un análisis sofisticado en los medios de comunicación.
Pero no todo el mundo tuvo experimentó la noticia del mismo modo que la gente en el Reino Unido. Aquellos que leyeron las opiniones de los activistas contra la deuda o la prensa alternativa/de  izquierda (incluyendo hasta los periódicos británicos The Guardian y "New Statesman") ciertamente obtuvieron un punto de vista más sobrio y sensato. En Kenia y otros países africanos fue prácticamente imposible seguir la pista de todos los artículos de opinión que vilipendiaron la propuesta de cancelación de la deuda, culpando al mal liderazgo por las crisis económicas del continente, y llegando a la conclusión de que los africanos no deberían depender de la caridad del Norte, ya que sólo los africanos pueden rescatar a África.

Respuestas estratégicas
Sin lugar a dudas es bueno que los activistas que luchan para poner fin a la injusticia endémica midan los acontecimientos en función de lo que debería ser, en lugar de hacerlo simplemente en función de aquello que se ve como pragmáticamente posible. ¿Pero será esto suficiente acaso? ¿No será necesario también abocarse a un análisis realista que tenga en cuenta las realidades estratégicas y políticas?
¿Deberíamos acaso juzgar nuestro éxito, o los avances en el plano de la cancelación de la deuda, según la medida en que los líderes del G8 admitan que se han equivocado al diseñar todas sus políticas para beneficio de los inversionistas y ricos y las grandes empresas, aún cuando esto significa aumentar la pobreza? ¿Qué probabilidad real existe de que algo así suceda cuando nunca en los últimos 10 años, y probablemente hace mucho más tiempo, han dicho algo que sugiera una inclinación a cuestionar los preceptos del paradigma económico neoliberal dominante? El poder individual de los líderes, y el poder de sus países y empresas tiene sus raíces en ese sistema; conseguir que el G8 lo rechace explícitamente es, en el mejor de los casos, una aspiración a largo plazo.
El G8 es el exclusivo e ilegítimo club de las personas que dirigen el mundo, oficialmente no existe como persona jurídica y por ende no responde ante nadie. Con un grado variable de restricciones democráticas, estas personas controlan una porción dominante del dinero y las fuerzas militares del mundo. Desde la campaña de oposición, y sin importar cuánto éxito tengamos en la construcción de un "movimiento", estamos lejos de ser el tipo de fuerza que puede determinar las posiciones del G8. Sea cual sea el crédito que, de palabra, le den los líderes del G8 a las demandas de los activistas, políticamente sus acciones están determinadas por su electorado más influyente  -el sector empresarial y los ricos que pueden financiar los partidos políticos—cuyos intereses normalmente priorizan. Toda vez que se desvíen de estas prioridades, debemos analizar qué fuerzas políticas están actuando para que esto ocurra.
Deberíamos entonces evaluar los resultados de la cumbre del G8 no con la expectativa de que lograremos todas nuestras demandas, sino teniendo siempre presente que los políticos tratarán de neutralizar cualquier ruido que hayamos sido capaces degenerar, y luego continuarán sirviendo a sus electorados habituales, aunque quizás comentando las noticias con algo de retórica magnánima. Hasta que no hayamos reunido una fuerza mundial mucho más fuerte -una que tenga una verdadera influencia política– no debemos engañarnos creyendo que el G8 va a convertirse en  un aliado.
Tampoco debemos caer en la trampa de valorar nuestro trabajo como activistas contra la deuda únicamente con base en lo que dice o hace el G8. Nuestro trabajo de presión sobre el G8 es sólo una de nuestras herramientas. Nuestra estrategia general debe tomar cualquier resolución del G8 y usarla, si es posible, para intensificar otras tácticas. El impulso que este plan del G8 podría dar a las campañas de repudio, por ejemplo, es una oportunidad muy importante; reconocer eso exige negarse a aceptar lo que dice el G8 como la última palabra sobre lo que podemos hacer los activistas contra la deuda.
Si los análisis más serios de la propuesta del G8 sólo explican cómo fracasó en dar respuestas a las demandas del movimiento, no podremos analizar lo que hemos ganado y cómo, y no podremos elaborar una estrategia para explotar la nueva situación con el fin de seguir avanzando en la conquista de más de estas demandas en un futuro próximo. Ciertamente, las críticas al acuerdo del G8 son, en la mayoría de los aspectos, correctas; pero es por lo menos igualmente acertado y correcto afirmar que éste es el mayor éxito que hemos obtenido en la lucha contra la deuda, incluso aunque las promesas no se cumplan. Es un antecedente que coloca al G8 respaldando la lógica y la necesidad de eliminar el 100% de la deuda multilateral, y reconociendo implícitamente que el programa PPME ha fracasado y, por extensión, que el impacto de la economía capitalista globalizada es insostenible, por lo menos en algunos lugares. Éstas son declaraciones (o, en el último ejemplo, extrapolaciones lógicas) muy valiosas. Sí, es cierto que por el momento se aplican a muy pocos países, pero constituyen un precedente que nos puede servir de bastión en las campañas continuas contra la deuda mientras luchamos por ampliar esta victoria.
Además, si las promesas se cumplen, significará la cancelación del 100% de la deuda multilateral para 14 países africanos, y una sustancial cancelación de la deuda multilateral para cuatro países latinoamericanos (la exclusión del Banco Interamericano de Desarrollo del acuerdo hace que ésta sea menos impresionante para América Latina). Y si se lee el acuerdo literalmente, esa cancelación tendrá lugar sin condiciones adicionales. Desestimar un acontecimiento que bien podría traer beneficios tangibles considerables para la población más vulnerable en estos países significa arriesgarnos a comprometer nuestra credibilidad con ellos y con otros observadores.
Las promesas de la declaración de los Ministros de Economía del G8 por sí solas cambian el contexto que enfrentan los activistas en los países del Norte, y especialmente en los países del G8. Si se convierten en realidad, cambiará el terreno de juego para todos los activistas. Que las respuestas de la sociedad civil ante el plan hayan subestimado o ignorado estos hechos no sólo es desacertado, corre además el riesgo de echar a pique por completo el ímpetu de movilización y campaña generado antes de la cumbre.
Los activistas deberíamos reconocer que después de años de campañas, pero aún así contra todo pronóstico, hemos tenido un verdadero impacto sobre el G8. Somos, al menos en este momento, "actores" en la política mundial. La respuesta estratégica es considerar qué acciones podemos poner en práctica mientras gozamos de esta condición, a fin de aumentar nuestro impacto. Visto de esta manera, el plan del G8 no debe ser considerado continuista, sino como una oportunidad para seguir actuando -y no solo en términos de incidencia en las  instituciones y los gobiernos del Norte. Si actuamos, es posible que podamos cambiar aún más las cosas; si centramos nuestros esfuerzos en las críticas, nos auto-excluimos del partido.

Una medida empírica del impacto del plan del G8
Tal como lo planteábamos en términos generales en nuestro análisis anterior de la declaración del G8, tanto dentro del FMI como del Banco Mundial se están preparando movidas para subvertir la iniciativa del G8. Los directores europeos del FMI de países no integrantes del G8 amenazan con bloquearla a menos que puedan imponer las mismas condiciones devastadoras de siempre. En el Banco Mundial, la dirección ejecutiva se dedica con ahínco a malinterpretar la declaración del G8 y encontrar maneras arteras para volver a instituir condiciones.
Estas maniobras inusuales en ambos organismos son quizás la mejor evidencia de que la declaración del G8 realmente marca un quiebre con la política que se ha practicado hasta ahora con respecto a la deuda; es una amenaza importante al continuismo. La suposición por parte de muchos comentaristas de que el plan, como se ha presentado, sí incluye condiciones permanentes se contradice con estos intentos desesperados para volver a introducirle condiciones.
Estas medidas de retaguardia quizás tengan éxito, especialmente porque algunos de los países del G8 – Francia, Japón y Alemania en particular- fueron aparentemente arrastrados a aceptar la propuesta a pesar de sus serias reservas. Lo desconcertante es que las respuestas de los líderes de la sociedad civil, dirigidas en muchos casos a evitar la desmovilización de la comunidad activista, pueden tener el efecto paradójico de desalentar a esos activistas a luchar por la defensa de las conquistas que representa el plan del G8. ¿Por qué habrían de luchar a favor de un plan “insignificante” o que se estima simplemente como un medio para volver a imponer las condiciones del FMI? Si ésta interpretación nos gana, habremos caído en la trampa de sumirnos en el estado que nos es familiar de ir de fracaso en fracaso, cuando otra interpretación más activa podría habernos revitalizado con la energía de un éxito y habernos impulsado a un mayor compromiso para conservar y quizás mejorar o ampliar la victoria.

Significado del acuerdo para la mayoría de los países del Sur
En Kenia quedó claro que incluso en un país que fue excluido del acuerdo, los resultados pueden ser positivos. Un miembro prominente del gabinete denunció al G8 por excluir a Kenia, no una vez sino casi diariamente durante una semana, a menudo en la televisión nacional. Dos miembros del Parlamento propusieron una declaración de repudio o una suspensión de pagos. Estos acontecimientos, y un reconocimiento de que los términos del plan probablemente excluyen la posibilidad de que exista un plan que beneficie a Kenia en el futuro próximo, han hecho que los activistas keniatas vean una posibilidad para argumentar por el repudio total. Ahora están generando una campaña en torno a ese reclamo de su gobierno –posiblemente el reclamo más fuerte que pueden hacer los activistas del Sur. En lugar de pedir a los líderes de los países ricos que se otorgue la cancelación, están exigiendo un genuina rendición de cuentas a gobiernos que demasiado a menudo rinden cuenta fundamentalmente a sus donantes.
Para los activistas en los países del Sur, aparte de los de los 18 beneficiarios, posiblemente el impacto más importante no sea el precedente que establece el G8, sino el ímpetu que éste le brinda a las campañas a favor de soluciones más radicales. En el análisis final, es sólo cuando se transforman las relaciones de poder que se puede considerar que la campaña contra la deuda y otras campañas por la justicia económica han triunfado; acercarse a empoderar a los ciudadanos y los gobiernos del Sur es en última instancia más importante que deducir qué más se puede conseguir con el G8. No se trata de trivializar el trabajo de los activistas del Norte, que deben seguir presionando a sus gobiernos y a las IFIs, sino más bien de reconocer que la liberación sólo puede venir desde dentro de los países que están siendo oprimidos. Los activistas del Norte deberían exigir a sus gobiernos que NO cobren la deuda.
A este respecto, es potencialmente importante que entre el anuncio del 11 de junio y la cumbre del G8, los jefes de Estado africanos hayan decidido en una reunión de la Unión Africana en Sirte, Libia, exigir la cancelación general de la deuda para todo el continente -el primer llamado unificado de este tipo. Al menos dos presidentes de países beneficiarios, Abdoulaye Wade de Senegal y John Kufuor de Ghana, respondieron al acuerdo diciendo que solamente tendría verdadero significado en el contexto de una cancelación a nivel continental. Los activistas tienen ahora la oportunidad de usar estas declaraciones para presionar a sus gobiernos para que repudien el acuerdo, o por lo menos exijan otro mejor.
El ejemplo de Nigeria está fresco todavía: cuando la cámara baja de la legislatura federal pidió el repudio de toda la deuda externa, y el presidente Olusegun Obasanjo se opuso pero dijo que se podría llegar a eso, en un instante los acreedores bilaterales del país estuvieron significativamente más dispuestos a llegar a un acuerdo en el Club de París. Los méritos del acuerdo que consiguió Nigeria en junio de 2005 son objeto de un debate feroz, pero lo importante para los activistas es el éxito que tuvo el lanzamiento de una amenaza de repudio creíble, que puede ser utilizada en otros países. Otra lección de la experiencia de Nigeria bien puede tener que ver con los peligros que implica una campaña de arriba hacia abajo: como la presión para el repudio provino en gran parte de los legisladores, una vez que éstos se dan por satisfechos con un acuerdo, la presión puede desaparecer fácilmente. Pero uno de los activistas de la sociedad civil, el juez Egware integrante de la Coalición de la Sociedad Civil por Educación para Todos en Nigeria (Civil Society Action Coalition on Education for All in Nigeria), sacó la conclusión lógica de la cumbre del G8: "el mensaje de Gleneagles está claro para nosotros en África. Intensificaremos el llamado a los gobiernos africanos que no han asegurado la cancelación de deuda para que consideren seriamente repudiar la deuda externa por abominable e injusta".
Los activistas contra la deuda y por la justicia económica, en África y otras partes del Sur global tienen una red llamada Jubileo Sur, que ha abierto recientemente una secretaría en Kenia (con la cual trabaja el autor) para el África. Si se lanza la campaña de repudio en Kenia, Jubileo Sur estará bien posicionado para fomentar otras campañas que asuman esta estrategia. Una fuerte demanda que reclame el repudio de la deuda por parte de distintos países podría ser considerablemente más fuerte que una restringida a un solo país.

De la gratitud y la política
Otra preocupación de algunos de los críticos del plan del G8 parece ser que si los activistas hacen cualquier otra cosa que no sea criticarlo, se considerará que le están "dando el visto bueno", le están "agradecidos" o "trabajan" con el G8. Esta visión reduccionista del activismo político es injustificada. Reconocer las maneras en las que el plan de la deuda del G8 es una victoria, de ninguna manera nos obliga a que expresemos gratitud a los gobiernos por tomar las acciones que nunca debieron haber sido necesarias en primer lugar, ni tampoco que perdamos de vista el hecho de que el G8 y las IFIs siguen siendo los enemigos de la justicia social y económica. Adoptar este punto de vista significa simplemente que los activistas estamos logrando algo: forzar al G8 y las IFIs a dar pasos que en su mayoría no quieren dar. Eso es política.
Si valoramos correctamente el logro de "derrotar” al G8 y a las instituciones financieras internacionales (IFI)… esta victoria podría ser parte del fortalecimiento del empuje del movimiento mundial por la justicia en el camino hacia las reuniones de la OMC en Hong Kong y otros eventos clave. Lamentablemente, parece que muchos militantes progresistas percibirán la propuesta del G8 como una nueva derrota, aunque con algunos aspectos potencialmente positivos.
En una línea similar, el año antes de la cumbre del G8 en Escocia, muchos activistas se negaron a tomar en serio la propuesta de cancelación de deuda de Estados Unidos, argumentando que la administración Bush es falaz, se mueve exclusivamente en función de sus propios intereses y es desvergonzadamente unilateral. Todo esto es cierto, por supuesto, pero extrapolar de estas verdades la opinión de que todo lo que dice el gobierno estadounidense no es más que una trampa, es no entender la política y las oportunidades estratégicas que se pueden generar. Por más criminales que sean las acciones de la administración Bush, hay que reconocer que es la administración más radical que los Estados Unidos, y quizás cualquier país del G8, haya visto en los tiempos modernos. Está dispuesta a contravenir los precedentes, ignorar las normas internacionales, y romper con la tradición. En la mayoría de los casos esto ha sido destructivo, pero cuando se lo aplica a un sistema tan corrupto como el administrado por el FMI, el Banco Mundial y el G8, puede generar oportunidades. Reiteramos, no existe ninguna razón para expresar solidaridad con la administración Bush, pero hay razones suficientes para que los activistas identifiquen y exploten las oportunidades políticas existentes, entre ellas, las tensiones entre los gobiernos del G8.
El rechazo de los activistas europeos a la propuesta  estadounidense –que exigía la cancelación multilateral, aparentemente incondicional, del 100 % de la deuda para 41 países, utilizando los recursos de las IFIs-, y su virtual respaldo a la propuesta británica -que planteaba que se pagara el servicio de la deuda de diez años, de aproximadamente 25 países que cumplieran con condiciones estrictas, utilizando para ello nuevas donaciones de los países ricos- podría haberle dado luz verde al G8 para adoptar un plan como el del Reino Unido. Tal plan, que probablemente no hubiera contado con la participación de los Estados Unidos, habría sido mucho peor en casi todos los aspectos que lo que se consiguió. Sin embargo, se le permitió al gobierno británico etiquetarlo como "cancelación del 100 % de la deuda" –una afirmación manifiestamente deshonesta- sin que las organizaciones lo cuestionaran durante varios meses. Esto puso a algunas grandes organizaciones convencionales del Reino Unido en la incómoda situación de haber respaldado una propuesta considerablemente menos progresista que la que finalmente aprobó el G8.
Por suerte, algunas organizaciones británicas empezaron a recusar la propuesta del Reino Unido en las semanas previas a la reunión de los Ministros de Economía del G8. También fue una suerte -aunque solamente en éste caso- el hecho de que Estados Unidos sea el país con mayor poder dentro del G8, y que a la administración Bush le guste usarlo. De la misma forma en que Estados Unidos hizo naufragar cualquier declaración razonable sobre el cambio climático en la cumbre, el resultado final sobre la deuda terminó pareciéndose más a la propuesta estadounidense que a la del Reino Unido -a pesar de la insistencia de los activistas del Reino Unido, Francia y otros lugares, de que ése era un resultado imposible.
Otro factor que alentaba a los grupos europeos a preferir la propuesta del Reino Unido era la cuestión de la "adicionalidad". En este caso claramente se aprovechó para cambiar los términos  de las demandas del Jubileo (“movieron el arco”) –ya no alcanzaba la cancelación incondicional del 100 % de la deuda, ahora la demanda era que los países beneficiarios percibieran un aumento neto de sus flujos de ingreso como consecuencia de la cancelación. Esta posición, asumida por la mayoría de los grupos del Reino Unido, despolitizó en gran medida el tema de la deuda. En lugar de tratarse de las relaciones de poder, en lugar de medir la liberación de la deuda en términos de soberanía política, se redujo todo a la suma de números. Incluso John Pilger, un comentarista conocido por analizar el significado político de las decisiones económicas, cayó en esta trampa en el pasaje citado anteriormente. Que esta posición se transformara en la opinión ortodoxa en toda Europa (aunque casi no hubo contagio en la opinión norteamericana), al punto de que uno de sus defensores afirmara que "Jubileo 2000 siempre tuvo por objetivo aumentar los flujos de los ingresos", y un informe preliminar de toma de posición declarara que un acuerdo para la cancelación de deuda sin adicionalidad era "peor que ningún acuerdo", sólo puede producir asombro. El virus, que aparentemente se extendió por toda Europa, transformó a las organizaciones de campaña en aliadas del Banco Mundial y el FMI en su lucha por descontar la política de la dominación económica, y en algunos casos llevó incluso a que algunos dieran prioridad a preservar los préstamos del FMI y el Banco Mundial (y la dominación y la nueva deuda que conllevan) por sobre la liberación de la deuda para los países y la continua devastación que genera el ajuste estructural que imponen los actores externos utilizando el arma de la deuda.
La deuda es un instrumento político que se usa para atrapar a los países en una red de condiciones que no dan respiro, sometiendo a millones de personas a políticas nacionales que deben complacer los intereses de las empresas en lugar que dar soluciones a los problemas propios. No está claro si este nuevo acuerdo del G8 efectivamente liberará a los países de esta trampa insidiosa, pero no puede quedar duda de que será más lo que haga por moverlos hacia la liberación que lo que hará el nuevo dinero de ayuda (¡especialmente si éste proviene del Banco Mundial o del FMI!). Incluso para aquellos que prefieren vivir en un vacío político, es de amplio consenso que la cancelación de deuda es la manera más efectiva de movilizar fondos para los países en desarrollo.

La "financiación"
Muchos grupos del Norte se encontraron presionando a sus gobiernos, no sobre las disposiciones del programa final sobre la deuda*, sino sobre cómo sería "financiado". Ésta es otra manifestación de la lógica de la "adicionalidad": los activistas asumen que es importante mantener la salud financiera del Banco Mundial y el FMI, para que puedan continuar otorgando préstamos para proyectos destructivos y en respaldo de condicionamientos económicos devastadores.
Cuando parecía que el plan podía finalmente fracasar debido a los desacuerdos sobre cómo compensar a las instituciones por los pagos con los que ya no podrían contar, incluso aquellos que se oponían a hablar de la financiación no pudieron argumentar en contra de la lógica estratégica de promover planes de financiación. Pero ahora que el plan del G8 ha sido formalizado, las instituciones e incluso algunas organizaciones de campaña expresan su preocupación por que los mecanismos de financiación no son suficientes.
Debemos resistirnos a jugar en el campo del FMI y el Banco Mundial dándole cualquier grado de legitimidad a su ostensible preocupación por la financiación. El G8 dio el paso inesperado de “comprometerse" a la cancelación de deuda, y (alas) a compensar a las IFIs. Si somos serios respecto de nuestra posición de que las deudas son ilegítimas, y si aceptamos que nada es más importante para el desarrollo que la cancelación de la deuda, entonces debemos dejar claro que avanzar por el camino más efectivo para el desarrollo de los países más empobrecidos debe constituir una prioridad por sobre cualquier otro programa de desarrollo. El FMI y el Banco Mundial tienen miles de millones de dólares a su disposición; no tienen ninguna excusa para no cancelar las deudas que han paralizado a continentes enteros. Estas instituciones saben que los bancos privados eliminan regularmente de sus libros préstamos incobrables, lo que implica que tienen que resolver cómo prescindir de las ganancias que habían sido previamente anticipadas. Las IFIs pueden hacer lo mismo. Embarcarnos en imaginar formas para financiar estas instituciones nos debería repugnar, especialmente si pensamos que un FMI y un Banco Mundial financieramente saludables representan un peligro mayor que unos pocos economistas desempleados en Washington, DC.

El instrumento de apoyo a la política económica
El trasfondo siniestro detrás de todas las discusiones que condujeron al plan del G8 es la sugerencia de que el FMI debe crear un nuevo "mecanismo" que le permita continuar imponiendo condiciones a los países, incluso cuando no les presta ningún dinero. Esto se parece mucho a una forma de asegurar la continuidad de la dominación del FMI sobre los países, incluso después de que éstos hayan cancelado su deuda con el Fondo, o tomen la decisión soberana de evitar al FMI. Conseguir un "salvoconducto" de este mecanismo puede convertirse en una condición para conseguir cualquier otra asistencia, inversión o acuerdo comercial.
Ahora el FMI está sacando a luz el plan, llamado Instrumento de Apoyo a la Política Económica (IAPE). El caso de ensayo es Nigeria, con respecto a su acuerdo con el Club de París: para tranquilizar al Club de París, que normalmente exige que un país esté bajo un plan del FMI para negociar con él, Nigeria será formalmente "monitoreado" por el FMI, a pesar de que no ha tomado ningún préstamo de la institución.
El IAPE es un instrumento con el potencial de mitigar o eliminar los beneficios políticos de la cancelación de la deuda. Mientras está a consideración del directorio del FMI, es necesario que los activistas organicen una presión muy fuerte para impedir su aprobación, o por lo menos limitar sus alcances.

Una palabra final
La justicia económica obtuvo una victoria incompleta pero cierta el 11 de junio. Trabajemos para ampliarla y no para hallar las formas de declararla una derrota.

* Soren Ambrose integra la red Solidarity Africa Network in Action (Nairobi, Kenia) y el movimiento 50 Años Basta: Red Estadounidense por la Justicia Económica Mundial (Washington, DC, EE.UU.) agosto / septiembre de 2005. [email protected]

Nota: la red Solidarity Africa Network in Action exige la cancelación del 100 % de la deuda  multilateral y bilateral sin condiciones impuestas desde el exterior. Aboga por la participación activa de los pueblos en el diseño y la implementación de las políticas económicas y de otro tipo que los afectan. Creemos que esto requiere la eliminación de las deudas que han sido usadas para restringir el espacio público de toma de decisiones, y la erradicación de la influencia de las instituciones financieras internacionales (IFIs) en el diseño de políticas. La Red considera que la deuda es una herramienta de control y que su resolución es un imperativo moral y de derechos humanos.


 

Enfoque Sobre Comercio es editado por Nicola Bullard ([email protected]) .

Traducción: Alicia Porrini y Alberto Villarreal ([email protected]) para

REDES-Amigos de la Tierra Uruguay (http://www.redes.org.uy/)

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