por
Daphne Wysham y Shakuntala Makhijani*

(Publicado
por primera vez en Foreign
Policy in Focus
,
31 de marzo, 2008)

La
crisis de identidad que hace ya un buen tiempo afecta al Banco
Mundial no parece ser fácil de superar. Cuando los esfuerzos del
Banco por reciclarse como "banco del conocimiento" no
funcionaron, pergeño una nueva identidad como "Banco Verde". ¿De
verdad? Sí, así es.

Claro
que el Banco sigue financiando proyectos de combustibles fósiles en
todo el mundo, pero eso no importa. El Banco Mundial ha sacado
provecho de la oportunidad que le brindan los inmensos desafíos que
representa el cambio climático para la humanidad, y ahora está al
frente y en el centro del complicado mundo internacional de las
finanzas del carbono. Puede transformar los créditos de carbono más
sucios en oro.

¿Cómo
es que funciona esto exactamente, se preguntan?

Es
muy simple: El Banco financia un proyecto de combustibles fósiles
que involucra petróleo, gas natural o carbón mineral en un país
pobre A. Un país rico B le pide al Banco que le consiga créditos de
carbono para que el país B pueda informarle a los contabilizadores
de carbono que está actuando con seriedad para enfrentar el cambio
climático. El Banco Mundial lo complace amablemente, ofreciéndole
créditos de carbono por un precio mucho menor que lo que el país B
hubiera tenido que pagar si ese país B hubiese hecho esas mismas
reducciones en su propio territorio. El país A obtiene una parte del
dinero para invertirlo en equipos para que el proyecto de
combustibles fósiles sea un poco más eficiente, el Banco Mundial se
lleva su 13% de comisión, y todos contentos.

Al
menos todos los que sacan tajada del negocio. Si lo que usted busca
es una solución real para la crisis del clima, estas maniobras
podrían y deberían defraudarlo.

Ayuda
para el grupo TATA

Veamos
el caso de un proyecto de la Corporación Financiera Internacional
(CFI), previsto para ser considerado el 27 de marzo, pero que según
la oficina de prensa de esta organización, se retrasó y será
aprobado en abril. (Los directorios del Grupo del Banco Mundial
virtualmente nunca rechazan ningún proyecto que les llegue). La IFC,
la rama del Banco Mundial responsable de los préstamos al sector
privado, tiene planificado respaldar una gigantesca usina de energía
alimentada a carbón en Mundra, una ciudad del estado indio de
Gujarat. La construcción del complejo de cinco usinas de 800
megawatt de potencia costará US$4.140 millones y su propiedad y
operación estarán a cargo de Tata Power Company Limited, un vástago
de la multinacional más grande de India, el Grupo Tata.

Para
tener una idea de las dimensiones en cuestión, Tata Motors, que es
una división del mismo conglomerado, anunció recientemente sus
planes de comprarle las compañías de vehículos de lujo Jaguar y
Range Rover a la empresa automotriz estadounidense Ford, por la suma
de US$2.300 millones. Así que resulta muy difícil no preguntarse
cuánta ayuda realmente necesita Tata del Banco Mundial, un banco
cuyo lema es "nuestro sueño es un mundo sin pobreza".

Hay
varias otras grandes empresas involucradas. Toshiba, por ejemplo,
será quien suministre las turbinas de vapor para la generación
eléctrica.

Cuando
empiece a funcionar, la usina de energía de Mundra será el tercer
mayor emisor de gases de efecto invernadero en India. Pero esto no
termina aquí. Ahora el Banco Mundial tiene previsto que la usina de
Tata quemadora de carbón sea elegible para créditos de carbono en
el marco del Mecanismo de Desarrollo Limpio de Kioto. ¿Créditos de
carbono para un quemador de carbón, se preguntan?

En
la extraña lógica del mercado de carbono, un mercado en el que el
Banco participa a la vez dándole forma e invirtiendo, la respuesta
es sí. El país B puede obtener créditos por ayudar a una empresa,
incluso a una de las empresas más ricas del mundo como Tata, a
capturar algunas emisiones de carbono, siempre que las capture en un
país "pobre" como India, independientemente de qué tan rica sea
esa compañía.

El
carbón de Indonesia

Y
si esto parece muy extraño, el asunto es todavía más raro aún.
Uno podría aventurar que la IFC le está prestando US$450 millones a
Tata, y que está considerando invertir hasta US$50 millones en
capital como parte de su exposición al proyecto, y que posiblemente
ayudará a Tata a obtener US$300 millones de otras fuentes de
financiamiento, con tasas de interés muy convenientes para su
quemador de carbón, ya que India no tiene otra opción más que
quemar sus propias y abundantes fuentes de carbón. Pero no, la IFC
planea importar carbón desde Indonesia para alimentar la usina de
Tata en la India. En realidad, Tata compró el 30 % de la s acciones
de dos minas de carbón indonesas por US$1.300 millones en abril de
2007, para asegurarse los recursos de carbón necesarios para la
planta de Mundra.

En
su sitio web, esa división del Banco Mundial ofrece la siguiente
justificación poco convincente de la transacción: "La IFC está
apoyando proyectos de energía térmica que tienen un mejor desempeño
en materia ambiental y de emisiones de gases de efecto invernadero
que el promedio de las usinas de la India, en virtud de las grandes
necesidades de incremento del suministro de energía eléctrica que
tiene el país".

Pero
si el Banco está participando, seguramente los pobres en alguna otra
parte -si no es en la India-estarán pasándola mejor como
resultado del proyecto, ¿o no? Pues, en pocas palabras, no. Las
reglamentaciones para la industria del carbón en Indonesia son muy
inconsistentes y se prestan a manipulaciones, poniendo en manos de
funcionarios locales a menudo corruptos el control sobre esas
riquezas, despojando así a las comunidades locales de sus recursos y
dejándoles como herencia un montón de problemas ambientales.

La
verdad es que la industria del carbón de Indonesia es la regla, no
la excepción, respecto de su postura frente a los pobres. Una
revisión de las inversiones del Banco Mundial en las industrias
extractivas que insumió tres años, la Revisión de las Industrias
Extractivas, iniciada durante la anterior presidencia del Banco a
cargo de James Wolfensohn, concluyó que la situación de los pobres
empeoró como consecuencia de las inversiones en las industrias
extractivas, y recomendó al Banco desistir de inmediato de las
inversiones en carbón. (Eso fue en 2004).

Irónicamente,
la Revisión de las Industrias Extractivas, se realizó con insumos
de la industria, el gobierno y la sociedad civil, y fue supervisada
por el entonces Ministro de Medio Ambiente indonés durante el
régimen de Suharto, Emil Salim, que formaba parte del directorio de
una gran compañía de carbón. No obstante, Salim fue inequívoco en
sostener que el Banco Mundial debía retirarse paulatinamente de la
industria del petróleo y dejar de prestar dinero para la industria
del carbón a partir del 2008. El directorio del Banco Mundial votó
rechazando estas recomendaciones.

Lamentablemente,
la IFC no es la única agencia internacional poderosa que respalda el
proyecto energético de Mundra. El Banco Asiático de Desarrollo, el
Banco de Japón para la Cooperación Internacional (Japan
Bank for International Cooperation

-JBIC) y la Corporación de Seguros de Exportación de Corea (Korea
Export Insurance Corporation
)
también están participando.

¿Mitigación
del cambio climático?

Bueno.
Los pobres están más pobres, las grandes empresas están más
ricas, y el Banco juega a dos puntas en el comercio de carbono. Un
panorama suficientemente malo. Pero queda todavía un último giro
perverso. Los países más ricos del planeta le están dando al Banco
Mundial un protagonismo creciente en distintos fondos de inversión
en el clima. En una iniciativa con contribuciones financieras de
Estados Unidos, el Reino Unido y Japón, el Banco será quien
supervise proyectos de mitigación del cambio climático a los que se
destinarán entre US$7 y 12 mil millones. "Los Fondos" conocidos
como el Fondo de Tecnologías Limpias, el Fondo de Inversión
Forestal, el Fondo Piloto de Adaptación y Resiliencia al Clima, y el
Fondo Estratégico (Strategic
Climate Fund
)
están avanzando, a pesar de haber sido objeto de protestas airadas
de los países en desarrollo y de las organizaciones ambientalistas y
de desarrollo. A todos ellos les preocupa que estos Fondos, una vez
más, les otorguen a los países ricos del Norte y en particular a su
banco predilecto, el Banco Mundial, mayor control sobre los dineros
destinados a "ayudar" a los países en desarrollo.

Más
que un ‘Banco Verde', el Banco Mundial está demostrando ser un
banco para una elite de empresas multinacionales superpoderosas.
Además se está transformando en un especulador financiero que lucra
con el cambio climático. Si el Banco fuera el único engañado por
su nueva identidad, la imagen sería patética, si no directamente
risible. Desgraciadamente, parece que el Banco ha conseguido engañar
a algunos de los países más ricos y poderosos del mundo. O quizá,
cuando miran al Banco, lo que estos países vean como "verde" no
sea lo ecológico, sino los dólares.

*
Daphne Wysham es miembro asociada del Institute
for Policy Studies

y Shakuntala Makhijani está haciendo una pasantía en esa misma
organización.