EL MERCADO MANDA, ¿OK?
por Chanida Chanyapate y Jacques-Chai Chomthongdi*
Poco después del golpe militar de septiembre que derrocó al primer ministro multimillonario Thaksin Shinawatra, el gobierno designado por los militares anunció su intención de desarrollar una estrategia económica nacional apodada “economía de suficiencia”. Este concepto fue primero propuesto por el Rey Bumiphol de Tailandia en un discurso que marcó un hito en diciembre de 1997, sólo seis meses después del comienzo de la catastrófica crisis financiera asiática. Fue un intento de establecer un nuevo rumbo económico para Tailandia, rompiendo con las políticas anteriores de hiper-crecimiento e hiper-ganancias.(1) En los años siguientes, ningún gobierno tomó en serio la idea -y ciertamente no lo hizo Thaksin cuya principal arma económica fue inundar los poblados con dinero para aumentar el poder adquisitivo, mientras consolidaba sus propios intereses financieros en la cumbre. Los “golpistas” promueven ahora la economía de suficiencia no sólo como una señal de su rechazo a Thaksin, sino quizá como un intento sincero de remediar las desigualdades y el daño generados por el sistema actual. Sin embargo, como lo muestran los últimos eventos, cualquier intento del gobierno de afirmar su independencia económica será severamente atacado por los mercados. Chanida Chanyapate y Jacques-Chai Chomthongdi nos cuentan la historia:
El día en que el índice de la Bolsa de Valores de Tailandia (SET por sus siglas en inglés) sufrió la mayor caída en sus treinta años de existencia, fue tema de tapa de la prensa mundial; por cierto, puede haber ocupado más tiempo en el aire y espacio de los diarios que el golpe militar de perpetrado tres meses antes. Los analistas, sin embargo, se apresuraron a establecer un vínculo entre los dos eventos y el veredicto común fue que el nuevo gobierno designado había cometido un error imperdonable. Cuando la fuerte medida de control de los capitales que determinó la caída del mercado en un 19,5% el 19 de diciembre de 2006 fue levantada de un día para el otro para salvar a los inversionistas de la bolsa, desapareció para siempre todo vestigio de credibilidad del gobierno debido al carácter improvisado de sus políticas.
Sin embargo, el común de la gente en Tailandia – más del 99% de la población que nunca ha sido dueña directa de ninguna acción de la bolsa – escasamente sabía qué estaba sucediendo y no puede más que preguntarse por qué tanto alboroto.
La explicación del Banco de Tailandia sobre la necesidad de aplicar controles a los capitales parece suficientemente simple para que la entienda cualquiera: el baht, la moneda tailandesa, se había apreciado casi un 15% respecto del dólar americano a lo largo del 2006, un aumento más pronunciado que el de las monedas de otras economías menores del Asia con grado similar de apertura económica. Además, el ingreso de flujos de capital durante la primera semana de diciembre se triplicó repentinamente respecto del promedio semanal, generando serias sospechas de especulación monetaria. La mayoría de los economistas concordó que se justificaba algún tipo de intervención de manos del Banco Central.
La nueva medida exigía que el 30% de cualquier transferencia de capital de más de US$ 20.000 que ingresara al país fuese retenida en reserva por un período de un año, con una multa del 10% en caso de un retiro anticipado. Esta era decididamente una medida estricta. Se suponía que serviría para eliminar las indeseables “inversiones” especulativas de corto plazo, y el hecho que el índice de la Bolsa de Valores de Tailandia perdiera 15% de su valor en un día (recuperándose ligeramente de la caída de 19,5%) -con los inversionistas extranjeros figurando como los vendedores netos-debería haber sido prueba suficiente de dónde provenía el capital especulativo. De modo que si la medida tenía al menos el efecto deseado de dejar a la vista la amenaza, ¿por qué dio inmediatamente marcha atrás el Banco de Tailandia liberando de toda obligación y responsabilidad a estos especuladores del mercado de valores?
Y si -como salta a la vista-las empresas que cotizan en la bolsa no podrían haber cambiado sustancialmente en un solo día y la mayoría de los analistas había estado afirmando que las perspectivas económicas de largo plazo seguían siendo buenas, ¿por qué habría el gobierno de preocuparse tanto por pacificar la “reacción desmedida” de los inversionistas y la “mentalidad de manada” del capital mundial, hasta el punto de poner en riesgo su propia credibilidad en la ejecución de un deber tan importante como es mantener la estabilidad financiera?
El Banco de Tailandia (BoT) fue, según los titulares del Bangkok Post, “impenitente” sobre la necesidad de establecer controles para el capital, al tiempo que de todas partes le llovían críticas por su audacia de enfrentarse al mercado. El banquero inversionista transformado en político, Korn Chatikavanij, habló de un “monumental error de juicio” (Financial Times, 21 de diciembre de 2006) y observó que la medida es “reflejo de la desventaja de tener un gobierno tecnocrático, que no tiene una comprensión cabal de las realidades del mundo y de cómo funciona el mercado” (Bangkok Post, 21 de diciembre de 2006). El académico Thitinan Pongsudhirak también hizo declaraciones en el mismo sentido, quejándose de que “el gobierno ha perdido el rumbo” (International Herald Tribune, 21 de diciembre de 2006).
Aunque los comentaristas atacaron la medida, la Directora del BoT Tarisa Watanagase probablemente reflejó mejor a la opinión pública al preguntar “¿No queremos acaso que los especuladores se retiren del mercado?”(2)
Los problemas de gobernanza
Aunque la respuesta rápida del Vice Primer Ministro y Ministro de Economía M.R. Pridiyathorn Devakula eximiendo a los inversionistas del mercado de valores de la medida de control indujo efectivamente a un alza de las acciones en el mercado al día siguiente, surgieron dudas sobre la justificación de esa marcha atrás.
El propio M.R. Pridiyathorn, que fuera Director del BoT antes de sumarse al gobierno designado por los golpistas, enfatizó reiteradamente que proteger las exportaciones del país, que representan prácticamente el 65% del PBI y emplean una buena cantidad de mano de obra, superaba el impacto adverso de la medida en los mercados de capital, que son fundamentalmente de valores en títulos. No obstante, que la decisión de dar marcha atrás se anunciara como el consenso de una consulta entre el Ministro de Economía y Finanzas, la Comisión de Divisas y Valores, representantes de bancos comerciales tailandeses y extranjeros y compañías de valores privadas y “reconocidos inversionistas”, dejó en evidencia su sesgo proclive a los intereses del capital. Sin duda, todos los bancos y compañías privados consultados eran accionistas de las aproximadamente 500 compañías que cotizan en la bolsa, aunque representan nada más que un 0,2% del total de compañías registradas en el país.
La actual directora del BoT insistió en que “el banco central no puede involucrarse en política. Todo lo que hacemos debe poder explicarse”. Sin embargo, la decisión de dejar que los inversionistas del mercado siguieran actuando como de costumbre nunca ha sido explicada con claridad, salvo por la necesidad de calmar al mercado. Pero cualquiera sea la explicación, indudablemente muchos inversionistas hicieron sus pingües ganancias con el cambio repentino después que se revocaron los controles.
Comparado con el mercado de bonos, el mercado de acciones registra transacciones diarias y valores muchos más altos. Los inversionistas extranjeros representan un tercio del valor de las transacciones diarias y su participación es determinante de las oscilaciones del mercado. El hecho que el índice SET registrara una recuperación del 11% el día que se levantaron los controles y que el baht haya recobrado casi totalmente su fortaleza dos semanas después, demuestra que los especuladores siguen jugando con el mercado y que los controles de capital probablemente no surtan mayor efecto si se excluyen las transacciones de la bolsa de valores.
Una cosa resulta clara de esta debacle: con la expansión de los mercados de capital -tales como los mercados de bonos y futuros-y como parte de la reforma del sector financiero prescrita por el FMI y el Banco Mundial tras la crisis de 1997, las empresas administradoras de fondos han aumentado su influencia en la economía tailandesa a tal punto que sus decisiones y deseos pesan más que las decisiones del BoT.(3)
El contexto general
A pesar de la reacción contraria a la medida, los tecnócratas del BoT tenían todo el derecho a inquietarse ante lo que consideraron una apreciación muy pronunciada e injustificada del baht. Los especuladores monetarios ya los habían castigado duramente antes, cuando estalló la burbuja inmobiliaria en 1997 y las reservas extranjeras se agotaron en un intento por apuntalar el baht. El BoT fue directamente responsabilizado por la crisis de la balanza de pagos que se produjo como consecuencia, y también por no reconocer las señales del inminente sobrecalentamiento de la economía debido a sus políticas de mantenimiento de altas tasas de interés y una tasa fija de cambio dólar-baht.
Como resultado de la crisis financiera, hubo un amplio reconocimiento entre los tecnócratas de que el comportamiento de manada de los inversionistas de corto plazo había incrementado los riesgos de volatilidad y desplome de los mercados financieros, en particular en los mercados emergentes como Tailandia. El análisis posterior a la crisis financiera demostró que el 95% de las transacciones en moneda extranjera en el mundo son de corto plazo, lo que significa que la inversión en la producción real y el comercio de bienes y servicios representa menos del 5% de las operaciones en divisas. En realidad, la gran mayoría de las transacciones de corto plazo son especulativas por naturaleza, ya que su objetivo es obtener ganancias rápidas y abundantes apostando a los movimientos del mercado, ya sea de bonos, acciones, futuros o divisas. Lo que resulta atemorizante es que a diferencia de los inversionistas a largo plazo en el sector real, a los inversionistas especulativos les resultan rentables las fluctuaciones del mercado, no la estabilidad.
Tras las crisis financieras asiática (1997) y argentina (2001), en las Naciones Unidas -e incluso dentro de las propias instituciones financieras internacionales que por lo general predican la liberalización de los mercados financieros-hubo llamados a la creación de una nueva arquitectura financiera. Los controles de capitales que habían puesto en práctica Chile y Malasia fueron estudiados y tomados en cuenta. No es casual que el esfuerzo del BoT sea semejante a la medida aplicada por Chile, que permitió efectivamente que este país andino saliera mayormente indemne de la turbulencia de la década de 1990 mientras toda la región se veía afectada por las crisis de México, Brasil y Argentina.
No obstante, el entusiasmo por una nueva arquitectura duró poco ya que prevaleció la creencia de que la liberalización financiera es la manera más eficiente de distribuir el capital de inversión por todo el mundo. Como era previsible, fueron los países desarrollados donde se concentra el capital mundial, los que ganaron este debate. El ‘comportamiento de manada’ de los administradores de fondos fue adjudicada a la falta de información dentro de los propios mercados emergentes. El FMI y el Banco Mundial publicaron algunos códigos voluntarios de buenas prácticas de parte de los gobiernos y los bancos centrales de los países en desarrollo, incluyendo cosas tales como la transparencia en las políticas monetarias y fiscales, la supervisión de la actividad bancaria, la regulación de los valores y el concepto cura-lo-todo de la gobernanza corporativa. Sin embargo, no se prescribió la publicación de la información sobre las colocaciones a corto plazo de las grandes firmas de inversiones; se asumía que con una mayor “transparencia”, las mismas sabrían cómo actuar debidamente. Más allá de eso, cada país queda librado a merced del mercado.
Es así como se afirma el predominio del capital financiero mundial. Titulares recientes de noticieros internacionales de negocios anunciaban que en 2006 se los bancos de Wall Street registraron un record mundial de emisión de bonos de deuda de los mercados emergentes. Un gerente del Citigroup explicó simplemente que “hay mucho dinero circulando en el sistema buscando rendimientos e inversiones”. (Bangkok Post, 4 de enero de 2007). Andy Xie, un economista independiente que reside en Hong Kong, hizo eco de las palabras de la Directora General del BoT casi literalmente cuando dijo que los países pequeños tienen un problema enorme ahora porque “los mercados financieros han crecido tanto que una moneda como el baht es tan pequeña que el mercado puede hacer lo que quiera con ella cuando se le antoje”. (Bangkok Post, 25 de diciembre de 2006).
Al mismo tiempo, Estados Unidos ha asumido el liderazgo del desmantelamiento de los controles de capital, utilizando a tal efecto las disposiciones sobre inversiones incluidas en sus acuerdos de comercio bilaterales. El capítulo de inversiones del TLC entre Singapur y Estados Unidos establece que “debe permitirse que todas las transferencias relativas a una inversión contemplada [por este acuerdo] puedan realizarse libremente y sin demoras desde y hacia el territorio de cada una de las partes”. El acuerdo firmado entre Estados Unidos y Chile prácticamente prohíbe el tipo de controles de capital que Chile había utilizado anteriormente. Los bancos centrales de los países en desarrollo cada vez tienen menos opciones a su disposición si quieren mantenerse en buenos términos con los mercados estadounidenses. El BoT es muy consciente de esto; por eso se rehusó de plano a incluir la liberalización de las inversiones a corto plazo en las negociaciones del TLC entre Tailandia y Estados Unidos. Este tema se transformó en uno de los más espinosos, y contribuyó al estancamiento primero y finalmente a la suspensión de las negociaciones.
¿Y ahora qué?
Una de las medidas para promover la estabilidad de la tasa cambiaria, el impuesto a las transacciones monetarias (conocido como “tasa Tobin” o CTT por sus siglas en inglés) que fuera propuesto hace tres décadas por el Premio Nobel James Tobin, fue objeto de gran atención tras la crisis financiera asiática. Grupos de la sociedad civil de Europa y América del Norte han realizado desde entonces exitosas campañas para que se incluya la “tasa Tobin” en la agenda legislativa en Francia, Bélgica y Canadá. El Banco Central de Brasil ya grava unilateralmente las operaciones en su propia moneda, el real.
En Tailandia, grupos de la sociedad civil y académicos progresistas también le habían planteado la propuesta de este impuesto a los formuladores de políticas del BoT, pero éstos estaban demasiado preocupados por la fuga de capitales en ese momento como para tomar en cuenta ninguna otra medida más que aquellas que pudieran atraerlos en lugar que desalentarlos a ingresar. La situación ahora está madura para una nueva reflexión. La tasa Tobin es una medida disuasiva de largo plazo y bajo costo contra la especulación monetaria. Existen diversos modelos, pero el más simple es un impuesto muy bajo — una milésima de un punto porcentual — sobre cada transacción. Otro modelo más sofisticado, que apunta a reducir la volatilidad, opera con base en una tasa baja que se multiplica en gran medida cuando una moneda supera o cae por debajo de una determinada banda de fluctuación predeterminada. A diferencia de las inversiones en el mercado de valores, con las que el Estado no recauda nada, el público se puede beneficiar de un aumento en los ingresos del Estado a raíz de este impuesto a las transacciones monetarias, que castiga al mismo tiempo a los inversionistas que compran y venden bahts para especular. Cuanto más frecuentes son los cambios de divisa, más tienen que pagar los inversionistas a corto plazo.
Cuando todo volvió a la normalidad, quedó claro que el reciente y audaz intento del Banco de Tailandia de indicarle al mundo que Tailandia prefiere solamente inversiones de capital a más largo plazo para evitar la volatilidad del mercado, fue atacado y derrotado por el propio mercado volátil. También se hizo evidente que quien encabeza el mercado financiero es el voluminoso capital mundial, que crece a gran velocidad y se halla cada vez más disociado de los fundamentos reales del sector productivo de la economía en todo el mundo. Para lograr controles efectivos sobre el capital, el gobierno necesita algo más que tecnócratas competentes, necesita voluntad política y coraje para llevarlos a cabo. Además, para que el concepto de economía de suficiencia fructifique, es obvio que Tailandia deberá reducir su dependencia de la inversión extranjera y establecer una estrategia económica más autónoma. Es incierto que éste u otro gobierno futuro tenga el coraje de enfrentarse al mercado, a juzgar por la velocidad con la que se retractaron en este primer encuentro.
* Chanida Chanyapate es subdirectora de Focus on the Global South y Jacques-Chai Chomthongdi es investigador asociado de esta institución.
Notas
(1) Aunque el concepto de una “economía de suficiencia” ha capturado la imaginación de muchos sectores de la sociedad tailandesa, todavía no está muy claro qué significa en la práctica. No obstante, la idea central de que la sociedad debe crecer y producir para lograr un nivel de “suficiencia” y no de “exceso” (que está implícito en el modelo capitalista de acumulación) señala una ruptura filosófica fundamental respecto del actual sistema neoliberal capitalista, de consumo masivo y crecimiento ilimitado.
(2) Resulta particularmente interesante que la mayoría de los cargos directivos del Banco de Tailandia están ocupados por mujeres, inclusive el de Directora General que ocupa la Sra. Tarisa Watanagase. En un comentario que pone de manifiesto el tinte machista de toda esta historia, Thitinan Pongsudhirak escribió en el Bangkok Post (27 de diciembre de 2006) que “el problema de la Sra. Tarisa … es su poca talla y falta de carácter… Si MR Pridyathorn hubiese estado al mando del BoT, o incluso su antecesor MR Chatamongkol Sonakul, sus posturas y señales podrían haber tenido el efecto deseado respecto de la medida adoptada”. Cabe destacar asimismo que “MR” indica un título de la realeza, algo que también le falta a la Sra. Tarisa.
(3) A diferencia de 1997, el FMI mantuvo un perfil muy bajo durante la crisis de los controles de capital, apareciendo solamente una vez en el diario como comentarista junto con Moody’s, UBS y otro analista de valores local. “Las medidas fueron demasiado fuertes y de gran envergadura, y el desmantelamiento de los nuevos controles ha sido bienvenido” fue la declaración además de algunas palabras de aliento: “Los cimientos subyacentes de la economía de Tailandia siguen siendo sólidos y creemos que seguirá creciendo y resistirá el embate de las turbulencias del mercado financiero”. (Bangkok Post, 21 de diciembre de 2006).