por Walden Bello*
La inauguración del Foro Social Mundial (FSM) en Porto Alegre, Brasil, en enero de 2001 marcó el comienzo de una nueva etapa en la evolución del movimiento mundial por la justicia social.
El FSM fue ideado por los movimientos sociales vagamente asociados al Partido de los Trabajadores (PT) de Brasil. La idea recibió fuerte apoyo en una primera etapa de parte del movimiento ATTAC de Francia, cuyas figuras claves estaban conectadas con el diario Le Monde Diplomatique. En Asia, la propuesta brasileña planteada en junio de 2000, recibió una calurosa adhesión inmediata, entre otros, del instituto de investigación y activismo Focus on the Global South con sede en Bangkok.
Porto Alegre debía servir de contrapunto a “Davos”, el evento que cada año tiene lugar en una ciudad turística de los Alpes suizos, donde los empresarios y políticos más poderosos del mundo se congregan anualmente para identificar y evaluar las últimas tendencias en los asuntos mundiales. De hecho, lo más destacado del primer FSM fue el debate transcontinental televisado entre George Soros y otras figuras de Davos y algunos representantes de los movimientos sociales reunidos en Porto Alegre.
Se contrastó el mundo de Davos con el mundo de Porto Alegre, el mundo de los ricos globalizados contrapuesto al mundo del resto de la humanidad. Este contraste fue el que dio lugar al lema más resonante “Otro mundo es posible”.
Hubo otra dimensión simbólica trascendente: si bien Seattle fue el lugar de la primera victoria importante del movimiento internacional contra la globalización corporativa agenciada por las empresas transnacionales -el colapso de la 3ª Cumbre Ministerial de la Organización Mundial del Comercio en medio de protestas callejeras masivas-Porto Alegre representó la transferencia al Sur del centro de gravedad de ese movimiento. Proclamado como un “espacio abierto”, el FSM se transformó en un imán para las redes mundiales que trabajan sobre una diversidad de problemas distintos, desde la guerra a la globalización, del comunalismo al racismo, de la opresión de género a las alternativas. Surgieron versiones regionales del FSM, de las cuales las más importantes son el Foro Social Europeo y el Foro Social Africano, y en muchas ciudades en todo el mundo se realizaron e instituyeron foros sociales locales.
Las funciones del FSM
Desde su fundación, el FSM ha desempeñado tres funciones centrales para la sociedad civil mundial.
Primero, representa un espacio -tanto desde el punto de vista físico como temporal- para que este movimiento diverso se encuentre, trabaje en red y simplemente para que pueda sentirse y reafirmarse.
En segundo lugar, es un retiro durante el cual el movimiento junta sus energías y hace un relevamiento de las direcciones por las que transita su impulso continuo para confrontar y hacer retroceder los procesos, instituciones y estructuras del capitalismo mundial globalizado. Naomi Klein, autora de No Logo, subrayó esta función cuando declaró ante una audiencia en Porto Alegre en enero del 2002 que la prioridad del momento era “menos sociedad civil y más desobediencia civil”.
En tercer lugar, el FSM proporciona un sitio y un espacio para que el movimiento elabore, analice y discuta la visión, los valores y las instituciones de un orden mundial alternativo construido sobre una comunidad real de intereses. El FSM es, en realidad, un macrocosmos de muchísimos emprendimientos más pequeños pero igualmente significativos que se desarrollan en todo el mundo, con el protagonismo de millones de personas, que les han dicho a los reformistas, los cínicos y los “realistas” que se aparten del camino porque, en realidad otro mundo es posible … y necesario.
Democracia directa en acción
El FSM y sus muchos retoños son importantes no sólo como sitios de reafirmación y debate, sino también como experiencia de democracia directa en acción. La agenda y las reuniones se planifican con meticulosa atención al proceso democrático. Mediante la combinación de reuniones presenciales periódicas y un contacto intenso a través del correo electrónico entre una reunión y otra, la red del FSM ha podido llevar adelante los eventos y arribar a decisiones de consenso. En algunos momentos, esta tarea insumió mucho tiempo y resultó a veces frustrante, y cuando uno es parte de un esfuerzo organizativo que involucra a cientos de organizaciones, como en el caso de Focus on the Global South durante la organización del FSM de 2004 en Bombay, realmente puede ser muy frustrante.
Pero fue democracia directa, y la democracia directa se realizó a pleno en el FSM. Se podría decir, a modo de explicación, que las experiencias de democracia directa de Seattle, Praga, Génova y otras grandes movilizaciones de la década fueron institucionalizadas en el FSM o proceso de Porto Alegre.
El principio central del enfoque organizativo del nuevo movimiento es que alcanzar los objetivos deseados no vale la pena si los métodos violan el proceso democrático, si las metas democráticas se logran a través de medios autoritarios. Quizá el Subcomandante Marcos de los Zapatistas es quien mejor ha expresado la orientación organizativa de los nuevos movimientos: “Si el EZLN se perpetúa como una estructura armada militar, va al fracaso. Al fracaso como una opción de ideas, de posición frente al mundo. Y lo peor que le podría pasar, aparte de eso, sería que llegara al poder y se instalara como un ejército revolucionario”. El FSM comparte ese enfoque.
Lo que resulta interesante es que prácticamente no ha habido ningún intento de parte de ningún grupo o red de “copar” el proceso del FSM. Un número importante de grupos del “viejo movimiento” participan en el FSM, incluidos los partidos de la vieja guardia del centralismo democrático así como partidos socialdemócratas tradicionales afiliados a la Internacional Socialista. Sin embargo, ninguno de ellos ha hecho un esfuerzo importante para dirigir al FSM hacia modos de organización más centralizados o jerárquicos. Al mismo tiempo, a pesar de sus sospechas sobre los partidos políticos, los “nuevos movimientos” nunca buscaron excluir a los partidos y sus afiliados para que no pudieran jugar un rol importante en el Foro. En realidad, el FSM de 2004 en Bombay fue organizado conjuntamente por una alianza muy poco probable de movimientos sociales y partidos marxistas leninistas, que son un conjunto de actores que no son precisamente famosos por mantener relaciones armónicas en el ámbito nacional.
Quizá una razón convincente para que se diera este modus vivendi de los nuevos y viejos movimientos fue que se dieron cuenta de que se necesitan mutuamente en la lucha contra el capitalismo mundial globalizado, y que la fuerza de este movimiento mundial naciente radica en una estrategia de redes descentralizadas, apoyadas no en la convicción doctrinal de que una clase está destinada a dirigir la lucha, sino sobre la realidad de la marginación común de prácticamente todas las clases, estratos y grupos sometidos bajo el dominio del capital mundial.
¿Qué constituye un “espacio abierto”?
El FSM, sin embargo, no ha estado exento de críticas, incluso entre sus propias filas. Hay una en particular que parece tener mérito. El FSM es acusado de estar, como institución, desanclado de las luchas políticas mundiales actuales, y esto lo está transformando en un festival anual con un impacto social limitado.
En mi opinión, esto conlleva una verdad para nada desdeñable. Muchos de los fundadores del FSM han interpretado el concepto “espacio abierto” a la usanza liberal, es decir, que el FSM no debe apoyar en forma explícita ninguna posición política o lucha en particular, a pesar que los grupos que lo constituyen son libres para hacerlo.
Otros han expresado su desacuerdo, diciendo que un “espacio abierto” debería interpretarse de una manera más proselitista, es decir promoviendo explícitamente algunos puntos de vista por encima de otros y tomando posición abiertamente en las luchas mundiales claves. Según esta manera de ver, el FSM vive bajo la ilusión de que puede colocarse por encima del campo de batalla, y esto lo llevará a transformarse en un foro supuestamente neutral, donde la discusión quedará crecientemente aislada de la acción. La energía de las redes de la sociedad civil deriva de su participación en las luchas políticas, dicen los que defienden este punto de vista. La razón por la cual el FSM fue tan estimulante en sus comienzos fue precisamente porque su impacto emocional le dio la oportunidad de recrear y reafirmar la solidaridad contra la injusticia, contra la guerra y a favor de un mundo que no esté sometido al imperio y el capital. El hecho que el FSM no tome posición sobre la Guerra de Irak, sobre el tema Palestino y sobre la OMC, lo está tornando menos pertinente y menos inspirador para muchas de las redes que había conseguido reunir, concluyen.
Caracas versus Nairobi
Este es el motivo por el cual el 6º FSM reunido en Caracas en enero de 2006 resultó tan vigorizante y revitalizante: insertó a unos 50.000 delegados en el centro de la tormenta de una lucha en curso contra el imperio, donde se mezclaron con militantes venezolanos, la mayoría de ellos pobres, que participan de un proceso de transformación social, al mismo tiempo que pudieron observar a otros venezolanos, la mayoría pertenecientes a la elite y a la clase media, que forman una oposición cerrada. Caracas fue un cable a tierra muy estimulante.
Ésa es también la razón por la cual el 7º FSM realizado en Nairobi fue tan frustrante, ya que la política se diluyó y los grandes intereses comerciales vinculados a la elite gobernante de Kenia se encargaron con descaro de comercializarlo. Incluso Petrobras, la compañía estatal brasileña que es una empresa líder en la explotación de las riquezas naturales de América Latina, se ocupo de autoproclamarse como amiga del Foro. Muchos tuvimos la fuerte sensación de estar retrocediendo y no avanzando en Nairobi.
El FSM se encuentra en una encrucijada. Hugo Chávez capturó la esencia de esta coyuntura cuando advirtió a los delegados en enero de 2006 sobre el peligro de que el FSM se transformara simplemente en un foro de ideas sin ninguna agenda para la acción. Les dijo a los participantes que no tenían otra opción que abordar la cuestión del poder: “Tenemos que desplegar una estrategia de ‘contrapoder’. Nosotros, los movimientos sociales y los movimientos políticos, debemos ser capaces de ocupar espacios de poder al nivel local, nacional y regional”.
El desarrollo de una estrategia de contra-poder o de contra-hegemonía no tiene que significar que se vuelva a caer en antiguas formas jerárquicas y centralizadas de organización características de la vieja izquierda. Una estrategia semejante puede, en realidad, ser fomentada mejor mediante la formación de redes horizontales a múltiples niveles, como aquellas con las que los movimientos y organizaciones representados en el FSM se han distinguido en el fomento de sus luchas particulares. Articular sus luchas en acciones significará forjar una estrategia común y a la vez respetar y extraer fuerzas de la diversidad.
Después de la decepción que significó Nairobi, muchos antiguos participantes del Foro se preguntan: ¿Sigue siendo acaso el FSM el vehículo más adecuado para la nueva etapa en la lucha del movimiento por la justicia mundial y la paz? O, habiendo cumplido con su función histórica de reunir y vincular a los movimientos contestatarios engendrados por el capitalismo mundial globalizado, ¿será acaso hora de que el FSM levante campamento y deje sitio para nuevos modos de organización mundial de la resistencia y la transformación?
* Walden Bello es director ejecutivo de Focus on the Global South, instituto de investigación con sede en Bangkok, y profesor de sociología en la Universidad de Filipinas. Publicado por Foreign Policy In Focus (FPIF), un proyecto conjunto del International Relations Center (IRC, en www.irc-online.org) y el Institute for Policy Studies (IPS, en www.ips-dc.org). Copyright © 2007, International Relations Center. Todos los derechos reservados.