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Shalmali Guttal*
14 de junio de 2006: Timor Oriental atraviesa en estos momentos una grave crisis política y humanitaria en la que se ha vulnerado la seguridad nacional, más de 30 personas han resultado muertas, muchas más heridas y más de 150.000 han sido desplazadas de sus hogares. Las facciones rebeldes han establecido sus bases en las colinas, mientras bandas armadas rivales están sembrando el terror en las calles de Dili. Las tropas pacificadoras de cuatro países están actualmente en Timor Oriental para restaurar la ley y el orden. Las facciones rebeldes y los líderes de oposición exigen la renuncia del Primer Ministro Mari Alkatiri como condición para deponer sus armas.
Existen indicios de que las diferencias políticas internas podrían haber sido manipuladas por fuerzas externas. Timor Oriental es un país de interés para muchos de sus vecinos (y algunas potencias distantes también), en función de sus reservas de petróleo y gas y su posición geográfica estratégica. En la actualidad los mayores contendores por el poder en Timor Oriental son Australia y Portugal, ambos países han enviado tropas para restaurar la ley y el orden. Indonesia está esperando su momento y lo más probable es que opere a través de ASEAN en el futuro inmediato. Los Estados Unidos parecen contentarse con actuar a través de Australia al menos durante la crisis, ya que están excesivamente involucrados en todas partes para enviar tropas de paz allí.
La crisis actual se presenta en los medios masivos de comunicación internacionales como un caso de “fracaso del estado”. Sin embargo, las Naciones Unidas y los países donantes no están dispuestos a examinar el fracaso del modelo de “construcción de la nación” y “reconstrucción post-conflicto” que imponen por la fuerza a un país que viene de 200 años de colonialismo y ocupación violenta. Más del 50 por ciento de los US$ 3 mil millones de “asistencia para la reconstrucción” fueron a parar a consultores extranjeros, contrataciones digitadas y salarios para expatriados. La enorme comunidad de expatriados de la industria de la reconstrucción ha creado una burbuja económica que colapsó cuando comenzó a darse por terminada la misión de la ONU. La industria de la reconstrucción que se levantó y luego se retiró, dejó tras de sí su huella evidente: desempleo, hambre y resentimiento.
Buena parte de la comunidad internacional ha culpado a Mari Alkatiri y al gobierno del Fretilin por la crisis actual. Esto coincide con los puntos de vista de los opositores de Alkatiri-Fretilin dentro del país, que acusan al Fretilin de manipular la confianza del pueblo timorés para imponer una forma de gobierno patrón-cliente funcional a sus propios intereses y no a los del pueblo de Timor Oriental. Existen incluso llamamientos a un “cambio de régimen” en la prensa internacional. Está claro que las fuerzas externas están en una posición de fuerza para manipular y explotar las luchas y los problemas internos del país.
En esta coyuntura es imperativo que la dirigencia de Timor Oriental se una para enfrentar la crisis actual de forma colectiva. Las decisiones sobre quién gobierna y quién lidera en Timor Oriental deben ser tomadas por el pueblo timorés, y no por Australia, las Naciones Unidas, Estados Unidos, Nueva Zelanda, Indonesia, Japón, ASEAN, el Banco Mundial o las empresas privadas que pretenden hacerse de los recursos del país. La prioridad más urgente es acompañar al pueblo de Timor Oriental en sus luchas por soberanía, paz y justicia económica y política.
En esta coyuntura es imperativo que la dirigencia de Timor Oriental se una para enfrentar la crisis actual de forma colectiva. Las decisiones sobre quién gobierna y quién lidera en Timor Oriental deben ser tomadas por el pueblo timorés, y no por Australia, las Naciones Unidas, Estados Unidos, Nueva Zelanda, Indonesia, Japón, ASEAN, el Banco Mundial o las empresas privadas que pretenden hacerse de los recursos del país. La prioridad más urgente es acompañar al pueblo de Timor Oriental en sus luchas por soberanía, paz y justicia económica y política.
Antecedentes de la crisis
Timor Oriental está atrapado en una espiral de crisis humanitaria y política. Lo que comenzó como una protesta de algunos soldados del ejército nacional, en el correr de los últimos dos meses se ha salido totalmente de control y ahora se parece más a una incipiente guerra civil.
En febrero, 591 soldados de las milicias – las Falintil, Fuerzas de Defensa de Timor Leste (F-FDTL)— presentaron al gobierno una petición en la que denunciaban la existencia de discriminación en el ejército por motivos étnicos y regionales. Los peticionantes, provenientes del oeste del país, planteaban que se los estaba ignorando en las tareas y las promociones para favorecer a sus colegas del este del país. Como protesta, estos soldados abandonaron los cuarteles y el Comando de las F-FDTL los consideró desertores o en ausencia sin licencia. Un mes después, en marzo, el gobierno timorés dio la baja a los 591 peticionantes –casi la mitad de la fuerza del F-FDTL compuesta por 1400 hombres—por deserción. El 24 de abril, representantes del grupo de peticionantes liderados por el teniente Gastao Salsinha tuvieron una reunión con el Presidente del país Xanana Gusmao y exigieron que el Presidente, el Parlamento y la Suprema Corte atendieran en forma urgente a sus reclamos y resolvieran la situación. Poco tiempo después, lo que parecía una manifestación pacífica terminó con hechos de violencia entre los manifestantes y los dueños de puestos de un mercado local. No está claro quién instigó a la violencia. El 28 de abril, una manifestación de unas 3000 personas que protestaba contra la discriminación en el ejército terminó con disturbios y los soldados del F-FDTL dispararon sobre la multitud, con un saldo de 5 muertos y muchos heridos.
En abril, el ejército timorés y las fuerzas policiales (la Policía Nacional de Timor Leste o PNTL) habían comenzado a fracturarse en facciones de “rebeldes” y “leales” que se volvieron unas contra otras y contra los civiles sospechosos de estar aliados a una u otra facción. Los rebeldes establecieron su base en las colinas que rodean Dili y cuentan con armas automáticas y otras de artillería. Los líderes rebeldes, el Mayor Alfredo Reinado y el Teniente Gustao Salsinha, pidieron reiteradamente la intervención de las fuerzas de paz internacionales –especialmente de las tropas australianas—para que se hicieran cargo de la seguridad nacional y del desarme de lo que denominan las milicias partidarias del Fretilin en la ciudad capital Dili y en áreas rurales. El mayor Reinado ha acusado a Alkatiri de ordenar a los soldados leales de las F-FDTL abrir fuego contra civiles inocentes durante la manifestación pacífica del 28 de abril.
La situación se ha complicado aún más con la participación de bandas locales integradas por jóvenes desempleados, hábiles en artes marciales y armados con machetes, cuchillos, y en algunos casos, armas de fuego, que se dice tienen vínculos estrechos con distintas facciones rebeldes, así como con milicias que actúan en Timor Occidental. Las bandas son las que más o menos gobiernan hoy las calles y han sido funcionales a diseminar el terror en Dili y más allá de la capital.
La ola de violencia que azota a Dili y sus alrededores desde abril, ha dejado más de 30 muertos, muchos heridos y más de 150.000 personas que han debido abandonar sus hogares. Hay indicios de que los disturbios se están expandiendo también a zonas rurales. Los alimentos, el agua potable y el combustible para cocinar escasean, y el novel servicio público de salud del país se ve severamente superado en sus esfuerzos por atender a las víctimas de la violencia. Igualmente graves son el temor y la absoluta falta de confianza y seguridad que domina hoy a la mayoría de los timoreses como consecuencia de los permanentes allanamientos de casas, comercios, oficinas e iglesias, la violencia callejera, los saqueos y los secuestros a manos de las bandas locales, a pesar de la presencia de más de 2.000 efectivos de las tropas de paz provenientes de Australia, Nueva Zelanda, Portugal y Malasia. Mientras los expatriados que viven en Dili tienen la opción de ser evacuados a zonas más seguras, la mayoría de los timoreses no cuentan con esa posibilidad, y se han visto obligados a huir a las colinas o buscar albergue en refugios temporarios en el aeropuerto, agencias de cooperación o en iglesias, La violencia de las bandas también obstaculiza los intentos de las agencias internacionales de ayuda de proporcionar alimentos, agua y atención sanitaria a los desplazados.
A comienzos de mayo, el gobierno creó la Comisión Investigadora que tiene el cometido de analizar los reclamos de los peticionantes y autorizó el pago de un subsidio para los peticionantes como medio de reintegrarlos a la vida civil. El gobierno también decidió ordenar a las tropas de las F-FDTL que vuelvan a sus cuarteles, y a los miembros de la PNTL que portan armas automáticas que se retiren de las patrullas. Estas decisiones tuvieron por objeto reducir los niveles de temor entre el público y convencerlo de que el gobierno tiene el control de la situación.
A fines de mayo, las tropas de la Fuerza de Defensa Australiana (ADF por sus siglas en inglés) habían arribado a Timor Oriental, seguidas a poco por las fuerzas policiales malayas, de Portugal y de Nueva Zelanda. El 31 de mayo, el Presidente Xanana Gusmao declaró “estado de crisis grave” por 30 días y asumió el control de la fuerzas de seguridad del país. El 1 de junio, bajo la dirección del Presidente Gusmao, el Primer Ministro Alkatiri destituyó al Ministro del Interior Rogerio Lobato y al Ministro de Defensa Roque Rodrigrues, y el 2 de junio, el Ministro de Relaciones José Ramos Horta asumió la cartera de defensa. Los líderes rebeldes no se aplacaron y exigieron a Gusmao que destituyera a Alkatiri como Primer Ministro. Alkatiri sin embargo, se niega a dar un paso al costado, insistiendo en que tiene el apoyo del Fretilin, y que el Fretilin es el gobierno legítimamente electo del país. Alkatiri proclama además que la crisis que atraviesa el país es un intento de golpe de estado cuyo objetivo es dividir al país y derrocar al gobierno democráticamente electo, para dejar el camino libre en las próximas elecciones nacionales.
El último giro de los acontecimientos ha sido la declaración del Comandante Vincente da Concecao, alias “Railos”, de que él y unos 30 ex guerrilleros anti-Indonesia fueron reclutados a comienzos de mayo por el ex Ministro del Interior Lobato para intimidar y asesinar a oficiales del ejército disidentes y miembros del Parlamento opositores al liderazgo de Alkatin. Estas declaraciones son respaldadas por el líder del Partido Democrático (uno de los partidos de oposición de Timor Oriental) Fernando Araújo, que declaró que tuvo que ocultarse luego de haber sido informado por funcionarios de la inteligencia local afines a él de que habían recibido órdenes de “altas jerarquías del gobierno” de asesinarlo. Tanto Railos como Araújo acusaron a Alkatin de ordenar la distribución de armas entre los militantes leales al Fretilin y de haber orquestado los brotes de violencia en el país. Alkatin y el Fretilin niegan estas acusaciones. El 11 de junio, el Ministro de Relaciones Exteriores Ramos Horta anunció que el Gobierno timorés solicitó a Naciones Unidas establecer una Comisión Investigadora Especial independiente para investigar los hechos y los temas que precipitaron la crisis.
¿Hubo manipulación externa?
Algunas fuentes internas y analistas extranjeros han planteado la preocupación de que las diferencias políticas en el interior del país hayan sido manipuladas con el fin de exacerbar una situación que podría haberse resuelto de una forma menos conflictiva.
A pesar de que el Fretilin domina el parlamento, el país tiene una oposición activa integrada por diversos partidos políticos que cuestionan la legitimidad del liderazgo del Fretilin, e incluso sostienen que la elección del propio parlamento no ha sido democrática. Los que se opone al gobierno de Alkatiri dicen que está dispuesto a adoptar medidas extremas para mantenerse en el poder. Por otra parte, existen diferencias entre los máximos líderes del país: el Presidente Xanana Gusmao, el Primer Ministro Mari Alkatiri y el Ministro de Relaciones Exteriores Jose Ramos Horta, que lideró la transición a la independencia del país bajo la supervisión de una administración interina de Naciones Unidas. Si bien Gusmao y Horta estaban a favor de adoptar un sistema presidencialista, Alkatiri logró introducir una forma parlamentarista de gobierno que recortó fuertemente el poder de gobierno del Presidente Gusmao. Sin embargo, Gusmao, es considerado mayoritariamente como el padre de la independencia de Timor Oriental y su respaldo a cualquier gobierno es un elemento crucial para asegurar la legitimidad del mismo. El estilo de liderazgo vertical y distante de Alkatiri se opone claramente a los rasgos basistas y populistas de los que se nutre Gusmao y a las inclinaciones de Horta hacia el estilo de liberalismo euro-estadounidense.
La deserción por parte del primer conjunto de soldados desconformes (también llamados los peticionistas) y las acciones posteriores de los rebeldes, denotan altos niveles de organización y confianza con respecto a su seguridad y a sus llamados en busca de apoyo internacional. Según algunos informantes timoreses los peticionistas no se llevaron armas al dejar los cuarteles. Sin embargo, las facciones rebeldes y muchos miembros de las bandas parecen estar muy bien armados, lo que hace sospechar que las armas ingresaron al país en forma ilegal.
También resultó inusual la aparente disposición inmediata de las tropas de la ADF australiana de movilizarse a Timor Oriental mucho antes de que se presentara una solicitud oficial de asistencia por parte del Gobierno timorés. Unos diez días antes del Congreso del Fretilin el 19 de mayo, dos naves de la armada australiana ya habían comenzado a trasladarse aguas al norte de Australia “en espera” para poder llegar a Dili rápidamente en caso de ser llamados por el gobierno timorés. Si bien la prensa y los medios australianos presentan la intervención de la ADF en Timor Oriental como motivada exclusivamente por la restauración de la paz y la estabilidad, muchos analistas dentro de Australia atribuyen motivos más siniestros al despliegue de fuerza y sospechan que en realidad está destinada a provocar un cambio de régimen y reemplazar al gobierno de Alkatiri por otro más afín a los intereses australianos.
Los Estados Unidos han estado sorprendentemente mudos en su respuesta a la crisis. Aunque han ofrecido apoyo al Gobierno timorés, por ahora parecen contentarse con dejar que Australia tome la posta. Sin embargo, el apoyo estadounidense a las actividades de “promoción de la democracia” en el país fue visto con desconfianza por parte del Fretilin y muchas organizaciones de la sociedad civil timoresa. En 2003, eran comunes los rumores en Dili de que el Instituto Republicano Internacional, una organización financiada por USAID, estaba apoyando un gobierno clandestino*. En 2005, la Embajada estadounidense en Dili apoyó las protestas encabezadas por la Iglesia contra los esfuerzos del gobierno de que la educación religiosa en las escuelas públicas fuera opcional. Estas protestas se transformaron en demandas para criminalizar la homosexualidad y el aborto, eliminar a los “comunistas” del gobierno y promover la renuncia de Mari Alkatiri.
La violencia de las bandas tampoco parece ser aleatoria, sino dirigida a objetivos específicos. El 31 de mayo, la oficina de la Unidad de Crímenes Graves (SCU por sus siglas en inglés) en la Oficina del Fiscal General de Timor Oriental fue saqueada por miembros de una banda no identificada. De acuerdo al Fiscal General Longuinhos Monteiro, la totalidad de las 138 computadoras de la oficina fueron secuestradas por los saqueadores y la SCU perdió el 99 por ciento de las pruebas reunidas en los últimos cinco años sobre los delitos cometidos por soldados indonesios y las milicias respaldadas por Indonesia contra los timoreses en 1999. Unos días después, la oficina de la Comisión para la Recepción, la Verdad y la Reconciliación en Timor Oriental (CRVR) en Dili también fue objeto de un ataque similar, aunque en este caso no se perdió la documentación sobre los crímenes del ejército y las milicias. El stock de arroz, los equipos agrícolas y las reservas de alimentos como arroz, maíz, porotos y semillas de sorgo almacenadas en depósitos del estado también fueron saqueadas, disminuyendo la capacidad del gobierno de responder a la escasez de alimentos y de apoyar a los miles de agricultores que practican agricultura de subsistencia en caso de pérdida de cosechas. Para los habitantes de Dili y sus alrededores, la situación actual implica revivir los aterradores recuerdos de la estrategia de quema de la tierra que implementaron las milicias respaldadas por Indonesia en 1999, cuando sus propios vecinos se transformaron en enemigos mortales.
La presencia de tropas extranjeras bien armadas con armamento de alta tecnología, equipamiento y transporte para el personal militar, no fue suficiente para disuadir la violencia de las bandas. Las primeras dos tareas del ejército australiano al llegar a Dili fueron asegurar el aeropuerto de Dili y confinar al resto del ejército y las fuerzas policiales timoresas a sus cuarteles. No hicieron, sin embargo, ningún intento para desarmar a los grupos rebeldes. También resultan perturbadores los informes de encuentros reiterados entre el comando de la ADF y Reinado, que indican la posibilidad de que la ADF considere que Reinado deberá jugar un rol importante en el futuro del país.
EL JUEGO DE LA CULPA
Los analistas internacionales, la prensa y los funcionarios de Naciones Unidas parecen concordar en que una de las causas importantes de los problemas que afectan a Timor Oriental en la actualidad es que la Autoridad Transicional de Naciones Unidas en Timor Oriental (UNTAET por sus siglas en inglés) –en particular la policía—abandonó el país demasiado rápido y antes de que éste estuviera en condiciones de hacerse cargo de su propia seguridad. Los altos funcionarios de Naciones Unidas, incluido el Secretario General Kofi Annan, advierten a las fuerzas de mantenimiento de paz internacionales la inconveniencia de abandonar las zonas de conflicto demasiado pronto. Los estados miembro de las Naciones Unidas han sido criticados por su apuro en reducir el tamaño de las operaciones de seguridad en Timor Oriental, a pesar de que los informes de la Oficina de Naciones Unidas en Timor Leste (UNOTIL por sus siglas en inglés) sostenían que la situación interna del país era frágil y sensible. Australia, y en particular los Estados Unidos, se opusieron incluso a la ampliación por 12 meses del mandato de Naciones Unidas este año, en agudo contraste con sus despliegues militares en otras partes del mundo. Refiriéndose indirectamente a Estados Unidos, Japón y Australia, Annan declaró recientemente: “Todos tenemos una lección a aprender aquí”, “Nosotros [la Secretaría de Naciones Unidas] habíamos señalado que las Naciones Unidas deberían permanecer en Timor Oriental por un tiempo más, pero los gobiernos –algunos gobiernos- se empeñaron en reducir la escala del operativo lo antes posible”.
Sin embargo, la parte del león de la culpa se ha dirigido contra el actual gobierno de Timor Oriental y el controvertido liderazgo de Mari Alkatiri. El consenso entre los líderes políticos, la intelectualidad, los analistas y la prensa parece ser que Timor Oriental se ha hundido en el caos y la ilegalidad debido a la “incapacidad de gobernar” del gobierno timorés, lo que haría necesaria una nueva intervención internacional. El gobierno cometió muchos errores, según la prensa y los informes de los medios, muchos de ellos escritos por intelectuales y analistas políticos muy influyentes de Australia, Nueva Zelanda, Estados Unidos, Singapur y Malasia. Alkatiri en particular ha sido descrito por la prensa dominante como “arrogante”, “distante” y “autoritario”. Si hubiera actuado con celeridad para atender los problemas planteados por los peticionantes, nada de esto habría pasado. Y si Timor Oriental colapsa como Estado, la culpa no es de nadie más que de los propios timoreses.
Otro factor que invoca frecuentemente la prensa es la división étnica y política entre los habitantes del este del país (lorosae) y los de la parte occidental (loromonu). Cuando Indonesia invadió Timor Oriental, el occidente del país fue pacificado antes que el este, lo que permitió que hubiera mayores bolsones de resistencia en el este. Muchos timoreses argumentan, sin embargo, que esto no constituye una división este-oeste y que la resistencia al dominio indonés fue uniformemente feroz en todo el país; incluso las guerrillas de las Falintil en la selva y en el este, sobrevivieron gracias al apoyo de los movimientos subterráneos de resistencia en el oeste. Si bien los timoreses reconocen que existen diferencias étnicas entre los numerosos grupos que pueblan el país, algunos también creen que la división lorosae-loromonu está siendo agigantada para tapar otros intereses creados.
Intereses antagónicos
Durante más de 200 años Timor Oriental ha sido colonizado y/o ocupado por Portugal, Japón e Indonesia. Ahora, incluso después de su independencia, el país sufre la marea de presiones de las potencias imperiales nuevas y viejas que compiten entre sí.
La dramatización que se advierte en las posturas de las potencias económicas y militares de la región indica que Timor Oriental puede bien transformarse en una zona de amortiguación entre Indonesia y Australia mientras éstas dan forma a sus respectivas esferas de influencia neo—coloniales. Las relaciones diplomáticas entre Jakarta y Canberra han estado tensas desde 1999 cuando Australia apoyó la independencia de Timor Oriental. Las relaciones han estado particularmente congeladas desde que Australia otorgó asilo a 42 ciudadanos de Papúa Occidental. Canberra y Jakarta equilibran fuerzas a la hora de ingresar en nuevos acuerdos de cooperación bilateral en materia militar y de seguridad, que incluyen aspectos como compartir la información de inteligencia, la vigilancia naval conjunta, la lucha contra el terrorismo y el crimen internacional, impedir la migración ilegal, y la asistencia mutua entre ambos gobiernos. Aún más importante es que Australia comprometerá su apoyo a la integridad territorial de Indonesia. El nuevo tratado viene a propósito de una reanudación plena de los vínculos militares entre los Estados Unidos e Indonesia, que habían estado congelados desde la masacre de noviembre de 1991 que terminó con más de 200 jóvenes timoreses muertos a manos de los militares indoneses en el cementerio Santa Cruz de Dili.
Indonesia está haciendo todos los esfuerzos a su alcance para proyectar su inocencia en relación a los problemas que afectan a Timor Oriental. Al comienzo de los desórdenes, cerró sus fronteras con Timor Oriental y desde entonces ha ofrecido sistemáticamente asistencia humanitaria. El 8 de junio, el diario Straits Times de Singapur informaba “Sería un acto de falsedad que alguien señalara como culpable a Jakarta. En realidad, los indonesios han permanecido fuera de este asunto con una actitud analítica, de ninguna manera podría acusárselos de instigar estas luchas civiles”. Apartándose de la posición oficial de Indonesia de que los problemas de Timor Oriental son “problemas internos” Amris Hasan, miembro de la Comisión de Relaciones Exteriores del Parlamento indonés declaró recientemente que Australia es responsable de la actual crisis en Timor Oriental. Según Hasan, Timor no estaba listo para la independencia en 1999, pero Camberra presionó fuertemente para que se produjera la independencia para favorecer sus propias ambiciones de super potencia a nivel regional, y posteriormente retiró sus tropas antes de que Timor Oriental hubiera alcanzado su estabilidad.
Los principales intereses económicos de Australia en aguas del norte son los campos de petróleo y gas de la Falla de Timor. Emulando el unilateralismo estadounidense, Australia se retiró de los mecanismos de solución de diferendos sobre límites marítimos de la Corte Internacional de Justicia y el Tribunal Internacional del Derecho del Mar dos meses antes de la independencia de Timor Oriental. Esto dejó a Timor Oriental sin ningún recurso legal para reclamar la parte que le correspondía de la riqueza proveniente del petróleo y el gas en el marco del derecho internacional. El lenguaje que usan los líderes australianos, tanto en el pasado como ahora, indica que consideran que la región que abarca Timor Oriental, Papua Occidental, Papua Nueva Guinea y las Islas Salomón constituye un “arco de inestabilidad” en el cual Australia debe actuar con firmeza para asegurar sus intereses nacionales y regionales.
También es importante aquí la puja entre Australia y Portugal sobre quién ejerce mayor influencia en Timor Oriental, el país al cual la prensa australiana denomina comúnmente como “el patio trasero de Australia” o “el umbral de ingreso a Australia”. Las recientes aseveraciones del Primer Ministro australiano John Howard, de que la crisis en Timor Oriental se debía a la “débil gobernanza”, fueron duramente criticadas por el Ministro de Relaciones Exteriores portugués Diogo Freitas do Amaral como una “intromisión en los asuntos internos” de Timor Oriental. Elementos conservadores de la prensa australiana han dicho que Portugal es “el enemigo diplomático de Australia en Timor Oriental” y denuncian que Portugal está apuntalando a Alkatiri para mantener el control sobre las políticas que se aplican en el país.
Las tensiones entre los dos países son también evidentes en las operaciones de mantenimiento de paz que se llevan a cabo actualmente en Timor Oriental. Lisboa se negó a la exigencia de Canberrra de que la fuerza de paz integrada por destacamentos de cuatro países responda al control único de un comando liderado por Australia. El impasse que sobrevino finalmente se resolvió separando el suburbio de Comodoro en Dili como “zona exclusiva” de operaciones de la policía portuguesa, que gradualmente se irá expandiendo hasta cubrir toda la ciudad. Entretanto, el Ministro de Justicia australiano Chris Ellison estuvo en Nueva York a comienzos de junio e intentó conseguir el apoyo de las Naciones Unidas para la actual fuerza liderada por Australia en Timor Oriental. De acuerdo a Ellison, la intervención de la ADF en Timor Oriental seguiría el modelo de la Misión Regional de Asistencia a las Islas Salomón (RAMSI por sus siglas en Inglés) a cargo de Australia, en la cual, las instituciones clave del estado como la policía, las prisiones, las cortes de justicia y las finanzas están en manos de los funcionarios australianos instalados para llevar adelante la administración por al menos una década.
La Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN por sus siglas en inglés) también está en el cuadro. De acuerdo al Ministro de Defensa de Malasia, Alkatiri hizo un llamado personal a Malasia para que enviara tropas de paz y Malasia respondió porque estaba preocupada por la falta de presencia de ASEAN en Timor Oriental para mitigar la crisis. Si ASEAN no actuara, su propia relevancia como agente de paz en la región sería cuestionada.
¿Quién fracasó en Timor Oriental?
En el último mes, los analistas políticos y los medios de información reiteradas oportunidades se han referido a Timor Oriental como “estado fracasado”, o nación al borde del “fracaso”. Sin embargo no han hecho frente a la interrogante más importante respecto a quién le falló a Timor Oriental
Cuando Indonesia invadió y ocupó Timor Oriental en 1975, los miembros más poderosos de la comunidad internacional hicieron la vista gorda. Los Estados Unidos, Gran Bretaña y gran parte de Europa, Australia, Nueva Zelanda, Japón, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Asiático de Desarrollo (ADB por sus siglas en inglés) financiaron la capacidad del Presidente Suharto para preparar una fuerza de ocupación y muerte. Pero en 1999, rápidamente se sumaron a los que propiciaban la independencia de Timor Oriental con ofertas de asistencia, asesoramiento político y un conjunto intrincado de programas de desarrollo y reconstrucción. Apegándose a su principio de no interferencia en los asuntos internos de ningún miembro, los países miembro de ASEAN no abrieron opinión sobre la invasión. Pero en 2000, contribuyeron con tropas para conformar la fuerza de mantenimiento de la paz en Timor Oriental y sin la más mínima vergüenza compitieron por los contratos de la reconstrucción.
El programa de Naciones Unidas para la “construcción de la nación” y la reconstrucción post-conflicto en Timor Oriental tuvo un costo alto, estuvo mal coordinado y fue rehén de las prioridades de los donantes que competían entre sí. Se colocó en manos de un gobierno timorés novato, inexperto y comprensiblemente nervioso, una cantidad muy grande de demandas que debió enfrentar sin la infraestructura ni los recursos o el apoyo logístico necesarios para poder cumplir con sus responsabilidades. En vez de ampliar las habilidades del gobierno para crear empleos y generar capacidad de gobierno y administración y levantar un sector público capaz de dar curso a las necesidades de la población local, los donantes prefirieron exigir la creación de un gobierno pequeño y eficiente orientado hacia el sector privado.
Desde 1999, se estima que los donantes internacionales comprometieron US$3 mil millones para la reconstrucción post-conflicto de Timor Oriental, y buena parte de estos fondos se canalizaron a través del Fondo Fiduciario para Timor Oriental (TFET por sus siglas en inglés) administrado por el Banco Mundial. Más de la mitad de esta asistencia extranjera fue a parar a los salarios y honorarios de consultoría de expertos y asesores extranjeros. Una evaluación de la Comisión Europea del TFET advirtió que más de un tercio de los fondos adjudicados se consumieron en honorarios de consultores extranjeros, gastos generales y contrataciones condicionadas. Muy poco del contenido del tarro de miel de la reconstrucción quedó efectivamente en Dili, y menos aún fue lo que se destinó a territorio timorés fuera de la capital para abordar las urgencias del hambre, la desnutrición, la seguridad alimentaria a largo plazo, el agua potable, la prevención de enfermedades o el desempleo. Tanto Australia como el Banco Mundial se negaron a ayudar a los timoreses a construir una industria arrocera o a lograr el autoabastacimiento en la producción de alimentos. Y como resulta evidente ahora, solo una parte muy reducida de los fondos se destinó a la construcción de infraestructura o a generar capacidad para poder manejar una crisis como la que enfrenta hoy Timor Oriental.
Igualmente impactante resulta la disparidad de los salarios de extranjeros y timoreses, y las diferencias en las oportunidades de empleo entre locales y extranjeros. Un consultor internacional de primera línea gana a menudo más en un mes que veinte colegas funcionarios públicos timoreses en un año entero. El salario de un chofer de Naciones Unidas probablemente sería mayor que el de un disertante universitario –si en realidad funcionara la universidad.
La presencia de una comunidad de expatriados con salarios muy altos creó una economía artificial, absolutamente dependiente de la presencia de la industria de la reconstrucción. La alimentación, la vivienda, los servicios, las instalaciones de recreación y las oportunidades de negocios abundaban para los funcionarios de las fuerzas de mantenimiento de paz, los administradores y profesionales del desarrollo y la seguridad, las ONG y los contratistas, mientras la mayoría de la población local debía luchar con la estructura disfuncional, la inexistencia o la mala calidad de los servicios y los empleos sin perspectiva. No es para nada sorprendente que esta disparidad evidente en los niveles de vida entre las comunidades locales y los beneficiarios de la industria de la reconstrucción terminara reflejándose en un clima de resentimiento, sospecha, incremento en la tasa de delincuencia y el descontento social. Al mismo tiempo, la presencia de la industria de la reconstrucción también implicó la creación de empleos, aunque más no fuera en forma temporal. Al parecer no se le ocurrió a los muchos “asesores” que construir una economía viable y autosustentable prácticamente de la nada, lleva tiempo, y que apenas la misión de Naciones Unidas comenzara a reducirse, esta burbuja económica iba a reventar. Hoy el desempleo en Timor Oriental supera el 50 por ciento, y la mayoría de los desempleados son jóvenes, listos para ser reclutados por las bandas y las milicias.
Los que se lamentan de la falta de profesionalismo y ética entre las fuerzas de seguridad de Timor Oriental harían bien en mirar atrás para ver cómo se manejó la “generación de capacidad” en esa área. En 2001, se acordó que los soldados de las Falintil (el ala armada del movimiento independentista anterior a 1999) se incorporarían a la FDTL y la PNTL. Para crear un ejército y una policía “modernos”, se introdujeron nuevas normas “profesionales” de reclutamiento, que incluían exigencias de nivel de educación, altura y salud, que muchos de los soldados de las Falintil no cumplían. Además, había más soldados de las Falintil que puestos disponibles. Como consecuencia, muchos veteranos de las Falintil fueron “reintegrados” sin éxito a la sociedad civil a través de la Organización Internacional de Migraciones del Banco Mundial (OIM) lo que dejó a los veteranos luchadores del ejército de liberación de Timor Oriental en la pobreza y la indigencia en un país liberado.
Bajo la presión de Estados Unidos y Australia de separar a las FDTL y la PNTL de la “política”, las autoridades de Naciones Unidas pasaron por alto las sensibilidades que era probable que surgieran al asignarse los puestos y responsabilidades militares. De acuerdo a Rahung Nasution, un conocido cineasta que vive en Dili, “la transformación de las Falintil, un ejército de liberación nacional, en un ejército regular destrozó la relación generada a lo largo de la lucha. La relación entre el guerrillero armado y la gente a lo largo de la historia de la resistencia se puede comparar a la que se desarrolla entre el pez y el agua. El nudo de una relación como ésta nunca se consideró importante en el proceso de institucionalización de la F-FDTL”.
La capacitación y educación de las nuevas fuerzas armadas y policiales también fue afectada por las disputas y competencias entre los países. Hubo frecuentes desencuentros entre los distintos países sobre qué sistemas, protocolos y prácticas deberían seguir la F-FDTL y la PNTL (los principales contendientes entonces como ahora, fueron Portugal y Australia), lo que creó confusión entre los reclutas que no estaban para nada acostumbrados a ninguna forma de actividad de seguridad, más allá de la guerra de guerrillas, ni a ninguna estructura de apoyo que no fuera la movilización de base. Si las fuerzas de seguridad de Timor Oriental son hoy un problema, son aquellos que tuvieron la tarea de capacitarlas quienes tienen la culpa.
Australia se ha negado a abandonar su dominio sobre la zona de petróleo y gas de la Falla de Timor, que recibió de Indonesia a cambio de no oponerse a la invasión indonesa a Timor Oriental. Se estima que las ganancias de la Falla de Timor superan los US$ 30 mil millones, gran parte de los cuales pertenece según el derecho internacional a Timor Oriental, y son dineros que el país necesita con desesperación para poder levantar la infraestructura social, física e institucional básica.
Un Timor Oriental económicamente independiente sería un Timor Oriental políticamente independiente no dispuesto a aceptar las presiones del Banco Mundial, el ADB y de los poderosos países donantes para que implemente una economía capitalista de mercado en todos los niveles, que provea mano de obra y materias primas baratas para las empresas privadas. No es de sorprenderse que habiendo experimentado de cerca el fracaso del modelo de construcción de la nación y reconstrucción, impuesto por la “comunidad internacional”, el gobierno de Timor Oriental haya intentado llevar al país por otra senda de desarrollo.
Llamados al cambio de régimen
Es posible encontrar la más perturbadora confluencia de intereses internos y externos en los llamados al “cambio de Régimen” que apuntan a derrocar al controvertido Primer Ministro Mari Alkatiri. Dentro del país, exigen la renuncia de Alkatiri las facciones rebeldes y los miembros de la oposición. Encabezados por uno de los líderes de la oposición, Manuel Tilman, un pequeño grupo de “intelectuales” trata de convencer al Presidente Gusmao para que deje en suspenso la constitución, disuelva el parlamento y designe un gobierno transitorio hasta las elecciones nacionales de 2007. La campaña para derrocar a Alkatiri no es nueva, se hizo pública el año pasado cuando el gobierno propuso que la educación religiosa en las escuelas públicas fuera opcional y no obligatoria. La Iglesia Católica presa de furia denunció al gobierno de Alkatiri como “extremista”, argumentando que la democracia estaba en peligro porque el gabinete integrado por algunos marxistas encubiertos, intentaba transformar a Timor Oriental en un país comunista.
Visiones como ésta fueron recogidas por líderes de opinión en Australia, Nueva Zelanda, Estados Unidos y ASEAN. En muchos medios de información australianos e internacionales, Alkatiri ha sido catalogado muchas veces como primer ministro desastroso, musulmán árabe yemení, astuto marxista, y comunista. En contraposición con estos apelativos está el “universalmente amado y admirado” Xanana Gusmao y el “siempre complaciente” ganador del Premio Nobel José Ramos-Horta.
En los primeros momentos de la actual situación de descontento, el cambio de régimen fue una consigna demandada casi con el mismo entusiasmo también por los medios informativos dominantes de Australia –en particular después de que Australia lanzara su intervención militar. Aunque ahora se ha moderado el lenguaje, el sentido de lo comunicado por muchos analistas australianos y regionales es que los días de Alkatiri como primer Ministro están contados y que Jose Ramos Horta bien podría ser el próximo Primer Ministro. En tanto, preocupados porque el “fracaso” de Timor Oriental signifique un debilitamiento de los intentos de ASEAN de construir una Comunidad de Seguridad de ASEAN, a la dirigencia de ASEAN le sirve que Gusmao y Ramos Horta “afirmen su liderazgo” para impedir “la desintegración del estado timorés”.
La oposición estadounidense y australiana al gobierno de Alkatiri proviene del hecho de que éste ha rechazado la ideología neo-liberal que es la esencia de los modelos de reconstrucción post-conflicto. Este rechazo se basa en que Alkatiri advirtió claramente las consecuencias prácticas de este modelo en los países africanos durante sus años de exilio en Mozambique.
Para muchos timoreses, Alkatiri no es un demonio. Es un “nacionalista en lo económico” que lucha con el Fretilin para construir un estado “popular” en vez de un estado “capitalista”. Se dice que Timor Oriental tiene una de las constituciones más progresistas del mundo. Alkatiri se ha negado terminantemente a aceptar préstamos del Banco Mundial y el ADB para evitar caer en la trampa de la deuda en una etapa tan temprana del país. A pesar de ser uno de los países más pobres del mundo, Timor Oriental sigue libre de deuda. Alkatiri se opuso a la privatización de los servicios esenciales como el agua, la educación, la energía eléctrica, el transporte y la salud. Su gobierno ha priorizado la salud, la educación y la agricultura como los sectores donde realizar las inversiones públicas y privadas, y ha promovido la producción nacional de arroz con el objetivo de reducir la dependencia de las importaciones de arroz (de acuerdo a un informe del PNUD, la producción de arroz creció de 37.000 toneladas en 1998 a 65.000 en 2004). Ha celebrado alianzas con Cuba, China, Brasil, Noruega y Malasia en un esfuerzo por diversificar las relaciones económicas del país y contrarrestar las ambiciones imperiales australianas y estadounidenses. Los médicos voluntarios cubanos asisten actualmente la salud de la población en muchas partes remotas del país. Cientos de jóvenes estudiantes timoreses estudian hoy medicina en Cuba a través de becas de estudio cubanas. Timor Oriental ha creado una Compañía de Petróleo estatal y un Fondo de Petróleo para administrar los ingresos provenientes de la extracción de petróleo y gas, y para asegurar que éstos se usen en inversiones en el sector público.
Alkatiri también ha probado ser una piedra en el zapato para el Primer Ministro australiano John Howard en las negociaciones de la Falla de Timor. Ha resultado ser un negociador duro y astuto y ha hablado contra las tácticas bravuconas del gobierno australiano. Aunque Timor Oriental todavía no ha obtenido la parte de las ganancias que le corresponde, ciertamente es varios miles de millones de dólares más rico que lo que sería si se hubiera concretado el trato que Howard puso sobre la mesa.
Pero para Australia, Estados Unidos y otras potencias económicas, tomar el control de los recursos de Timor Oriental y de su posición geográfica estratégica importa mucho más que las capacidades de Alkatiri para dirigir al país hacia su independencia económica.
En defensa de Timor Oriental
La etiqueta de un “estado fracasado” es extremadamente peligrosa para Timor Oriental y muy conveniente para sus vecinos. En el escenario de la seguridad mundial, un “estado fracasado” evoca las imágenes de un paraíso de terroristas y una guarida del crimen internacional. Esta es la etiqueta que legitima la invasión y ocupación militar, y guarda gran similitud con la excusa usada por Indonesia hace 31 años para invadir y ocupar Timor Oriental argumentando que el país se estaba transformando en un “estado comunista”.
La actual crisis de Timor Oriental no es un caso de fracaso del estado, sino un ejemplo trágico de la persistente y continua traición internacional. En 1999, el pueblo de Timor Oriental eligió la independencia. En vez de recibir la ayuda y solidaridad que esperaban y que les habían prometido, fueron víctimas de la manipulación política, el oportunismo económico y la arrogancia paternalista de los países más poderosos del mundo.
Esto no quiere decir que los líderes de Timor Oriental no tengan ninguna culpa por lo que sucede. Alkatiri y el Fretilin son acusados por muchos timoreses de corrupción y nepotismo. Pero hay otras altas figuras de la política timoresa implicadas. La existencia de sospechas profundamente enraizadas, las animosidades y las alianzas con algunas diásporas han minado el proyecto de construcción de nación. El colapso del aparato de seguridad nacional, y el terror creado por la reciente ola de violencia han socavado la confianza del pueblo timorés en el gobierno. Por debajo de esta situación subyacen altos niveles de pobreza, desempleo, desnutrición y enfermedades prevenibles. La mayoría de la población vive en áreas rurales que tienen muy malas conexiones con la capital y carecen de los servicios públicos básicos. Muchos albergan el dolor y el resentimiento de que los responsables de la matanza que llevó finalmente a la independencia del país nunca fueron juzgados. Las comunidades vulnerables son fácilmente presas de la manipulación, en especial cuando pierden la confianza en sus principales instituciones y dirigentes.
Ciertamente si hay alguien que podría haber calmado la situación es Xanana Gusmao, y hay quienes se preguntan por qué no se hizo cargo de la situación antes. Cuando no hay liderazgos claros, fuertes y unificados, las luchas internas y los fracasos abren espacios que son explotados por fuerzas externas. El Presidente Gusmao está demostrando ahora la importancia de ese liderazgo. Al dirigirse al Parlamento timorés el 14 de junio, reconoció la responsabilidad colectiva de todos los elementos del estado timorés por la crisis, y se comprometió a respetar la Constitución hasta el final de su mandato en 2007, distanciándose así de los rumores de que podría apoyar los planes para derrocar al gobierno de Alkatiri, dejando en suspenso la constitución.
Las decisiones sobre quién gobierna y lidera el país y cómo, son una prerrogativa del pueblo timorés, no de Australia, Estados Unidos, Nueva Zelanda, Indonesia, Japón, ASEAN o las empresas privadas que intentan explotar los recursos del país. El futuro de los partidos y los líderes políticos de Timor Oriental deberá depender de un proceso político genuinamente timorés, y no de la interferencia de fuerzas externas cuyo objetivo es asegurar sus propios intereses económicos, políticos y militares. En 2007, Timor Oriental tendrá nuevamente elecciones. Pero a menos que se hagan esfuerzos serios y concertados para que los timoreses y la comunidad internacional reconstruyan lo que se ha destruido en estos últimos meses, el pueblo timorés irá a votar en medio de un clima de temor y bajo condiciones de penuria económica muy graves.
Más de dos décadas de ocupación colonial y guerra han dejado a las comunidades timoresas fracturadas y dispuestas a cambiar de alianzas en función de motivos étnicos, regionales y a menudo estrechamente pragmáticos asociados a la necesidad de asegurarse la supervivencia. La estrategia colonial de “divide y reinarás” garantiza que la unidad nacional no necesariamente surja con la conformación de una nación post-colonial. La construcción de la paz, la confianza, la seguridad, la colectividad, la comunidad, y finalmente, la construcción de una nación, lleva tiempo. Debe darse a Timor Oriental los tiempos que necesita.
En la actual crisis la primera prioridad es garantizar la seguridad física y económica del pueblo timorés, incluido el acceso inmediato a alimentos, atención de la salud, agua, vivienda, y otros servicios básicos. En segundo lugar, debemos vigilar y oponernos colectivamente a que fuerzas externas intenten intervenir con la excusa de restaurar la ley y el orden en el marco de un mandato de Naciones Unidas.
El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas ha aceptado, a solicitud del gobierno Timorés, enviar otro contingente de fuerzas de mantenimiento de la paz. Si bien probablemente Indonesia no integre estas fuerzas, es necesario también que exijamos que el papel de Australia sea mucho menor. En la reunión del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que está teniendo lugar en estos momentos, Australia ya ha expresado su oposición a que una fuerza de Naciones Unidas se haga cargo del mantenimiento de la paz en Timor Oriental. El embajador australiano Robert Hill ha dicho ante el Consejo que Naciones Unidas debe atender las necesidades de Timor Oriental a más largo plazo y dejar que Australia se haga cargo de la seguridad. Sin embargo, Timor Oriental ha declarado que la presencia de una fuerza de Naciones Unidas en la que participen más países como Fiji, Singapur y Tailandia es esencial para “reducir las tensiones políticas y diplomáticas”. La posición australiana es extremadamente preocupante, especialmente porque no parece probable que la fuerzas de Naciones Unidas arriben a territorio timorés antes de seis meses. No sólo es fundamental que una fuerza internacional bajo la supervisión de Naciones Unidas lidere el mantenimiento de la paz en Timor Oriental, sino que además una de las tareas cruciales de estas operaciones debe ser la regeneración de la capacidad de los timoreses de garantizar su propia seguridad. No debe obligarse a Timor Oriental a aceptar que fuerzas australianas o de cualquier otra nacionalidad actúen como sus fuerzas policiales delegadas.
Y cuando comience la segunda ronda de reconstrucción post-conflicto –como casi ciertamente va a suceder- debemos defender firmemente en todos los foros posibles los derechos del pueblo timorés a ser el creador de sus propios planes de desarrollo y reconstrucción, y garantizar que cuente con los recursos necesarios que lo ayuden a reconstruir sus comunidades, su sociedad y su nación.
* Shalmali Guttal integra Focus on the Global South. La autora quiere agradecer a Dr. Tim Anderson, Dr. Walden Bello, Nicola Bullard, Jenina Joy Chavez, Antero D’Silva, Emilia Pires, Lee Tan y Julie Wark por sus contribuciones y sus comentarios. Dirección de contacto: [email protected]