por Seema Mustafa*
(Este artículo fue publicado primero en Asian Age http://www.asianage.com/)

BEIRUT, 12 de agosto de 2006: El Líbano es un país que claramente no ha perdido su temple, pero está preocupado, triste, y, nadie dudará en decirle, "muy pero muy enojado". El viaje de ocho horas por carretera de Damasco hasta Beirut a través de una ruta tortuosa que nos lleva todo a lo largo de la costa hasta el punto de control de Daebouissie para entrar al norte del Líbano, está marcado por los signos de la devastación, la huída de los refugiados y una nación que no ha perdido su capacidad de recuperación y que se ha cerrado filas detrás de Hezbollah y de su carismático líder de 48 años, Sayyed Hassan Nasrallah.

Familias con hijos chicos se apilan en largas colas en medio del calor con sus autos abollados, esperando que revisen sus papeles para entrar a Siria. Una madre joven con cuatro niños pequeños nos cuenta que su casa no fue bombardeada. "No queríamos irnos pero estamos obligados porque los niños se aterrorizan cuando ven venir los aviones israelíes" nos dijo. Un padre, sentado con dos jóvenes brillantes hablando en un inglés perfecto, deja su hogar en el norte del Líbano para ir a Damasco. ¿Por cuánto tiempo? Sacude los hombros, "Quién sabe, pero volveremos". Sus hijos son sombríos, pero están resignados a que verán interrumpidos sus estudios ahora que la guerra se ha extendido al norte, y se han cerrado las escuelas. Los niños pequeños de las familias de refugiados mendigan para comer y algunos se ofrecen a lustrar los zapatos a cambio del dinero que tanto necesitan.

A tres kilómetros de la frontera comienzan a verse las señales de la agresión israelí. Justo cuatro horas antes que pasáramos por allí, los aviones israelíes atacaron un puente y lo destruyeron. Éste es al parecer el patrón general, ya que todos los puentes a lo largo de la ruta han sido bombardeados, y ahora los libaneses deben utilizar caminos laterales para viajar. La principal carretera entre Siria y Beirut está inutilizada porque ha sido blanco de las bombas en toda su extensión y no hay caminos laterales que se puedan usar. En Haissa, en un bombardeo hace 24 horas, murieron doce personas y diez resultaron mal heridas en un ataque aéreo israelí. Hace cinco días, el blanco fue un campo de refugiados palestinos cercano a Trípoli, y los aviones israelíes atacaron un puesto policial donde murieron ocho policías libaneses. Un poco más adelante en nuestro camino, encontramos otro puente destruido hace seis días; hubo víctimas pero no hay nadie en los alrededores para darnos las cifras. Allí está un auto completamente incendiado, mudo testimonio de que también hubo muertes en ese ataque. No queda un sólo puente intacto tras los ataques aéreos de la semana pasada que destruyeron esa infraestructura tan valiosa en el norte del Líbano, un lugar que oficialmente no era un blanco para los israelíes.

El otro blanco visible en la zona son las estaciones de combustible. Ahora, el Líbano no tiene combustible; en Abi Shamra, vemos una enorme estación devastada conjuntamente con un puente y los postes eléctricos cercanos. Este ataque también tuvo lugar el sábado de mañana. Ciudadanos libaneses han subido los postes y están intentando restaurar la electricidad mientras otros nos muestran la devastación y expresan su enojo. Diez kilómetros dentro del territorio del Líbano era evidente que los blancos israelíes no eran militares por su características sino que todos los esfuerzos apuntaron a destruir la infraestructura, parar el suministro de gas, alimentos y los productos esenciales al impedir el paso de los camiones que no pueden circular por los caminos laterales, y hacerle la vida imposible a los civiles libaneses. "Están luchando contra nosotros, no contra el ejército, nuestro Hezbollah lucha contra su ejército, no contra su población civil", señala con calma un libanés.

El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas quizás haya aprobado una resolución, pero aquí en el norte o el sur del Líbano no ha habido ninguna tregua de la ofensiva israelí.

Los bombardeos continúan, y en Beirut los hoteles, los mercados y las plazas se llenan de personas desplazadas provenientes del sur. El pequeño hotel donde nos estamos quedando está atestado con libaneses desplazados: las mujeres con lágrimas en los ojos, los hombres apenas pueden hablar sin que la emoción los embargue, ya que la mayoría ha visto sus casas destruidas y la muerte de sus familias. Una hermosa mujer sentada en el lobby del hotel mientras fuma un hookah tradicional, me dice como si hablara del tiempo: "Mi casa ha desaparecido totalmente, no creemos que esto se vaya a detener. Estamos aquí ahora, mañana este mismo hotel podría no ser seguro". Hay temor en la mirada de su pequeña hija, que acaba de dar sus exámenes del último año escolar pero no sabe qué va a pasar con ella y su familia. Son de Tiro.

Israel está usando bombas de fósforo blanco, pero hasta ahora no hay rastros de bombas con cabeza de uranio. Se usaron bombas de dos toneladas en el vecindario. Las localidades civiles están virtualmente destrozadas en el sur de Beirut y los suburbios. Esta ciudad habitualmente llena de luces es hoy una ciudad fantasma. Según un activista: "Es una guerra de muy alta intensidad". Los negocios han cerrado las cortinas metálicas y solamente los letreros hablan de un Beirut que es famoso en todo el mundo por su vida nocturna. Casinos, hermosos complejos turísticos de lujo a lo largo de la costa y salones de belleza hablan de otro mundo, pero todo lo que se ve ahora es a la gente apurada y tensa, que durante las horas de luz intenta conseguir algo de combustible o alimentos, y terminar sus asuntos antes que los aviones de guerra israelíes vuelvan a barrer la ciudad.

Los libaneses de Beirut han comenzado a recibir llamadas telefónicas en sus celulares. Es el método de guerra sicológica que Israel ha perfeccionado.

La voz en el teléfono transmite este mensaje: "Éste es el ejército israelí. Si usted está muy cerca de Hezbollah le aconsejamos que no siga en contacto con ellos. Los vamos a arrasar y no queremos que usted salga herido". El objetivo es crear miedo, pero los libaneses que nos cuentan esto comentan "todos nos reímos, es tan infantil, tan estúpido". Dicho sea de paso, este informe está siendo redactado después que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aprobara la resolución que ha traído un alivio a la región. Nadie en Beirut espera mucho de esta resolución, y si bien puede haber alguna esperanza, también está claro que existe una firme resolución de seguir a "Hezbollah y cualquier decisión que tome". Hezbollah ha dejado claro que espera que el gobierno libanés adopte la decisión correcta "por el bien de la nación" y que ellos la respetarán. Para el pueblo que vive bajo el terror, esto es semántica; para ellos la guerra terminará, al decir de hasta el último niño, solamente después que "Israel se retire de nuestras tierras y podamos irnos a casa".

* Seema Mustafa es una de doce integrantes de la Misión Internacional de Paz de Parlamentarios y Organizaciones de la Sociedad Civil que actualmente visita el Líbano. Es editora residente de Asian Age.