por Herbert Docena*
Con apenas 700 metros de altura, la montaña llamada Bud Dahu se yergue amenazante en el interior de la isla como una memoria distante, visible desde prácticamente todo el territorio de la isla de Sulu en el sur de Filipinas. El pico Bud Dahu, que fuera en algún tiempo un volcán activo, hoy está superpoblado de árboles gigantes de guayabas, mangos y otras frutas tropicales, que apenas dejan ver el cielo; las cañas de bambú, los helechos y los matorrales han invadido cada pulgada de este suelo extremadamente fértil; la vegetación es tan exuberante y cerrada que se torna casi imposible atravesarlo de un lado al otro. Parecería que la naturaleza ha estado intentando dar lo mejor de sí para ocultar el pasado que yace debajo del follaje.
Es poco probable que los soldados estadounidenses hagan una visita al pico Bud Dahu. Este mes, unos 250 soldados más se unieron a un número indeterminado de marines que están en la isla desde febrero del año pasado. Forman parte de los más de 5.500 soldados estadounidenses integrantes del último contingente que Estados Unidos ha mandado a Filipinas en su sistemático e ininterrumpido despliegue de tropas en el país desde el comienzo de la guerra global “contra el terror” lanzada después del 11 de septiembre de 2001
No está claro a qué vienen a Sulu. El presidente George Bush ha declarado que las Filipinas, junto con Irak y Afganistán, constituyen un frente en la Guerra contra el terror” y otros oficiales estadounidenses han llamado al país reiteradamente “un tipo de Afganistán oriental” En realidad, se dice que es en las montañas de Sulu donde se ha refugiado el remanente del grupo Abu Sayyaf, al que Washington ha etiquetado de organización terrorista con supuestos vínculos con al-Qaeda. El Abu Sayyaf -que en opinión de la población local, más que una rama de la red “del terrorismo islámico global” es un agrupamiento extremista de un movimiento secesionista local- a pesar de estar aislado y diezmado, sigue siendo “por lejos el grupo más peligroso en Filipinas” al decir del Asesor de Seguridad Nacional Norberto Gonzáles
Pero el gobierno Filipino y los militares lo explican como si el hecho de que las tropas estadounidenses vengan al lugar donde está el Abu Sayyaf fuera una simple coincidencia. Según los pronunciamientos oficiales, las tropas estadounidenses solamente vienen a ayudar: a entrenar a los soldados filipinos, realizar misiones médicas, construir escuelas, e incluso ofrecer servicios veterinarios para las mascotas. A pesar de que han sido enviadas a zonas de conflicto reales, con enemigos vivos reales a los que tienen autorización de dispararle en caso de ser atacadas, las tropas estadounidenses no han venido a hacer lo que hacen los soldados: combatir.
Y sin embargo, en Sulu, la gente con la que hablamos denuncia que es precisamente eso lo que hacen los estadounidenses –y no contra el Abu Sayyaf, sino contra el Frente de Liberación Nacional Moro (MNLF por sus siglas en inglés), el movimiento separatista que todavía conserva una gran popularidad y apoyo, y que en 1996 llegara a un acuerdo de paz a cambio de la autonomía de la isla bajo el gobierno central.
La presunta participación en combate de las tropas estadounidenses tuvo lugar en noviembre del año pasado, cuando las fuerzas armadas filipinas lanzaron una ofensiva contra enemigos a los que etiquetaron como miembros del Abu Sayyaf. Sin embargo, los bombardeos (con bombas de 1000 libras) cayeron sobre quienes reclaman ser en realidad miembros del MNLF y no tener nada que ver con el Abu Sayyaf.
Los testigos sostienen que en el medio de la acción las tropas estadounidenses estaban en la vecindad de la zona de combate, que marchaban junto a los soldados filipinos en sus camiones ayudando a lanzar las bombas, desactivando minas y operando aviones espías. Cuatro soldados estadounidenses murieron según las denuncias, aunque no es posible corroborarlo con fuentes independientes, a menos que Estados Unidos presente una lista completa y sin censuras de todas las bajas.
Los militares estadounidenses y filipinos no niegan haber estado presentes en Sulu cuando sucedieron los combates, pero sí niegan que estuvieran haciendo algo efectivamente relacionado con el combate. Algunas denuncias de los testigos han sido confirmadas por militares estadounidenses. El General Nehemias Pajarito, el militar de mayor rango presente en la isla y responsable de las operaciones de noviembre, confirmó que los soldados estadounidenses estuvieron realmente donde fueron vistos –en la vecindad de la zona de combate- pero dijo que solamente fueron a reparar los daños sufridos por las cañerías de agua – en pleno auge de las operaciones bélicas. Otro coronel filipino que rehusó a dar su nombre, admitió que en realidad les pidieron a los estadounidenses “asistencia técnica” para retirar las minas. Un avión espía -que según los pobladores locales fue visto durante las operaciones – fue encontrado hace poco por un agricultor, después de haberse estrellado.
Los militares estadounidenses y filipinos no niegan haber estado presentes en Sulu cuando sucedieron los combates, pero sí niegan que estuvieran haciendo algo efectivamente relacionado con el combate. Algunas denuncias de los testigos han sido confirmadas por militares estadounidenses. El General Nehemias Pajarito, el militar de mayor rango presente en la isla y responsable de las operaciones de noviembre, confirmó que los soldados estadounidenses estuvieron realmente donde fueron vistos –en la vecindad de la zona de combate- pero dijo que solamente fueron a reparar los daños sufridos por las cañerías de agua – en pleno auge de las operaciones bélicas. Otro coronel filipino que rehusó a dar su nombre, admitió que en realidad les pidieron a los estadounidenses “asistencia técnica” para retirar las minas. Un avión espía -que según los pobladores locales fue visto durante las operaciones – fue encontrado hace poco por un agricultor, después de haberse estrellado.
Las acusaciones son suficientemente explosivas. Dicho en forma simple, en Sulu piensan que los gobiernos de Estados Unidos y Filipinas no están diciendo la verdad cuando dicen que los soldados estadounidenses vinieron a cuidar mascotas. Pero las acusaciones aún no han provocado ninguna explosión; para el gobierno es demasiado descabellado que se sugiera que las tropas enviadas a zonas de combate efectivamente participen en los combates.
Y sin embargo, en el momento en que originalmente estaba prevista la llegada de tropas estadounidenses a Sulu en febrero de 2003, su misión no era ningún secreto. El pentágono estaba supuestamente preocupado por la posibilidad de que sus tropas sufrieran bajas -algo que no sería posible explicar a la opinión pública si simplemente estaban realizando “maniobras de guerra”. En caso de que esto sucediera, según Los Angeles Times, las contrapartes filipinas les habrían solicitado a los militares estadounidenses que le mintieran a la opinión pública. “Siempre podemos cubrirlo”, les dijeron los militares filipinos, según el informe.
Finalmente, el Secretario de Defensa Donald Rumsfeld eligió hacer la siguiente declaración: “Sea lo que sea que hagamos, lo describimos en palabras que son consistentes con la forma en que hacemos las cosas. Y no es nuestra tendencia entrenar a la gente en el combate”. Otro oficial del Departamento de Defensa estadounidense fue incluso más descriptivo: “Esto no es un ejercicio, esto será un esfuerzo sin límites”.
Aunque las operaciones finalmente se cancelaron debido a la reacción de la opinión pública en Manila, el gobierno estadounidense nunca retiró su caracterización de las maniobras planificadas como una operación efectiva de combate. Desde ese momento, algunos sectores en Washington, incluidos los militares de mayor rango del ejército estadounidense como el entonces presidente de la Junta de Jefes del Estado Mayor, Richard Myers, y el Comandante en Jefe del Comando del Pacífico, el Almirante Thomas Fargo, han estado alentando la realización de “una misión más larga y más intensa” en el país.
A partir de entonces, el General Myers ha incluido a las Filipinas en la lista de “objetivos emergentes de la guerra preventiva” de una nueva unidad militar estadounidense autorizada a conducir operaciones clandestinas en el exterior. Seymour Hersh, el prominente periodista de investigación, escribió refiriéndose a la orden presidencial que autoriza al Pentágono a “operar en forma unilateral en una serie de países en los que existe la percepción de una clara y evidente amenaza de terrorismo –incluso aunque los gobiernos de esos países hayan estado cooperando con la ‘guerra contra el terror’”.
No está claro si las tropas estadounidenses estaban concientes de que las fuerzas que combatían sus contrapartes filipinas –mientras ellos reparaban las bombas de agua- eran miembros del MNFL. Tampoco está claro aún qué querían ganar uniéndose al combate contra ellos. Pero una cosa es incontrastable en Sulu: el despliegue de fuerzas estadounidenses no está contribuyendo a evitar que la isla quede inmersa en una guerra a gran escala. Con las recientes ofensivas militares contra el MNLF, las sucesivas matanzas de civiles en los asaltos a las ciudades que siguen sin esclarecerse, y los aviones espías, los helicópteros y los buques de guerra que vienen y van, los residentes de Sulu sienten que están reviviendo una vez más la guerra a gran escala de la década de 1970, sólo que ahora con la presencia de los marines alrededor.
Y mientras los soldados estadounidenses merodean en el territorio de Sulu, una montaña parece estar en la mente y en la voz de la mayoría de los habitantes: Bud Dahu. Exactamente igual que un siglo atrás, este mes de marzo, familias enteras en la isla empacaron todas sus pertenencias y treparon al cráter de la montaña para escapar y resistir a la dominación de los colonizadores estadounidenses en sus poblados. Una brigada militar de Estados Unidos, a la que desde entonces se recuerda como la brigada Wood, por el nombre de su comandante el general Leonard Wood, cargó contra la montaña y rodeó su borde. Apoyados por tropas “filipinas” desde el norte, los cañones fueron enfilados apuntando al fondo del cráter durante cuatro días ininterrumpidos.
Cuando se asentó la polvareda en el pico de la montaña, entre 600 y 900 Moros yacían sin vida. No se salvó nadie, “ni siquiera un bebé que pudiera llorar la muerte de su madre”, escribió el novelista estadounidense Mark Twain. De acuerdo a los pobladores locales, cientos de muertos fueron abandonados y enterrados en el cráter. Los estadounidenses continuaron con las matanzas, y otros 4.000 moros murieron en circunstancias similares en otras dos montañas.
Cuando llegaron aquí la primera vez, también dijeron que habían venido solamente para ayudar.
* Herbert Docena es investigador asociado de Focus on the Global
South. Recientemente estuvo en Sulu para investigar las denuncias de que las fuerzas estadounidenses están participando efectivamente en los combates en la provincia. Su informe completo fue publicado originalmente en Asia Times Online el pasado 25 de Febrero de 2006
http://www.atimes.com/atimes/Southeast_Asia/HB25Ae04.html.)
South. Recientemente estuvo en Sulu para investigar las denuncias de que las fuerzas estadounidenses están participando efectivamente en los combates en la provincia. Su informe completo fue publicado originalmente en Asia Times Online el pasado 25 de Febrero de 2006
http://www.atimes.com/atimes/Southeast_Asia/HB25Ae04.html.)