por Herbert Docena*
BEIRUT, 14 de agosto de 2006. Hussein Choumer está parado en una esquina del distrito de Haret Hreik en los suburbios del sur de Beirut. A su alrededor hay montañas de escombros, los restos de más de 100 edificios residenciales, en su mayoría de diez pisos, arrasados por los misiles israelíes y ahora convertidos en monumentos a la destrucción. Libros, toallas, lavarropas y colchones están esparcidos por las calles, cubiertos por una capa gruesa de polvo de hormigón y cenizas. La última página de un calendario muestra el día en que todo comenzó: el 12 de julio; las agujas del reloj de una tienda se detuvieron a las 12:25. En el aire se percibe una extraña mezcla de suciedad y pólvora.
Hussein, su esposa y sus tres hijos vivían aquí. Su casa desapareció. No obstante, "considero que mi pérdida es ínfima", afirma Hussein. "Lo que importa es que nuestros hermanos están luchando en el sur del Líbano. Y mientras luchan, me están devolviendo mi casa". Dos horas más tarde, una descarga de bombas ‘rompe-bunker' israelíes cae nuevamente sobre el barrio.
Sesenta de las miles de familias que perdieron sus hogares en estos suburbios están acampando en una escuela en el centro de Beirut. Fuera del edificio, un gran retrato del líder de Hezbollah, Sheik Hassan Nasrallah, cuelga en el centro de una cuerda de tender la ropa sobre la calle angosta. En el interior del edificio los ánimos no están para nada abatidos. Más de cien niños corren y juegan en el pequeño patio. Poco tiempo después, comienzan a cantar: "¡Amamos a Nasrallah!" Los adultos acompañan el canto. Estas familias acaban de perder todo. Y sin embargo manifiestan una gran alegría.
Con más de 1.400 muertos, más de 3.000 heridos, más de un millón de desplazados y distritos enteros de la ciudad en ruinas, el Líbano recibió hoy el "cese de hostilidades" con una mezcla de asombro y ansiedad, lamentos y celebración.
La tenacidad de la familia de Hussein y las otras familias desplazadas es quizás una de las muestras más evidentes de la imposibilidad de Israel de lograr los objetivos militares que subyacen a esta guerra. Si el propósito del bombardeo aéreo masivo y el arrasamiento de los poblados que ha tenido lugar durante treinta días era atemorizar al pueblo, como creen muchos libaneses, entonces es posible que el resultado sea justamente lo contrario.
En el sur, donde la lucha y la devastación fueron más intensas, el sonido de las explosiones proviene de petardos y disparos de celebración y no de la artillería y las bombas. A las 8:15 de la mañana, apenas quince minutos después del inicio del cese del fuego, miles de familias comenzaron a volver a sus poblados vacíos. Si la aspiración de Israel fue la limpieza étnica del sur, al parecer sus esfuerzos por ahora han fracasado.
"Hezbollah le ofrenda su victoria al pueblo libanés", afirmó el Dr. Ali Fayyad, miembro del secretariado político del partido de Hezbollah. Una ofrenda que al parecer muchos libaneses han aceptado de inmediato. En la noche, exactamente a la misma hora en que el Presidente de EE.UU. George Bush aparecía en televisión calificando a Hezbollah como "terroristas que quieren privar al pueblo libanés de su libertad", caravanas de jóvenes manifestaban por las calles de Beirut soplando cornetas, vitoreando a voz en cuello y agitando las banderas de Hezbollah y del Líbano. En las esquinas, jóvenes y viejos por igual reunidos en pequeños grupos, repartían fotos de Nasrallah a los automovilistas.
A pesar de los persistentes intentos para mostrar a Hezbollah como una "organización terrorista" aislada, de musulmanes chiítas, la mayoría de la población libanesa –incluso cristianos y musulmanes sunitas– han apoyado a este grupo. Una encuesta local realizada recientemente muestra que el 87% de la población apoya a Hezbollah, incluidos cuatro de cada cinco cristianos y drusos y nueve de cada diez musulmanes sunitas.
Pero si bien la mayoría de los libaneses reconocen el liderazgo de Hezbollah en la lucha contra Israel, lo que muchos describen sistemáticamente como la "resistencia nacional" es una coalición amplia que incluye prácticamente a todas las fuerzas políticas importantes del Líbano, incluido Amal, el otro movimiento chiíta importante, el Partido Comunista del Líbano (PCL), otros grupos de izquierda y demócratas liberales, e incluso el Movimiento Patriótico Libre del General Michel Aoun, perteneciente al ala derecha del espectro político libanés.
"Tenemos un chiste que dice que en la familia libanesa promedio con siete hijos, cuatro hijos serán partidarios del Hezbollah, dos serán comunistas y uno estará con Amal, todos ellos con la Resistencia", comenta Khaled Hadadeh, secretario general del PCL.
El PCL, un partido secular de izquierda cuya composición trasciende las diversas religiones, ha tenido una relación muy estrecha con Hezbollah y ha luchado junto a este movimiento en los frentes de batalla en el sur. Según Hadadeh, por lo menos doce miembros y simpatizantes del PCL murieron en los enfrentamientos.
La guerra no ha sido, como se informa con frecuencia, sólo entre Israel y Hezbollah. Contrariamente a las acusaciones de Bush de que las acciones de Hezbollah han desafiado al gobierno del Líbano, desde el inicio de la guerra el gobierno libanés ha apoyado sistemáticamente las posiciones y demandas de Hezbollah. Hezbollah, por su parte, ha prometido acatar las concesiones del gobierno libanés.
La mayoría de los libaneses cree que ha sido esta unidad entre los grupos libaneses antiguamente divididos lo que en última instancia ha derrotado a Israel. "Esta unidad es especialmente importante porque el Líbano ha sido un país que ha estado en guerra consigo mismo", resalta Anwar Al-Khalil, miembro del parlamento por Amal. Los grupos que hoy integran la "resistencia nacional" estaban en bandos opuestos según las líneas políticas que dividían a Beirut durante la guerra civil del Líbano en las décadas de 1980 y 1990.
El Presidente del Líbano Emile Lahoud, cristiano maronita, afirmó: "Hoy hemos salido de esto más fuertes y más unidos que nunca. Israel debería pensar dos veces ahora antes de volver a atacarnos". Si el objetivo de Israel fue exacerbar las divisiones sectarias y religiosas del Líbano con la esperanza de enfrentar a cristianos y sunitas contra Hezbollah, esta estrategia puede haberse vuelto en su contra.
A pesar de las celebraciones, sin embargo, los libaneses todavía no han terminado de contar sus muertos. "Esta victoria ha tenido un costo muy alto", declara Hadadeh. "Ahora nos queda todavía calcular cuánto hemos pagado".
Ayoub Hmaied, habitante de Bint Jabeil, uno de los poblados en el centro de los enfrentamientos en el sur, recitó una lista de poblados donde los misiles israelíes han causado una masacre de civiles: Bekaa, Brital, Haissa, Srifa, Qana, Ashaiya… A las 6:00 A.M., exactamente dos horas antes del comienzo del "cese de las hostilidades", Israel bombardeó los suburbios del sur del Beirut en lo que pareció ser el golpe de gracia para esta fase de la guerra.
"Vivimos ahora tiempos borrascosos", afirmó Al-Khalil. "No podemos afirmar que hemos llegado al final".
Por el momento, sin embargo, los libaneses todavía no salen del asombro por lo que han conseguido. Como les gusta a muchos recordarle a sus huéspedes en estos días, en 1967 Israel necesitó sólo seis días para derrotar a todos los ejércitos árabes combinados. Ahora, después de casi treinta y tres días de bombardeo masivo y constante, lo que ellos llaman su "resistencia nacional" todavía sigue íntegra.
Teniendo en cuenta que Israel es considerado el ejército más poderoso del mundo y que recibe miles de millones de dólares de tecnología militar de avanzada, no es precisamente un logro menor, destaca Fayyad de Hezbollah.
Y por eso, afirma Nahla Chahal, una activista que es mitad iraquí, mitad libanesa, es que Hezbollah representa una amenaza tan fuerte para Israel y EE.UU. "Han demostrado no sólo que es posible resistir, sino que también es posible resistir y ganar".