por Walden Bello*

(Este artículo fue escrito para el Proyecto sobre China del Instituto Nautilus)

Según un destacado economista “El mundo está invirtiendo muy poco”.

“La situación actual tiene sus raíces en una serie de crisis que tuvieron lugar durante la última década y que fueron provocadas por una inversión excesiva, tales como la burbuja de los precios de los activos japoneses, la crisis en Asia Emergente y América Latina, y más recientemente, la burbuja de la tecnología de la información. La inversión ha caído considerablemente desde entonces sólo con una recuperación muy cautelosa”.

Estas no son las palabras de un economista marxista describiendo la crisis de sobreproducción,  sino las de Raghuram Rajan, el nuevo economista en jefe del Fondo Monetario Internacional  (FMI).- Su análisis, si bien ya tiene un año de antigüedad, sigue siendo vigente. (1)

Sobreproducción: la tendencia clave en la economía global

El exceso de capacidad productiva instalada ha sido el vínculo clave entre la economía global de la era Clinton y el período de Bush. La crisis ha sido particularmente severa en las denominadas industrias centrales. A comienzos del Siglo XXI la capacidad de la industria de la computación americana estaba creciendo en un 40 % anual, muy por encima de las proyecciones del incremento de la demanda.- La industria automotriz estaba vendiendo solo un 74 % de los 70,1 millones de autos vendidos anualmente, generando una menor rentabilidad para los actores más débiles, como el otrora gigante General Motors que perdió $10.600 millones en el 2005, y Ford que perdió 7.240 millones en los primeros nueve meses del 2006.- En el acero el exceso de capacidad global rondó el 20%. En términos de volumen se estimó en unas pasmosas 200 millones de toneladas, eso significa que los planes de los países productores de acero de reducir su capacidad en 100 millones de toneladas para el 2005, aún dejarían “una capacidad considerable que no sería viable”. En las telecomunicaciones, según Robert Brenner, la sobrecapitalización ha resultado en un “colosal exceso: la tasa de utilización de las redes de telecomunicaciones permanece en un desastrosamente bajo 2.5 a 3 por ciento, y la de la fibra óptica en solo un 13 por ciento”.-

Tal como lo expuso un ex Presidente de la General Electric, Jack Welch,  ha habido un “exceso de capacidad productiva instalada en prácticamente todas las industrias.”

La sobrecapacidad productiva global ha tornado no rentables a las ulteriores inversiones, desalentando significativamente el crecimiento económico mundial. En Europa, por ejemplo, el crecimiento del PBI ha alcanzado un promedio de tan solo 1,45 % en los últimos años. Y si los países no están invirtiendo en sus futuros económicos, entonces el crecimiento continuará estancado y eso posiblemente conducirá a una recesión global.

Sin embargo, China y Estados Unidos parecen ir contra esta tendencia, aunque el crecimiento del PBI en Estados Unidos se ha deprimido muy recientemente. Pero más que una señal de buena salud, el crecimiento en estas dos economías – y su relación cada vez más simbiótica- podría ser un indicador de crisis. La centralidad de Estados Unidos tanto para el crecimiento global como para la crisis global, es bien conocida. Lo que es nuevo es el papel crucial de China. Lo que alguna vez fue percibido como el mayor logro de esta era de la globalización, la integración de China a la economía mundial, según un excelente análisis del economista político Ho Fung Hung, emerge ahora como la causa central de la crisis de sobre producción del capitalismo mundial.

China y la crisis de sobreproducción

La tasa de crecimiento anual de China del 8 al 10% probablemente ha sido el principal estímulo para el crecimiento de la economía mundial durante la última década. Las importaciones chinas, por ejemplo, ayudaron a poner fin en 2003 al estancamiento de Japón de una década de duración. Para satisfacer la sed de capital y de bienes con uso intensivo de tecnología, las exportaciones japonesas se dispararon a una cifra récord del 44%, ó 60 mil millones. En efecto, China se convirtió en el principal destino de las exportaciones asiáticas, dando cuenta de un 31%, mientras que la participación de Japón cayó de un 20 a un 10%. Tal como lo señaló el Straits Times de Singapur, “En los perfiles de países, China es actualmente el abrumador agente del crecimiento de las exportaciones en Taiwán y las Filipinas, y el principal comprador de productos de Japón, Corea del Sur, Malasia y Australia”.

Al mismo tiempo, China se convirtió en el principal contribuyente a la crisis de exceso de capacidad productiva global. Incluso en la medida en que la inversión decayó severamente en muchas economías en respuesta al exceso de la capacidad productiva, especialmente en Japón y otras economías del este asiático, la misma se incrementó a una velocidad como alma que lleva el diablo en China. La inversión en China no sólo era el anverso o el producto de la desinversión en otras partes, aunque el cierre de fábricas y el despido de mano de obra fue significativo no sólo en Japón y Estados Unidos, sino en países en la periferia de China, como Filipinas, Tailandia, y Malasia. China estaba incrementando en forma significativa su capacidad industrial, y no simplemente absorbiendo la capacidad eliminada en otras partes. Al mismo tiempo, la capacidad del mercado chino de absorber sus propios productos industriales era limitada.

Agentes de la inversión excesiva

Un actor clave de la sobre inversión fue el capital transnacional. A fines de los ’80 y los ’90, las empresas transnacionales vieron en China la última frontera, el mercado ilimitado que podría absorber inversiones interminablemente, y podría generar interminablemente retornos lucrativos. Sin embargo, las reglas restrictivas de China para el comercio y las inversiones forzaron a las ETN a localizar la mayor parte de sus procesos productivos en ese país, en lugar de trasladar allí sólo algunos de ellos. Los analistas han denominado ese tipo de actividades productivas de las ETN como “internalización excesiva”. Al jugar según las reglas de China, las ETN terminaron invirtiendo en exceso en el país, y construyendo una base manufacturera que producía más de lo que China, e incluso el resto del mundo, podía consumir.

A comienzos del milenio, el sueño de explotar un mercado ilimitado se había desvanecido. Las empresas extranjeras se dirigieron a China ya no tanto para vender a millones de nuevos clientes chinos prósperos, sino más bien para convertir a China en la base manufacturera para los mercados globales y sacar así ventaja de la inagotable disponibilidad de mano de obra barata. Un ejemplo típico de una empresa que se encontró a sí misma en medio de este dilema es el de Philips, el fabricante de productos electrónicos holandés. Philips opera 23 fábricas en China y produce alrededor de 5 mil millones en productos, pero dos tercios de su producción son exportados a otros países.

El otro conjunto de actores que promovieron la sobre capacidad productiva instalada  fueron los gobiernos locales que invirtieron y construyeron industrias clave. Si bien estos esfuerzos a menudo son “bien planificados y ejecutados a nivel local,” señala Ho-Fung Hung, “la totalidad de estos esfuerzos combinados…suponen una competencia anárquica entre las localidades, resultando en una construcción descoordinada de capacidad productiva e infraestructura excesiva.”

Como resultado, la capacidad ociosa en sectores clave como el del acero, automotriz,  cemento, aluminio e inmobiliario, ha estado subiendo vertiginosamente desde mediados de los ’90, con estimativos de que más del 75% de las industrias de China sufren actualmente de sobre capacidad productiva y que las inversiones en activos fijos en industrias, que ya están experimentando una sobre-inversión, representan entre un 40 a un 50% del crecimiento del PBI de China en 2005. La Comisión Estatal de Desarrollo y Reforma de China proyecta que la industria automotriz producirá el doble de lo que puede absorber el mercado para el 2010. El impacto en las ganancias no debe ser subestimado si creemos en las estadísticas gubernamentales: a fines del 2005, señala Hung, el promedio de la tasa de crecimiento de las ganancias anuales de todas las principales empresas se había reducido a la mitad, y el déficit total de las empresas que salieron perdiendo se había incrementado bruscamente en un 57.6%

La estrategia de los salarios bajos

El gobierno de China puede mitigar el exceso de capacidad productiva instalada expandiendo la capacidad de compra de la gente por la vía de una política de redistribución de los ingresos y los activos. Hacer eso probablemente significaría un crecimiento más lento, pero al mismo tiempo una mayor estabilidad a nivel nacional y global. Esto es lo que los denominados intelectuales y analistas políticos de la “Nueva Izquierda” de China han estado aconsejando. Las autoridades chinas, sin embargo, aparentemente han elegido continuar con la vieja estrategia de dominar los mercados mundiales mediante la explotación de la mano de obra barata del país. Si bien la población de China es de 1.300 millones de habitantes, 700 millones de personas, o sea más de la mitad, viven en el campo y ganan un promedio de tan sólo 285 dólares por año, según algunos cálculos. Este ejército de reserva de pobres rurales le ha permitido a los fabricantes, tanto extranjeros como nacionales, mantener los salarios bajos.

Aparte de los potenciales efectos políticos desestabilizadores de la distribución regresiva del ingreso, la estrategia de los salarios bajos, tal como señala Hung, “impide el crecimiento del consumo acorde a la expansión económica fenomenal y el gran salto de las inversiones.” En otras palabras, la crisis de sobre-producción global empeorará en la medida en que China continúe volcando su producción industrial en los mercados globales constreñidos por el crecimiento lento.

Círculo vicioso en la economía
La producción china y el consumo estadounidense son como prisioneros conocidos que buscan liberarse los unos de los otros pero no pueden porque están encadenados juntos. Esta relación está adquiriendo crecientemente la forma de un círculo vicioso.  Por un lado, el crecimiento acelerado en China depende cada vez más de la capacidad de los consumidores estadounidenses de continuar consumiendo la mayor parte de los bienes producidos en China como resultado de una inversión excesiva. Por otro lado, las altas tasas de consumo en Estados Unidos dependen de que Beijing le preste al sector privado y público de Estados Unidos una porción significativa del billón de dólares que ha acumulado como resultado de su gran superávit comercial con Washington.

Esta relación de dependencia mutua, dice el economista del FMI Rajan, es “insustentable.” Tanto Estados Unidos como el FMI han lamentado lo que ellos denominan “los desajustes macroeconómicos globales” y han llamado a China a revaluar el renmimbi para reducir su superávit comercial con Estados Unidos. Pero China no puede abandonar realmente su política de devaluación de la moneda. Junto con la mano de obra barata, la moneda devaluada hace parte de la exitosa fórmula de China de la producción destinada a la exportación. Y Estados Unidos no puede realmente darse el lujo de ser demasiado duro con China, ya que depende de la línea de crédito abierta de Beijing para continuar alimentando  la capacidad de compra de su clase media, que a su vez sostiene su propio crecimiento económico.

El FMI describe esta situación como “desajustes macroeconómicos.” Pero en realidad se trata de una crisis de sobre-producción. Gracias a las fábricas chinas y los consumidores estadounidenses, la crisis probablemente empeorará.

* Walden Bello es Director Ejecutivo de Focus on the Global South.

(1) Raghuram Rajan, “Global Imbalances: An Assessment,” International
Monetary Fund, Washington, DC, octubre de 2005,
http://www.imf.org/external/np/speeches/2005/102505
(2) Ho-Fung Hung, “The Rise of China and the Global Overaccumulation
Crisis,” Documento presentado en la División Global de la Asamblea Anual de la Sociedad para el Estudio de los Problemas Sociales, 10-12 de agosto de 2005,
Montreal, Canadá