ACERCA DE LA VISIÓN DEL SECRETARIO GENERAL ANNAN SOBRE LA ‘LIBERTAD PARA VIVIR SIN TEMOR’
por Walden Bello*
(Comentario presentado en el Seminario sobre ‘Un Concepto Más Amplio de la Libertad’, el informe del Secretario General de Naciones Unidas, Kofi Annan, en el New World Hotel, Makati, Filipinas, el 6 de septiembre de 2005)
En su capítulo sobre “La Libertad para Vivir Sin Temor”, el informe “Un Concepto Más Amplio de la Libertad” del Secretario General Kofi Annan presenta un enfoque general para garantizar la seguridad mundial. Allí destaca que la prevención de los conflictos letales “debe ocupar un lugar central en todos nuestros esfuerzos: desde la lucha contra la pobreza y el fomento del desarrollo sostenible, pasando por el fortalecimiento de la capacidad de los países para hacer frente a los conflictos, la promoción de la democracia y el imperio de la ley y la reducción de la difusión de armas pequeñas y ligeras, hasta las actividades operacionales de prevención, como el uso de buenos oficios, las misiones del Consejo de Seguridad y los despliegues preventivos de contingentes”.

Uno no puede menos que estar completamente de acuerdo, y ciertamente es un paso adelante que haya creciente consenso en que el desarrollo, la construcción de la paz, y la prevención de los conflictos deben ser encarados simultáneamente si queremos que las iniciativas de paz y seguridad se consoliden y prosperen.
Se trata, sin embargo, de un consenso básicamente entre los organismos de Naciones Unidas, los analistas y practicantes de la paz y los actores de la sociedad civil. Por otra parte, las experiencias positivas en este ámbito son principalmente de carácter local y micro.
Tendencias globales negativas
Desdichadamente, a escala mundial y macro las tendencias van en dirección opuesta, hacia una desestabilización mayor y por ende hacia una mayor inseguridad para los seres humanos. ¿Cuáles son esas tendencias? La amenaza del terrorismo internacional es una, y otra es el debilitamiento del régimen multilateral sobre las armas nucleares, que son dos aspectos que se analizan en el documento. Pero hay otros desarrollos que representan amenazas importantes y que lamentablemente no aparecen mencionados o son, en mi opinión, subvalorados en el documento.
La primera tendencia en la que me gustaría detenerme es lo que el documento llama eufemísticamente como la movida de algunos Estados para “encontrar alternativas al Consejo de Seguridad como fuente de autoridad” para aplicar la fuerza militar contra otros Estados. Nunca desde el fin de la Segunda Guerra Mundial han estado tan amenazadas como hoy las normas de derecho internacional establecidas. Y resulta particularmente perturbador que el elemento desestabilizador clave sea el miembro más poderoso del sistema mundial de Estados. Es irónico que exista un animado debate sobre si China es o no, para utilizar los términos de la teoría de las relaciones internacionales, una potencia del ”statu quo” o una potencia “revisionista”, cuando la discusión debería centrarse en realidad en Estados Unidos.
No puede haber lugar a dudas, desde mi punto de vista, de que Estados Unidos es una potencia revisionista, es decir, una potencia que busca alterar radicalmente la correlación mundial de fuerzas para inclinarla de manera aún más evidente en su propio beneficio, si tenemos en cuenta los siguientes hechos:
Al invadir y ocupar Irak con el falso pretexto de eliminar armas de destrucción masiva, Estados Unidos ha vulnerado el pilar fundamental del sistema de Naciones Unidas, la inviolabilidad de la soberanía del Estado nación.  
– La administración Bush ha hecho caso omiso de las Convenciones de Ginebra sobre el trato a los prisioneros, creando una nueva categoría de “combatientes enemigos” para permitir que algunos prisioneros sean sometidos a castigos ilegales, incluso tortura.
– Las órdenes ejecutivas de la Casa Blanca han ampliado ilegalmente el alcance del Estado estadounidense, permitiendo que agentes de la CIA (Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos) apresen a personas en Italia, por ejemplo, en contra de la ley italiana y los lleven a la Base Naval de Guantánamo en Cuba.
La segunda macro tendencia contraria al desarrollo de experiencias positivas concretas es la acción de los poderosos organismos económicos multilaterales que socava las posibilidades de desarrollo. En las dos décadas y media pasadas, el objetivo declarado de utilizar la política comercial para promover el desarrollo –que fuera tan bien expresado por Raúl Prebish, el primer secretario general de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD por sus siglas en inglés)– ha sido sustituido por la subordinación del desarrollo al mercado libre, la rentabilidad empresarial corporativa y los intereses económicos de los países ricos. A esto se suma la hegemonía de la ideología neoliberal y el predominio que han logrado hoy en día el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio (OMC) en el sistema de gobernanza económica mundial, a costa de los organismos económicos de las Naciones Unidas.
A raíz de la pobreza, desigualdad y estancamiento económico crecientes que ha traído como consecuencia, el paradigma neoliberal ha perdido credibilidad y legitimidad. Sin embargo, a semejanza de la proverbial mano muerta del ingeniero sobre el acelerador de un tren que avanza a gran velocidad, las políticas neoliberales siguen predominando prácticamente en todas partes. Pero este no es solamente un problema ideológico, es decir, un tema de resultados negativos producto de políticas orientadas por hipótesis equivocadas. El asunto es más bien que las políticas en sí mismas se están aplicando cada vez más con el propósito conciente de trastornar los intereses de los países en desarrollo.
En el Fondo Monetario Internacional (FMI), por ejemplo, los países ricos han sepultado cualquier intento de reformar el sistema de toma de decisiones para otorgarle a los países en desarrollo mayor peso en la determinación de las políticas del organismo. De modo semejante,  el Mecanismo de Reestructuración de la Deuda Soberana (MRDS) –una propuesta de por sí bastante moderada que podría haberle permitido a los países en desarrollo protegerse a sí mismos de los acreedores mientras reestructuran su deuda externa– fue vetado por Estados Unidos.
En el Banco Mundial, el reciente nombramiento de Paul Wolfowitz como Presidente de la institución –un hombre cuyo nombre es sinónimo de unilateralismo– anuncia una nueva era en la que las políticas del Banco Mundial seguramente  estarán aún más estrechamente asociadas a lo que la derecha estadounidense defina como los intereses nacionales de Estados Unidos.
En la Organización Mundial del Comercio (OMC), el llamado “Acuerdo Marco de julio” que sirve como base para las negociaciones de la próxima reunión ministerial en Hong Kong, mantiene descaradamente los elevados subsidios a la agricultura en la Unión Europea y Estados Unidos, a la vez que reclama mayor acceso a los mercados de los países en desarrollo para inundarlos con productos básicos subsidiados.
En la medida que estas tendencias negativas presentes en el sistema económico mundial crean más pobreza y desigualdad, debe considerárselas como una amenaza para la seguridad mundial y como algo que nos hace menos libres de temor, y deben por lo tanto ser confrontadas directamente y encaradas decididamente por las Naciones Unidas.
No hacerlo ha llevado a la consolidación de la tercera tendencia negativa sobre la cual quisiera que reflexionemos: la usurpación que ha llevado a cabo el Grupo de los Ocho (G8) del papel de liderazgo que debería jugar la ONU en la búsqueda de soluciones para los desafíos mundiales. En la reciente cumbre del G8 en Escocia a comienzos de julio, el G8 reivindicó para sí el liderazgo mundial en los temas de la deuda, el comercio, la ayuda y el cambio climático. Esto es sumamente problemático por dos razones. Primero, porque el G8 es una entidad informal, no electa y que no rinde cuentas a nadie. Segundo, porque representa los intereses de los países más poderosos del mundo, de modo tal que las propuestas que ha presentado para abordar algunos de los problemas más urgentes y complejos que enfrentamos a escala mundial están modeladas para satisfacer básicamente los intereses de las elites dominantes de esos mismos países.
En los hechos está surgiendo una estructura de gobernanza mundial en la que el G8 es la instancia donde se toman las decisiones clave en los temas de importancia mundial, que luego serán aplicadas por el FMI, el Banco Mundial y la OMC haciendo caso omiso del sistema de Naciones Unidas. Lo que torna más pernicioso a este juego de poder es que se lo lleva a cabo pretendiendo que su fin es cumplir con las Metas de Desarrollo del Milenio de la ONU y promover la reducción de la pobreza en el mundo.
Éstas son algunas de las tendencias clave a escala macro mundial que pueden fácilmente socavar los éxitos registrados en los ámbitos micro locales a partir de una mayor coordinación de las iniciativas de desarrollo, de construcción de la paz y de prevención de los conflictos.
Contratendencias
Afortunadamente, existen fuerzas que contrarrestan estas tendencias globales negativas. ¿Cuáles son estas contratendencias positivas?
En primer lugar está el movimiento mundial por la paz, cuyo poder potencial se pudo observar el 15 de febrero de 2003 cuando cerca de 40 millones de personas marcharon contra la proyectada invasión de Irak en cientos de ciudades en todo el mundo. Probablemente uno de los logros más sorprendentes del movimiento fue la convocatoria a los Tribunales Mundiales sobre Irak (WTI por sus siglas en inglés) en Nueva York, Copenhague, Tokio, Bombay, Corea de Sur y otras ciudades. En la sesión de cierre que tuvo lugar recientemente en Estambul, el Jurado de Conciencia del WTI encabezado por la novelista Arundhati Roy adoptó una resolución que probablemente influya como fuerza moral en el devenir de los acontecimientos: en ella se convoca a los soldados de EEUU y de las fuerzas de la Coalición presentes en Irak a ejercer su derecho de objeción por razones de conciencia, y se convoca a todas las comunidades del mundo a darle asilo a todos aquellos que se hagan eco de este llamado.
En segundo lugar está el movimiento mundial por justicia, que es el movimiento que lucha contra la globalización liderada por las transnacionales. Este movimiento contribuyó en gran medida al fracaso de las reuniones ministeriales en Seattle en 1999 y Cancún en 2003. Si bien es conocido principalmente por su oposición al FMI, la OMC y el Banco Mundial, también es un ámbito en el cual se desarrolla un proceso muy interesante de generación de sistemas alternativos de desarrollo y gobernanza económica mundial y alternativas al paradigma neoliberal dominante que subordinan el mercado, el comercio y la rentabilidad a los objetivos del desarrollo, la justicia social y la solidaridad social.
En tercer lugar está el movimiento de los gobiernos del Sur que están uniendo fuerzas para oponer resistencia a la hegemonía constante del Norte. Los meses previos a la reunión ministerial de la OMC en Cancún en 2003 vieron el surgimiento del Grupo de los 20 (G20), el Grupo de los 33 (G33), y el grupo de los 90 (G90). La resistencia que opusieron estos agrupamientos y la sociedad civil fue lo que le impidió a los gobiernos del Norte imponerse en la cumbre ministerial. Aun cuando les caben muchas críticas y defectos, estos agrupamientos y alianzas pueden servir a pesar de todo como trampolín para otros esfuerzos mayores de cooperación económica Sur-Sur, por fuera del entramado de la OMC y las instituciones de Bretton Woods (Banco Mundial y FMI).
Finalmente, muchos gobiernos del Sur así como las redes de la sociedad civil, están lentamente uniéndose en torno a un proceso de reforma de la ONU, bajo la premisa de que si bien el sistema de Naciones Unidas tiene muchas fallas, todavía sirve como uno de los pocos esquemas multilaterales mundiales existentes con capacidad de contrarrestar las tendencias dominantes que nos conducen hacia un mundo cada vez más inestable y desigual bajo la égida de los intereses políticos y corporativos empresariales dominantes.
Esto nos lleva a plantearnos el tema de la reforma de la ONU, sobre el cual existen algunas propuestas positivas en el documento del Secretario General. Sin embargo, la mayoría de las propuestas se restringen a la esfera de las mejoras en la eficiencia. Lo que se necesita realmente son reformas que aborden el desequilibrio mundial de fuerzas entre los Estados miembros, que es la causa principal de la inseguridad mundial. En la opinión de muchos gobiernos y redes de la sociedad civil, la necesaria reforma de la ONU no tiene nada que ver con lo que el gobierno de Estados Unidos denomina “reforma de las Naciones Unidas”, que apunta a erosionar aún más la capacidad de la ONU. Por el contrario, el programa progresista de reforma de la ONU contiene entre otros los siguientes elementos:
– mayor capacidad de decisión efectiva en manos de la Asamblea General;
– debilitamiento del poder de las grandes potencias en el Consejo de Seguridad, incluyendo la abolición del sistema anacrónico de los Cinco miembros permanentes,
– mayor capacidad de las Naciones Unidas y los órganos judiciales vinculados a la ONU, tales como la Corte Penal Internacional, para hacerse cargo de juzgar y sentenciar las desviaciones y violaciones del derecho internacional que cometen los países miembros poderosos, especialmente Estados Unidos;
– fin de la duplicidad de criterios en el régimen de seguridad internacional, cuyo punto álgido es el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares que permite a unos pocos Estados mantener armas nucleares a la vez que prohíbe a los demás su posesión –en pocas palabras, que todos los Estados se deshagan de sus armas nucleares.
– fortalecimiento del sistema de organismos económicos de la ONU integrado entre otros por UNCTAD, la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), y la Comisión Económica y Social para Asia y el Pacífico, de forma que sirvan como contrapeso al sistema de Bretton Woods y la OMC.
– la institucionalización de un papel para la sociedad civil –especialmente los movimientos sociales- en la toma de decisiones dentro del sistema de las Naciones Unidas, equiparable al de los gobiernos.
En suma, no podemos divorciar los avances en la promoción de la seguridad humana a nivel de experiencias concretas, de las tendencias macro mundiales que la determinan. Algunas de estas tendencias son ciertamente perturbadoras, en particular, el unilateralismo cada vez más desembozado de Estados Unidos, que muchos analistas describen crecientemente como evidencia de los rasgos de un “Estado facineroso”. El sistema de Naciones Unidas no podrá seguir siendo relevante si no enfrenta directamente estas tendencias y emprende medidas para contenerlas, y quizás la manera más efectiva de hacerlo sea aprovechando aquellas tendencias tales como el surgimiento de un bloque de países en desarrollo con mayor independencia de criterios y la fuerza creciente de la sociedad civil mundial, que se mueven en otra dirección positiva.
* Profesor de Sociología en la Universidad de Filipinas y Director Ejecutivo de Focus on the Global South.

 

Enfoque Sobre Comercio es editado por Nicola Bullard ([email protected]) .

Traducción: Alicia Porrini y Alberto Villarreal ([email protected]) para

REDES-Amigos de la Tierra Uruguay (http://www.redes.org.uy/)

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