por Shalmali Guttal*
Cuando la administración Bush designó al Subsecretario de Defensa Paul Wolfowitz para la presidencia del Banco Mundial en marzo de este año, muchos observadores del Banco Mundial reaccionaron con conmoción. La indignación que provocó el nombramiento de Wolfowitz en la izquierda y el movimiento mundial por la paz y la justicia era ciertamente de esperar. Pero éste resultó totalmente inaceptable incluso para los académicos liberales, la prensa internacional y gran parte de los líderes de la “vieja Europa” (con la excepción de Tony Blair), que encontraron inexplicable esta actitud descarada de los Estados Unidos, nombrando a uno de los principales arquitectos de la guerra en Irak a la cabeza del organismo de financiación para el desarrollo más importante del mundo.

Los elementos que descalifican la capacidad de Wolfowitz para conducir el Banco Mundial son muchos, entre ellos, su reputación como uno de los halcones del Pentágono más agresivos, su rol central en la planificación y supervisión de la Guerra del Golfo y la invasión de Afganistán e Irak, su falta de respeto por el internacionalismo, los derechos humanos y la democracia, y su inclinación a recompensar la lealtad a la invasión de Irak por los Estados Unidos, con oportunidades comerciales lucrativas. Su apoyo a las dictaduras militares de Marcos en Filipinas, Chun Doo Hwan en Corea del Sur y Suharto en Indonesia no es un secreto. Economistas renombrados como Joseph Stiglitz, Jeffrey Winters y Jeffrey Sachs se unieron a los observadores independientes del Banco en su condena a la falta de capacitación y experiencia de Wolfowitz en materia de política económica y financiera, planificación del desarrollo, mercados financieros, comercio, y temas sociales como la salud, el HIV–SIDA, la educación, el agua y el saneamiento, todos temas que el Banco sostiene son fundamentales para la lucha mundial contra la pobreza extrema.
Ampliamente considerado como uno de los principales miembros de la intelectualidad neo-conservadora estadounidense y uno de los integrantes más beligerantes de la administración Bush, Wolfowitz sirvió en puestos políticos claves bajo las administraciones de Reagan, Bush padre y Bush hijo. Muchos han expresado su preocupación de que bajo la vigilancia de Wolfowitz, el Banco Mundial se convierta en un instrumento explícito de la política exterior estadounidense y que es sólo cuestión de tiempo antes de que Wolfowitz empiece a dirigir el Banco bajo el timón de los intereses de los Estados Unidos, utilizando para ello las políticas, el despliegue de personal y la financiación del Banco.
En medio de la intensa y profusa atención que generó la manifiesta ineptitud de Wolfowitz para el cargo, algunas voces señalaron una cuestión bastante más fundamental: que los países en desarrollo, que son los que reciben préstamos del Banco Mundial y tienen que soportar la peor parte de las políticas y los condicionamientos del Banco, no tienen ninguna ingerencia a la hora de decidir quién dirige la institución. En su calidad de principal accionista del Banco Mundial, los Estados Unidos son tradicionalmente quienes eligen al presidente del Banco Mundial, mientras permiten que los europeos nombren al director del Fondo Monetario Internacional (FMI). A pesar de la consternación que provocó la elección de Wolfowitz, no fue ninguna sorpresa para la mayoría de los analistas del Sur que la administración Bush hiciera pesar su fuerza para asegurar que el Banco siga cumpliendo cada vez en mayor medida y más obedientemente los mandatos estadounidenses.
La prensa internacional trazó paralelos entre Wolfowitz y Robert McNamara, otro antiguo halcón del Pentágono, que en 1968 fue forzado por la administración Johnson a renunciar a su cargo de Secretario de Defensa de los Estados Unidos, y puesto a la cabeza de la dirección del Banco Mundial. La transferencia de McNamara se consideró en general como una maniobra diplomática de un atribulado presidente de los Estados Unidos que pretendió desviar la atención nacional y mundial del papel de McNamara en la planificación y la conducción de la desastrosa e impopular guerra de los Estados Unidos contra Vietnam.
Así que ¿por qué se le otorgó a Wolfowitz –el hombre de la administración Bush más asociado con el hilado de un caso falso contra Saddam Hussein y sus supuestas armas de destrucción masiva, con la manipulación de la opinión pública estadounidense, la falta de criterio sobre cómo reaccionarían los iraquíes frente a la invasión y la ocupación de su país, los fracasos políticos y militares en Afganistán e Irak, y la disminución de la credibilidad de los Estados Unidos en el extranjero– un cargo internacional tan ventajoso? Bien, para empezar, la nominación de Wolfowitz para presidente del Banco Mundial no fue un arreglo para salvar las apariencias de la administración Bush. Más bien fue un movimiento calculado para asegurar que los Estados Unidos puedan garantizar la continuidad de sus intereses económicos y geopolíticos, incluso jugando el juego  del multilateralismo. A los efectos de lo que Estados Unidos quiere que el Banco Mundial haga, Paul Wolfowitz es un muchacho notablemente apto para el cargo.
Los intereses estadounidenses
Ubicados a unas pocas cuadras de la Casa Blanca, el Banco Mundial y el FMI han sido por largo tiempo un coto de Washington en términos de políticas económicas y financieras, funcionamiento, gobernanza y administración. Los profesionales estadounidenses (con la aprobación del Tesoro de los Estados Unidos por supuesto) conforman al menos un cuarto del plantel directivo y de profesionales de alto rango. A pesar de las afirmaciones de autonomía e independencia, el Banco y el Fondo se han mostrado constantemente afiliados a las políticas y los intereses de los Estados Unidos. Desde comienzos de los años noventa, estos intereses han cuajado en un proyecto global que existe desde hace más de 50 años, pero ha adquirido una forma más identificable desde el colapso del bloque soviético a finales de los ochenta: la tarea de reconstrucción tras las guerras.
La primera incursión oficial de los Estados Unidos en la reconstrucción posguerra en el exterior fue a través del Plan Marshall que entró en vigencia inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, y que desplegó un plan complejo, con saturación de financiación destinada a la reconstrucción de Europa tras la Segunda Guerra Mundial. Desde entonces, el talento y la capacidad de los Estados Unidos para definir la reconstrucción posguerra han crecido considerablemente, mostrando sus mejores artes hoy en Afganistán, Irak y Haití. El Banco Mundial también tuvo su ventaja inicial en la reconstrucción posguerra en el período post Segunda Guerra Mundial en Europa, bajo la forma del Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF), encargado de canalizar los recursos para la reconstrucción de una Europa destrozada por la guerra y también de su supervisión. Al igual que los Estados Unidos, el Banco también ha ampliado su talento y capacidad para la reconstrucción a través de su programa de “reconstrucción posconflicto”, aunque el ámbito del Banco es mayor e incluye a los países que emergen y/o están cautivos de guerras y conflictos violentos en curso (como Ruanda, Afganistán, Irak, Haití y Camboya) así como aquellos países “en transición” desde economías comunistas a economías de mercado (como la República Democrática Popular de Laos, Vietnam, Kazajstán y Azerbaiyán).
Integración vertical
El enfoque estadounidense de la reconstrucción posguerra puede resumirse en una sola frase: integración vertical. Los Estados Unidos o bien organizan un golpe de estado o invaden un país, lo ocupan literalmente o por medio de “representantes”, colocan un gobierno de su elección, transforman en ley las políticas que favorecen los intereses comerciales y políticos estadounidenses, y luego otorgan a sus corporaciones privadas predilectas, apetitosos contratos para la “reconstrucción” y “rehabilitación” del país. El terreno para el modelo de integración vertical se prepara mucho antes de la invasión. A través del despliegue de vendedores de espejitos y los medios de comunicación, manipulando informes de inteligencia y de seguridad, y generando un bombardeo publicitario y la histeria pública contra enemigos misteriosos, se construye un caso para mostrar que la invasión y la ocupación son inevitables. Todos se llevan un buen trozo del pastel de la reconstrucción posguerra excepto, por supuesto, aquellos cuyas casas, familias y vidas son destruidas por la guerra interminable que es un resultado inherente al modelo.
El Banco Mundial tiene su propia versión de la integración vertical, que se complementa bien con el modelo estadounidense. En tanto el Banco siempre ha sido una institución delegada de los Estados Unidos, a través de la cual los Estados Unidos imponen condiciones económicas y financieras a los países necesitados de capital, resulta natural que cuando se lo llama para coordinar la reconstrucción de una país destrozado por la guerra, continúe defendiendo los intereses de los Estados Unidos y sus aliados en lugar de responder a las necesidades de la población afectada. En primer lugar, el Banco fija las reglas y las políticas que enmarcarán la solicitud y el uso de la ayuda para la reconstrucción, luego contrata a los actores del sector privado necesarios para implementar estas mismas reglas y políticas, mientras apila los costos sobre las espaldas de los pueblos ocupados, y cuando las cosas salen mal – como inevitablemente sucede en estas circunstancias- el Banco declara que el país afectado es un Estado fracasado que necesita que se le apliquen, pero en forma más estricta, esas mismas reglas y políticas que hacen que siga siendo un Estado en permanente fracaso.
Al estilo americano
Después del fracaso del Bloque Soviético, los Estados Unidos emergieron como un poder mundial relativamente sin oponentes, y buscaron asegurar sus intereses económicos y políticos en todo el mundo por todos los medios posibles, ya fueran militares, comerciales, políticos o institucionales. La economía estadounidense es una economía de petróleo y guerra: el petróleo es necesario para alimentar el alto consumo que caracteriza al “estilo de vida americano” y evidentemente, los Estados Unidos harán la guerra para garantizar el control sobre las reservas de petróleo, y también para cimentar su posición de primacía militar y económica mundial. La globalización económica es hoy en esencia la hegemonía “americana”: sobre la ropa que llevamos, el alimento que comemos, las bebidas que bebemos, las máquinas y químicos que usamos en nuestras industrias, los aparatos que usamos en nuestras casas, las drogas que necesitamos para salvar vidas, las películas que miramos, e incluso los valores sociales y políticos que muchos en nuestras sociedades creemos necesarios para el progreso y el avance moderno.
Para los Estados Unidos, la “reconstrucción” supone establecer sistemas que promuevan los intereses ideológicos y materiales de los Estados Unidos. Desde el punto de vista ideológico supone el fomento de una articulación de “libertad y democracia” inspirada en el mercado, una interpretación individualizada de los derechos, valores y sistemas “democráticos” al “estilo americano”, y un sentido también estadounidense de “claridad moral.” Desde el punto de vista material supone asegurar y consolidar el control de los Estados Unidos sobre el petróleo y otros recursos clave, ampliando el poder de las grandes empresas estadounidenses tanto en el país como en el extranjero, asegurando la hegemonía de los Estados Unidos en el consumo mundial, y estableciendo formas de gobierno y procesos legales e institucionales favorables al mercado y las corporaciones.
Para Wolfowitz, el final de la Guerra Fría representó inmensas oportunidades para difundir la ideología de los Estados Unidos y servir a sus intereses. El uso del “músculo americano para hacer avanzar los valores americanos en todo el mundo” (1) fue crucial para asegurar el dominio económico y político de los Estados Unidos a escala mundial. El uso de las fuerzas armadas y las tecnologías militares estadounidenses son fundamentales para esta estrategia, y Wolfowitz no tuvo dificultad en conciliar el poder militar y los intereses comerciales y económicos, con una finalidad de tipo moral. En un comentario sobre el pensamiento de Wolfowitz sobre la política de defensa post guerra fría, Andrew Bacevitch señala, “aprovechando la enorme cantidad de oportunidades nuevas para poner a trabajar el poder militar de los Estados Unidos en la protección de los derechos humanos y la promoción de la causa de la libertad, los Estados Unidos podrían cimentar en los hechos su posición de primacía mundial”.(2)
En la búsqueda por conseguir esta primacía, Estados Unidos ha desplegado varias tácticas, sin fisuras ni interrupciones: desde la invasión y ocupación directa de países y la organización y financiación de golpes de Estado (como en Afganistán, Irak y Haití), hasta la promoción de “la libertad y la democracia” (como en Camboya, Timor Oriental y Asia Central), pasando por la amenaza de retener sus contribuciones financieras a entidades multilaterales como el sistema de Naciones Unidas, el Banco Asiático del Desarrollo e incluso al Banco Mundial, a menos que éstos establezcan en los países receptores de la ayuda, las políticas e instituciones que quieren los Estados Unidos.
El pensamiento de los Estados Unidos sobre la reconstrucción posguerra está claramente articulado en la declaración de misión de la Oficina del Coordinador para la Reconstrucción y la Estabilización (S/CRS por sus siglas en inglés). Establecida en julio de 2004 para desarrollar una “capacidad” más “robusta”(3) para prevenir conflictos y “manejar las operaciones de estabilización y reconstrucción en los países que emergen de conflictos o revueltas civiles”, (4) la S/CRS responde directamente al Secretario de Estado. La declaración de misión de la S/CRS señala que:
“Hasta ahora, la comunidad internacional ha emprendido operaciones de estabilización y reconstrucción en forma ad hoc, recreando las herramientas y las relaciones cada vez que surge una crisis. Si vamos a asegurar que los países se encaminen en una ruta sostenible hacia la paz, la democracia y la economía de mercado, necesitamos institucionalizar nuevas herramientas de política exterior –herramientas que puedan influir sobre las opciones que hacen los países y las personas sobre la naturaleza de sus economías, sus sistemas políticos, su seguridad, en realidad, en algunos casos, sobre el mismísimo entramado social de una nación”. (5)
La administración Bush ha solicitado US$124,1 millones al Congreso de los Estados Unidos para iniciar las operaciones de la S/CRS y ha pedido ‘autoridad de flexibilidad presupuestaria’ para permitir que los recursos sean utilizados con el “máximo efecto”.(6) A pesar de la retórica sobre promover la paz, la armonía y la democracia, asegurar las ganancias económicas es la prioridad en la planificación de la  S/CRS. Según Carlos Pasqual, el coordinador de la S/CRS, la oficina conformará equipos inter-agencias,  intersectoriales y cívico-militares que puedan intervenir en situaciones de conflicto al comienzo del proceso y asumir el grueso del trabajo de reconstrucción:
“Para respaldar los requerimientos mayores y a más largo plazo del programa, la oficina del coordinador está evaluando y llenando las brechas entre las agencias gubernamentales a través de contratos y arreglos más informales con organizaciones que se especializan en diversos aspectos de la estabilización y la reconstrucción: la movilización de policía civil internacional, el entrenamiento de la policía nativa, el desarrollo de sistemas de justicia, la prestación de asesoramiento fiscal y monetario, la estimulación del sector privado, y el apoyo a la sociedad civil. La S/CRS también está evaluando la viabilidad de un cuerpo de reservas civiles que podría incorporar personas con experticias clave. El objetivo es organizar todos estos recursos con el propósito de que puedan movilizarse rápida y eficientemente después de un conflicto para cumplir con todas las funciones y experticias necesarias”. (7)
Pasqual tiene claro que el trabajo de la S/CRS se enfoca en crear las leyes e instituciones para una “democracia de mercado”, y que debe prever el diseño de contratos de reconstrucción con empresas privadas y ONGs con bastante anticipación. (8)
“Y así hemos comenzado un proceso para asegurarnos contar con una red mundial de contratos y subvenciones y acuerdos de cooperación con empresas y personas y grupos de expertos (“think tanks”) y universidades y ONGs, con el propósito de que éstos estén precalificados con anticipación en las áreas de experticia fundamentales, a fin de que los individuos estén identificados y cuando sea realmente necesario desplegar un equipo en el terreno, que permita que uno pueda avanzar en esos contratos, y quizás, acortar entre tres y seis meses el tiempo de respuesta gracias a esta precalificación previa”.(9)
Las ambiciones de Estados Unidos en la reconstrucción están perfectamente reflejadas en la caso de Irak. Paul Bremer, el Administrador nominado por Estados Unidos para encabezar la Autoridad Provisional de la Coalición (CPA) establecida por los EE.UU., que sirvió como la primera autoridad de ocupación en Irak, entre mayo de 2003 y junio de 2004 despidió a 500.000 trabajadores estatales (incluyendo soldados y civiles), abrió el país a la libre importación, empezó a privatizar las empresas estatales, y promulgó un conjunto de leyes radicales para tentar a las compañías multinacionales a establecerse en Irak. En su investigación sobre la reconstrucción de Irak, Naomi Klein destacaba que “De la noche a la mañana, Irak pasó de ser el país más aislado del mundo a ser, en el papel, su mercado más abierto”. Klein informó que según Joseph Stiglitz, ex jefe de economistas del Banco Mundial, las reformas de Bremer eran “una forma de terapia de choque aún más radical que la que se aplicó en las ex-repúblicas soviéticas”. (10)
La CPA repartió regularmente contratos por millones de dólares a las empresas estadounidenses favorecidas, mientras que para los altos cargos encargados de darle forma al futuro gobierno “soberano” de Irak y la sociedad civil iraquí, se contrataron profesionales muy bien pagos e ideológicamente motivados, provenientes de los grupos de expertos “mascotas” de la Administración Bush y los bancos de inversión. Entre ellos se destacan, el Research Triangle Institute (RTI), la National Endowment for Democracy (NED) y Bearing Point, todos ellos encargados de construir estructuras e instituciones económicas, sociales y políticas más propicias para los intereses corporativos de los Estados Unidos, incluso después de que finalice la ocupación directa.(11) La mayor parte de los contratos de obras civiles, mantenimiento de los campos petroleros y compras del Estado, fueron otorgados sin previo llamado a licitación pública abierta a la compañía Halliburton, que fuera ayer la “casa” del vicepresidente Dick Cheney, y a Kellog Brown y Root (KBR), una filial de Halliburton. (12)
En su análisis de la versión final de la Constitución iraquí, Herbert Docena explica cómo la Constitución ha convertido en ley disposiciones que prevén la apropiación privada del patrimonio iraquí, incluso en manos extranjeras, y cómo obliga a los iraquíes a aplicar las políticas neoliberales establecidas en los decretos de Bremer. Docena señala que, “El contenido de la constitución permanente de Irak es de interés fundamental para todos los que están comprometidos en la reconstrucción de la economía de Irak en el marco de los principios neoliberales.”(13) Entre éstas, son particularmente importantes las disposiciones que gobiernan los bienes petroleros de Irak, en referencia a las cuales, señala Docena, Adil Abdel Mahdi, el vicepresidente de Irak, dijo a una audiencia en Washington justo antes de las elecciones iraquíes: ” la situación es muy prometedora para los inversionistas y las compañías estadounidenses, especialmente para las compañías petroleras”. (14)
Tanto en casa como en el extranjero
Las compañías estadounidenses que se han beneficiado con los lucrativos contratos de reconstrucción en el extranjero, también se benefician en casa, tal como lo evidencia la corrida hacia la reconstrucción en la costa sudeste del Golfo de los Estados Unidos, tras su devastación por el huracán Katrina. Y aquí también vemos el modelo de integración vertical funcionando. A principios de septiembre, la Agencia Federal de Manejo de Emergencias estadounidense (FEMA por sus siglas en inglés)  y el Cuerpo de Ingenieros del Ejército otorgaron al menos siete contratos directos, en su mayoría por montos de hasta US$100 millones, destinados a la limpieza post Katrina, viviendas de emergencia, reparación de las obras públicas y suministro de servicios básicos. Muchas de estas compañías también recibieron contratos directos para trabajar en Irak, incluida KBR. KBR es cliente de Joe M. Allbaugh, ex director de FEMA entre 2001 y 2003, que ahora tiene una empresa de cabildeo y consultoría. (15) Allbaugh es además amigo íntimo del presidente Bush y fue su director de campaña en 2000. (16)
Bechtel, una compañía con ingresos anuales de US$ 17.400 millones en todo el mundo, trabaja construyendo viviendas en Mississippi en el marco de un acuerdo informal, sin términos de pago establecidos ni alcance especificado de las obras, ni valor total designado. Esta misma empresa tiene a su cargo también trabajos de reconstrucción en Irak, gracias a un gigantesco contrato celebrado con el gobierno federal. (17) Muchas de las garantías de contratación habituales que deben acompañar a los contratos de este tamaño han sido temporalmente suspendidas en la rehabilitación post Katrina, en un intento aparente de asegurar que la ayuda de emergencia del gobierno federal llegue a las víctimas lo antes posible. Además, la administración Bush suspendió también las obligaciones salariales vigentes que aseguran que los trabajadores contratados por el gobierno en las áreas de desastre reciban una compensación justa. (18)
Al Cuerpo de Ingenieros del Ejército se le encomendó otorgar otros US$ 1.500 millones en contratos a mediados de septiembre destinados a las operaciones de limpieza post Katrina en Louisiana y la costa del Golfo. Aunque estos contratos serán objeto de una licitación, con “procedimiento expeditivo”, es decir que el proceso de la licitación puede durar menos de tres días. (19) Los involucrados dicen es probable que los gastos de la reconstrucción post Katrina excedan los US$ 100.000 millones.
En un intento de adelantarse a las acusaciones de abuso de contrato, el Departamento de Seguridad Interna (Department of Homeland Security) decidió enviar un equipo de investigadores y auditores a la costa del Golfo devastada por el huracán para asegurarse de que los fondos federales se
están distribuyendo correctamente en los trabajos de rescate, alivio y reconstrucción. Éste es el mismo departamento que le recortó drásticamente a la FEMA su presupuesto de respuesta a emergencias, y socavó la capacidad de la Guardia Nacional de Louisiana –cuya función es la seguridad interna- al enviar a la mayor parte de esta fuerza a Irak. Irónicamente, el equipo no podrá investigar el más polémico de los contratos de Katrina: un contrato de US$ 16,6 millones celebrado con KBR, destinado a las reparaciones de emergencia de las instalaciones navales y marítimas en la Costa del Golfo. Este dinero es parte de un contrato de la Marina por US$ 500 millones que KBR ganó en una licitación en julio pasado.
El Departamento de Seguridad Interna afirma que no tiene autoridad para auditar el contrato, ya que fue otorgado por el Pentágono. Sin embargo, KBR ha estado bajo la lupa por haber recibido un contrato directo a 5 años para restaurar los campos petroleros iraquíes poco antes de la invasión a Irak en 2003, y se han planteado preguntas en torno a si KBR obtuvo un trato especialmente favorable debido a su conexión con el vicepresidente Dick Cheney, quien fue director de Halliburton desde 1995 a 2000. (20) Halliburton (la compañía matriz de KBR) tiene además un contrato a 5 años por US$500 millones con la Marina estadounidense para el suministro de las reparaciones de emergencia en las instalaciones militares dañadas por Katrina. (21)
Obviamente Paul Wolfowitz no es responsable los escándalos post Katrina, sin embargo vale la pena tener en mente que éste es el entorno y la cultura de trabajo de la que proviene – el amiguismo y una falta terrible de rendición de cuentas. Según Danielle Brian, directora de Project on Government Oversight (Proyecto de Supervisión Gubernamental), un grupo sin fines de lucro que vigila los gastos del gobierno, en el caso de Katrina –como en el de Irak- “es probable que podamos ver el equivalente de la especulación con la guerra: la especulación con el desastre”. (22)
Al estilo del Banco Mundial
Para el Banco Mundial, la reconstrucción posguerra es una oportunidad para aplicar la forma más atroz de ajuste estructural en países que van desde los que emergen de la guerra o los desastres naturales, pasando por aquellos que viven conflictos internos violentos, hasta los que se encuentran bajo ocupación extranjera, y/o en “transición” del comunismo al capitalismo. El Banco juega un papel importante en modelar el ambiente económico, social y político en Afganistán, Camboya, la región africana de los Grandes Lagos, los Balcanes, Liberia, Nepal, Sierra Leona, Timor Oriental, Sri Lanka,  Cisjordania y Gaza, y otras áreas destrozadas por la guerra, los conflictos y los desastres. La aplicación inmediata de reformas de libre mercado, entre ellas disposiciones legales para la inversión extranjera, la repatriación completa de ganancias de los inversores extranjeros, los derechos de propiedad privada, cero subsidio a la alimentación y los servicios esenciales, y el ahora ubicuo concepto de ‘buen gobierno’ son comunes a todos los programas de reconstrucción del Banco Mundial.
El Banco Mundial es una de las instituciones más influyentes involucradas en la reconstrucción posconflicto y posguerra. “Mitigar los efectos de la guerra” es el argumento de aproximadamente el 16% del total de préstamos del Banco. (23) El Banco tiene una unidad especial para diseñar los programas de desarrollo de los países afectados por conflictos (la Unidad de Prevención de Conflictos y Reconstrucción) y un fondo especial para suministrar financiación destinada a la reconstrucción en “sociedades de posguerra” (el Fondo Post Conflicto). Tiene una Política de Operaciones sobre “Cooperación para el Desarrollo y Conflicto” (OP 2.30) que establece el alcance y los términos de las intervenciones de la institución y explícitamente abre la puerta al Banco para trabajar en la prevención de conflictos. (24) El Banco puede incluso intervenir en países donde está poco claro quién está en el poder y puede otorgar subvenciones a solicitud de la comunidad internacional “apropiadamente representada” (por ejemplo por organismos de Naciones Unidas). Esto quiere decir que el Banco Mundial (y el FMI) puede operar en un país en ausencia de un gobierno soberano, como lo hizo en Irak y Afganistán.
El Fondo Post Conflicto (PCF por sus siglas en inglés) del Banco fue creado en 1997 para “aumentar la capacidad de apoyo del Banco Mundial a los países en transición del conflicto a la paz sostenible y el crecimiento económico”. El PCF hace donaciones a gobiernos, organizaciones de la sociedad civil, instituciones y actores del sector privado, para canalizar la ayuda del Banco tan pronto, y en un espectro tan amplio como sea posible. Sólo en el  año fiscal 2004, el Banco desembolsó US$ 10,6 millones; desde 1998 ha desembolsado US$ 66,7 millones destinados, entre otros, a Afganistán, Sri Lanka, Colombia, Haití, Azerbaiyán, Ruanda, Sierra Leona, Bosnia, Croacia y Filipinas. (25)
Algo que vale la pena destacar de la participación del Banco en la reconstrucción post conflicto es la amplitud y el tamaño de sus operaciones, y la facilidad con la que ‘remarca’ sus paquetes habituales de reformas con el rótulo de ‘reconstrucción’. Las actividades de reconstrucción del Banco abarcan un amplio espectro, desde el “asesoramiento” sobre políticas y la contratación de estudios, a la financiación de actividades en el país en cuestión y la administración de las donaciones financieras que se canalizan para la reconstrucción de un país destrozado por la guerra o arrasado por el conflicto. En la región de los Grandes Lagos en África Central, el Banco está actualmente administrando un programa de US$350 millones de múltiples donantes destinados a desmovilizar y reintegrar a 450.000 ex combatientes de Angola, Burundi, República Centroafricana, República Democrática del Congo, República de Congo, Ruanda y Uganda.(26) Incluso la Corporación Financiera Internacional (CFI) – la ventanilla del Banco para financiación al sector privado- está en el negocio, y ha brindado financiamiento a proyectos tales como un hotel de lujo de larga estadía en Ruanda para el personal de desarrollo internacional, un hotel de lujo en Afganistán para diplomáticos y profesionales de la ayuda para el desarrollo, el desarrollo de campos petroleros al sudeste de Chad, la construcción de un oleoducto subterráneo de Chad a Camerún (para transportar el petróleo de los pozos de Chad), la construcción de una fábrica de cemento completamente nueva en Irak, la privatización y ampliación de una usina estatal de generación de energía en Tayikistán, y un mecanismo especial de prestamos para la reconstrucción y rehabilitación de las instalaciones turísticas destruidas por el tsunami. (27)
A fin de ampliar su trabajo de reconstrucción, el Banco ha desarrollado “nuevos productos” para las situaciones donde los instrumentos normales de otorgamiento de préstamos no son aplicables. Éstos permiten al Banco “posicionarse” tempranamente en el diseño del camino de desarrollo del país afectado. En varios países que salen de conflictos, el Banco Mundial prepara una Estrategia de Apoyo a la Transición (Transitional Support Strategy –TSS). La TSS es un plan de corto a mediano plazo para la reconstrucción exhaustiva, a través del cual el Banco puede proporcionar subvenciones y préstamos de emergencia para la recuperación. Tanto Angola como Macedonia, Kosovo, Timor Oriental y la República Democrática del Congo tienen actualmente una estrategia de este tipo. El Banco también ha creado y gestionado fondos fiduciarios conjuntos de donantes en países como Afganistán, Kosovo y Timor Oriental, y en la región de los Grandes Lagos en África. (28)
A finales de 2002, el Banco Mundial creó una iniciativa para los países con bajo ingreso en dificultades (Low Income Countries Under Stress – LICUS). La iniciativa LICUS se centra en mejorar la eficacia del desarrollo en los países a los que el Banco llama “Estados frágiles”. En colaboración con otras agencias de desarrollo y académicos, el Banco ha empezado a crear un marco analítico y a “reunir las herramientas adecuadas” para ayudar a los países que atraviesan circunstancias difíciles.(29) Hasta junio de 2004, los países objetivo incluían a la República Centroafricana, Haití, Liberia, Myanmar, Somalia, Sudán, Togo y Zimbabwe.
En el mundo del Banco los Estados frágiles “se caracterizan por ser particularmente débiles en cuanto a su desempeño y a sus instituciones, según indican las calificaciones del Banco Mundial en las Evaluaciones de instituciones y desempeño de los países”. (30) Es importante resaltar aquí la observación del Banco de que los países con bajo ingreso en dificultades (países LICUS) tienen “entornos que no son propicios para absorber volúmenes importantes de ayuda para el desarrollo”. (31) La concepción que tiene el Banco de los Estados frágiles es en realidad muy similar al de la Oficina del Coordinador para la Reconstrucción y la Estabilización (S/CRS por sus siglas en inglés). Ambos organismos expresan preocupación por la proliferación de Estados debilitados que representan una amenaza tanto para el mundo entero como para sus propias poblaciones sufrientes.
“Muchos países de bajo ingreso en dificultades tienen partes interesadas nacionales que intentan iniciar las reformas básicas necesarias, aunque las autoridades nacionales a cargo de estas reformas suelen tener poco poder político y requieren de un modesto pero oportuno apoyo internacional para lograr el impulso necesario para llevarlas adelante. Esto es de especial importancia en los países de bajo ingreso en dificultades que realizan esfuerzos por lograr la reconciliación nacional o la transición política: es fundamental que en estos períodos de transición mejore la economía y la gobernabilidad, tanto para evitar una nueva etapa de inestabilidad política como para preparar las políticas e instituciones para el compromiso más integral de parte de la comunidad internacional”. (32)
En enero de 2004, el Banco creó un Fondo Fiduciario para implementar la iniciativa LICUS destinado a dar asistencia a los países de bajo ingreso en dificultades durante lo que el Banco llama períodos de “transición”, especialmente para aquellos que están atrasados con el pago de los servicios de sus deudas con el Banco. Financiado con el superávit del Banco en el año fiscal 2003, el Fondo Fiduciario tiene un presupuesto de US$ 25 millones, y hasta la fecha ha desembolsado US$ 19,1 millones en paquetes de subvenciones para las Islas Comores, Liberia, República Centroafricana, Haití y Sudán. Según el Banco,
“El Fondo fiduciario propuesto, orientado principalmente hacia los países que están atrasados en sus pagos al Banco y se encuentran excluidos del régimen de contabilidad de valores no devengados, permitiría que el Banco entregue algo de apoyo para ayudarlos mientras inician el tipo de reformas que sentarían las bases para el pago de la deuda y el posterior acceso a financiamiento y alivio de la deuda de la AIF sobre la base de un historial sólido”. (33)
En otras palabras, el objetivo del Fondo Fiduciario para la iniciativa LICUS es colocar otra vez a estos países “frágiles” bajo las polleras del Banco Mundial y el FMI. Las reformas principales previstas a través del Fondo Fiduciario incluyen reformas relativas a gobernanza, funcionarios públicos, finanzas públicas, y reformas políticas, institucionales y judiciales, es decir, todos los elementos de un programa de ajuste estructural clásico.
Cómo se une todo
A pesar de sus mejores esfuerzos por demostrar lo contrario, el lema del Banco Mundial “Trabajando por un mundo libre de pobreza”, suena cada vez más hueco con cada nuevo dólar que destina a la asistencia.
A lo largo de sus 60 y pico de años de existencia, el Banco ha transitado muchas modas pasajeras, incluyendo la ayuda a la emergencia, el desarrollo de infraestructura, la generación de capital humano y social, la satisfacción de las necesidades básicas, las reformas financieras y económicas, el buen gobierno y la participación. Sea cual sea la medida de desempeño económico o social que utilicemos, las pasadas dos décadas muestran que la aplicación rígida de la ortodoxia económica y financiera del Banco y el Fondo ha fracasado rotundamente. Los países que estaban endeudados hace más de 20 años, siguen atascados en la deuda, hundidos bajo el peso de la terrible carga del repago que ha socavado todos los indicadores sociales y ambientales; la pobreza de los ingresos, la desigualdad, el desempleo, el hambre y la desnutrición se han transformado en condiciones arraigadas como resultado de las reformas económicas y financieras diseñadas por el Banco y el Fondo; la exclusión social, el desamparo de la migración y el tráfico de seres humanos están en alza en todos los lugares donde el Banco y el Fondo han dejado la marca de sus políticas; la destrucción ambiental y ecológica y el reasentamiento forzado acompañan a la mayoría de los proyectos de infraestructura que financia el Banco, y las capacidades de la mayoría de los prestatarios del  Banco y el Fondo para combatir el VIH-SIDA, la malaria y otras enfermedades epidémicas se han visto disminuidas como resultado de los recortes presupuestales al gasto público.
En un estudio sobre la participación de las instituciones financieras internacionales (IFI) en Afganistán, Anne Carlin nota que las IFI están buscando “nuevas líneas de negocios” en un momento en que los grandes prestatarios como India y China recurren a otras fuentes para proyectos muy importantes. (34) A fin de retener a los clientes de ingresos medios como India y China, el BIRF ha reducido sus tasas de interés crediticio y le sumó US$ 1.000 millones al monto máximo de crédito a un solo país, que ahora asciende a US$ 14.500 millones. (35) Según un alto funcionario del Banco, India se ha quejado de que encuentra los costos de los préstamos del Banco demasiado onerosos y no está dispuesta a solicitar un préstamo si no se rebajan los costos.
La reconstrucción posconflicto o posguerra constituye una excelente oportunidad para que el Banco Mundial se adjudique un nuevo papel y mantenga a raya su irrelevancia institucional. La “construcción de Nación” y el apoyo a los “Estados frágiles” para que encuentren “salidas sostenibles” a las condiciones de conflicto, brindan al Banco blindajes útiles con que desviar la atención de sus malos resultados con los ajustes estructurales, el alivio de la deuda y sus gigantescos proyectos de infraestructura. El ascenso de Paul Wolfowitz a la presidencia del Banco, por lo tanto, es totalmente funcional a los intereses de auto-perpetuación del Banco.
Si bien Wolfowitz llega a la presidencia del Banco sin ninguna experiencia en los asuntos del desarrollo, sí trae consigo una experiencia sumamente valiosa en la supervisión de la reconstrucción de Irak, durante la cual demostró su compromiso con el desarrollo orientado por las empresas. Importa muy poco que a dos años de la invasión, Irak se encuentre sumergido en el caos; la comida, el agua y las medicinas sean escasas, la seguridad, prácticamente inexistente, y el país esté siendo despedazado por los conflictos sectarios. Es mucho más importante que las empresas estadounidenses ahora tengan el control sobre los apetitosos contratos para la reconstrucción de las estructuras que destruyó la guerra de Wolfowitz. La integración vertical en todo su esplendor.
A mediados de septiembre, la directiva del Banco Mundial aprobó un plan para usar no menos de US$ 500 millones en préstamos para el gobierno iraquí. En 2004, el antecesor de Wolfowitz, James Wolfensohn, comprometió entre US$ 3 y 5 mil millones para la reconstrucción y acordó administrar el Fondo Fiduciario de Irak. Actualmente el Banco está considerando enviar personal de vuelta a Irak para supervisar las enormes sumas de fondos de reconstrucción que serán canalizadas a través del Fondo Fiduciario, ya que un informe interno del Banco ha advertido que “existen riesgos altos y sin precedentes” para el trabajo del Banco en Irak, en razón de que no es posible para los expertos del Banco viajar por todo el país y supervisar el desembolso de la ayuda. (36)
Una faceta interesante de la iniciativa LICUS del Banco Mundial es que le da al Banco la capacidad de designar los países que están en peligro de convertirse en “Estados frágiles”. De forma semejante, la Oficina del Coordinador para la Reconstrucción y la Estabilización (S/CRS) dirigida por Carlos Pasqual ha solicitado al Consejo Nacional de Inteligencia de los Estados Unidos que identifique cada seis meses un grupo de países que a su juicio estén en una situación de “mayor riesgo de inestabilidad”. Entre éstos, el Coordinador Pasqual seleccionará los países en los que se “centrará un proceso de planificación más intensivo”. (37) Ambos, el Banco y la S/CRS, están así en condiciones de transformar el “fracaso del Estado” en una profecía auto-cumplida, gracias a la aplicación de sus respectivos programas de reconstrucción posguerra.
La experiencia anterior de Paul Wolfowitz en la administración estadounidense probablemente le sea muy útil en su nuevo trabajo en el Banco Mundial.
* Shalmali Guttal es directora asociada de Focus on the Global South [email protected].
Notas
1. Andrew J. Bacevich, Trigger Man, en Paul Wolfowitz, messianic vision meets faith in the efficacy of force. The American Conservative, junio 6, 2005.
2. Ibid.
3. http://www.state.gov/s/crs/c12936.htm
4. Ibid.
5. Ibid.
6. Stephen D. Krasner, director de planificación política y Carlos Pascual, coordinador de la Oficina para la Reconstrucción y la Estabilización. Addressing State Failure. Foreign Affairs Magazine, julio/agosto 2005, Vol 84, No 4, Washington, DC, junio 27, 2005.
7. Ibid.
8. Financial Times, US prepares classified watch-list of 25 unstable countries. Marzo 29, 2005.
9. Ibid
10. Naomi Klein, Baghdad Year Zero, Pillaging Iraq in Pursuit of a Neocon Utopia. Harper’s Magazine, septiembre 2004
11. Herbert Docena, The Other Reconstruction: How private contractors are transforming Iraq’s state and civil society. Enfoque sobre Comercio, Parte1, Número 101, julio 2004. http://www.focusweb.org/sites/www.focusweb.org/files/pdf/fot101.pdf
12. Para más detalles visite el sitio web: http://www.halliburtonwatch.org/
13. Herbert Docena, Iraq’s Neoliberal Constitution. Foreign Policy in Focus, http://www.fpif.org/fpiftxt/492
14. Ibid. Véase también, Emad Mekay, US to Take Bigger Bite of Iraq’s Economic Pie. Inter Press Service, diciembre 23, 2004.
15. Leslie Wayne, Expedited Contracts for Cleanup Are Testing Regulations. The New York Times, septiembre 13, 2005.
16. John M. Broder, en Storm’s Ruins, a Rush to Rebuild and Reopen for Business. The New York Times, septiembre 10, 2005.
17. Ibid.
18. The Associated Press, Investigators to Monitor Katrina Contracts. Septiembre 13, 3005.
19. Leslie Wayne, Expedited Contracts for Cleanup Are Testing Regulations. The New York Times, septiembre 13, 2005.
20. The Associated Press, Investigators to Monitor Katrina Contracts. septiembre 13, 2005.
21. John M. Broder, en Storm’s Ruins, a Rush to Rebuild and Reopen for Business. The New York Times, septiembre 10, 2005.
22. Ibid.
23. Página web del Banco Mundial sobre conflictos, sitio web del Banco Mundial.
24. Ver “Política del Banco en material de conflictos y cooperación para el desarrollo”, página web del Banco Mundial. http://lnweb18.worldbank.org/ESSD/sdvext.nsf/67ByDocName/ThePostConflictFund
25. http://web.worldbank.org/WBSITE/EXTERNAL/NEWS/0,,contentMDK:20042303~menuPK:34480~pagePK:36694~piPK:116742~theSitePK:4607,00.html
26. http://web.worldbank.org/WBSITE/EXTERNAL/NEWS/0,,contentMDK:20629793~pagePK:34370~piP:34424~theSitePK:4607,00.html
27. http://www.ifc.org/ifcext/about.nsf/Content/WhatWeDo
28. Bretton Woods Project:http://brettonwoodsproject.org/article.shtml?cmd[126]=x-126-16554
29. http://web.worldbank.org/WBSITE/EXTERNAL/PROJECTS/STRATEGIES/EXTLICUS/0,,menuPK:511784~pagePK:64171540~piPK:64171528~theSitePK:511778,00.html
30. http://web.worldbank.org/WBSITE/EXTERNAL/BANCOMUNDIAL/EXTPPSPANISH/EXTSTRATEGIESSPANISH/EXTLICUSSPANISH/0,,contentMDK:20620424~menuPK:1308524~pagePK:64171531~piPK:64171507~theSitePK:1308492,00.html
31. Ibid.
32. Ibid.
33. Ibid.
34. Anne Carlin, Rush to Reengagement in Afghanistan: The IFI’s Post Conflict Agenda, Bank Information Centre, diciembre 2003.
35.
://web.worldbank.org/WBSITE/EXTERNAL/NEWS/0,,contentMDK:20610454~pagePK:34370~piPK:34424~theSitePK:4607,00.html
36. Paul Blustein, World Bank Considers Sending Staff Back to Baghdad, Wolfowitz Acknowledges That Presence Is Important to Success of Rebuilding Programs. Washington Post, septiembre 18, 2005.
37. Comentarios del embajador Carlos Pascual, emitidos en The Center For Strategic & International Studies, 20 de octubre, 2004.

 

Enfoque Sobre Comercio es editado por Nicola Bullard ([email protected]) .

Traducción: Alicia Porrini y Alberto Villarreal ([email protected]) para

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