Introducción: Bruno KervynLa Insignia. Bélgica, noviembre del 2002.

Hace unos meses, OXFAM International publicó un fascinante informe, Cambiar las reglas: comercio, globalización y lucha contra la pobreza (1); un documento sobre el comercio internacional, sus reglas injustas, sus consecuencias negativas sobre los países pobres y las maneras de corregirlas. Este informe, bien documentado, claramente escrito y aparentemente progresista (pues milita en favor de la justicia social y de la equidad entre los países) ha provocado violentas críticas provenientes de diversos grupos ubicados a la izquierda de OXFAM. Los artículos que siguen -una crítica de Walden Bello (conocido director filipino de la o­nG Focus o­n the Global South, con sede en Bangkok), la respuesta de OXFAM y una contra respuesta de Bello- resumen un debate muy importante para el conjunto del movimiento crítico a la globalización neoliberal. De un lado, OXFAM asume una posición “reformista” que cree que el sistema actual puede y debe ser mejorado; del otro lado, Bello representa los movimientos antiglobalización que se oponen a cualquier acuerdo multilateral (es decir un acuerdo que imponga a todos reglas comunes) sobre comercio mientras que los países ricos tengan el poder y la voluntad de imponer unilateralmente sus normas. No se trata aquí de un debate entre defensores u oponentes al comercio justo, sino entre reformistas (OXFAM) y radicales (Focus), sobre la mejor estrategia a seguir en el terreno del comercio internacional para promover el desarrollo de los países pobres, la equidad y el respeto del medio ambiente. Cualquiera que sea la conclusión que se pueda sacar de las opiniones en este debate, les recomendamos vivamente la lectura del informe de Oxfam: saca a la luz pública el funcionamiento real y profundamente injusto del comercio internacional actual.

Agradecemos a los amigos de Focus o­n the Global South (2) la autorización de publicar en La Insignia este importante debate.

El problema con la campaña de comercio de Oxfam Walden Bello (*)

Oxfam Internacional lanzó recientemente una campaña global para promover un acceso más amplio de los productos de los países en desarrollo a los mercados del norte. Tengo mucho respeto por Oxfam, y estoy de acuerdo con buena parte de su informe, pero siento que está mal enfocado y apunta en una dirección equivocada dentro del movimiento contra la globalización corporativa durante este período crítico.

En primer lugar, el enfoque sobre el acceso a los mercados lleva la gente a creer que el acceso a los mercados del norte es el principal problema y necesidad del sistema comercial global. Nada que ver. El problema central es el paradigma de libre comercio que la Organización Mundial de Comercio (OMC) viene imponiendo implacablemente al sistema comercial global. El reducido acceso para los productos del sur y los subsidios agrícolas del norte representan problemas para las economías del sur, pero más destructivas aún son las medidas indiscriminadas de liberalización -comercial, industriales, agrícolas y de servicios- impulsadas por la OMC. Los llamados “nuevos temas” -o más bien los esfuerzos de la OMC por liberalizar y controlar las políticas de inversiones, competencia, contrataciones gubernamentales y facilitación de comercio- representan la punta de lanza del esfuerzo actual de la OMC de someter todo al libre comercio; y la oposición a estos temas debe ser el esfuerzo principal de la sociedad civil internacional

Segundo, como el grupo activista de EE.UU Food First notó en su respuesta al Informe de Oxfam, el énfasis sobre el acceso a los mercados promueve el paradigma del crecimiento con base en las exportaciones, y son los intereses monopólicos agrícolas los que serán los principales beneficiarios de un mayor acceso a los mercados agrícolas del Norte. Incluso en el caso de los alimentos principales como el maíz y el arroz, no son los pequeños agricultores los que se benefician sino los grandes intermediarios. Enfatizando el acceso de los productos agrícolas del Sur a los mercados del Norte, también aumentará la presión sobre los países en desarrollo para que abran sus mercados a cambio de la apertura acelerada de los mercados del Norte. Así, esta estrategia simplemente socava el esfuerzo de muchos movimientos de campesinos del Sur para cambiar la orientación de la agricultura, de un énfasis en la producción para la exportación basada en grandes extensiones de tierra e intereses corporativos, a un sistema productivo que descanse en el pequeño agricultor, que produce principalmente para el mercado local, y que es protegido por aranceles y cuotas contra la competición desleal de los productos subvencionados de los países ricos.

Para ser justo, en su informe Oxfam dice estar preocupada por el futuro de sistemas agrarios que descansan sobre los pequeños productores, y creo que es así. Sin embargo, el hincapié que su campaña hace sobre el acceso a los mercados del Norte le resta importancia a esta preocupación.

El acceso a los mercados no es el objetivo principal de ningún país o grupo de países en desarrollo, en sus esfuerzos por reformar el sistema comercial mundial. Hasta donde sé, es promovido principalmente por el Grupo Cairns, y dentro del Grupo de Cairns por el trío de Australia, Nueva Zelanda y Argentina. De hecho, funcionarios principales de Filipinas e Indonesia ahora hablan de la posibilidad de sacar a sus países del Grupo Cairns, en parte porque se sienten que la agenda ha sido “secuestrada” por los miembros obsesionados por el problema de acceso a los mercados. Es incongruente que Oxfam haya surgido dentro de la sociedad civil como defensor de la posición del Grupo de Cairns.

The Washington Post ha insinuado que el acento puesto por Oxfam en el acceso a los mercados indica que esta o­nG se ha unido a los defensores del libre mercado. No estamos de acuerdo. Al mismo tiempo, el concepto erróneo del Washington Post se entiende perfectamente dado el argumento de Oxfam de que el acceso a los mercados es el “mal a ser superado”.

El problema que enfrentamos es complejo: un esfuerzo enérgico de imponer un orden comercial neoliberal por parte de una organización poco representativa, antidemocrática, no transparente y dominada por las superpotencias comerciales. El apoyo a los esfuerzos de gobiernos de los países en desarrollo y los movimientos de la sociedad civil para detener esta aplanadora por medio de la agenda de implementación, la toma transparente de decisiones, el respaldo a la soberanía alimentaria y el freno a la jurisdicción de la OMC hacia los nuevos temas, debe constituir el contenido y la fuerza de una campaña de la sociedad civil internacional. La campaña Sur-Norte Nuestro mundo no está en venta adoptó esta posición. Yo recomendaría que Oxfam tome la misma ruta.

Es una desgracia que, en su informe, Oxfam acusara a un gran sector del movimiento contra la globalización corporativa como “globófobos”. Este juego de insultos es poco útil. De hecho, han sido los llamados “globófobos” quienes crearon el movimiento dinámico que sacudió a las instituciones financieras y comerciales y les obligó a prestar atención a los puntos de vista de organizaciones como Oxfam. Sería bueno que Oxfam lo reconozca, en vez de promover caricaturas de otros actores del movimiento contra la globalización corporativa.

Siento tener que disentir públicamente con Oxfam sobre este problema, especialmente porque tengo mucho respeto por su trabajo humanitario y de desarrollo. Pero sólo a través del debate y diálogo entre compañeros y aliados será posible trazar un camino sólido hacia adelante.

Notas

(*) Walden Bello es director ejecutivo de Focus o­n the Global South.

(1) El documento en español esta disponible en el sitio web: www.comercioconjusticia.com , el impreso puede ser solicitado a Intermom Oxfam, Roger de Llúria,15 08010-Barcelona (España), o a la representación de Oxfam en su país.(2) www.focusweb.org