Moraleja de la campaña por acceso a los medicamentos

por Nicola Bullard*

BANGKOK, septiembre 5. A medida que se aproxima la conferencia ministerial de la OMC en Cancún, conviene hacer un balance de las lecciones de la campaña por el acceso a los medicamentos que fue lanzada en la etapa preparatoria de la pasada conferencia ministerial de la OMC en el 2001 en Doha, cuyo fruto amargo salió a la luz el fin de semana pasado en Ginebra en un acuerdo que, según muchos analistas, deja a los países en desarrollo en peor situación que la que estaban antes de Doha.

La campaña por acceso a los medicamentos liderada por las o­nG internacionales Oxfam y Médicos Sin Fronteras (MSF) gozó de gran popularidad desde su inicio. El tema era muy atractivo: codiciosas empresas farmacéuticas que le niegan acceso a medicamentos asequibles a gente pobre moribunda de enfermedades asociadas al VIH, mediante la manipulación del acuerdo de la OMC sobre los ADPIC (Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados al Comercio). La campaña tenía todo a su favor: sufrimiento humano e injusticia versus avaricia y poder. Era casi inevitable que incluso los países más poderosos de la OMC se viesen obligados a responder y, en la guerra de agotamiento de Doha, la Declaración Política sobre los ADPIC y la Salud Pública fue el momento glorioso de una declaración ministerial larga en promesas y corta en acciones.

En ese momento los encargados de la campaña estaban llenos de regocijo, aunque cautelosos, a sabiendas que ‘el demonio se esconde en el detalle’ y que una declaración política está lejos de ser una solución exhaustiva.

En las fauces de la OMC

En efecto, el demonio se escabulló acechante en los corredores de la OMC y las salas de junta de las transnacionales farmacéuticas. A los Estados Unidos, la Unión Europea y las grandes empresas de medicamentos les llevó casi dos años tejer un acuerdo que protegiese sus intereses al mismo tiempo que da la impresión de responder a los reclamos de justicia para los enfermos y los pobres.

El cínico y engañoso acuerdo alcanzado el fin de semana pasado en Ginebra incrementa el poder de la OMC e interpone obstáculos casi insuperables para los países empobrecidos que quieran expedir licencias obligatorias, y suficientes desincentivos y trabas burocráticas para desalentar las exportaciones de los países en desarrollo con capacidad para fabricar medicamentos genéricos a los países empobrecidos. En suma, en esos dos años apretaron el nudo corredizo y llenaron los vacíos legales, todo ello en beneficio de las compañías farmacéuticas que catalogaron el nuevo acuerdo como “equilibrado”. Su evaluación del resultado, bastante contenida, debe leerse teniendo en cuenta que lo que ellas originalmente reclamaban –presentado como la propuesta de EEUU, que el espectro de enfermedades abarcadas bajo el acuerdo fuese limitado a un puñado de “enfermedades seleccionadas” y una lista restringida de países—fue al final rechazado por los países en desarrollo.

“Peor que antes de Doha”

Los activistas que seguían de cerca las negociaciones vieron con amargura como se frustraron sus esperanzas. Jaime Love, del Consumer Project o­n Technology escribió que “las personas que negociaron este acuerdo le han entregado al mundo un nuevo modelo de aprobación del proteccionismo”. Oxfam y MSF catalogaron la solución de “impracticable” afirmando que “el acuerdo fue ideado para ofrecerle alivio a EEUU y las empresas farmacéuticas Occidentales” y que “las reglas mundiales sobre patentes seguirán empujando al alza el precio de los medicamentos”. Catherine Dihn, de MSF Australia manifestó que ese acuerdo conducirá al “desecamiento” de los fármacos genéricos, despejándole de cualquier competencia el camino a los productos comerciales. “Más gente morirá como resultado de este acuerdo”, dijo ella. “La situación es peor ahora que lo que era antes de Doha”. Confirmando esa visión, el jefe de la Alianza Farmacéutica de la India expresó que “ese acuerdo está plagado de obstáculos que tornarán a los medicamentos genéricos más costosos que lo necesario.”

Negocio redondo para las grandes farmacéuticas

La prioridad de las grandes empresas farmacéuticas era garantizarse acceso permanente a los lucrativos mercados de los países de ingresos medios, y extirpar cualquier posible competencia de la boyante industria farmacéutica de países tales como Brasil y la India. En ambos casos las grandes empresas del Norte salieron triunfantes, al mismo tiempo que mantuvieron viva la apariencia de que los países en desarrollo aún así podrían acceder a medicamentos asequibles. La pregunta es, obviamente, quién va a suministrarles esos medicamentos, dado que el nuevo acuerdo prohíbe la producción y exportación de medicamentos genéricos “con fines comerciales.”

El director general de la OMC Supachai Panitchpakdi defendió el acuerdo como prueba que “la OMC puede hacerse cargo de problemas humanitarios tanto como de asuntos comerciales”. Pero esa evaluación halagüeña hace caso omiso del contexto político en el cual se aprobó dicho acuerdo. A diez días de iniciarse la conferencia ministerial de la OMC en Cancún el clima político en su sede central de Ginebra era de indisposición y malhumor, y su Secretaría estaba viéndoselas con gobiernos irritables –todo ello el producto acumulado de problemas no resueltos y una larga lista de promesas incumplidas desde Doha. Obviamente algo tuvo que haber ocurrido en los corredores, que explique el hecho casi inexplicable de que varios países africanos de repente se presentaran como proponentes de una “solución” que ellos mismos tenían que saber que era impracticable, desequilibrada y exageradamente restrictiva. EEUU y la UE tuvieron casi dos años para escuchar los reclamos de los países en desarrollo, pero optaron en cambio por forzar la aprobación de este acuerdo a última hora, sin mayor discusión posible. ¿Porqué? ¿Para dejar la impresión de que el programa de la OMC está “avanzando”? ¿Para forzar un acuerdo en un momento cuando ya todo el mundo estaba sobreexcedido y las tensiones encumbradas? Cualquiera fuese el motivo, hay algo que es indiscutible: la OMC no se ha demostrado capaz de abordar problemas humanitarios tanto como asuntos comerciales, tal y como reivindica el Dr. Supachai, sino que ha demostrado que abordará los problemas humanitarios como si se tratase de asuntos comerciales.

Acuerdo sobre los ADPIC es el problema

El acceso a medicamentos asequibles es un derecho humano fundamental, y el problema con el acuerdo de la OMC sobre los ADPIC ha sido y sigue siendo un problema muy real. Sin embargo, el enfoque estrecho de la campaña por acceso a los medicamentos desvirtuó y distrajo la atención del problema más amplio: el acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados al Comercio (ADPIC, mejor conocido como TRIPS por su sigla en inglés) en su totalidad. Este acuerdo posiblemente sea el más atroz de los acuerdos de la OMC (aunque la competencia es muy cerrada) porque legaliza los monopolios, consolida el poder de las grandes empresas transnacionales y potencialmente habilita el patentamiento y la apropiación privada de la vida en sí misma. Además, el acuerdo relativo a los medicamentos estaba condenado a desmoronarse, ya que en Doha no se llegó a ningún compromiso que implicara cambiar la “letra” del acuerdo sobre los ADPIC. Una vez que la “política” de la declaración política entró en juego de vuelta de Doha en Ginebra, el resultado era tristemente previsible, salvo un cambio milagroso en el balance de fuerzas en la OMC.

Más bien, se debe reclamar “Fuera los ADPIC de la OMC”. Esto quizás no concite la misma atracción popular que la campaña por “acceso a los medicamentos”, pero al final, es la única solución –y aún no es tarde para ello. Todos hemos aprendido mucho de esta experiencia, incluso que la falsedad y la corrupción de la OMC y los intereses creados que protege no parecen tener límite.

* Nicola Bullard trabaja con Focus o­n the Global South y es la editora de Enfoque sobre Comercio.