por Chanida Chanyapate y Alec Bamford*
Si se le menciona la economía de suficiencia al empresario extranjero típico de Bangkok, seguramente nos conteste con una risita, y quizá agregue un comentario en el sentido de que estos conceptos condicen bien con la “democracia de suficiencia” que prometen el anteproyecto de Constitución y la Ley de Seguridad Interna.
Y a pesar de la licencia Real que las respalda, es fácil darse cuenta porqué las homilías sobre “ni muy poco, ni muy mucho” no le agradan casi nada al capitalismo despiadado del Gran Hermano y sus secuaces.
“Renta anual de veinte libras, gasto anual de diecinueve; resultado, felicidad. Renta anual de veinte libras, gasto anual de veinte y media; resultado, miseria”.
Esta cita suena como la economía de suficiencia. Pero se trata en realidad del Sr. Micawber en el capítulo 12 de la novela David Copperfield de Dickens.(1) Y Wilking Micawber es uno de los grandes bufones de la literatura inglesa.
De modo que, ¿no es acaso la economía de suficiencia poco más que una expresión de piedad bien intencionada sin ninguna relevancia en el mundo real?
Responder afirmativamente implicaría ignorar dos hechos trascendentes.
En primer lugar, aunque la mayoría de la gente conoce la economía de suficiencia como una especie de pronunciamiento oracular ex-cátedra de Su Majestad el Rey en respuesta al colapso económico de Tailandia en 1997, no se trata en absoluto de una obra de teorízación hipotética. Ciertamente un Discurso de Cumpleaños del Trono, consistente en un monólogo improvisado a cargo de una eminencia tan respetada que su palabra prácticamente no puede ser cuestionada, bien puede ser interpretado de manera diferente por distintas audiencias, y los debates sobre el tema han llevado a conclusiones variadas y encontradas entre sí.
Pero Su Majestad el Rey llegó al concepto de la economía de suficiencia a partir de años de observación de proyectos de desarrollo de base. La economía de suficiencia es un hecho real, un dato de la realidad. Hay personas y comunidades y redes que han prosperado ya desde hace algunos años gracias a la práctica de la economía de suficiencia.(2) Y lo que es más importante, que sobrevivieron a la crisis económica de 1997 y prosperaron, cuando muchas empresas de Bangkok murieron en el paredón de la bancarrota.
En segundo lugar, la economía de suficiencia abreva en principios filosóficos, teóricos y morales del Budismo. Está más allá del alcance de este artículo realizar una exposición sobre la economía budista, pero digamos brevemente que muchos analistas están llegando a la conclusión de que el crecimiento ilimitado, el consumismo desenfrenado, y la aceptación de la avaricia como la fuerza motora de la economía, implican una amenaza no solamente para el propio sistema económico, sino para la supervivencia del planeta. Y las enseñanzas de Buda son muy claras y convincentes en lo que hace a asuntos como la avaricia.
La respuesta del sector empresarial, la academia y la burocracia tailandesas ante el llamado de Su Majestad el Rey a la adopción de una economía de suficiencia ha sido a menudo tan útil como la risita socarrona del empresario extranjero.
De muy mala gana, la economía de suficiencia fue incorporada a los planes de la Dirección Nacional de Desarrollo Económico y Social (NESDB por sus siglas en inglés) (comenzando con el noveno plan de 2002-2006). Los administradores tradicionales de la macro-economía de Tailandia estimaron que esa tesis reforzaba sus esfuerzos prudentes, aunque paternalistas, por mantener el equilibrio fiscal, la estabilidad de la tasa de cambio, etc. De vez en cuando, entonces, exhortaban al sector privado a conducir sus negocios de manera moderada y razonable, fundada en una base adecuada de conocimientos y virtud.(3) Si todos se comportaran como buenos niños y niñas, trabajando duro y con perseverancia, todo saldría bien.
Una filosofía de “ni muy poco, ni muy mucho” puede ser reconfortante para quienes pueden elegir. Pero para las clases marginadas que no tienen otra elección más que la de “muy poco”, no les resulta muy útil. Analicemos el caso de Thaksin. Independientemente de los elogios que haya proferido dientes para afuera a favor de la economía de suficiencia, sus políticas la destriparon de arriba a abajo. Él saqueó todas las alcancías gubernamentales para ofrecerle a la gente nuevas oportunidades de enriquecimiento rápido a través de distintos sistemas de crédito, desde fondos renovables para todo propósito a nivel de los poblados, hasta préstamos para la pequeña y mediana empresa. Y si eso no funcionaba, los pobres podían apostar en una lotería ampliada del Estado con la esperanza de ganarse una fortuna. Estos estímulos funcionaron para acelerar el crecimiento del PBI durante el reinado de Thaksin, mientras la economía de suficiencia yacía enterrada en los planes del NESDB que nadie se molestaba en leer.
La habilidad para hacer casi cualquier cosa y llamarla de todos modos economía de suficiencia se reflejó en los estudios realizados por distintas organizaciones, desde el Banco de los Agricultores Tailandeses a la Asociación de Corredores de Bolsa de Tailandia. Todos patrióticamente analizaron sus operaciones a través del prisma de la economía de suficiencia, y oh sorpresa, encontraron que no era para nada incompatible. Todo indicaba que aunque en verdad no encajara en ninguna parte, la economía de suficiencia podía claramente moldearse para que encajara provechosamente en todo tipo de discurso. Todo significado coherente que pudiera tener la economía de suficiencia se fue desvaneciendo en una masa informe que servía para cualquier uso.
Fueron los líderes del golpe de Estado militar que derrocó a Thaksin en septiembre 2006 los que resucitaron la economía de suficiencia, al consagrarla en la constitución interina. Esta vez la intención fue contrarrestar los gastos y riesgos supuestamente excesivos que había asumido el gobierno de Thaksin.
La economía de suficiencia dejó de ser un concepto nebuloso que podía significar cualquier cosa y nada al mismo tiempo, y, al igual que el propio golpe de Estado, se transformó en un concepto polémico. El Primer Ministro Surayut Chulanot, en su discurso a los altos funcionarios del gobierno en noviembre de 2006, explicó que en el pasado, el salto precipitado de Tailandia para insertarse en el proceso intensamente competitivo de la globalización había implicado grandes sufrimientos para mucha gente, y que por este motivo era necesario generar un equilibrio adecuado a nivel nacional entre la capacidad de autodependencia y la capacidad para competir en la arena mundial. También hizo énfasis en que la práctica de los principios de la economía de suficiencia no significaba dar la espalda al mundo.
No debería sorprender entonces que haya habido tanta resistencia a fomentar la economía de suficiencia como había defensores de la expansión del crédito para la producción y el consumo que habían regido antes en la época de Thaksin, es decir, muchísima. Los funcionarios gubernamentales ridiculizaron el planteo, argumentando que sólo se trataba de una justificación para no destinar fondos presupuestales al trabajo de desarrollo. El proletariado urbano seguidor de Thaksin estimó que se trataba de una política para mantenerlos pobres y atrasados.
Algunos académicos y activistas rehuyeron incluso a participar en el debate por temor a ser vistos como partidarios del golpe; a este sector además le preocupa la hipótesis subyacente de que si se supone que todos deben estar satisfechos con lo que ya tienen, entonces las luchas sociales simplemente ya no tendrían sentido.
Surayut quizás haya sido sincero, pero su falta de comprensión de las implicancias quedó en evidencia cuando designó a Somkid Jatusripitak, quien fuera uno de los ministros claves del gobierno de Thaksin, como embajador para llevar el mensaje al mundo. La misión de Somkid, antes que presentara su renuncia a los pocos días en medio de manifestaciones de burla, era explicar al mundo cómo compatibilizar la economía de suficiencia con la globalización. Un analista en ese momento comparó la situación con haber contratado a Atila de los Hunos para hacer proselitismo por los derechos humanos.
Es difícil conciliar la macroeconomía actual de Tailandia con la economía de suficiencia. Los economistas de la corriente dominante como MR Pridiyathorn Devakula (4) pueden reconocer la necesidad de reducir la dependencia de las exportaciones, que hoy ascienden al 70% del PBI. La situación es similar a la que precedió a la crisis de 1997, con el agregado de que una porción mayor del comercio exterior de exportación está hoy en manos de empresas transnacionales. Puesto que las exportaciones sacaron de la recesión a la economía y han seguido apuntalándola desde entonces, es evidente que no será tarea fácil convencer a la gente, mucho menos a las propias transnacionales, para que razonen con un paradigma diferente.
Más allá de cuán enceguecidos se encuentren los formuladores de políticas por los beneficios de corto plazo de la conducción económica que se ha venido practicando, los riesgos a largo plazo de ésta, y el éxito de la economía de suficiencia a nivel micro, indican la necesidad de introducir cambios en las políticas.
Por lo menos, es necesario proteger el espacio de la economía de suficiencia a nivel micro. Los acuerdos de libre comercio y las propuestas de Zonas Económicas Especiales son ejemplos del tipo de políticas que es necesario evaluar desde los parámetros y principios de la economía de suficiencia, y casi ciertamente el resultado las mostrará deficientes. El acceso y la tenencia de la tierra deben estar disponibles prioritariamente para quienes la trabajan. Igualmente importantes son los recursos naturales que constituyen los ecosistemas -el agua, los bosques, la biodiversidad y los bienes comunes que dan soporte a la agricultura y que deben ser protegidos.
Si se prestara más atención a lo que está sucediendo en la vida real, si las ideas y principios de quienes ya están practicando la economía de suficiencia fueran más conocidos, quizá entonces sea posible que la serena sonrisa de la economía de suficiencia sustituya a la mueca del capitalismo.
* Chanida Chanyapate es coordinadora de Focus on the Global South. Alec Bamford es profesor y escritor y hace más de 30 años que vive en Tailandia donde trabaja en lingüística, desarrollo comunitario y derechos humanos.
Notas
1. Lectores excepcionalmente bien informados pueden haber notado que en la versión cinematográfica de la novela realizada en la posguerra, éste parlamento a cargo de W C Fields está considerablemente simplificado. Si esto se resolvió así por consideración a la audiencia de aquella época cuyo espacio de atención quizás fuera limitado, o por la incapacidad embriagante de Fields de manejar discursos largos, no es de conocimiento de los autores.
2. Para conocer ejemplos, y las explicaciones de sus principios de los propios pobladores, ver el Informe 2007 del PNUD sobre el Desarrollo Humano de Tailandia.
3. La forma de entender la economía de suficiencia del establishment se puede ver en los documentos disponibles en: http://www.sufficiencyeconomy.org/en/
4. Director General del Banco de Tailandia durante el gobierno de Thaksin, cuando intentó frenar los peores excesos lo mejor que pudo. Pridiyathorn fue nombrado Vice-Primer Ministro y Ministro de Finanzas por Surayud. Renunció desesperado por la torpeza evidente en el nombramiento de Somkid.