LA
DISMINUCIÓN DE LA DEFORESTACIÓN EN EL CONVENIO SOBRE EL
CLIMA: ¿SE TRATA DE FINANCIAR BOSQUES, PLANTACIONES O EMPRESAS
Y CONSULTORES FORESTALES?
por
Simone Lovera*
La
melodía "The money keeps rolling" (El
dinero sigue entrando)
del musical "Evita" sonaba en mi cabeza mientras era testigo de
los tejes y manejes con relación a los bosques, que tuvieron
lugar en diciembre durante la 13ª Conferencia de las Partes de
la Convención
Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC),
realizada en Bali. Esta
canción habla de cómo los gobiernos populistas intentan
ganarse el apoyo popular dándole dinero a la gente, en lugar
de aplicar políticas responsables que alivien la pobreza del
pueblo de manera sustentable. Las posturas de los gobiernos frente a
las propuestas para la Reducción de las Emisiones resultantes
de la Deforestación y la degradación de los bosques en
los países en desarrollo (REDD) muestran algunos paralelismos
evidentes.
La
reunión en sí tuvo escaso éxito, habiéndose
acordado un proceso de negociación de dos años (muy
intenso en carbono, en vista de todas las reuniones y viajes aéreos
que implicará). Sin embargo, en un intento desesperado por
mantener a todas las partes en el mismo barco, incluido Estados
Unidos, no lograron acordar una base firme para las futuras acciones
de mitigación del cambio climático. Una propuesta de
aceptar una meta mínima para la reducción de las
emisiones de los países desarrollados, de entre 25 y 40%, tal
como lo recomendara el Panel Intergubernamental sobre Cambio
Climático (PICC), fue diluida durante las sesiones de
negociación de última hora, quedando solamente una
microscópica nota al pie que sugiere que los gobiernos se
remitan a los informes del PICC.
Las
decisiones acerca de los bosques tampoco reconfirmaron los actuales
compromisos vinculantes de reducción de la deforestación
establecidos en el Convenio sobre la Diversidad Biológica
(CDB). Por el contrario, la decisión final contiene solamente
una simple recomendación a los gobiernos para que "tomen
nota" de esos compromisos.
Los
resultados tampoco abordan un gran problema pendiente: la necesidad
de mejorar la definición de "bosque". En ausencia de una
nueva definición, cualquier zona arbolada o conjunto de
árboles, sean éstos nativos o exóticos e
invasores, en pie, o "temporalmente desprovista de existencias",
sigue contando como bosque para el Protocolo de Kioto.
Esta
mala definición es hoy más problemática que
nunca, ahora que la reunión aceptó aplicar
procedimientos simplificados que permiten que proyectos de
"reforestación y forestación" (léase
plantaciones de árboles) de mediano porte sean financiados al
amparo del Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL).
La
ignorancia de los gobiernos sobre la importancia de la diferencia
entre bosques y plantaciones de árboles quedó
evidenciada en el hecho que por todas partes en el predio de la
Conferencia de Bali se invitaba a los participantes a "compensar"
las emisiones derivadas de sus vuelos de larga distancia, ayudando a
financiar con tal fin el establecimiento de plantaciones de teca y
caoba en la isla. Como si los predios de la conferencia saturados de
insecticidas no fueran de por sí suficientemente artificiales.
Danza
de dólares, recorte de derechos
Por
otra parte, lo que resulta aún peor es que los resultados de
Bali han sido vaciados prácticamente de cualquier
reconocimiento de los derechos humanos o la justicia social. Los
derechos de los Pueblos Indígenas, que quedaron consagrados en
la Declaración sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas
adoptada recientemente por Naciones Unidas, siguen siendo
soberbiamente ignorados por el proceso de la CMNUCC. La dimensión
social de la política sobre los bosques se condensó en
una única referencia vaga en el preámbulo de la
decisión, que exhorta a abordar las necesidades de las
comunidades locales y los pueblos indígenas. Tampoco hay un
reconocimiento de las necesidades y derechos específicos de
las mujeres con relación a los bosques y al cambio climático
en general.
Sin
embargo, a pesar de la ausencia de virtualmente cualquier garantía
para la aplicación de políticas sólidas que
reduzcan la deforestación y promuevan la conservación
de los bosques, el dinero corría visiblemente como agua en
Bali.
Los
países donantes demostraron su compromiso con la reducción
de la deforestación volcando millones de dólares al
Fondo para reducir las emisiones mediante la protección de los
bosques (FCPF por sus siglas en inglés), recientemente creado
por el Banco Mundial. Algo realmente destacable, si tenemos en cuenta
que en la última reunión anual del Banco Mundial, el
tema dominante fue la publicación de un informe del propio
Panel de Inspección del Banco, que dio lugar al último
escándalo del Banco Mundial en torno a los bosques: un
préstamo pos-conflicto otorgado al sector forestal de la
República Democrática del Congo. Se estableció
que en ese préstamo se violaron prácticamente todas las
normas internas y las pautas del Banco, abriendo la Cuenca del Congo
a las grandes compañías madereras que destruyeron
trechos enormes de bosques tropicales prístinos y pisotearon
los derechos y las formas de sustento de las comunidades indígenas.
Menos
de dos meses después, casi una docena de gobiernos se
alinearon para contribuir con montos de entre 5 y 40 millones de
dólares cada uno, para otro gran emprendimiento forestal del
Banco. Esto demuestra, quizá mejor que ninguna otra cosa, que
los países del Norte están más interesados en
crear un mercado de compensación de emisiones de carbono en el
que puedan comprar créditos de reducción de emisiones a
bajo costo, que en establecer mecanismos y políticas de
conservación de los bosques eficientes y equitativas, basadas
en los derechos.
Los
millones de dólares literalmente danzaron por el suelo del
salón de Fiestas del Hyatt Bali el 11 de diciembre de 2008
durante el lanzamiento del FCPF, entre aplausos y auto-elogios que
casi ahogan los gritos de la gente que estaba afuera del salón,
exigiendo que el Banco Mundial se mantuviera fuera de sus bosques y
reclamando que se respetaran sus derechos territoriales.
Los
países donantes del Norte ganan en todos los casos
El
FCPF del Banco Mundial ciertamente representa una opción sin
riesgos y sólo ganancias para los países donantes. Es
una forma sencilla de mostrarse generosos y aparentar contribuir a la
conservación de los bosques tropicales, sin tener que
preocuparse por políticas de financiamiento responsables. Y,
si el fondo resulta ser un desastre, el Banco es una oveja negra
fácil de culpar.
A
fin de que incluyan sus bosques en el mercado internacional del
carbono después de 2012, el Fondo también estimula a
los países en desarrollo potencialmente reacios, otorgándoles
a los países donantes acceso a abundantes créditos
baratos que los ayuden a evitar dolorosas reducciones de emisiones en
sus propios territorios.
Como
premio adicional, la mayor parte de los dineros del Fondo
indudablemente terminarán de vuelta en esos mismos países
donantes, en los bolsillos del sector de consultores forestales de
esos países. Una lectura cuidadosa del borrador propuesto
revela que la mayoría de los fondos se destinarán al
tipo de actividades en
las que se especializa este gremio en pleno auge: el
establecimiento de metodologías de monitoreo y contabilidad
para estimar las reservas de carbono, y la generación de
capacidad en los países para que puedan ‘vender' los
proyectos existentes de conservación de bosques como "nuevos
y adicionales" (y por ende elegibles para los créditos de
carbono).
Esta
nueva industria del carbono forestal mostró su verdadero
rostro en la primera conferencia del Día de los Bosques,
organizada el 8 de diciembre por el Centro Internacional de
Investigación Forestal (CIFOR, por sus siglas en inglés)
junto con otros miembros de la Asociación de Colaboración
en materia de Bosques (Collaborative
Partnership on Forest).
A
pesar de los intentos del propio CIFOR por agregar cierto equilibrio
de género y algunos enfoques indígenas a la reunión,
la jornada estuvo dominada por cientos de asesores forestales,
principalmente del Norte y de sexo masculino, quienes acudieron en
masa para promover lo que sin dudas se transformará en un
negocio muy rentable para ellos. Después de todo, es al sector
de consultores forestales al que se recurrirá para que ayuden
a los países en desarrollo a "prepararse" para el mercado
de emisiones.
El
Banco Mundial sin duda los llamará para pedirles que
desarrollen sistemas de monitoreo y metodologías de
contabilidad, y para que diseñen y ejecuten los "proyectos
piloto" que el Banco Mundial viene proponiendo. Además,
los gastos generales por concepto de asesoría en los proyectos
del Banco Mundial siempre han sido muy altos. A
manera de ejemplo, el fallido Proyecto de Conservación de la
Diversidad Biológica del Sundarbans en Bangladesh, financiado
por el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF) administrado por el
Banco Mundial, malgastó no menos de un 53% de su presupuesto
en consultores extranjeros y un 19% adicional en consultores locales
y viajes relacionados con las consultorías.
Los
conejillos de India humanos llevan todas las de perder
Entre
tanto, en el otro extremo de la balanza, los pueblos de los bosques
que serán los conejillos de India humanos en este "proceso
de aprendizaje", llevan todas las de perder. En primer lugar
perderán sus bosques, por la apropiación de sus
tierras. Esto ya está sucediendo, ahora que los grandes
terratenientes se dan cuenta que pueden aplicar la fórmula
"páguenme o sigo
talando" en cada
hectárea de bosque que logren arrebatarles a los Pueblos
Indígenas y los campesinos sin tierra.
Los
proyectos de pago por servicios ambientales ya están teniendo
efectos negativos sobre la reforma agraria y sobre las
reivindicaciones territoriales indígenas, y los efectos
indirectos a gran escala no se resolverán con promesas vagas
de consultas previas e informadas asociadas a proyectos específicos.
Obviamente, tal como lo aclaró Vicky Tauli-Corpuz, presidenta
del Foro Permanente sobre Cuestiones Indígenas de las Naciones
Unidas durante el lanzamiento del Fondo del Banco Mundial, el
consentimiento previo e informado en torno a iniciativas como el FCPF
es totalmente diferente a la consulta previa e informada efectuada en
el terreno, sobre todo cuando no hay garantías de que los
resultados de tal consulta serán tomados en serio. La solución
propuesta por el Banco Mundial – tres meses más de consultas
apresuradas con las comunidades indígenas – no inspira gran
confianza al respecto.
En
segundo lugar, la mayor parte de los Pueblos Indígenas y las
comunidades locales no obtendrán ningún beneficio con
esos "proyectos piloto" de reducción de la deforestación,
ya que no tienen tasas de
deforestación para reducir, porque la mayoría han
conservado exitosamente sus bosques durante siglos.
No obstante, el Fondo y otras propuestas similares de reducción
de las emisiones derivadas de la deforestación y degradación
de los bosques (REDD), apuntan claramente a premiar la tala
destructiva y a las empresas de soja y palma aceitera, y a los países
que practican la deforestación. Esos mismos países y
empresas que durante años
recibieron financiación del Banco Mundial y otros bancos para
destruir los bosques, ahora serán premiados por su eventual
disposición a dejar
de hacerlo.
En
tercer lugar, esos hombres y mujeres saldrán perdiendo porque
se encuentran en la primera línea de fuego del cambio
climático, con poca o ninguna protección frente a los
impactos que se avecinan. La compensación de emisiones de
carbono a través de la deforestación evitada o reducida
pondrá en entredicho la adopción del régimen
climático severo, sí, pero equitativo y respetuoso de
los derechos, que con tanta urgencia se necesita para poder sortear
éste desafío social y moral, que es el mayor que jamás
se le haya planteado a la comunidad mundial.
Cegados
por El Dorado de la compensación de emisiones de carbono
Como
era de esperar, las conclusiones formales de la conferencia de Bali
respecto de la REDD no abordan la pregunta fundamental: ¿la
disminución de la deforestación contribuirá a
mitigar el cambio climático, o será acaso que ese
mecanismo socavará el régimen climático debido a
su inclusión en el mercado internacional de emisiones?
Por
definición, las compensaciones de carbono no reducen las
emisiones (simplemente compensan las continuidad de las emisiones en
otra parte). Por lo tanto, el hecho de incluir actividades
relacionadas con los bosques no significa que los instrumentos para
la disminución de la deforestación generen
necesariamente una reducción de las emisiones.
No
obstante esa sencilla realidad, y a pesar de los discursos
ensordecedores de Bali sobre la necesidad de medidas urgentes, una
gran cantidad de países y muchas organizaciones
conservacionistas siguen apoyando que se financien actividades de
REDD a través de los mercados de emisiones, lentos e
ineficaces. El Dorado de los millones de dólares disponibles
para sus actividades de conservación de los bosques es
evidentemente demasiado tentador para ignorarlo. Sin embargo, la idea
de que los proyectos de compensación de emisiones son
incompatibles con la equidad, la conservación, los derechos
humanos y un régimen climático eficaz parece estar
ganando terreno. Y, felizmente, también hay otras opciones
alternativas. Una de ellas, claramente, es el anuncio del gobierno de
Noruega, que donará US$ 545 millones por año durante el
período 2008-2012 para ayudar a los países en
desarrollo a conservar sus bosques. Esta generosa contribución
no sustituye la reducción de emisiones de Noruega, sino que la
complementa.
Es
falso el argumento que dice que "no hay suficiente dinero de la
ayuda oficial" para conservar los bosques. El desafío reside
no tanto en la cantidad de dinero que se destina a la conservación
de los bosques, sino en la forma de utilizarlo. Si ese dinero se
dedicara a generar la voluntad política indispensable para
conservar los bosques mediante la sensibilización, la
educación y el fortalecimiento de las capacidades de las
organizaciones de la sociedad civil y de los Pueblos Indígenas,
las políticas de conservación eficaz de los bosques no
tienen porqué ser costosas.
Una
política forestal equitativa, fundada en derechos y de bajo
costo tiene que incluir el reconocimiento de los derechos
territoriales de los Pueblos Indígenas y tribales y el apoyo a
proyectos de conservación y de restauración de pequeña
escala y a menudo dirigidos por mujeres, que ya lograron salvar
millones de hectáreas de bosques. Las iniciativas de este tipo
también mejoran la gobernanza de los bosques, que constituye
quizás el desafío más importante de la política
forestal en tiempos de expansión de los agrocombustibles. Sin
embargo, por ser relativamente poco costosos, estos proyectos son
mucho menos atractivos para el gremio de los consultores forestales.
Ojalá
que al transitar el camino iniciado en Bali, los gobiernos estén
dispuestos a anteponer los intereses de los bosques y de los pueblos
que los habitan, por encima de los intereses de las empresas y
consultores forestales y sus plantaciones de árboles.
*
Simone Lovera trabaja para la Coalición Mundial de Bosques
(Global Forest Coalition), Paraguay.
[email protected]
Este
artículo fue publicado primero en Cobertura Forestal (Forest
Cover), el boletín de la Coalición Mundial de Bosques,
que se puede descargar en el sitio web:
www.globalforestcoalition.org.
Para obtener mayor información sobre la CMNUCC y los bosques,
visite: http://unfccc.int
y en particular
http://unfccc.int/files/meetings/cop_13/application/pdf/cp_redd.pdf