TLC TAILANDIA – ESTADOS UNIDOS: “DEBEMOS SACRIFICAR TODO LO QUE SEA NECESARIO, SI ESO NOS AYUDA A OBTENER UN MEJOR ACUERDO”

por Sajin Prachason*

La tercera ronda de negociaciones del tratado de libre comercio (TLC) entre Tailandia y Estados Unidos finalizó el 8 de abril con gran decepción para los activistas de la sociedad civil, ya que ni las demandas ni los temas de preocupación de la gente fueron tenidos en cuenta.

Tras un breve retraso de las conversaciones el año pasado, las negociaciones entre Tailandia y Estados Unidos se reanudaron a pleno después de la aplastante victoria del partido de gobierno Thai Rak en las elecciones nacionales de febrero de este año. La nueva ronda de negociaciones tuvo lugar entre el 4 y el 8 de abril de 2005 en un aislado aunque muy lujoso hotel ubicado en un acantilado con vista al mar en la ciudad de Pattaya. De los veintidós temas sobre la mesa, el que concitaba mayor preocupación entre campesinos, pacientes, académicos, ONG y otros actores de la sociedad civil era el de los derechos de propiedad intelectual (DPI). Siguiendo el modelo de los tratados de libre comercio firmados con Singapur, Australia y Chile, se esperaba que Estados Unidos exigiera agresivamente una protección de los DPI más rigurosa que la que exige el Acuerdo de la OMC sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio (ADPIC, mejor conocido como TRIPS por su sigla en inglés). Para Tailandia eso acarrearía efectos devastadores en la vida de la gente y para millones de pequeños productores familiares, debido a la intensificación del control que pasarían a ejercer las empresas transnacionales estadounidenses sobre los medicamentos y las semillas, por no mencionar otros productos básicos.

Bienvenidos a la asombrosa Tailandia!

Tailandia no es Japón. En las negociaciones del TLC entre Tailandia y Japón, Japón defiende con firmeza la protección de su agricultura, el sector más sensible desde el punto de vista político en ese país. Tailandia, por el contrario, está dispuesto a ponerlo todo sobre la mesa de discusión, sin importarle cuán sensible sea lo que pone. Sobre esa base, su estrategia es modificar la propuesta después, en función de su capacidad de negociación. No hay ninguna posición de fuerza con respecto a qué debe incluirse o excluirse en este proyecto de expansión comercial. Para Tailandia todo es negociable.

Las negociaciones del TLC con Estados Unidos son sumamente asimétricas, tanto desde el punto de vista del poder político como del económico. A pesar de esto, el gobierno tailandés y el equipo de negociadores decidió no dar a conocer información crucial y le pidió a la gente que confiara en ellos, ya que llevan “los mejores intereses del país en sus corazones”. En realidad, el jefe del equipo de negociación, Nitya Pibulsongkram, fue antes embajador en Washington. Su experiencia en Estados Unidos debería haberle hecho comprender cómo se fijan las reglas en este tipo de acuerdo comercial y qué suerte correría Tailandia en las negociaciones. Lamentablemente, lo que le comunicó después a la opinión pública –que “finalmente, debemos sacrificar todo lo que sea necesario, si eso nos ayuda a obtener un mejor acuerdo”– simplemente demostró que Tailandia se había rendido a las reglas de juego impuestas por Estados Unidos, y dejó planteada la gran interrogante de ¿quién decide qué es lo mejor y para quién?

Por eso, antes que la nueva ronda de negociaciones tuviera lugar, los grupos de la sociedad civil se manifestaron en las calles y le entregaron una carta al jefe del equipo de negociadores, reclamando que se excluyera de las negociaciones a los DPI y que se diera participación a la gente en el proceso. Mas a pesar que sus voces fueron suficientemente fuertes para hacerse escuchar, desdichadamente sus reclamos cayeron en oídos sordos. Es más, la movilización popular fue catalogada de “no constructiva” y de “reacción desmedida”. Al fin y al cabo, como explicaron las autoridades, “esta reunión, a pesar de ser la tercera ronda, no es más que un foro para el intercambio de información entre las partes, no para concluir el acuerdo”. Esta respuesta no fue más que un intento burdo de reducir las preocupaciones de la gente a un problema meramente técnico, y una negativa implícita a la participación del público en la negociación del TLC.

Cuando se dio inicio oficialmente a las negociaciones sobre liberalización del comercio el 5 de abril, más de mil personas salieron a la calle y marcharon hasta el hotel donde se estaban reuniendo los negociadores. Aun cuando los manifestantes lograron llegar hasta las puertas del hotel, estaban todavía demasiado lejos para que los participantes de la reunión (y por supuesto los huéspedes del hotel) pudieran darse cuenta de lo que sucedía fuera del edificio. Después de discutir con la policía y algunos representantes del equipo de negociadores de Tailandia, quince manifestantes fueron invitados a ingresar al hotel para conversar con la representación tailandesa. Después de cuarenta y cinco minutos de reunión, sólo hubo lugar para una nueva decepción: “nosotros somos simplemente los negociadores, no somos quienes toman las decisiones”, fue la respuesta del equipo de negociadores. “Si sacamos de la mesa los DPI, Estados Unidos hará lo mismo con otros temas”.

Gracias por tu estupidez, Tailandia

“Incluso sin los tratados de libre comercio, el pueblo tailandés ya paga medicamentos caros”, es uno de los argumentos utilizados por los negociadores tailandeses, que intentan convencer así a la opinión pública de que el tratado con Estados Unidos es irrelevante con respecto a los altos precios de los medicamentos. Quizás no saben que el trasfondo de esta situación es que ocho años antes de la fecha límite establecida por la OMC, Tailandia ya había sucumbido a las presiones de Estados Unidos para ampliar de 15 a 20 años la protección de las patentes de medicamentos (tal y como se estipula en el acuerdo sobre los ADPIC). En otras palabras, Tailandia ya se excedió en el cumplimiento de sus obligaciones en el marco de los ADPIC a raíz de las presiones estadounidenses. Mientras otros países en desarrollo se tomaron esos (8) años extra para desarrollar y fortalecer sus industrias farmacéuticas, el pueblo tailandés se ha visto obligado desde 1992 a comprar medicamentos patentados caros, y la industria farmacéutica nacional ha visto reducidas sus posibilidades de desarrollo y su capacidad de proporcionar alternativas más asequibles. En consecuencia, no resulta sorprendente que los precios de los medicamentos sean altos, incluso “sin los TLC”.

En los últimos meses, Estados Unidos ha utilizado varias tácticas para apaciguar las presiones contrarias al TLC propuesto. La Embajada en Bangkok se puso en contacto con varias organizaciones civiles y les ofreció mantener una reunión, aunque insistieron en que no participara la prensa. La oficina del representante de comercio de Estados Unidos (USTR) organizó una reunión informal el 5 de abril que confirmó la convicción de la sociedad civil de que la vida de la gente no es ni será considerada como una prioridad en el Tratado con Estados Unidos. Aparentemente el único objetivo de la reunión fue persuadir a los participantes de que el pueblo tailandés se beneficiaría con un acuerdo sobre los DPI con Estados Unidos.

Todo el proceso de inauguración, negociación y conclusión de TLCs en Tailandia está completamente desprovisto de valores democráticos. El Parlamento no es consultado ni se requiere su aprobación para firmar esos tratados. Tampoco se promueve seriamente la participación popular en el proceso. Los resultados de las negociaciones quedan en manos de unos pocos miembros del gobierno y se deciden a puertas cerradas. Hasta ahora no está claro cuáles son los beneficios que se pretende obtener a través de este TLC con Estados Unidos. En los últimos 37 años, los inversionistas estadounidenses han disfrutado más privilegios que los demás inversionistas gracias al Tratado de Amistad, pero ahora exigen aún mas liberalización. En cambio en agricultura, donde Tailandia goza de ventajas comparativas, el tema de los subsidios agrícolas estadounidenses que llevan a la caída de los precios en el mercado mundial, no está incluido en las negociaciones. En tales condiciones, este TLC no puede significar otra cosa para Tailandia que la profundización del dominio de Estados Unidos y sus empresas. Lamentablemente, el gobierno tailandés se mantiene en silencio y demuestra ser crónicamente sordo a las preocupaciones de su pueblo.

La tercera ronda de negociaciones del TLC entre Tailandia y Estados Unidos ha terminado. Fue la primera y la última reunión a realizarse en Tailandia, ya que las futuras rondas tendrán lugar en otros lugares. Eso significa que el resto de las negociaciones se podrán llevar a cabo con mayor facilidad, lejos de las presiones de la opinión pública tailandesa. El resultado de la negociación en Pattaya no produjo cambios significativos. Los negociadores estadounidenses manifestaron su satisfacción por los resultados y su disposición a avanzar hacia los pasos siguientes en la próxima reunión en julio-agosto. El equipo tailandés repitió su argumentación de que no se llegará a acuerdos ni se harán compromisos sobre ningún tema en esta etapa. Y los DPI siguen en la lista. La única modificación es el agregado de una oración sobre el “respeto a la Declaración de Doha”, que no se condice en absoluto con la actitud de incluir los DPI en la mesa de negociaciones.

La participación popular es esencial. Tailandia no puede considerarse un país democrático si no se le permite a su pueblo participar plenamente en la toma de decisiones económicas, en particular cuando se trata de un mega plan como los TLC que perjudican a muchos y benefician a muy pocos. No es suficiente con evaluar los “beneficios” de un TLC solamente en función de la competitividad del sector privado, sin tener en cuenta los impactos sociales, culturales y ambientales en su conjunto. En respuesta a la oposición generalizada contra los TLC con Estados Unidos y Japón, las autoridades tailandesas propusieron crear un centro de información y quejas, demostrando su concepción equivocada de que la participación de la gente se puede canalizar a través de un “dispositivo técnico”. Por el contrario, la participación genuina de la gente en las negociaciones de los TLC debe expresarse en el ámbito político, en las políticas y en la práctica. Todos los sectores de la sociedad deben contar con la información que les permita debatir los temas trascendentes, porque Tailandia no es una empresa y el derecho a gobernar nos pertenece a todos.

* Sajin Prachason es investigador asociado de Focus on the Global South .