¿NEGOCIACIONES DE LA OMC EN APRIETOS? NO HAY QUE FIARSE

 

por Walden Bello *

¿Cuál es realmente el “estado de situación ” de las negociaciones en Ginebra?

Las organizaciones de la sociedad civil que estiman que la próxima reunión ministerial de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en Hong Kong sólo podrá arrojar acuerdos que serán perjudiciales a los intereses de los países en desarrollo, se sintieron reconfortadas por el fracaso de la última sesión del Consejo General de la OMC a fines de julio, que no llegó a acuerdos sustantivos en ninguna de las áreas cruciales de la negociación: agricultura, productos no-agrícolas y servicios.

De hecho, la mayoría de los observadores, incluidos los medios, han caracterizado en gran medida la incapacidad del organismo para lograr las “aproximaciones de julio”, como un revés significativo en la marcha hacia una reunión ministerial exitosa en Hong Kong en diciembre. Las declaraciones de los protagonistas clave de la OMC parecen corroborar esta interpretación. El Director General saliente Supachai Panitchpakdi, al referirse a las negociaciones declaró que fueron “decepcionantes pero no desastrosas”; un comentario que para algunos es una evaluación algo eufemística que pretende disfrazar un panorama realmente sombrío. Las declaraciones de la Presidenta del Consejo General, la embajadora de Kenia Amina Mohamad, diciendo que “no hay una ‘crisis’ de las negociaciones –no es necesario apretar el botón de pánico”, van en la misma dirección.

Sin embargo, uno se queda con la fuerte sospecha de que estas declaraciones son, no tanto una descripción del verdadero estado de situación de las negociaciones, sino una exhortación retórica que busca estimular a los delegados para que apuren un proceso que, en los hechos, ya dejó atrás el estancamiento.

Es ciertamente un alivio que no lograran armar las ‘aproximaciones’ de julio. ¿Pero hasta qué punto fue eso un revés? ¿Acaso están ahora realmente muy apartadas las delegaciones, unas de otras?

 

Por cierto que en las áreas de interés para los países en desarrollo, como el trato especial y diferenciado (TED) y las cuestiones relativas a la aplicación prácticamente no hubo ningún avance. No es posible, por ejemplo, avanzar en el trato especial y diferenciado, debido a la posición intransigente de la Unión Europea (UE) que condiciona cualquier progreso en las negociaciones, a que el bloque de los países en desarrollo acepte que las economías en desarrollo más avanzadas, como la India y China, egresen de las filas de los países que califican para el trato especial y diferenciado. La mayoría de los países en desarrollo interpretan esto como una estratagema cuyo principal objetivo es dividirlos, para poder eliminar al TED como principio operativo de las negociaciones en la OMC.

¿Modo 4 la llave?

 

Pero hay otras áreas en las que sí se registran avances preocupantes, que son justamente aquellas en las que los países desarrollados tienen mucho interés. Tomemos por caso los servicios. Mucho se ha dicho recientemente acerca de la resistencia que opusieron los países en desarrollo al ‘ benchmarking ‘ que propuso la Unión Europea, consistente en el desarrollo de criterios cuantitativos y cualitativos de apertura del mercado genuina y significativa, a los cuales tendrían que ajustarse las ofertas de servicios para considerarse válidas. Sin embargo, las cifras parecen decir otra cosa distinta respecto a la postura de los países en desarrollo. Ahora hay sobre la mesa unas 70 ofertas iniciales que representan a 95 países miembro y alrededor de 30 ofertas revisadas –un salto ciertamente grande respecto de los 47 países que habían presentado ofertas a comienzos de este año. Los gobiernos de los países desarrollados se han mostrado insatisfechos, argumentando que buena parte de esas ofertas carecen de interés en términos de apertura significativa del mercado, pero su actitud es en gran medida una artimaña negociadora. Lo más probable es que algunos de los países en desarrollo que han presentado ofertas estén diciendo que desean negociar, pero que no mostrarán todas sus cartas hasta que los países desarrollados hagan algún gesto serio, por ejemplo, con respecto al denominado Modo 4 del Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios (AGCS o GATS por sus siglas en inglés) referido al movimiento [transfronterizo] de las personas físicas.

India, por ejemplo, siendo un país que exporta mucha mano de obra a los países del Norte, aparentemente considera el Modo 4 como la pieza clave de su estrategia general de negociación, y es probable que algunas concesiones de la UE y Estados Unidos en esa esfera –como una política más liberal para el ingreso y la permanencia de trabajadores calificados—logren flexibilizar las posiciones del gobierno indio en las negociaciones sobre aranceles agrícolas e industriales. Como lo señalara el analista de Focus on the Global South , Benny Kuruvila, “lo que pide el gobierno de la India con respecto al Modo 4 es realmente bastante modesto—se daría por satisfecho si EE.UU. consolida sus compromisos actuales en materia de las visas de trabajo de la categoría H-1 B. Existe el peligro real que Estados Unidos tácticamente se abstenga por algún tiempo de hacer concesiones en esta área, pero que a la postre ceda –momento en el cual la India estará más que dispuesta a conciliar en otros temas”.

Pero la India no es el único país que tiene un interés excesivo en la liberalización del Modo 4. Otros países que son grandes exportadores de mano de obra como Filipinas y Bangladesh, ven las concesiones potenciales de EE.UU. y la UE en el Modo 4 como un tema trascendente, que probablemente incidiría en sus propias posturas sobre otros temas.

La línea oficial de EE.UU. en este momento es no demostrar mucha flexibilidad en lo que hace al Modo 4. Ese discurso está en parte dirigido a la opinión pública nacional, debido al fuerte sentimiento que existe en ese país contra los inmigrantes, pero en gran medida se trata de una postura de negociación, ya que, en palabras del experto en servicios Tony Clarke del Polaris Institute de Canadá, “ no cabe duda que EE.UU. y la UE quieren operativizar el Modo 4, dado el interés que tienen sus empresas de maximizar las oportunidades de mano de obra barata”. Efectivamente, la Coalición de Industrias de Servicios de EE.UU. ( US Coalition of Service Industries ) está presionando fuertemente a Washington para que liberalice el ingreso de mano de obra calificada. Por todos estos motivos, advierte Clarke, “el Modo 4 podría terminar siendo la llave del acuerdo en Hong Kong o, por el contrario, el elemento que lo impida”.

¿Ningún movimiento en el NAMA?

 

¿Será acaso cierto que no ha habido ningún movimiento en el área del Acceso al Mercado de Productos No-Agrícolas (en adelante NAMA, por sus siglas en inglés)? Una vez más, como en el tema de los servicios, en la superficie parecería que las negociaciones han estado caracterizadas por ruidosos desacuerdos sobre las fórmulas de reducción arancelaria, el tema de la consolidación de los aranceles, y la aplicación de los principios de ‘reciprocidad menos que plena’ y de ‘trato especial y diferenciado’. Sin embargo, si observamos más atentamente veremos que hay señales preocupantes de movimiento hacia una convergencia:

– a pesar de las muchas voces de protesta mascullada que se oyeron inicialmente tras la aprobación del Acuerdo Marco de julio de 2004, los países en desarrollo han aceptado ahora el “texto de Derbez” –que rechazaron en Cancún—como base para las negociaciones, según la propuesta del Acuerdo Marco;

– ahora hay consenso sobre una fórmula suiza no lineal –o una semejante— para la reducción de aranceles, la cual se aplicaría a todos los productos y determinaría recortes proporcionalmente mayores en los aranceles más altos, perjudicando así a muchos países en desarrollo que gravan con aranceles relativamente más altos que los de los países desarrollados a muchos bienes industriales clave. La fórmula de la Ronda Uruguay que estipulaba una reducción promedio de los aranceles para toda la industria, pero dejaba librada a las autoridades nacionales la determinación de los aranceles a aplicarse a cada producto específico, no está ni siquiera en discusión, a pesar que los países en desarrollo la verían menos objetable que la fórmula suiza, si tuviesen la opción.

Los países desarrollados no han mostrado ninguna simpatía con las posiciones de los países en desarrollo que quisieran mantener un nivel de protección importante para su industria, mediante la aplicación de los principios de ‘reciprocidad menos que plena’ y ‘trato especial y diferenciado’ en virtud de las distintas fases del desarrollo económico en que se encuentran. Esta actitud intransigente ha obligado a los países en desarrollo a restringir cada vez más sus tácticas defensivas y proponer básicamente la mejor fórmula no lineal, de manera de reducir en lo posible –en lugar de evitar sustancialmente—el impacto de una liberalización general de la industria. La última fórmula que ha surgido, la llamada “propuesta paquistaní”, plantea la introducción de la tasa media arancelaria consolidada como factor en la fórmula, y luego la aplicación de un coeficiente de seis para los países desarrollados y de 30 para los países en desarrollo. De este modo, según la delegación paquistaní, se reducirían significativamente los aranceles industriales de todos los países miembros (una preocupación de los países desarrollados), se armonizarían los aranceles dentro de cada grupo (un objetivo de la OMC), y todavía se podría conservar alguna diferencia entre el nivel medio del arancel de los países desarrollados y el de los países en desarrollo (una preocupación de los países en desarrollo).

Claro que algunos países en desarrollo siguen sosteniendo que aparte de la fórmula de reducción de los aranceles, los principios de la reciprocidad menos que plena y de trato especial y diferenciado deberían ser también determinantes para establecer el índice de liberalización arancelaria de los países en desarrollo, pero al parecer, actualmente se avanza en la línea de lograr consensos en torno a los coeficientes de una fórmula. Es probable que la propuesta paquistaní –que nadie rechazó abiertamente, aunque algunos países industrializados como Estados Unidos reclamaron que la diferencia entre los coeficientes para los países en desarrollo y los países desarrollados era excesiva—o una similar sea adoptada como base para las negociaciones del NAMA cuando éstas se reanuden en septiembre. Un analista que ha seguido de cerca las negociaciones del NAMA lo describía así: “Según algunos en Ginebra, la propuesta paquistaní ha aumentado las probabilidades de que las negociaciones se reduzcan ahora a la discusión de distintos coeficientes dentro de una fórmula suiza simple, y no tengan en cuenta otros tipos de fórmula ni alternativas más amplias. Esto acercaría a las partes al logro de un acuerdo, aunque todavía quedaría mucho que negociar, ya que los países en desarrollo estarían reclamando una diferencia entre los coeficientes mucho mayor que la que EE.UU. y la UE quisieran permitir”.

 

En cualquier caso, las declaraciones entusiastas del vice representante de comercio de Estados Unidos Peter Allegier el 28 de julio fueron bastante más que un simple giro literario: “El camino a seguir en el NAMA está mucho más claro, gracias al trabajo realizado en estas semanas recientes… Hay varias ideas constructivas sobre la mesa. Todos han mostrado señales de flexibilidad en la búsqueda de una fórmula correcta y el uso de coeficientes para generar oportunidades reales de acceso al mercado. Es necesario que en septiembre logremos transformar rápidamente estas señales de convergencia en compromisos que nos sirvan a todos”.

Agricultura: movimientos inquietantes

 

No obstante, la agricultura sigue siendo la llave ya sea para hacer avanzar o desbandar el proceso. Si no hay movimiento en las negociaciones agrícolas, cualquier movimiento que haya en las otras esferas no será suficiente para conformar un paquete de liberalización exitoso en Hong Kong.

En el tema de las subvenciones internas –uno de los tres “pilares” del Acuerdo sobre la Agricultura, junto con la competencia de las exportaciones y el acceso al mercado—no ha habido casi movimiento. Las iniciativas de reforma de la “Caja azul” y la “Caja verde” –que incluyen ciertas categorías de subsidios a la producción que están eximidos de recortes en el marco del Acuerdo sobre la Agricultura—han fracasado debido a la oposición de la UE y EE.UU. Estados Unidos, en realidad, está intentando ampliar el compartimento o Caja azul para que abarque una parte considerable de los subsidios amparados por su Ley de Granja de 2002, cuyo monto asciende a US$ 190.000 millones. Esto le ha dado al Comisionado de Comercio de la UE Peter Mandelson la oportunidad de fortalecer su posición de que debe ser EE.UU. quien tome la iniciativa en el recorte de los subsidios, ya que en la UE ya los están disminuyendo aunque el nivel de ayuda que reciben sus agricultores sea actualmente más alto, mientras que los programas de ayuda estadounidenses “no se han reformado” y “siguen creciendo como resultado de la Ley Agrícola del Presidente Bush. Pero este es un caso típico de alguien que ve la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio, ya que la UE no tiene ninguna intención de reducir sus propios subsidios canalizados a través del compartimento azul o el compartimento verde.

Hay otros temas conflictivos que también siguen sin resolverse, entre ellos la reivindicación del Grupo de los 33 (G33) de una lista positiva de “Productos Especiales” (PE) o productos básicos que quedarían exonerados de una reducción arancelaria significativa, y asimismo su propuesta de “Mecanismos de Salvaguardia Especial” (SGE) que le permitan a los países en desarrollo aumentar los aranceles para protegerse del dumping . (Ver el artículo sobre los “grupos” de la OMC más adelante en esta edición)

Lamentablemente, sin embargo, sí hay movimiento en los otros dos pilares de las negociaciones agrícolas: la competencia de las exportaciones y el acceso al mercado.

En el “pilar” referido a la competencia de las exportaciones el tema pendiente más importante para muchos países es la fecha final y el cronograma para la eliminación progresiva de los subsidios a las exportaciones prometida por la UE –un punto que presenta posibilidades muy inquietantes, como demostraremos más adelante.

Por otra parte, en la reunión “mini-ministerial” de la OMC en Dalian, China, el 12-13 de julio, el Grupo de los 20 (G20) países en desarrollo puso sobre la mesa una propuesta que para algunos representa una base para lograr avances decisivos en la esfera de la liberalización agrícola referida al acceso al mercado. La propuesta del G20 divide a los países del mundo en cinco bandas, asignando a cada banda diferentes índices de liberalización arancelaria. Todos los productos en cada banda estarían sujetos a índices uniformes de reducción, pero los productos en las bandas más altas, es decir aquellos en los que los aranceles iniciales son más altos, estarían sujetos a índices de reducción más altos que los de las bandas más bajas. Además, se fijaría un tope arancelario de 150% para los países en desarrollo y de 100% para los países desarrollados.

Al salir de la reunión de Dalian, el nuevo Representante de Comercio de Estados Unidos Robert Portman declaró, “tenemos un marco”. La Comisionada de la UE para Agricultura Mariann Fischer Boll lo reafirmó, calificando la propuesta como una “buena base de trabajo sobre la cual avanzar”, aunque agregó que la UE preferiría que hubiese sólo tres bandas. Ahora es muy probable que se adopte este marco cuando se reanuden las negociaciones a principios de septiembre, y que el debate se traslade de las modalidades a quiénes integran qué bandas y cuáles serían las reducciones arancelarias para cada banda.

En pocas palabras, a pesar del estancamiento en el tema de las subvenciones internas, sí hay movimiento preocupante en dos de los tres pilares de las negociaciones sobre agricultura. Además de darle potencialmente impulso renovado a la resolución de los temas pendientes en agricultura, esto podría despejar el camino para un acuerdo también en las otras esferas de negociación del NAMA y los servicios.

El ‘factor Lamy’

 

Un elemento que podría marcar la diferencia en la aceleración de las negociaciones es el “Factor Lamy”. El Director General entrante es conocido por su gran habilidad como negociador. Es además un político muy sagaz, que supo forjar una alianza Norte-Sur que dividió el campo del Sur en su camino en pos del cargo máximo de la OMC y dejó sin posibilidades a sus tres rivales, todos del mundo en desarrollo. De hecho, incluso entre las delegaciones de los países en desarrollo, la sensación generalizada en Ginebra es que Lamy, el ex Comisionado de Comercio de la UE, es el legítimo heredero del trono. Sus partidarios se extienden de Bruselas a Washington y hasta los países menos adelantados (PMA). Tiene buena relación con ONG influyentes, muestra de los cual son las declaraciones de Barbara Stocking de Oxfam Gran Bretaña que lo elogió como la persona clave de la iniciativa de la UE “Todo menos armas” ( Everything but Arms , EBA por sus siglas en inglés) que le otorga ingreso libre de aranceles a los productos agrícolas de los PMA.

Para otros, Lamy es en realidad un manipulador experto, que responde en última instancia a los intereses de la UE y del Norte desarrollado mientras proyecta una actitud de simpatía por con los países en desarrollo. Así lo ilustra la iniciativa “todo menos armas”: fija un período largo de entrada en vigencia progresiva hasta el 2009 para las exportaciones clave como el arroz, las bananas y el azúcar; está sujeta a revisión permanente; se aplica solamente a los productos agrícolas, limitando así los incentivos y la capacidad de diversificación/industrialización. Que Lamy haya logrado venderle a muchos gobiernos de los PMA esta iniciativa dudosa como una victoria sustancial, y que algunas ONG del Norte terminaran culpando a los grupos de presión de los agricultores europeos y no a él por los elementos restrictivos de la misma, son dos muestras evidentes de sus habilidades como negociador y su gran talento para las relaciones públicas.

En cualquier caso, Lamy conoce las fisuras del bloque de países en desarrollo, por ejemplo entre el G20, el G33, y los PMA, y no va a dudar en utilizarlas para imponer un acuerdo abarcativo. Y también conoce el mundo de las ONG, y cómo dividir y separar a los “reformistas” de los “radicales”, según la clasificación de la Secretaría de la OMC. Es más, Lamy es un hombre que tiene una misión, y como Cancún le significó un fracaso y una humillación, ahora intentará revertir ese resultado en Hong Kong.

Escenario pesadilla

 

¿Cuál sería un escenario conducente a una reunión ministerial exitosa?

Que tal éste: en la etapa preparatoria de la sesión de octubre del Consejo General, el Comisionado de Comercio de la UE Mandelson anuncia un día un cronograma para la eliminación progresiva de los subsidios a la exportación de la UE. Este anuncio no es ajeno a las declaraciones del Representante de Comercio de los Estados Unidos Portman que en una rueda de prensa hace público que están “abiertos” a aplicar disciplinas todavía no especificadas a su ayuda alimentaria y sus créditos a la exportación, que son dos de los canales de subsidio a las exportaciones que más preocupan a la UE. Esta “sorpresa de octubre” no sería nada extravagante, en opinión de algunos analistas. En palabras de Jacques Chai Chomthongdi, activista de Focus on the Global South radicado en Ginebra, “yo creo que ellos [los europeos] ya tienen una fecha, y sólo están esperando elegir el momento en que ese anuncio tenga el mayor impacto”.

 

Aunque se trate de una fecha muy lejana como el 2015 y venga acompañado de algunas condiciones en letra chica, ese anuncio tiene indudablemente un impacto dramático, y genera una presión enorme sobre los países en desarrollo para que acepten una conciliación en las negociaciones de acceso al mercado. Eso hace feliz a Brasil, puesto que su reivindicación mínima o línea de base en las negociaciones es la eliminación de los subsidios a la exportación de la UE. Además, enlodado como está en medio de los escándalos de corrupción en el país, el gobierno de Lula empuña este suceso para proclamarlo como un triunfo para el pueblo brasileño, cuando en realidad es poco más que una concesión al agronegocio afincado en ese país. De todos modos, el efecto del anuncio es conseguir que Brasil no regateé tan agresivamente en otras esferas de negociación.

 

Apenas se acaba de absorber el impacto de esta movida, cuando Lamy ya está anunciando que la UE y Estados Unidos han decidido a hacer algunas pequeñas concesiones para liberalizar un poco las reglas de ingreso y permanencia de la mano de obra calificada del mundo en desarrollo. Desesperado por poder esgrimir alguna victoria ante la opinión pública de su país, el gobierno indio se convence a sí mismo de que su preocupación central está resuelta, y esto afecta su posición en las demás esferas de negociaciones.

Privados de la línea de ataque –aunque no del discurso agresivo—de sus dos principales líderes, los países en desarrollo se repliegan a una actitud más condescendiente en las negociaciones. Una masa crítica de países presenta ofertas de “mejor calidad ” en las negociaciones sobre los servicios, las negociaciones del NAMA se aceleran tomando como base la propuesta paquistaní, y las discusiones sobre acceso al mercado agrícola están por concluir.

Las escaramuzas entre EE.UU. y la UE en torno a los subsidios de la Caja Azul y la Caja Verde continúa por algún tiempo, pero Lamy les recuerda a ambos bandos que no quisieran ver que se repita lo de Seattle, donde el diferendo entre la UE y EE.UU. sobre este mismo tema fue uno de los factores que desencadenó el fracaso de la tercera reunión ministerial en 1999. Ambas partes acuerdan una fórmula que salva las apariencias, fijando topes débiles para algunos pagos de subsidios menores canalizados a través de la Caja Azul y la Caja Ámbar. En otras palabras, no hay ningún cambio del statu quo en el pilar de las subvenciones o subsidios internos. Lo que equivale a decir que el dumping continúa inundando masivamente los mercados de los países en desarrollo.

En la sesión del Consejo General del 19-20 de octubre, Lamy anuncia que se ha llegado a acuerdos sustanciales en agricultura, el NAMA, y en los servicios. El Consejo General hace pública una declaración de consenso que reafirma los puntos claves de acuerdo en estas áreas y que servirá como borrador de la Declaración Ministerial de Hong Kong. Lamy afirma entonces que lo único que falta son tareas de limpieza –es decir, cerrar los acuerdos sobre los puntos menos polémicos como los productos sensibles, los productos especiales, el mecanismo de salvaguardia especial, las empresas comerciales del Estado, la ayuda alimentaria, el trato especial y diferenciado, y las cuestiones de aplicación.

A principios de diciembre, los países en desarrollo ya han sido arreados a aceptar acuerdos injustos sobre los llamados asuntos pendientes, con Lamy informándole al G33 y las ONG que dadas las circunstancias, lo mejor que pueden conseguir es un acuerdo inocuo sobre Productos Especiales y Medidas de Salvaguardia Especial que también le permite a la UE y Estados Unidos mantener su categoría de “productos sensibles” exentos de reducciones arancelarias significativas, y asimismo habilita a las grandes potencias comerciales a orquestar una campaña –tal como lo hicieron en los momentos previos a la reunión ministerial de Doha en noviembre de 2001—que pinta a los últimos bastiones de resistencia de los países en desarrollo como obstaculizadores de las iniciativas que procuran una economía mundial próspera.

El anteproyecto de declaración llega prácticamente limpio y sin corchetes a la Conferencia Ministerial de Hong Kong y Lamy anuncia triunfante que si bien hay una serie de temas por resolver, la Ronda Doha está prácticamente concluida, y que es hora de emprender una nueva ronda de liberalización aún más profunda y amplia.

 

 

 

Gran desafío para la sociedad civil

 

Este escenario o uno semejante no es para nada imposible desde nuestro punto de vista, si tenemos en cuenta que las presiones sobre todos los protagonistas para lograr un acuerdo son enormes y nadie quiere ser culpado como responsable de un colapso similar al de Seattle o Cancún. Tal como lo expresa un representante de una ONG clave con sede en Ginebra: “mi sensación general es… que probablemente no estemos tan lejos de un acuerdo, pero no necesariamente porque todo esté solucionado, sino porque los países clave quieren llegar a un acuerdo y terminar la ronda lo más rápidamente posible, sabiendo que no podrá ser ‘muy ambiciosa’… Ningún miembro, ningún grupo parece dispuesto a una oposición total, a una posición del tipo ‘frenar la ronda’”.

Tal como se deduce de este planteamiento, el único obstáculo real que se interpone a un acuerdo injusto para los países en desarrollo es la sociedad civil. En vez de lamentar la “falta de avance en las negociaciones”, como hacen algunas ONG internacionales, la sociedad civil en todo el mundo debe intensificar la presión general sobre los gobiernos de los países en desarrollo en estas próximas semanas, para que no cedan a las presiones de intereses mezquinos y no se embarquen en procesos que implicarán una reducción drástica de su espacio político.

 

Presión ciudadana es decisiva en este momento

 

El período que comienza a mediados de agosto debe ser entonces un período de cabildeo intenso, haciendo énfasis constante en que los marcos de negociación fijados por el Acuerdo Marco del 24 de julio son tan estrechos que sólo pueden resultar en propuestas como la Propuesta del G20 sobre acceso al mercado agrícola o la propuesta paquistaní sobre el NAMA, que en ambos casos básicamente excluyen el desarrollo bajo la excusa de lograr soluciones de consenso.

Hay que recordarle lo básico a los gobiernos de los países en desarrollo: que el Acuerdo Marco de julio eliminó prácticamente todos los espacios para el desarrollo en todas las áreas que se están negociando. Es necesario insistirle constantemente a los representantes de los gobiernos que antes que un acuerdo malo es preferible que no haya ningún acuerdo, y que los acuerdos que están sobre la mesa en todas las esferas de negociación son del rango de lo malo a lo peor.

 

Se debe empujar a los países del G33 para que actúen con mayor agresividad y exijan que el logro de un acuerdo justo sobre Productos Especiales y Mecanismos de Salvaguardia Especial tiene que ocupar el centro de las negociaciones sobre agricultura, en vez de ser tratados como secundarios; y para que se opongan categóricamente a todas las iniciativas que pretenden atar y condicionar esta demanda a la contra-demanda de la UE de incluir algunos de sus productos básicos en una categoría de “productos sensibles” exentos de una reducción arancelaria significativa.

 

Hay que convencer a los gobiernos de que, como mínimo, deben buscar congelar las negociaciones sobre el NAMA, ya que cualquier acuerdo en este punto tendría impactos destructivos de desindustrialización. Es necesario recalcar que existen buenos argumentos para fundamentar dicho reclamo, ya que el programa de la ronda actual como fue acordado en Doha no establece que el acuerdo sobre el NAMA sea una prioridad.

 

Hay que insistir ante los gobiernos para que no acepten las concesiones del Modo 4 que sólo liberalizan la mano de obra calificada, y se les debe hacer ver que la liberalización de servicios a cambio de las concesiones del Modo 4 es un trueque realmente muy desfavorable. Es necesario poner en evidencia la falsedad de las promesas del Modo 4 de traer algún alivio al problema del desempleo, ya que la UE y EE.UU. probablemente sólo liberalicen el ingreso para los trabajadores profesionales más altamente calificados, y el único resultado será agravar la fuga de cerebros de los países en desarrollo.

 

Hay que advertirles ahora mismo que la UE hará un anuncio estratégicamente calculado revelando su cronograma para la eliminación progresiva de los subsidios a la exportación, pero que esto no debe precipitarlos a sellar un consenso desfavorable y negativo en los temas de agricultura ni en ninguna otra esfera.

La idea es anticiparse y revertir cualquier impulso que puedan ganar las discusiones a principios de septiembre. Cuanto más presión se ejerza desde abajo sobre los gobiernos, más complejas serán las negociaciones, más difícil será lograr consensos, y mayor posibilidad habrá de descarrilar el proceso.

 

Estamos entrando al período más peligroso de las negociaciones, el momento en que se logra o se frustra un acuerdo. Los próximos cuatro meses determinarán si la OMC se consolida como el motor de la liberalización del comercio mundial e ingresamos al Mundo Feliz de una liberalización aún mayor, o si el proceso de retracción de la liberalización del comercio se fortalece y se invalida a la OMC como mecanismo de la globalización.

* Walden Bello es director ejecutivo de Focus on the Global South y profesor de sociología en la Universidad de las Filipinas.

 

 

 


Traducción: Alicia Porrini y Alberto Villarreal ( [email protected] ) para

 

REDES-Amigos de la Tierra Uruguay ( www.redes.org.uy )

 

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