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por Walden Bello**

 

A menudo se ha equiparado la posición del mundo en desarrollo respecto de la cuestión del medio ambiente con las belicosas opiniones del ex Primer Ministro de Malasia Mamad Mahathir, por ejemplo su famosa declaración en la Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo celebrada en junio de 1992 en Río de Janeiro:

 

“Cuando los ricos talaron sus bosques, construyeron fábricas que vomitan veneno y recorrieron el mundo en una búsqueda insaciable de recursos baratos, los pobres no dijeron nada. En realidad pagaron el desarrollo de los ricos. Ahora los ricos reclaman tener derecho a regular el desarrollo de los países pobres… Como colonias fuimos explotados. Ahora, como países independientes debemos ser igualmente explotados”. (1)

 

A Mahathir se lo ha interpretado en el Norte como el vocero de un Sur cuyo meta es salir del subdesarrollo a cualquier costo, y donde no hay movimiento ecologista o si lo hay es muy débil. Hoy, China es percibida como el principal ejemplo de esta obsesión mahathiriana de lograr una industrialización rápida con mínima consideración por el medio ambiente.

Esta interpretación de la visión del Sur sobre el medio ambiente es una caricatura. En realidad, los costos ambientales de una industrialización rápida preocupan seriamente a importantes sectores de la población de los países en desarrollo, y en muchos de ellos, el movimiento ecologista ha sido un actor de peso. Más aún, en muchos países hay actualmente en curso una activa discusión sobre las alternativas al modelo de alto crecimiento desestabilizador.

Emergencia del movimiento ecologista en los “nuevos países industriales”

Entre los movimientos ecologistas más avanzados están los de Corea y Taiwán, países que en algún momento se les llamó los “nuevos países industriales” (NICs por sus siglas en inglés). Esto no debería ser sorpresa, ya que el proceso de industrialización acelerada de estas dos sociedades entre 1965 y 1990 tuvo lugar con muy pocos controles ambientales, si es que hubo alguno. En Corea, el río Han que corre a través de Seúl, y el río Nakdong que corre a través de Pusan fueron tan contaminados por el vertido incontrolado de desechos industriales que estuvieron muy cerca de ser clasificados como biológicamente muertos. El vertido de desechos tóxicos llegó a proporciones críticas. En 1978, Seúl tuvo la distinción de ser considerada la ciudad con mayor contenido de dióxido sulfúrico en el aire, y también presentaron niveles muy altos Ichon, Pusan, Ulsan, Msan, Anyang y Changweon. (2)

En Taiwán, la industrialización acelerada tuvo sus propias características infernales. La fórmula para un crecimiento equilibrado en ese país fue impedir la concentración industrial y alentar a los fabricantes a establecer sus fábricas en el campo. Como resultado, un número significativo de las 90.000 fábricas de la isla fueron levantadas en campos de arroz, sobre las márgenes de cursos de aguas y al lado de zonas residenciales. Con tres fábricas por milla cuadrada, la tasa de densidad industrial de Taiwán llegó a ser 75 veces más alta que la de EE.UU. Una de las consecuencias de esto fue que el 20 por ciento de la tierra de cultivo resultó contaminada por las aguas con desechos industriales, y el 30 por ciento del arroz cultivado en la isla se contaminó con metales pesados, entre ellos mercurio, arsénico y cadmio. (3)

En ambas sociedades los agricultores, trabajadores y el medio ambiente son los que pagaron los costos de la industrialización acelerada. No es de sorprender que ambos países vieran surgir un movimiento ecologista espontáneo, que atrajo la participación de distintas clases sociales, y que reunió las demandas ambientales con los temas del empleo, la salud ocupacional y la crisis agrícola. Este movimiento tuvo una militancia muy importante. La acción directa se convirtió en la herramienta preferida, porque, al decir de Michael Hsiao:

“La gente aprendió que protestar puede dar resultado; en la mayoría de las acciones en que pudimos averiguar los resultados, se cumplieron los objetivos. Las fábricas contaminantes fueron obligadas a introducir mejoras en forma inmediata o a pagar indemnizaciones a las víctimas. Incluso, algunas fábricas fueron obligadas a cerrar o a trasladarse a una nueva ubicación. Unas pocas acciones preventivas lograron incluso que nuevas plantas que estaban por instalarse abandonaran sus planes de construcción”. (4)

Los movimientos ecologistas de ambas sociedades fueron capaces de obligar al gobierno a poner en práctica nuevas reglamentaciones restrictivas en materia de tóxicos, desechos industriales y contaminación del aire. Irónicamente, sin embargo, estos casos exitosos de acción ciudadana crearon un nuevo problema: la migración de las industrias contaminantes desde Taiwán y Corea hacia China y el sureste asiático. Conjuntamente con las firmas japonesas, las empresas coreanas y taiwanesas se trasladaron al sureste asiático y a China fundamentalmente por dos razones: en busca de mano de obra barata y de leyes ambientales laxas.

Luchas ambientales en el sureste asiático

A diferencia de Corea y Taiwán, en varios países del sureste asiático ya había movimientos ecologistas antes de iniciarse la industrialización acelerada, que en el caso de estos países comenzó entre mediados de los ochenta y mediados de los noventa. Estos movimientos habían surgido en las décadas del setenta y ochenta en las luchas contra la energía atómica en Filipinas, contra las grandes represas hidroeléctricas en Tailandia, Indonesia, Malasia y Filipinas, y contra la deforestación y la contaminación marítima en Tailandia, Malasia y Filipinas. Éstas fueron batallas épicas, como la lucha contra la represa Mun en el noreste de Tailandia, que obligó al Banco Mundial a retirar su apoyo a los gigantescos proyectos hidroeléctricos, un resultado que como veremos más adelante, fue el mismo que se obtuvo en las luchas contra la represa de Narmada en la India. Las luchas contra las industrias asociadas en parte con firmas extranjeras que buscaban evadir las reglamentaciones estrictas de sus países de origen, representó la apertura de un nuevo frente en las luchas en curso en pos de salvar el medio ambiente.

Quizá incluso más que en el noreste asiático, en el sureste asiático la cuestión ambiental involucró a las masas y se transformó en un tema que no sólo interesó a las clases medias. En las luchas contra Chico, la oposición estuvo a cargo de los pueblos indígenas, en tanto que en la de la represa Pak Mun, fueron los pequeños agricultores y los pescadores los que las llevaron adelante. El tema ambiental también estuvo más integrado a una concepción crítica de mayor alcance. En el caso de Filipinas, por ejemplo, la deforestación se consideró una consecuencia inevitable de la estrategia de crecimiento orientado a la exportación impuesta por los programas de ajuste estructural del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, en su pretensión de que el país pagara su gigantesca deuda externa con divisas obtenidas de las exportaciones de madera y otros recursos naturales y productos manufacturados con mano de obra barata. La clase media, los trabajadores, la población urbana pobre y los ambientalistas fueron arrastrados a una alianza natural. Entre tanto, el capital transnacional, el capital monopólico local y el gobierno central quedaron representados como el eje anti-ambiental.

Los movimientos ecologistas en el sureste asiático jugaron un papel vital no sólo en la lucha que hizo naufragar proyectos como el de la planta nuclear de Bataan, sino además en derrotar las dictaduras que rigieron la región en los años setenta y ochenta. Por cierto, en la medida en que los regímenes autoritarios no consideraban al medio ambiente como algo “político” en sus inicios, las organizaciones que se nuclearon en torno a temas ambientales y de salud pública no fueron proscritas. De esta forma, las luchas ecologistas se transformaron en un ámbito en torno al cual se pudo organizar el movimiento antidictatorial y sumar nuevas personas a la lucha. La destrucción del medio ambiente se transformó en un ejemplo gráfico más de la irresponsabilidad de estos regímenes. En Indonesia por ejemplo, la organización ecologista WALHI llegó incluso a iniciar juicio por contaminación y destrucción ambiental contra seis organismos estatales, entre ellos el Ministerio de Medio Ambiente y Población (5). En general, cuando las dictaduras se dieron cuenta de lo que estaba sucediendo, ya era demasiado tarde: el movimiento ecologista y el movimiento antifascista se potenciaban mutuamente.

 

Hoy el movimiento ecologista atraviesa una etapa de reflujo en la región, pero ya hay una conciencia generalizada de las amenazas que asechan al medio ambiente y la salud pública, que puede traducirse en una nueva ola de activismo si se dan las circunstancias adecuadas.

 

Protestas ambientales en China

El movimiento ecologista en China muestra muchos aspectos de la misma dinámica observada en los “nuevos países industriales” y en el sureste asiático.

La crisis ambiental en China es muy grave. La napa freática de la planicie del Norte de China, por ejemplo, está descendiendo a un ritmo de 1,5 metros (5 pies) por año. Esta región produce el 40 por ciento del grano del país. En palabras del ambientalista Dale Wen, “uno no puede dejar de preguntarse cómo se alimentará China cuando el acuífero se agote”. (6) La contaminación y la escasez de agua; la contaminación de los suelos, la degradación de los suelos y la desertificación; el calentamiento global y la crisis energética que se avecina -son todos subproductos de la industrialización acelerada del país y de la ampliación enorme del consumo.

La mayor parte de los desequilibrios ambientales en China son producto de las empresas locales y de los enormes proyectos estatales como la Represa de las Tres Gargantas, pero la contribución de los inversionistas extranjeros no es de despreciar. Aprovechando la implementación muy laxa de las leyes ambientales del país, muchas transnacionales occidentales han trasladado sus fábricas más contaminantes a China y han agravado los problemas ambientales, o incluso creado algunos nuevos. Wen destaca que el delta del río Pearl y el delta del río Yangtze, las dos Zonas Económicas Especiales donde se encuentran la mayoría de las filiales de transnacionales, son las regiones más gravemente afectadas por la contaminación con metales pesados y contaminantes orgánicos persistentes (COP). (7)

 

El calentamiento global no es un riesgo lejano. El primer estudio amplio sobre los impactos del ascenso del nivel del mar a raíz del calentamiento global que realizaron Gordon McGranaham, Deborah Balk y Bridget Anderson, afirma que China es el país de Asia más amenazado por un ascenso del nivel del mar de hasta 10 metros durante el próximo siglo. (8) En China, 144 millones de personas habitan en zonas costeras bajas, y esta cifra probablemente crezca debido a las estrategias de industrialización orientada a la exportación que aplica el gobierno, que han llevado a la creación de numerosas zonas económicas especiales justamente en esas regiones. “Desde el punto de vista ambiental” advierte el estudio “existe una doble desventaja para un desarrollo costero excesivo (y potencialmente rápido). En primer lugar, un desarrollo costero incontrolado probablemente dañe ecosistemas importantes y sensibles y otros recursos. En segundo lugar, el establecimiento de asentamientos costeros, en particular en las tierras bajas, probablemente exponga a los residentes a peligros relacionados con el mar, tales como el ascenso del nivel del mar y las tormentas tropicales, que en ambos casos serán agravados por el cambio climático”. (9) La serie de super tifones que recientemente afectaron el continente asiático provenientes del Pacífico oriental ponen de relieve la gravedad de esta observación.

 

En términos de salud pública, la infraestructura de la salud en las zonas rurales prácticamente ha colapsado, según Wen. El sistema ha sido privatizado, introduciendo un sistema de pago por servicio, que es uno de los componentes del programa de reformas neoliberales. Uno de los resultados es el resurgimiento de enfermedades que antes estaban controladas, como la tuberculosis y la esquistosomiasis. Cuba, por el contrario ha sido aplaudida por su sistema de asistencia de salud rural, algo que resulta bastante irónico, comenta Wen, ya que el sistema cubano está basado en el sistema de los “médicos descalzos” de la era maoísta. (10)

Otro gran problema de salud pública ha sido la inocuidad de los alimentos. Hay serias sospechas de que la combinación de la producción industrial de alimentos y el alargamiento de la cadena alimenticia que va desde la producción hasta el consumo haya sido la causa de la gripe aviar que emigró desde China a otros países. El gobierno se ha convertido en un actor poco confiable en el manejo de las nuevas enfermedades como la gripe aviar y el SARS, ya que es proclive a minimizar los riesgos e incluso a fomentar su ocultamiento, como efectivamente hizo en el caso del SARS.

Como en Taiwán y Corea 15 años antes, vemos como la industrialización descontrolada y orientada a la exportación empuja a la unión de los trabajadores inmigrantes superexplotados, las comunidades campesinas a las que les arrebatan las tierras o se las arruinan desde el punto de vista ecológico, los ambientalistas, y los partidarios de un cambio radical en la economía política conocidos como la “nueva izquierda”. Las confrontaciones públicas, manifestaciones de protesta y disputas relacionadas con el medio ambiente en China aumentaron en un 30 por ciento en 2005 y sumaron en total más de 50.000, en la medida que el descontento provocado por la contaminación ambiental se ha transformado en una “fuente contagiosa de inestabilidad en el país”, según reza un informe. En realidad, gran parte de las protestas registradas fusionan problemas políticos, de ingresos, de pérdida de tierras y ambientales. Según el ministerio de seguridad pública los llamados “incidentes de masas” se multiplicaron de 8.700 en 1995 a 87.000 en 2005, la mayoría de ellos en zonas rurales. Por otra parte, también creció el promedio de los participantes en estos incidentes, que a mediados de la década de 1990 tenían una participación promedio de 10 personas o menos y pasaron a 52 personas por incidente en 2004.(11) Resultan particularmente destacables las manifestaciones de abril de 2005 en Huashui, donde un contingente policial estimado en 10.000 efectivos chocó con los pobladores locales desesperados que lograron repeler los poderosos intereses que estaban contaminando sus tierras.

Como en Taiwán, la población rural china ha descubierto la efectividad de la acción directa. “Si no hubiera habido confrontación y disturbios nada habría cambiado” declaró Wang Xiofang, un campesino de 43 años. “A la gente aquí finalmente se le acabó la paciencia”.(12) Como en el sudeste asiático, las luchas por el medio ambiente y la salud pública pueden ser el punto de partida para una conciencia política más amplia.

No hay que exagerar la fortaleza del movimiento ecologista chino. En realidad, sus fracasos a menudo superan sus éxitos. Las alianzas suelen ser espontáneas y no van más allá del ámbito local. Lo que Dale Wen llama la coalición “rojiverde” por el cambio, por ahora no es más que una fuerza en potencia que hay que construir. Sin embargo, el movimiento ecologista ya no es un actor marginal, y el Estado y el gran capital definitivamente están obligados a lidiar con él. De hecho, la situación fermental del campo es un factor clave, que según se dice, ha hecho que la dirigencia china actual se muestre más abierta a las sugerencias de la llamada “Nueva Izquierda” que propone introducir cambios de rumbo en la política económica para pasar del crecimiento rápido orientado a la exportación a un crecimiento más lento impulsado por la demanda interna.

 

El movimiento ecologista en India

Como en China, también en la India el medio ambiente y la salud pública han sido ámbitos de lucha. A lo largo de los últimos 25 años ha habido una explosión del movimiento por el medio ambiente y la salud pública en el país. En realidad, se podría decir que este movimiento se ha transformado en una de las fuerzas que impulsan la profundización de la democracia india.

Las luchas por el medio ambiente y la salud pública se remontan mucho más atrás en el tiempo, pero quizá el acontecimiento más importante que dio un impulso definitivo al movimiento para que éste adquiriera proporciones de masas fue la fuga de gas en Bhopal el 3 de diciembre de 1984. Este desastre representó la liberación de 40 toneladas de isocianato de metilo en el medio ambiente, 3.000 muertos directos y un saldo final de entre 15.000 y 20.000 muertos por las secuelas.(13) La lucha por una indemnización justa para las víctimas de Bhopal todavía continúa hasta el día de hoy.

Hoy existe una gran proliferación de luchas en este enorme país.

 

Hay una campaña nacional contra las fábricas de Coca Cola y Pepsi Cola porque extraen aguas subterráneas y contaminan lo campos con sus vertidos. Existen luchas locales contra la industria de acuicultura intensiva en Tamil Nadu, Orissa y otros estados costeros. Hay una campaña pacífica pero muy firme de los campesinos contra los transgénicos, que involucra acciones de quema y arranque de plantas en campos plantados con arroz transgénico. Y por supuesto hay movimientos de lucha contra las grandes represas, como el de Narmada Bachao Andolan. De estas luchas han surgido líderes destacados, algunos de los cuales se han transformado en figuras claves del movimiento ecologista internacional.

En salud pública, el tema central ha sido la enorme presión de las empresas farmacéuticas extranjeras para que India adopte una legislación de patentes armonizable con el acuerdo de la OMC sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio (ADPIC). El gran temor es que esto afectaría la capacidad de la industria farmacéutica india de producir medicamentos genéricos baratos, tanto para el mercado interno como para la exportación. Con una población de entre 2 y 3,6 millones de portadores del VIH -lo que coloca a India detrás de Sudáfrica y Nigeria en el número de personas que conviven con el virus- y con tantos países africanos que tienen una parte muy importante de su población afectada por el VIH y dependen de la importación de los medicamentos indios, cumplir o no cumplir con las disposiciones de los ADPIC se ha transformado en una cuestión de vida o muerte.

Hace dos años se incorporaron a la Ley de Patentes del país varias modificaciones clave introducidas por las fuerzas progresistas, que llevaron a que un influyente diario dijera que se trata de “un régimen de patentes relativamente laxo por ahora”.(14) Una de estas modificaciones fue que las compañías indias podrían seguir produciendo y comercializando los medicamentos que ya estuvieran produciendo con anterioridad al 1 de enero de 2005, luego de pagar una “licencia razonable” al titular de la patente. En el régimen anterior esto estaba prohibido. Otra enmienda importante fue la modificación del procedimiento de exportación de los medicamentos a otros países, a partir de la cual el trámite pasó a ser menos complejo al eliminarse la obligatoriedad de una licencia de parte del país importador.(15) Algunos han dicho que estas modificaciones ayudan poco a compensar la ofensiva de las transnacionales para privatizar el conocimiento en perjuicio de la salud pública. Otros destacan sin embargo, que si bien parecen menores, en el mundo bizantino de los ADPIC, lo que hace la diferencia se encuentra en los detalles.

Creo que vale la pena, en este punto, analizar más detenidamente al que se ha convertido en el movimiento ecologista de masas más influyente de la India: el movimiento anti-represas.

 

Las represas representaron a menudo la visión modernista que guiaba a muchos gobiernos del Tercer Mundo en su lucha por salir del subdesarrollo y alcanzar a Occidente en el período de posguerra. La matriz tecnológica para el desarrollo energético del período pos-Segunda Guerra Mundial era crear un determinado número de grandes usinas de generación eléctrica -represas hidroeléctricas gigantes, usinas alimentadas con carbón vegetal o derivados del petróleo, o usinas nucleares- en puntos estratégicos, desde donde se generaría la electricidad que luego se distribuiría a todos los rincones del país. Las fuentes de energía locales o tradicionales que permitían cierto grado de autosuficiencia fueron consideradas un atraso. El que no estaba colgado a la red de distribución central era un atrasado.

La electrificación centralizada con las grandes represas, las grandes usinas a carbón y las plantas nucleares se transformó en la última moda. Por cierto, hubo un fervor casi religioso en esta visión entre los dirigentes políticos y los tecnócratas que definieron su obra en la vida como la “electrificación misionera” o la conexión del poblado más lejano a la red central. Jawaharlal Nehru, la figura dominante de la India pos-Segunda Guerra Mundial, llamó a las represas los “templos de la India moderna” -una declaración que, como señalara la escritora india Arundhati Roy, fue incluida en los libros de texto de primaria en todas las lenguas del país. Las grandes represas se transformaron en un artículo de fe, inextricablemente unido al nacionalismo. “Cuestionar su utilidad equivale prácticamente a sedición”. (16)

 

De todos modos, en nombre de la electrificación misionera, los tecnócratas indios, observa Roy en su brillante ensayo titulado “The Cost of Living” (el costo de vivir), no sólo construyeron “nuevas represas y sistemas de riego [sino que también] … tomaron el control de los pequeños sistemas de riego tradicionales utilizados durante miles de años, y dejaron que se atrofiaran”. (17) Aquí Roy expresa una verdad esencial: la electrificación centralizada tuvo prioridad frente al desarrollo de sistemas de energía alternativos que pudieran haber sido más descentralizados, más orientados a la gente, más benignos para el medio ambiente, y menos intensivos en la inversión de capital.

 

Las fuerzas claves que impulsaron la electrificación central fueron las poderosas coaliciones locales de tecnócratas de la energía, las grandes empresas y las elites industriales urbanas. A pesar de la retórica sobre la “electrificación rural”, la electrificación centralizada fue sesgada esencialmente hacia la ciudad y la industria. En especial en el caso de las represas, implicaba esencialmente gastar el capital natural del campo y los bosques para subsidiar el crecimiento de la industria con sede en las ciudades. La industria era el futuro. La industria era lo que realmente producía valor agregado. La industria era sinónimo de poder nacional. La agricultura era el pasado.

Mientras estos intereses se beneficiaron, otros pagaron los costos. Específicamente, fueron las zonas rurales y el medio ambiente los que absorbieron los costos de la electrificación rural. Se cometieron crímenes terribles en nombre de la generación de electricidad y el riego, dice Roy, pero permanecen ocultos porque los gobiernos nunca registraron esos costos. En India, según los cálculos de Roy, las grandes represas desplazaron alrededor de 33 millones de personas en los últimos 50 años, cerca del 60 por ciento de las cuales son pueblos indígenas o de la categoría social conocida como “intocables”.

 

En realidad, India no tiene una política de reasentamiento para los desplazados por las represas. Los costos ambientales han sido tremendos. Según señala Roy, “las evidencias contra las grandes represas son cada vez mayores y alarmantes – desastres asociados al riego, inundaciones inducidas por las represas, el hecho que haya zonas más proclives a las sequías y a las inundaciones que en 1947. El hecho es que no hay un solo río en las planicies cuya agua sea hoy potable”. (18)

Las cosas cambiaron cuando el gobierno anunció que tenía planes de construir una represa en el gran río Narmada a fines de los setenta. En vez de aceptar tranquilamente el emprendimiento respaldado por el Banco Mundial, los afectados opusieron una resistencia que sigue en pie hasta hoy. El movimiento de Narmada Bachao Andolan liderado por Medha Patkar en la represa Sardar Sarovar y por Alok Aggarwal y Silvi en la represa Maheshwar recibió apoyo de toda India y a nivel internacional. La resistencia de la gente, la mayoría de ellos adivasis o pueblos indígenas, logró que el Banco Mundial detuviera la financiación del proyecto y que éste se empantanara con demoras, transformando en incierta la finalización de la obra. La Suprema Corte, por ejemplo, ordenó resarcir a todos los afectados por la construcción de la represa Sardar Sarovar, y en marzo de 2005 la sentencia ordenó detener la construcción de la represa hasta que esto sucediera. Ahora la construcción está detenida en 110,6 metros, una cifra mucho mayor que los 88 metros propuestos por los activistas, y menor que los 130 metros de altura que se supone alcanzará eventualmente la represa. En este momento no se sabe con claridad cuál será el resultado final del proyecto ni cuándo se completará, aunque la finalización del conjunto de las obras está prevista para 2025.(19) La suerte de la represa Maheshwar es igualmente incierta.

Igual importancia tuvo el impacto político más amplio de la lucha de Narmada. Demostró ser la avanzada de los movimientos sociales que han transformado la escena política y profundizado la democracia en el país. Los partidos políticos y la burocracia estatal están obligados hoy a escuchar a estos movimientos, a riesgo de tener que soportar su oposición si no lo hacen, o en el caso de los partidos, a ser derrocados del poder. Los movimientos sociales en las zonas rurales tuvieron un papel importantísimo en haber atizado la conciencia de las masas que luego permitió la derrota en las urnas de la coalición liberal liderada por el partido chauvinista hindú BJP (Bharatiya Janata Party) en 2004. El BJP había hecho campaña a favor de la globalización bajo la consigna “Brilla India”. Su sucesor en el gobierno, la coalición liderada por el Partido del Congreso, por su parte, le ha dado ahora la espalda a las protestas rurales que la llevaron a ganar la elección, y ha seguido las mismas políticas anti-agricultura y pro-globalización del BJP, pero corre el riesgo de provocar una reacción contraria aún más fuerte en el futuro próximo.

El movimiento ecologista enfrenta hoy su mayor desafío: el calentamiento global. Como en China, no se trata de una amenaza distante ni en el espacio ni en el tiempo. El diluvio de 2005 en Bombay tuvo lugar en un año de precipitaciones excesivas que normalmente ocurriría una vez cada doscientos años.(20) Los glaciares del Himalaya están en retroceso, y uno de los más grandes, el Gangotri, retrocede, al decir de un diario, a “una velocidad alarmante”, incidiendo en la reducción del caudal de los ríos himalayos.(21) El seis por ciento de la población de la India, equivalente a 63,2 millones de personas, vive hoy en zonas costeras bajas que son vulnerables al ascenso del nivel del mar.(23) En la costa de Gujarat, el ascenso del nivel del mar está obligando al desplazamiento de poblados, al igual que en muchos otros lugares a lo largo de los 7.500 km que ocupa la línea costera del país. Según un informe, en “Sunderbans, dos islas ya fueron borradas del mapa, desplazando a 7.000 personas. Es probable que otras doce islas queden sumergidas debido a un ascenso anual del nivel del mar equivalente a 3,14 cm, generando unos 70.000 refugiados. Cinco poblados en el Parque Nacional Bhitarkanika de Orissa -famoso como lugar de anidamiento masivo de las tortugas de mar Olive Ridley-han quedado sumergidos, y hay otros 18 que corren riesgo de sufrir la misma suerte”. (23)

 

Al igual que en China, el desafío es construir un movimiento de masas que podría ser impopular no sólo para las elites, sino también para parte de los sectores de la clase media urbana que han sido los principales beneficiarios de la estrategia de alto crecimiento que se ha venido aplicando desde comienzos de la década de 1990.

 

Elites nacionales y tercermundismo

La razón por la cual he rastreado la evolución del movimiento ecologista de masas en Asia Oriental e India es contrarrestar la imagen de que las masas asiáticas son elementos inertes, que aceptan en forma acrítica los modelos de alto crecimiento e industrialización orientada a la exportación que promueven las elites gobernantes y que tanto afectan al medio ambiente. Está cada vez más claro para la gente común en toda Asia, que este modelo ha arruinado y destrozado la agricultura, ha aumentado las desigualdades y ha traído un incremento de la pobreza después de la crisis financiera asiática, además de generar graves daños ambientales en todas partes.

Son las elites nacionales las que vociferan la línea ultra-tercer mundista que sostiene que el Sur todavía tiene que cumplir con su cuota de contaminación del mundo, y que el Norte ya excedió la suya. Son ellos los que proponen que a los grandes países que están en rápido proceso de industrialización se los exonere de los límites obligatorios a las emisiones de gases de efecto invernadero bajo un nuevo Protocolo de Kioto. Cuando la administración Bush dice que no respetará el Protocolo de Kioto porque éste no obliga a China y a India, y los gobiernos de China e India dicen que no tolerarán que se les impongan límites a sus emisiones de gases de efecto invernadero debido a que Estados Unidos no ratificó Kioto, en realidad están poniendo en escena una alianza non-santa para permitir que sus elites económicas sigan evadiendo sus responsabilidades ambientales y sigan derrochando a costa del resto del mundo.

Esta alianza se ha formalizado ahora en la llamada “Asociación Asia-Pacífico” creada el año pasado entre EE.UU., China, India, Japón y Corea en oposición al Protocolo de Kioto negociado en Naciones Unidas. Este agrupamiento -al que se sumó recientemente Canadá, ahora dirigida por Stephen Harper, un clon de Bush-propone reducciones voluntarias de las emisiones de gases de efecto invernadero, en oposición a las reducciones obligatorias de Kioto. Se trata de una peligrosa banda de gobernantes cuya agenda no es otra cosa que vomitar carbono a su antojo, que es exactamente lo que significan las metas de reducción voluntarias.

 

La necesidad de un ajuste mundial

No hay duda que la carga del ajuste y la adaptación al calentamiento global deberá recaer esencialmente en el Norte, y que este ajuste deberá hacerse en los próximos 10 a 15 años, y que para realizarlo podría ser necesaria una reducción mucho mayor que la del 50 por ciento propuesta por el G8 para el 2050 respecto de los niveles de 1990. A los ojos de algunos expertos, podrían ser necesarias reducciones de entre 90 y 100 por ciento respecto de los niveles actuales -lo que significa emisiones cero.(24) Sea cual fuere la cifra, no hay forma de eludir que el Sur también tendrá que ajustarse, proporcionalmente menos que el Norte, pero en todo caso de manera bastante restrictiva.

 

El ajuste del Sur no tendrá lugar si el Norte no da el ejemplo. Pero tampoco tendrá lugar, a menos que sus líderes desechen el paradigma de alto crecimiento orientado a la exportación que promueven el Banco Mundial y la mayor parte de los economistas a los que son adictos las elites y las capas medias.

Los pueblos del Sur están abiertos a una alternativa a este modelo de crecimiento que le ha fallado tanto al medio ambiente como a la sociedad. En Tailandia por ejemplo, un país devastado por la crisis financiera asiática y plagado de problemas ambientales, el crecimiento orientado a la exportación y la globalización son hoy malas palabras. Para consternación de The Economist, los tailandeses son más receptivos a la “economía de suficiencia” que promueve el Rey Bhumibol, que representa una estrategia que mira al interior de la nación y refuerza la autodependencia de los grupos de base y la creación de lazos fuertes entre las redes económicas nacionales, conjuntamente con un “trabajo moderado con la naturaleza”. (25)

Tailandia puede ser una excepción en términos del papel de liderazgo de la elite a favor de un camino más sustentable, pero incluso allí, el compromiso real de esa elite de cara a un camino alternativo es cuestionado por muchos. Lo que queda claro es que en muchos otros lugares del Sur, uno no puede confiarse de las elites y algunos sectores de la clase media para producir cambios de rumbo decisivos. En el mejor de los casos, tratarán de dilatar la situación. La lucha contra el calentamiento global tendrá que ser impulsada principalmente por una alianza entre la sociedad civil progresista del Norte y los movimientos ciudadanos de masas del Sur.

 

Como en el Norte, los movimientos ecologistas del Sur han tenido momentos de apogeo y de reflujo. Al parecer, como en todos los movimientos sociales, es necesaria una intersección de circunstancias particulares para que emerja un movimiento ecologista después de algún tiempo de quietud, o para transformar luchas locales diversas en un movimiento de carácter nacional. En el caso del calentamiento global, el desafío que enfrentan los activistas del Norte y el Sur es aún mayor: conformar un movimiento de masas mundial que confronte decididamente la mayor amenaza de nuestro tiempo.

* Agradezco especialmente la ayuda de mis colegas Afsar Jafri y Dale Wen en la preparación de este artículo. Deseo aclarar no obstante, que no son responsables por ningún posible error en los hechos o en la interpretación.

 

** Walden Bello es Profesor visitante distinguido de Estudios de Desarrollo Internacional en la Universidad de St. Mary, Halifax, Canadá; Profesor de Sociología en la Universidad de Filipinas (Diliman) y analista principal y ex director ejecutivo de Focus on the Global South,
Bangkok, Tailandia.

 

Notas
1. Mohamad Mahathir, Discurso ante la Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo, Río de Janeiro, Junio 13, 1992.

2. La crisis ambiental de Corea se trata con profundidad en la obra de Walden Bello y Stephanie Rosenfeld “Dragons in Distress: Asia’s Miracle Economies in Crisis (San Francisco: Food First, 1990), pp. 95-118.

3. Ver ibid., p. 195-214.

4. Ibid, p. 213.

5. Frieda Sinanu, “Coming of Age: Indonesia’s Environmental Network Faces Dilemmas as it Turns 25,” Inside Indonesia, 2007; http://insideindonesia.org/content/view/72/29/

6. Entrevista con Dale Wen, sitio web de Focus on the Global South,
http://www.focusweb.org/interview-with-dale-wen
7. Ibid.

8. Citado en R. Ramachandran, “Coming Storms,” Frontline, Vol. 24, No. 7
(Abril 7-20, 2007); http://www.frontlineonnet.com/fl2407/stories/2007042001609000.htm

9. Citado en ibid.

10. Comunicación por correo electrónico, septiembre 25, 2007.

11. Fred Bergsten et al., China: What the World Needs to Know now about the Emerging Superpower (Washington: Center for Strategic and International Studies e Institute for International Economics, 2006), pp. 40-41.

12. “Increase in Environmental Unrest Causes Instability in China,” Green Clippings,
http://www.greenclippings.co.za/gc_main/article.php?story=20060906170952367
13. “”Bhopal Disaster,” Wikipedia; http://en.wikipedia.org/wiki/Bhopal_Disaster

14. V. Sridhar Siddharth Narrain, “A Tempered Patents Regime,” Frontline, Vol. 22, No. 8 (2005);
http://www.flonnet.com/fl2208/stories/20050422004602800.htm
15. Ibid.

16. Arundhati Roy, The Cost of Living (Londres: Flamingo, 1999)

17. Ibid.

18. Ibid

19. “Narmada River,”Wikipedia; http://en.wikipedia.org/wiki/Narmada_River

20. R. Ramachandran, “Himalayan Concerns,” Frontline, Vol. 24, No. 4 (2007); http://www.flonnet.com/fl2404/stories/20070309006201000.htm
21. Ibid.

22. R. Ramachandran, “Coming Storms…”

23. Dionne Busha, “Gone with the Waves,” Frontline, Vol. 24, No. 14
(2007); http://www.fllonnet.com/fl2414/stories/20070727000206600.htm

24. Catherine Brahic, “Zero Emissions Needed to Avert ‘Dangerous’ Warming,” New Scientist,
http://environment.newscientist.com/article.ns?id=dn12775&print=true.
25. Thailand Human Development Report 2007: Sufficiency Economy and Human Development (Bangkok: Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, 2007), pp. 48-49.