por Devinder Sharma*

La Cumbre Ministerial de la OMC en Cancún fracasó en circunstancias que lindaron con lo dramático. Los últimos olvidados del desarrollo económico (el bloque africano) han salvado al mundo en desarrollo de ser robado por los mecanismos económicos. Y una vez más, fueron los países a los que se describe persistentemente como anclados en el “oscurantismo” los que se levantaron como un bloque sólido para iluminar el futuro de los miles de millones de personas que trabajan sacrificadamente y que son la mayoría de habitantes del planeta.

La retirada de los países africanos más pequeños, liderados por Kenia y seguidos por algunos países del Caribe en respuesta a los polémicos temas de Singapur -los cuatro temas nuevos: inversiones, política de competencia, contratación pública, y facilitación del comercio- impuestos en forma agresiva por los Estados Unidos, la Unión Europea y Japón, llevó en los hechos al fracaso de la cumbre ministerial de Cancún. Los temas de Singapur apuntaban a simplificar el tráfico a través de las fronteras y a aumentar la competencia y el acceso a los mercados de las multinacionales. La retirada de los países africanos, por segunda vez en la historia de la OMC, demuestra claramente que en la OMC se juega algo más que un partido de exhibición para los medios.


Primero en Seattle en 1999 y ahora en Cancún en 2003, los países africanos y del Caribe han resultado ser los verdaderos héroes. El fracaso de la Cumbre Ministerial de la OMC en Seattle y ahora en Cancún es resultado directo de la frustración de los africanos y de su voluntad de oponer resistencia a los poderosos. Kenia bien merece ser saludada: jo jita whohi sikandar. Y también miles de agricultores, activistas y manifestantes que siguieron alzando sus voces a diez kilómetros de la sede oficial de las negociaciones de los Ministros. El sacrificio supremo del agricultor coreano de 56 años de edad, Lee Kyung-Hae, quedará grabado en la historia del sistema de comercio multilateral como un símbolo trágico de la repercusión destructiva del llamado proceso de libre comercio.


En contraste con esto, el Grupo de los 23 (G-23, nombre por el que se conoce la alianza entre India, Brasil, China y otros 20 países), se limitó a protestar ruidosamente. Como los perros de la calle que persiguen a un auto que pasa a toda velocidad, ladraron y ladraron para luego volver a sentarse recatadamente. También el ministro de comercio indio, Arun Jaitley que hizo uso de esta oportunidad única para presentarse como el adalid de la causa de los agricultores, se había dado por vencido en las etapas finales. Ni India, ni los otros dos gigantes (China y Brasil) se retiraron de la sala como protesta. El proyecto que hicieron circular un día antes había exhortado a eliminar los subsidios a las exportaciones de productos agrícolas que fueran de especial interés para los países en desarrollo, pero estaba muy lejos de plantear la eliminación de todos los subsidios como lo exigía el Grupo de los 23 de los países en desarrollo.

A pesar de sus posturas duras fuera de las negociaciones y antes de los momentos finales, la incapacidad del G-23 de oponerse y ser tenido en cuenta, había llevado en realidad a una fórmula de compromiso que vinculaba la eliminación de los subsidios a las exportaciones agrícolas al tratamiento de los temas de Singapur, que implicaba iniciar las negociaciones respecto de por lo menos dos de estos temas de no ser posible abordar los cuatro. Salvo por el hecho de manifestar su disconformidad, algo que en términos de negociaciones de comercio no significa nada, el G-23 no opuso resistencia. India, China, Malasia e Indonesia, además de la UE y algunos países desarrollados, se encerraron en la ‘sala verde’ en una intensa discusión en las etapas finales para llegar a un solución de compromiso.


Lo que sucedió en Cancún nos trae a la memoria la ausencia de “instinto matador” que aqueja desde siempre a la sociedad india. Sea en el atletismo, el hockey o el cricket, muchas veces el país ha tenido muy buenas actuaciones en torneos internacionales, hasta que llega a las semifinales y las finales. Cuántas veces estuvo el pueblo entero indio pegado a la televisión, literalmente en vilo, mirando la final culminante, para terminar viendo derrumbarse a su equipo bajo la presión. En política, y más aún en la diplomacia comercial, India repite una y otra vez estas actuaciones. También en la Cumbre ministerial de Doha, el entonces Ministro de Comercio, Murlisaran Maran, luchó en solitario contra las desigualdades que perpetuaba el sistema de comercio global. Una llamada del Primer Ministro en el momento culminante, y tuvo que rendirse a los designios manipuladores de los países desarrollados y ricos.

Una vez más, la India malogró su momento de alcanzar la gloria. Seamos muy claros: la Cumbre Ministerial de Cancún fracasó debido al tema de las inversiones y no al de agricultura. El G-23 no se retiró de las negociaciones en demostración de su enojo contra las desigualdades flagrantes presentes en el proyecto ministerial final. Si no hubiera sido por los países africanos, Arun Jaitely habría vuelto a casa con las manos vacías. Su mandato, con la vista obviamente puesta en asegurar las elecciones nacionales, era preocuparse por captar votos del electorado indio. En este sentido, su trabajo puede considerarse muy bueno. Pero si se analiza el enfoque de la coalición liderada por el BJP, durante todos estos años trabajó en un formato totalmente opuesto al que intentó proyectar en Cancún.

Sin embargo, lo que decimos no va en desmedro del esfuerzo de los países G-23 y el G-16 (sobre el trato especial y diferenciado) por hacer oír su voz. No negamos que los países del G-23 se las ingeniaron para generar opinión pública a nivel mundial contra los subsidios agrícolas que los países ricos (agrupados en la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo – OCED) otorgan a su minúscula población de agricultores. En realidad, estos subsidios -que totalizan US$ 311 mil millones-benefician en realidad a las compañías de alimentos y a las empresas agrícolas invocando el nombre de los agricultores. Esos subsidios deprimen los precios agrícolas mundiales y permiten a los países desarrollados inundar con granos baratos a los países en desarrollo, devastando así las formas de sustento de millones de agricultores pequeños y marginales del mundo en desarrollo.

También es significativo que el debate de la Cumbre Ministerial de Cancún generó, por primera vez, el reconocimiento de que todos los subsidios son negativos y distorsionan el comercio. Antes, los economistas, los forjadores de políticas, y muchas o­nGs occidentales (en asociación con sus socios de los países en desarrollo) y los ministros hacían críticas permanentemente a los subsidios a las exportaciones pero defendían el apoyo nacional a los subsidios del ‘compartimiento verde’. Cancún también puso al descubierto la protección que otorga la OMC a la agricultura de los países ricos a través de las salvaguardas especiales, aranceles más altos y otras medidas no arancelarias. Al mismo tiempo, pone en evidencia la culpabilidad de la campaña implacable realizada por algunas organizaciones y personas, incluso una sección de la Confederación de la Industria India (CII), a favor de promover el ingreso libre de trabas para las multinacionales brindándoles toda la protección del Estado.


* Devinder Sharma preside el Foro sobre Biotecnología y Seguridad Alimentaria con sede en Nueva Delhi